Hemos tenido
el placer de entrevistar a Vicente Jiménez
Zamora. actual obispo de la Diócesis de Santander,
sede episcopal de la Iglesia Católica en España.
Nuestro obispo es oriundo de Ágreda, Soria.
Comenzó siendo sacerdote de su pueblo a una
edad muy temprana y al continuar evolucionando en
la vida eclesiástica llegó hasta el
cargo que ocupa en la actualidad. Además ha
tenido el placer de conocer a los Papas Juan Pablo
II y Benedicto XVI.
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El obispo de Santander con las reporteras
de InterAulas.
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Vicente Jiménez Zamora nació en Ágreda
el 28 de enero de 1944. Realizó los estudios
eclesiásticos en el Seminario Diocesano de
El Burgo de Osma, en Comillas y en Roma. Ordenado
sacerdote en el Seminario Diocesano de Soria el 29
de junio de 1968, ha desempeñado la responsabilidad
de obispo de Osma-Soria antes de acceder al obispado
de Santander, siendo conocido en el colegio apostólico
por su talante abierto y su capacidad de empatía
y dialogo.
Jiménez Zamora es licenciado en Filosofía
por la Universidad de Santo Tomás de Roma,
en Teología Dogmática por la Universidad
Gregoriana de Roma y está especializado en
Teología Moral por la Academia Alfonsiana.
Ha desempeñado, entre otros cargos, el de miembro
del Consejo Episcopal de Gobierno, del Colegio de
Consultores, del Consejo Presbiterial, del Consejo
Pastoral Diocesano y del Consejo de Asuntos Económicos,
siendo designado vicario general de la Diócesis
de Osma-Soria en 2001 y, posteriormente, obispo de
la misma sede desde julio de 2004.
Pregunta.- ¿Tuvo claro desde
joven que quería dedicarse a la vida eclesiástica?
Respuesta.- Sí, desde niño.
Yo antes de la comunión ya era monaguillo y
sentí deseos de ir al seminario. De hecho fui
con doce años, igual que otros chicos de mi
edad. Una vez que estuve en el seminario, donde había
un ambiente de oración, piedad, estudio, disciplina
y orden, fue madurando la llamada que el señor
me hacía para ser sacerdote. Cuando llegué
a mayor ví que ese era mi camino y me ordenaron
sacerdote con 24 años. Después he estado
ejerciendo la vida de sacerdote en mi diócesis
de origen, Osma Soria en Castilla, hasta que después
de diversos oficios el santo padre, el Papa Juan Pablo
II, me llamó para que fuera obispo de mi propia
diócesis.
P.- ¿Dónde estudió?
R.- Hice los estudios primero en
la escuela de mi pueblo, en un ambiente muy sencillo.
Recuerdo con mucho cariño y gratitud los pasos
por la escuela. Tuve buenos maestros. Fui a los doce
años al seminario donde estudié ocho
cursos: cinco de Latín y Humanidades y tres
de Filosofía. Después vine a la Universidad
Pontificia de Comillas donde estudié dos años
de Teología y aproveché para conocer
algo de esta bella tierra. Más tarde realicé
en Roma estudios superiores y me ordené sacerdote.
Después volví a la diócesis para
ser superior del seminario y profesor también.
P.- ¿Qué cargos ha
ocupado en la Iglesia antes de ser obispo?
R.- Como os decía, después
de ser sacerdote fui superior de los seminaristas
mayores y profesor en materias teológicas y
de Literatura, ya que siempre me han gustado mucho
la Literatura y la Filosofía. Después
me dediqué a la enseñanza, fui profesor
en un colegio de Soria que lleva el nombre del gran
poeta Antonio Machado, donde estuve catorce años
de profesor de Religión. También estuve
veintisiete años de profesor en la Escuela
Universitaria de Enfermería de Teología
Moral y he compatibilizado el ejercicio del ministerio
con la docencia, pero también con cargos en
parroquias pequeñas y en servicios de la diócesis:
delegado de la enseñanza, delegado para los
sacerdotes, vicario pastoral y, más tarde,
vicario general, que es el que ayuda más directamente
al obispo. Cuando mi diócesis se quedó
sin obispo me eligieron para administrador de la diócesis
en sede vacante, hasta que estando en esa situación
me nombraron obispo hace cinco años.
P.-¿Tiene un obispo muchas
responsabilidades?
R.- Tiene muchas responsabilidades,
pero también cuenta con la gracia del señor.
Es una carga pesada que se echa sobre los hombros,
pero no la lleva solo el obispo, la lleva el señor
con él. El señor es el buen pastor,
el obispo de nuestras almas y el que nos empuja, nos
alienta y nos da la fuerza para poder llevar este
misterio que humanamente no podríamos llevar
porque nadie tiene cualidades ni métodos suficientes
para ser obispo. Es una vocación que se acepta
en espíritu de servicio y obediencia a la iglesia.
