Dos alumnas
del IES José Hierro escriben dos historias
marcadas por el misterio: 'El payaso, relato de terror',
de Zuriñe Estefanía Puertas, y 'El zorro
pirata', de Lucía Martínez Gutiérrez,
finalista en el II Concurso de Cuentos Breves de la
Biblioteca Municipal de Comillas.
|
'La lectura',
de José Manuel Merello. |
El zorro pirata
Por Lucía Martínez
Gutiérrez
Jana, Joana, Pablo y Federico eran
grandes amigos desde pequeños. Hacían
muchas cosas juntos. Esa mañana Jana fue a
buscar a sus amigos. Fueron al bosque a recoger setas
y a pasar el día. Al sentarse al lado de unos
robles se sorprendieron al ver que un zorro con un
parche en el ojo los miraba fijamente. De repente,
éste salió corriendo y nuestros amigos
lo siguieron. Pronto llegaron a una gran pared cubierta
de hiedra, por donde el zorro desapareció.
Joana empezó a buscar una abertura arrancando
la hiedra. Al cabo de un rato encontró la entrada
a una cueva. Entraron, allí había restos
de piratas muertos y oro. El zorro estaba junto a
ellos, había sido su mascota, por eso llevaba
el parche en el ojo.
Poco a poco se hicieron amigos suyos y el oro fue
donado a los huérfanos. Nuestros amigos hicieron
de la cueva su lugar secreto, donde siempre les esperaba
su amigo el zorro pirata.
SUBIR
|
El payaso. Relato de terror
Por Zuriñe Estefanía
Puertas
Un padre de familia decidió construir una casa
para poder vivir en ella durante todo el año
junto a su mujer y sus ocho hijos. Hizo una enorme
y preciosa mansión que era la envidia de todo
el pueblo.
La familia se trasladó a vivir allí.
Cuando el pintor dio la última pincelada, decoraron
la casa a su gusto y colocaron un cuadro que habían
comprado como regalo de cumpleaños a una de
sus hijas. El cuadro mostraba un payaso de cintura
para arriba, les gustaba mucho, porque tenía
unas largas manos de dedos igualmente largos y además
había sido muy barato.
Cuando llevaban unos pocos días viviendo allí,
Cloe (la esposa) fue a despertar a una de sus hijas,
que dormía sola en su habitación. Estaba
tirada en el suelo rodeada de un charco de sangre,
y Cloe, asustada, fue a llamar a su marido y le suplicó
irse de la casa, pues parecía embrujada, ya
que el payaso había bajado uno de sus dedos.
Las catástrofes se sucedían, todos empezaron
a morir, mientras el payaso iba mostrando cada vez
menos dedos, hasta que al final la casa se quemó.
La gente dice que el cuadro no se quemó y que
en un mercadillo de Madrid una pareja feliz lo compró.
SUBIR
|
|