¿Y
eso qué es?, ¿para qué te apuntas
a eso?, si hay que hacer mil cosas para clase, no
vas a tener tiempo de prepararlo, ¿Estudiar
un examen extra voluntariamente?, mira que eres…
Estas fueron algunas de las reacciones más
comunes de aquellos a los que les conté que
me había apuntado a la Olimpiada de Química.
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IES Marqués
de Santillana de Torrelavega. |
Claro está que, después
de ponerles en situación, recibí ánimos
de todos mis amigos y compañeros, e incluso
historias de gente que conoció a alguien que
había llegado a ganar hace tiempo, pero ningún
otro se unió a mi reto personal. En realidad,
yo tampoco sabría explicar en un principio
porqué me apunté, una corazonada tal
vez, un golpe de orgullo dirían algunos, pero
lo que sí que tenía claro es que si
había una asignatura que me entretuviera y
me apasionara en este curso, era la química.
Nunca me dio pereza ponerme a estudiarla,
y muchas veces me sorprendía a mí mismo
haciendo suposiciones e investigaciones personales
sobre algunos puntos que me llamaban especialmente
la atención, simplemente era una sensación
maravillosa poder comprender de qué y cómo
estaba hecho todo lo que me rodeaba. Así, en
la Olimpiada vi una excusa para echar un repaso a
todo el curso e ir cogiendo algo de soltura de cara
al examen de la EBAU y, por qué no decirlo,
una oportunidad de medir mis conocimientos con otros
estudiantes. Me lo tomé con calma y, al salir
de la prueba, solo estaba seguro de una cosa: quedara
como quedara, había ganado aún más
confianza en mis conocimientos de cara al ya citado
examen final, empecé a notar que por fin estaba
preparado para afrontarlo.
El martes siguiente, cuando entré
al correo y vi un mensaje del instituto, casi sentí
miedo de abrirlo. Allí estaba la confirmación,
lo había conseguido, había ganado. No
me lo llegue a creer del todo hasta que no me lo confirmo
Iñaki (mi profesor de este año y en
gran parte culpable de este episodio). He ganado otros
concursos y algunas competiciones deportivas, pero
esta vez la sensación fue mucho más
fuerte, la sorpresa, todo. Si ya me estaba mereciendo
la pena solo haber ido, ganarlo fue la guinda que
corona el pastel.
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