Y así yo lo he aceptado, como un servicio a
la iglesia obedeciendo al santo padre.
P.-¿Cómo está
estructurada la jerarquía de la Iglesia?
R.-La jerarquía de la Iglesia
está encabezada por el Papa, que es el sucesor
de Pedro y el principio visible de toda la unidad
de la Iglesia Católica. Junto al Papa el que
preside es el colegio episcopal, el conjunto de obispos
extendidos por toda la tierra y, por último,
los sacerdotes, que son los colaboradores directos
del obispo. Después de los sacerdotes hay otro
grado en la jerarquía que son los diáconos,
las personas que han recibido el orden sacramental
del diaconado para servir a la Iglesia. Esa es la
jerarquía, pero la jerarquía no es un
poder o un mando, es para servir al pueblo de Dios,
para servir a los consagrados y consagradas, religiosas,
religiosas y laicos. Por tanto, el sacerdocio está
al servicio de todo el bien de la Iglesia del pueblo
de Dios.
P.-¿Cómo hace la Iglesia
frente al bajo número de sacerdotes?
R.-Efectivamente tenemos aquí
en la diócesis de Santander un problema de
cómo distribuir el clero. Tenemos que atender
a la visión de la Iglesia que consiste en el
anuncio de la palabra, en la celebración de
los sacramentos, la eucaristía del domingo
y todo lo que es el servicio de la caridad. Hay que
hacerlo con menos personas y, por lo tanto, de otra
manera. Colaborando con el sacerdote otros religiosos,
laicos o seglares para llevar entre todos de común
acuerdo y de forma conjunta la misión de la
iglesia. Por tanto hay menor número de sacerdotes
y esto es un replanteamiento nuevo de cómo
hacernos presentes en las numerosas parroquias que
tenemos en la diócesis, que son hasta 615.
Estamos estudiando ahora un tema de la distribución
del clero por unidades pastorales y correlación
de todos.
P.-¿Cómo ayuda la iglesia
a los necesitados?
R.-Ayuda sobre todo a través
de las personas, porque la gran fuerza de la Iglesia
son las personas consagradas, dedicadas en cuerpo
y alma a atender a otros hombres mas necesitados.
Hay religiosos, monjes, frailes, sacerdotes, laicos…
que están atendiendo desde su fe cristiana
y como Iglesia a los pobres y necesitados, desde los
ancianos hasta los niños abandonados, pasando
por los jóvenes drogadictos o ahora, con la
crisis económica, a los necesitados. Entonces
la Iglesia les ayuda económicamente desde la
caridad de Cristo.
P.-¿Los sacerdotes se implican
lo suficiente con ellos?
R.-Sí, yo estoy contento y
creo que hay que darles las gracias porque antes de
aparecer la crisis económica han venido ayudando
a favor de los necesitados. Ahora han redoblado sus
esfuerzos y han multiplicado sus atenciones y las
parroquias y sacerdotes están dando buenas
respuestas a los problemas y necesidades que estamos
sintiendo.
P.-¿Por qué cree usted
que los jóvenes participan menos actualmente
en la vida religiosa?
R.-Hay sectores de jóvenes
que participan en la vida cristiana, intentan seguir
a Cristo. Son los jóvenes que están
en grupos de formación cristiana y que participan,
por ejemplo, en las jornadas mundiales de la juventud
como la del 2011 que se celebrará en Madrid.
Este año vamos a celebrar jornadas por toda
Cantabria, también en Santander, donde nos
prepararemos para la de Madrid, a la que vendrá
el Papa. Por tanto hay grupos de jóvenes que
sí vienen, pero hay otros que están
alejados, desenganchados de la Iglesia quizá
porque están afectados por el ambiente de la
sociedad, muy materialista y consumista, y no han
sentido ese encuentro o llamada de fe. Pero esperemos
que como la llamada del señor es para todos
se abran también y tengan la ocasión
de vivir la fe en grupo y comunidad con otros jóvenes.
P.-¿Existen métodos
para incentivarlo?
R.-El método consiste en el
diálogo personal, el tú a tú,
estar en cercanía de los jóvenes, viendo
sus problemas, sus necesidades, los interrogantes
que tienen. Hay que acercarse a ellos con mucha humildad
y tener mucha paciencia, ya que los caminos y los
procesos son lentos y hay inconstancia, días
que se desaniman y desalientan. Es una pastoral de
mucha paciencia, de mucho amor y de mucho cariño,
invirtiendo mucho tiempo y ganas de querer estar con
los jóvenes. Hay voluntarios que se dedican
a ello y es una pastoral muy hermosa ya que los jóvenes
son el presente y el futuro de la sociedad y la Iglesia.
