Érase
una vez un señor mayor... Así comienza
el relato que nos ha enviado una alumna del colegio
Virgen de Valvanuz de Selaya. Una reflexión
acerca de la situación que viven muchos ancianos.
Érase una
vez un señor mayor que tenía un perro
que le hacía compañía. Vivía
en una casa de piedra en la que hacía mucho
frío. Menos mal que tenía una lumbre
pequeña con la que se calentaban él
y su perro. El suelo era de tierra .
El señor se llamaba Paco y tenía sesenta
y nueve años. Todas las tardes iba a dar un
paseo, pero como no podía andar mucho se sentaba
en un banco de la plaza.
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Cuando las palomas
se acercaban les tiraba migas de pan |
Los niños del pueblo le hacían compañía
y cuando las palomas se acercaban les tiraba migas
de pan, cuando lo tenía, porque a veces no
tenía para él y algo que le sobraba
se lo daba al perro, pero las migas las esparcía
por el suelo para sus amigas las palomas.
Paco en algunas ocasiones se ponía a vender
relojes, golosinas, juguetes, cuadernos, lápices,
libretas etc. para ganar algo de dinero.
Los niños eran muy buenos, iban a su casa a
ver si estaba para hacerle compañía
y, al mismo tiempo, Paco les contaba increíbles
historias. La única familia de Paco era un
sobrino.
Con el paso de
los años Paco llegó a encontrarse mal,
sus piernas no lo podían llevar de un sitio
a otro. Entonces escribió una carta a su sobrino.
En la carta ponía: "¡Hola! Soy tu
tío Paco, estoy muy mal, tienen que operarme.
¿Podrías venir a cuidarme al hospital?"
El sobrino consiguió
que le diesen días libres en su trabajo y vino
a cuidarlo.
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Los niños
del pueblo le hacían compañía |
Después
de un mes de convalecencia en el hospital Paco se
recuperó, se fue a su humilde casa y siguió
contando fantásticas historias a los niños.
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