Rodrigo Díaz de
Vivar fue un guerrero burgalés que inició
una brillante carrera militar junto a Sancho, rey
de Castilla e hijo mayor de Fernando I. Pero al morir
Sancho, el Cid comenzó una relación
turbia con Alfonso VI, hermano de Sancho, que acabó
con el destierro del caballero de Vivar a tierras
musulmanas y el inicio de su leyenda, importante en
la literatura castellana.
|
Alumnos y profesores escuchan las explicaciones
de la guía.
|
El día siete
de noviembre a las ocho de la mañana nos reunimos
en la estación los alumnos de 1º de Bachiller
que habíamos decidido ir a la excursión
de Burgos con el propósito de conocer mejor
la vida del Cid y de ver con nuestros propios ojos
los lugares visitados por él.
Tras dos horas de
viaje en autobús llegamos a nuestro destino.
Ahí estaba la entrada de Burgos, la maravillosa
Puerta de Santa María construida en el siglo
XV. Se cree que anteriormente había otra en
ese mismo lugar por donde pasó el Cid, cuya
estatua nos miraba desde la puerta junto con otros
personajes importantes tales como los jueces de Castilla,
el fundador de la ciudad, Fernán González,
el emperador Carlos I y el Ángel Custodio de
Burgos.
Una guía nos
llevó hasta la catedral, aunque lamentablemente
no tuvimos tiempo para entrar en ese momento y sólo
pudimos ver la fachada, de estilo Gótico, con
sus torres, sus ventanales y el rosetón.
Aunque recuerda a muchas otras catedrales de su mismo
estilo, como Notre Dame, por ejemplo, no vimos desde
fuera ninguna vidriera debido, según nos contó
la guía, a las numerosas explosiones sucedidas
en la lucha contra los franceses.
Después de
ver la fachada y comentarla, proseguimos nuestro camino
hasta la iglesia de Santa Gadea o Águeda de
carácter Gótico, donde cuenta el Cantar
del Mío Cid que Alfonso VI juró ante
el Cid Rodrigo Díaz de Vivar no haber tomado
parte en la muerte de su hermano Sancho II de Castilla:
En santa Águeda
de Burgos, do juran los hijosdalgo,
le toman jura a Alfonso por la muerte de su hermano;
tomábasela el buen Cid, ese buen Cid castellano,
sobre un cerrojo de hierro y una ballesta de palo
y con unos evangelios y un crucifijo en la mano.
Sin embargo, solo pudimos verla por fuera, porque
no dejaban visitarla.
Continuamos
con nuestra visita a la ciudad, donde cabe destacar
el museo del Cid, que conmemoraba el VIII centenario
del Cantar del Mío Cid, donde pudimos contemplar
objetos que nos enseñaban el estilo de vida
en tiempos del Cid y ver un vídeo que nos contaba
la vida del mismo. Vimos también varios manuscritos
del Cantar, algunos de ellos muy antiguos, además
de otras ediciones más nuevas. Entre ellos
había varios arcones en los que se había
guardado el manuscrito original.
Después
del periodo de descanso del que pudimos disfrutar
para comer y dar un breve paseo por la zona de la
catedral, retornamos al autobús para dirigirnos
a nuestro siguiente destino: el Monasterio de la Huelgas.
Una vez allí nos esperaba la guía, que
nos mostró los interiores del monasterio y
nos explicó su funcionamiento actual y sus
anteriores usos. El convento lo mandó construir
el rey Alfonso VIII como lugar de retiro para la aristocracia.
En él residen desde entonces monjas de clausura,
que en aquella época solían ser miembros
de la nobleza, y cumplían duros votos de silencio
y castidad. En la actualidad estas mujeres no son
de una clase social específica, ni tienen unas
imposiciones tan estrictas; no se encuentran en aislamiento
perpetuo y realizan diversos trabajos, desde la decoración
de porcelana al servicio de lavandería.
Volviendo
al convento, dar una breve descripción de su
arquitectura y el estilo artístico en el que
está realizándose. Es una construcción
de estilo Gótico de aspecto de fortificación,
formado por una torre, un atrio desde el que se accede
al templo, la iglesia, dos capillas de carácter
funerario y los dos claustros. En este monasterio
existen ciertas particularidades que deberían
nombrarse. Un primer ejemplo son los decorados del
claustro de San Fernando, mandado construir por Fernando
III el Santo que dejó notar en él su
gusto por el arte musulmán, pues en la decoración
se mezclan el estilo gótico, con decoraciones
típicas del mudéjar.
Otra de las características especiales de este
lugar es la existencia de una pequeña sala
en la cual, por la tradición que existía
de recibimiento de caballeros, se encuentra una imagen
de Santiago con brazos articulados en uno de los cuales
porta una espada con la que se armaba caballero a
los reyes. Como último detalle a destacar es
la presencia de el rey Alfonso VIII y su esposa Leonor,
que se encuentran allí enterrados.
|
Catedral de Burgos. (Foto: Francisco Ontañón)
|
Al acabar
la visita del monasterio regresamos al centro de Burgos,
esta vez para visitar la catedral por dentro. El interior
de la catedral, al igual que el exterior, es de estilo
Gótico, aunque en ella se conservan obras del
Renacimiento y del Barroco. Personalmente, por fuera
la estructura no me resultó muy impresionante,
sin embargo, aún tengo fresco el recuerdo de
la impresión que me provocó el mirar
hacia el techo al entrar y descubrir la gran cúpula.
Resultó ser realmente bonita, un regalo para
la vista, en la que se podían apreciar, sin
mucho esfuerzo, elementos ornamentales góticos
que la aportaban un toque majestuoso. Ni que decir
tiene que el resto de la catedral seguía la
misma línea modesta, pero hermosa y agradable.
Otro elemento característico de la catedral
que pudimos ver, y algunos afortunados en plena acción,
fue el archiconocido Papamoscas que anunció
en nuestro caso las 19:00 horas, lo que nos indicó
que debíamos darnos prisa si queríamos
ver la catedral en su totalidad y volver al autobús
a tiempo. En este algo apresurado recorrido vimos
también la carta de matrimonio del Cid y uno
de los famosos cofres que aparecen en el poema. También
fuimos testigos de un acto que no se suele ver con
frecuencia. Ya cerca de la salida del recorrido de
la catedral, estaban realizando la restauración
de un fresco. Resultó interesante ver cómo
se lleva a cabo esta labor y descubrir el trabajo
que realmente conlleva.
Terminada
la visita a la catedral nos montamos en el autobús
para dirigirnos a nuestro último destino, Cardeña,
lugar donde el Cid había dejado a su mujer
e hijas. Sin embargo, cuando llegamos allí
ya estaba cerrado, por lo que tras estirar un poco
las piernas, que ya estaban cansadas de tanto andar
para un lado y para el otro, pusimos rumbo a Santander.
Nuestro viaje
de vuelta llevó con él alguna que otra
cabezada, aunque en el caso de alguno fue toda una
sinfonía de ronquidos, a lo que se le sumó
el ruido de fondo y las imágenes en la televisión
del autobús de la película Prueba
de Vida. Y tras dos horas encerrados en el vehículo,
llegamos a la estación de autobuses de Santander
a las 21:30 horas, donde nos dividimos y cada uno
marchó a su casa, unos esperando cenar, otros
dormir y descansar o, en el caso de las aquí
escritoras, rezando por no quedarnos dormidas delante
del libro y confiando en poder repasar, pues al día
siguiente nos esperaba "emborronar un folio"
para la clase de historia.

SUBIR
|
|