P.-¿Cree usted que la Iglesia
está modernizada en comparación a la
sociedad de hoy en día?
R.-La Iglesia tiene que ser fiel
a Jesucristo. En la medida que sea fiel a él
estará al día porque la puesta al día
o la modernidad están en la fidelidad al señor.
Lo que pasa es que a veces la fidelidad al señor
no se armoniza con los gustos o las modas de cada
época. Muchas veces el ser cristianos es ir
a contracorriente cuando las modas actuales no están
de acuerdo con el mensaje del Evangelio. Por eso la
Iglesia siempre será actual. Es de ayer, de
hoy y de mañana porque siempre tiene a su señor
y siempre que sea fiel a Jesucristo y fiel al hombre
y sus necesidades actuales la Iglesia es fiel y moderna.
P.-¿Debería cambiar
la Iglesia la forma de transmitir el mensaje para
atraer a más personas?
R.-Efectivamente el Evangelio es
el mismo ayer, hoy y siempre, pero hay que adaptarlo
a las circunstancias actuales. Eso es lo que quiso
hacer el concilio de Carlos II, quiso renovar la Iglesia
a los tiempos actuales. El 'Papa Bueno', Juan XXIII,
quiso acercar la Iglesia al mundo, ponerla en diálogo.
Para ello tendrá que usar los nuevos métodos
de comunicación, porque son medios para que
se transmita la noticia del Evangelio.
P.-¿Cree que la falta de respeto,
principios y valores es debido a la carencia de formación
religiosa?
R.-La formación religiosa
es un medio fuerte para educar en valores y cuando
uno está bien formado puede vivir mejor esos
valores del respeto, la tolerancia, la solidaridad,
el amor a la paz… Si no se conocen esos valores
difícilmente se van a vivir. Por eso una de
las asignaturas pendientes que tenemos los cristianos
es formarnos, formarnos bien, conocer bien nuestra
fe y dar razón de nuestra fe al mundo moderno
y al que nos haga cuestiones. Saber dar razón
de por qué creemos y por qué esperamos.
P.-¿Cómo se financia
la Iglesia actualmente?
R.-La Iglesia en España se
financia con la ayuda que recibe a través de
la colocación de la cruz en la declaración
de la renta. El Estado no es que dé dinero
a la Iglesia, sino que le trasvasa aportaciones de
los contribuyentes sin que supongan un nuevo impuesto.
Quieren que parte de los impuestos que ya pagan al
Estado vaya para la Iglesia Católica (un 0,7%).
La Iglesia se sostiene con los donativos y colectas
de personas para fines extraordinarios. Puedo decir
que la Iglesia de Santander colabora bastante generosamente
en el sostenimiento de la Iglesia Católica
y, en este sentido, doy las gracias a los católicos
de nuestra diócesis de Santander. Además,
la riqueza de la Iglesia se mira en la cantidad de
personas que dedican su tiempo gratuitamente a servir
a los demás. Si tuviera que pagarse todo lo
que la Iglesia hace no habría dinero suficiente.
Si por una hipótesis la Iglesia se parara en
sus actividades de asistencia social, de caridad…
se resentiría mucho la sociedad, porque la
Iglesia está haciendo un gran bien a la sociedad.
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El obispo recibe el nombramiento de manos
del Papa Juan Pablo II.
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P.-¿Tendrá repercusiones
la beatificación del padre Damián para
su comunidad de feligreses?
R.-Un santo siempre es una luz que
se enciende en medio de la oscuridad. Un santo es
un amigo que te anima y un gancho que te atrae como
un imán. Y yo creo que sí será
un revulsivo fuerte y un estimulo para renovar la
vida de las comunidades de los que siguen su vocación
y su carisma, sobre todo los jóvenes, ya que
él fue un hombre entregado por amor a los demás
y desgastó su vida hasta morir por los leprosos.
Y eso es un mensaje muy actual, lo que realmente atrae
es el amor de Damián a los demás.
P.-¿Disminuyen a lo largo
de los años el número de bodas, bautizos
o comuniones?
R.-Estamos notando en el sentido
del matrimonio que hay parejas que no se casan por
la Iglesia, se casan por lo civil o incluso hay algunos
que no se casan ni por lo civil ni por la Iglesia,
sino que viven juntos en pareja pero sin un vínculo
estable reconocido por la Iglesia o el Estado. En
ese sentido disminuyen el número de bodas.
