Había una vez un niño muy valiente llamado Nico y una niña muy lista llamada Hannah. Nico tenía el pelo negro y los ojos azules. Era el más valiente de su escuela. Hannah tenía los ojos marrones y el pelo negro. Eran muy amigos y casi siempre se reunían en su caseta del árbol que se encontraba en lo alto de una montaña muy rocosa.

Un día, los niños y niñas de la clase fueron de excursión con la profesora del colegio, iban a ir a explorar una cueva. En la cueva había huesos que eran prehistóricos de varios tipos: de dinosaurios, hombres de aquella época,…

Nico cogió un hueso de dinosaurio porque le gustaban mucho pero Hannah no quiso que se lo llevara. Entonces se lo dijo a la profesora que se llamaba Ana y le castigó saliendo 20 minutos más tarde. Cuando por fin Nico salió, Hannah le estaba esperando con la merienda y se fueron al parque a jugar. Cuando llegaron, había pasado algo terrible, unos constructores iban a demoler el parque para hacer edificios.
- ¡No tienen derecho a quitarnos el parque!- dijo Nico-. ¡Y además para construir viviendas!

Entonces, decidieron hacer una huelga para que el parque no fuera destruido, ya que allí todos los niños y niñas jugaban y podían divertirse.

Pasaron los días y Hannah y Nico seguían de huelga. Hannah tenía mucha hambre pero decidió continuar. Hicieron pancartas y carteles, reunieron a mucha gente del pueblo,… En las pancartas ponía:

SALVEMOS EL PARQUE
SALVEMOS LOS ÁRBOLES
SALVEMOS LOS ANIMALES

Pero la gente no les hacía caso. Entonces, se les ocurrió montar jaleo para que la gente fuese a ver qué pasaba y se uniera a la huelga, pero no lo consiguieron.

Como Nico y Hannah ya estaban muy cansados, fueron por la noche a sus casas a descansar un poco y a comer algo. A la mañana siguiente, cuando regresaron al parque, éste estaba demolido por completo. Los muchachos se pusieron muy tristes, pero tuvieron una idea. Decidieron ir al Ayuntamiento a protestar. El alcalde dijo que no se iba a echar a atrás y que ya no podía hacer nada.

Nico y Hannah se fueron muy disgustados a casa y hablaron con sus padres sobre lo ocurrido. Cuando se levantaron al día siguiente, tuvieron una gran idea, construir un nuevo parque en el monte donde tenían la caseta. Todos los habitantes del pueblo les ayudaron a construirlo y el alcalde lo declaró espacio protegido para que todos pudiesen disfrutar de él para siempre.