Amor y desamor
sirven a Francisco para componer un intenso poema
en el que los recuerdos de tiempos más felices
hacen brotar fuertes sentimientos al protagonista
de estos versos.
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Las estrellas no servían y la luna se
quedaba corta. |
Ayer noche, escribiéndote
me acordé de ti.
Me acordé del tacto
de las colinas que sobresalían,
que se curvaban.
Y recordé el descenso de
tu mirada
y vi yacer tu cuerpo solo,
que me observaba.
Pude tocar tu llanto
con mis propios dedos,
y pude sentir tus labios
con mis ojos.
Aquella noche,
como otra cualquiera
deseaba que volvieras.
Me arrastre por tu mente,
las palabras flotaban
y se hundían en el mar de fondo.
La brisa se escondía,
yo me apartaba solo en el exilio
y seguía pensándote.
Te seguía recordando.
Las estrellas no servían
y la luna se quedaba corta.
Lo real se juntaba con los recuerdos
y los recuerdos con el mar.
El mar hacía las paces
contigo
pero tu no querías,
e incluso yo tampoco.
Aquella misma noche
el sol eclipsaba la luna
y las estrellas se encogían.
Tú me mirabas desolada,
la soledad te controlaba
y yo hacía que te amaba.
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