También hay padres que como no viven la fe,
no se la transmiten a sus hijos y de momento no piden
el bautismo esperando a que se hagan mayores para
bautizarse. Por tanto también hay alguna disminución
de bautizos. Pero eso indica que tenemos que purificar
la fe, ir en una pastoral de más envío,
buscar a los que no creen para ofrecerles el mensaje
de Jesús y la formación en su fe. Es
un reto que tenemos como Iglesia, la evangelización
de todos, especialmente de los alejados y jóvenes.
P.-¿Es más valorado
el sacerdocio de la misiones?
R.-El sacerdocio en sí es
valorado en todos los lugares, ya que es una vocación
para servir a los demás. Lo que pasa es que
quizá en misiones el misionero esta a veces
en un ambiente más duro o en tierra nueva,
pero yo creo que hoy también aquí ejercer
el sacerdocio es duro y difícil, aunque también
gozoso y hermoso. No creo que sea más difícil
la tarea en otras naciones que la tarea aquí
en España, porque en muchos casos el misionero
recibe una respuesta mejor y la gente aquí
no responde, por tanto trabajas sin respuesta positiva.
En cambio en naciones a veces es más favorable
la respuesta de que abracen la fe. La gente valora
más que tenga que dejar su tierra y patria
viviendo en condiciones de pobreza y careciendo de
medios y de recursos para llevar adelante la evangelización.
El pobre recibe mejor la evangelización que
el rico que no necesita de Dios ni del Evangelio.
P.-¿Cuál es el tema
que más preocupa a la Iglesia en la actualidad?
R.-La iniciación cristiana,
la falta de vocaciones al sacerdocio y la vida cristiana.
Esos tres problemas los señalaría yo
como principales y que hoy más preocupan a
la Iglesia en España y también aquí
en nuestra diócesis de Santander.
P.-¿Cuáles son los
objetivos que actualmente tiene planeados el obispo
de Santander?
R.-Hemos elaborado un plan diocesano
para cinco años, del 2009 al 2014, ya que la
diócesis tiene que programar su acción
pastoral. Esa programación se ha hecho después
de consultar a personas sobre cuál era la situación
de la diócesis, qué debilidades tenemos,
amenazas, fortalezas y oportunidades. Y en función
de eso se ha hecho un plan para que vivamos la fe
y se la trasmitamos a los demás. Ese es el
objetivo general. Luego hay una serie de objetivos
en unos campos concretos en la comunión y la
unidad de la Iglesia, ahí pretendemos vivir
la fe en comunidad y no aisladamente. En ese campo
está también la implicación de
los laicos en la misión de la Iglesia. Todos
somos iglesia y todos tenemos que llevar adelante
su misión. En el campo de la celebración
de la fe esta todo el tema de la celebración
de los sacramentos y la vida de oración. En
el campo del anuncio de la palabra esta todo el tema
de cómo hacer la catequesis y en el campo de
la expresión, la caridad. En esa programación
está el plan de la Iglesia diocesana.
P.-¿Cree que hay más
fe en los países subdesarrollados que en los
desarrollados?
R.-Es un tema que habría que
medir con criterios a veces no cuantitativos porque
el pobre o el necesitado son más humildes ordinariamente
y por tanto está más cerca de pedir
ayuda a Dios. En los países ricos pueden tener
a su Dios en el dinero, en el desarrollo o en el progreso
y por tanto cerrarse a él. Por tanto una situación
de humildad y pobreza es más fácil para
abrirse al mensaje religioso y a Dios.
P.-¿Qué tiene la Iglesia
en contra de los abortos?
R.-El aborto es un atentado muy grave
y serio contra la vida humana. Lo que hay que hacer
es valorar la vida y lanzar el mensaje en positivo,
valorar la vida en sí. El que una mujer pueda
alumbrar y dar a luz una vida es el mayor gozo que
puedes sentir, en cambio eliminar esa vida es un atentado
que indica una gran insensibilidad de la conciencia
y un gran deterioro. Por tanto yo creo que la Iglesia
al estar a favor de la vida y en contra del atentado
a la vida que es el aborto o la eutanasia, lo que
hace es provocar una sensibilidad fina de la conciencia
para que haya una reacción que valore la vida.
Efectivamente yo creo que en nuestra época
hay una gran insensibilidad frente a la vida y no
se valora. El tema del aborto hay que plantearlo desde
el derecho que tiene la mujer que nunca puede ser
un derecho a eliminar otra vida, sino desde el respeto
de la otra vida naciente porque ahí hay dos
vidas en confrontación, no sólo la vida
de la mujer sino la vida y el derecho del niño.
Siempre uno tiene derecho a vivir. Entonces pienso
que está mal planteado el tema de la Ley porque
favorece el egoísmo y el poder del fuerte frente
al débil. Esta Ley ha agravado el mal poniendo
unas condiciones y unas características que
la hacen monstruosa.
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