El artista
noruego Edvard Munch (1863-1944) abrió las
puertas al Expresionismo gracias a sus angustiosas
representaciones del dolor y las obsesiones personales.
Su primera obra destacada la plasmó en el lienzo
cuando contaba con 17 años.
Munch siempre consideró que
su personalidad conflictiva y desequilibrada fue la
base de su 'genio', unos rasgos que se forjaron durante
una infancia difícil marcada por la temprana
muerte de su madre y de su hermana.
Conoció los movimientos pictóricos
impresionista y post-impresionista en su primer viaje
a París en 1885 y enseguida creó su
propio estilo, basado en acentuar la fuerza expresiva
de la línea, reducir las formas a su expresión
más esquemática y hacer un uso simbólico
del color.
De 1892 a 1908 vivió
en Alemania, aunque volvió a su Noruega natal
para realizar varios encargos oficiales. El pintor
decía de sí mismo que intentaba disecar
almas, siendo frecuente en su obra la plasmación
de los sentimientos y las tragedias humanas, como
la soledad, la angustia, la muerte y el erotismo.
Se le considera precursor del expresionismo, por
la fuerte expresividad de los rostros y las actitudes
de sus figuras, además del mejor pintor noruego
de todos los tiempos.
Sus problemas psicológicos y el alcoholismo
le llevaron a ser ingresado en una clínica.
Después se instaló definitivamente en
Noruega hasta su muerte, viviendo las dos décadas
siguientes en la soledad de su casa en las afueras
de Oslo.
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'La danza de
la vida', 1899 |
Las fotografías son de la página
web www.spanisharts.com
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