Manuel sueña
desde pequeño con tener un piano. Empieza comprando
otros instrumentos más baratos, pero gracias
a su trabajo, y a un golpe de suerte, conseguirá
tener lo que siempre quiso.
Manuel era un joven pasiego apasionado por la música.
De pequeño se hacía sus instrumentos
él mismo. Ya de mayor, ahorraba para comprarse
más. Ya tenía un pito, un tambor, un
rabel… Sin embargo, él soñaba
con poseer algún día un piano. Trabajaba
sin descanso para ahorrar suficiente para comprarse
uno. Sin embargo, lo primero que se compró
de mayor fue un carro. Así podría trabajar
más eficientemente en sus propias tierras y
también, por dinero, en las de los demás.
En una ocasión tuvo que ir con el carro a
una ciudad cercana a hacer un porte. Mientras iba
a hacer un encargo dejó la pareja de vacas
y el carro en una calleja y se marchó. Cuando
volvió, ¡qué desgracia!, allí
estaba la pareja rumiando, ¡pero el carro había
desparecido! Fue tal su disgusto y su tristeza que
empezó a cantar la siguiente canción:
“Mi carroooo, me lo robaaarooon…”
Así fue recorriendo la ciudad cuando, por casualidad,
escondido detrás de un gallinero y tapado con
sacos viejos, descubrió su carro.
Muy enfadado, se dirigió a la puerta de la
casa e hizo salir al dueño, que era un rico
comerciante. El pasiego le gritó:
- ¿Se puede saber qué hace mi
carro detrás de su gallinero? ¡Ahora
mismo voy a denunciarle al alguacil!
El comerciante, muy asustado, reconoció el
robo y le dijo a Manuel que le daría lo que
fuera, pero que, por favor, no le denunciara. En ese
momento se oyó desde una habitación
la voz de un niño y… ¡¡un
piano!!
Así fue como Manuel volvió a su pueblo
con su carro y, sobre él, un piano.

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