Los titulares acerca de
la violencia cometida por chicos jóvenes se
suceden ante nuestros ojos como si fueran títulos
de películas, estos thrillers violentos con
los que hemos ido creciendo y que, desafortunadamente,
ya no nos sorprenden.
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Imágenes
del vídeo de seguridad emitidas por TVE.
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Son historias de chicos malos
que maltratan y llegan a matar a sus parejas o ex
parejas; compañeros de institutos que acosan
a otros chicos hasta llevarles al suicidio; bandas
o grupos organizados con sus propias leyes y unos
ritos violentos para poder acceder a ser uno de ellos,
preparados como si de un ejército se tratara,
y siempre listos para atacar...
Y lo ultimo en nuestras pantallas, el apaleamiento
y la quema de una mendiga en un cajero de Barcelona.
La historia de esta siniestra película
podría empezar con el recuerdo de Charito,
una niña pizpireta y bonita que destacaba por
su belleza sobre las compañeras del colegio
de monjas del barrio en el que cursó sus estudios
primarios y el bachillerato superior. Hija de un modesto
empleado de una fábrica de cerveza de León
y de una maestra de escuela de Valladolid, María
del Rosario fue para sus padres el símbolo
del triunfo social, que les permitía ascender
en la jerarquía social del barrio y dejar de
ser los castellanos. María del Rosario
se convirtió así poco a poco en una
secretaria de lujo para directivos de alta
empresa. Sus éxitos profesionales se sumaron
al de su vida personal.
Todo llegó precipitadamente,
quizá demasiado temprano, como aquel matrimonio
del que nació su única hija. Para entonces
vivía en un lujoso piso, a pocos metros de
la humilde casa de sus padres. Fue en esos años
dorados cuando María del Rosario empezó
a deslizarse por el mundo de las drogas. La primera
víctima fue su propio matrimonio. El divorcio
significó para esta mujer la pérdida
de su hija, que por decisión judicial quedó
bajo la protección de su ex marido. Un viaje
a Francia, donde le habían ofrecido un suculento
contrato como secretaria de alta dirección,
fue el último intento por prolongar la etapa
de opulencia. Regresó a su barrio sumida en
las drogas y acabó en la calle.
María del Rosario empezó su vida como
indigente. Por las mañanas mendigaba en las
tiendas, en los bares y en los mercados. Por la noche
dormía al raso.
Una noche de diciembre del 2005, huyendo del frió
María del Rosario acabó paradójicamente
en un cajero automático de La Caixa, en el
mismo lugar donde empezó su carrera profesional,
ahí murió tras ser maltratada y quemada
con disolvente por tres jóvenes de entre 16
y 18 años. Tenía 51 años.
Los tres jóvenes pertenecen
a familias de clase acomodada de esta ciudad, entraron
al cajero y golpearon e insultaron a María
del Rosario refugiada ahí.
La acción violenta se realiza en dos secuencias:
Los dos mayores agredieron en un primer momento a
la indigente, quien después se encerró
en el lugar. Más tarde, el menor llamó
a la puerta como si fuera a extraer dinero y engaño
a la mujer que le permitió la entrada sin reconocerlo
como uno de sus agresores anteriores, fue entonces
cuando le prendieron fuego tras rociarla con el disolvente
que fueron a buscar. Al ver las llamas, unos transeúntes
llamaron a la policía, esta pudo ver todo lo
sucedido de esta terrible noche grabado por las cámaras
de seguridad instaladas en el cajero y detener a estos
tres chicos que actuaron movidos “con el único
animo de divertirse”.
Este debería ser el escalofriante
final de esta historia, sin embargo estos protagonistas
son también los intérpretes de otras
agresiones a las cuales se suman mas jóvenes
que van agrediendo a otros mendigos y graban sus palizas.
Después de las vejaciones de las que hacían
objeto sobre todo mendigos e inmigrantes, estos chicos
se pasaban las imágenes en un cibercafé
mediante bluetooth.
Eran muchos los que habían visto imágenes
registradas con teléfono móvil en las
que se podía identificar a algunos chicos pegando,
insultando o lanzando objetos a indigentes. El miedo
a represalias y “las ganas de no meterse en
problemas”, según algunos de ellos, provocaron
que no fueran denunciados a la Policía; quien
sabe si así se habría evitado la trágica
muerte de María del Rosario.
La barbarie humana muestra aquí
todo su rostro, qué será de nosotros
y de este mundo de odio y demencia si nos acostumbramos
a este tipo de actos como si de una película
se tratase o de un video-juego que nos entretiene
en vez de hacernos reaccionar pidiendo mayor justicia,
para que pueda descansar en paz la desdichada que
nunca hizo mal a nadie más que a sí
misma. Esta educación social cree que la agresión
a los indigentes forma parte del ocio de estos menores:
“Para ellos es una manera de divertirse como
otra cualquiera...”.
Sin embargo a todos nos corresponde luchar contra
esta ola de violencia en vez de dejarla pasar ante
nuestros ojos como espectadores pasivos antes de convertirnos
en las próximas victimas.
Más información:
http://www.elmundo.es
http://www.periodistadigital.com
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