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Trabajos:
¿Quién mató al
señor Lefebre? Por Alberto Ruiz Cruz.
La rosa Era aquella rosa Que amanecía sonriente Alegre y luminosa Su armonía melodiosa Pidiendo paz al mundo De forma religiosa Lo que ella deseaba, Pues su mundo tan negro La paz ignoraba un milagro de Dios a la gente le dio vida le llenó su corazón y las nubes se marchaban los pájaros reían la gente se alegraba era aquella rosa la emoción que tenía la hacía milagrosa Cuando ella despertaba Veía muy asustada, La gente triste y sola Llorando muy amargada Una lagrima arrojó Y en el mundo tan presente Todo mejoró.
Sólo dímelo
que algún día volverás, que después de tanto tiempo, pensarás en regresar. sólo busco en tu interior, lo que un día compartimos, y de repente se esfumó. yo no elijo esa opción, lo que busco es que te acuerdes, de mi pobre corazón. que no me olvides jamás, que lo pienses, por favor, estás a tiempo de cambiar. que prefieres marchar, y dejarme destrozada, sin volver la viste atrás. volveremos a empezar, una nueva vida juntos, sin podernos separar. cómo nos podría ir, sólo sé que a tu lado, yo sería más feliz. yo marcho, no te quiero agobiar, pero piénsatelo mucho, no me vayas a engañar. no me mientas, dilo ya, que si dudas, y te quedas, volveremos a empezar. Regreso al pasado A las tres de la mañana, estoy pensando en mi ¿Dónde quedó esa persona alegre, viva y feliz? ¿Dónde estará ese lugar en que mi alma perdí? Desde entonces mi presente está marcado Y cada paso que doy es muy forzado Y por eso: Me arrepiento de lo que hice en mi pasado Y quiero volver allí y mejorarlo Pero todos mis intentos fracasaron No me queda más remedio que olvidarlo ¡Qué fáciles de decir estas palabras sacadas, sin pensar, de mi garganta! Pero solamente quiero eso Regresar a mi pasado es mi deseo
Sin título Un hombre del suelo, Con ella cargaba en la mano, Tan bella como la dama No sin antes olvidar, Con su cara sonrosada, El hombre llegó a su destino Se la acercó a su cara, Para despedirse un beso
No hay vida en el campo,
III semana cultural del Colegio San José
Por Laura Roiz Desde el balcón dieron el pregón, Por Leticia Vivas Bailando en la tarima
Por Aida Pereira Con Orcos y Altos Elfos Por Sandra Martínez Celador Cada año nos reunimos
Por Omar González La fiesta del colegio fue genial Por Elena Perodia Los bailes en la tarima
Por Lorena Saiz Nuestra clase cuando bailó
21 de noviembre Vi entrar al demonio Le marqué en la frente Él, sorprendido, alzó la vista ¿Porqué ese día? Preguntó Y le respondí: Porqué ese día Porque ese día, Porque ese día Porque ese día Porque ese día Porque ese día los lagos Porque ese día ¿O lloraré? bajo la lluvia. Porque ojalá todos los días lo justo para poder sonreír Si tengo que morir
Ríos de sangre
la mirada triste, angustiada, pues ha muerto su hermano. su corazón para siempre ha parado, una envidia ciega, que hasta este extremo ha llegado. que volver a verlo no deseaba con vida, una cabeza perturbada, agudizada por la bebida. la vuelta se ha dado, y lleno de ira, a ese hombre ha matado. mientras un suspiro se ha escuchado, un sencillo gemido, de un corazón espinado. llora y sus lágrimas seca el viento, un cálido aullido, que la deja sin aliento. no puede hacer otra cosa, una bala ha disparado; y cayó al suelo la hermosa joven que murió por su hermano.
Romance Te he conocido hace días, tu pelo es largo y castaño, tu piel es suave y morena, creo que me has embrujado. Cuando me diste un beso,
La envidio la suerte que tiene, por estar junto a tí. ¿Sabes que la envidio? Ella lo tiene todo, tiene tu corazón, te tiene a tí, tiene tu amor No sabes cuánto he deseado, estar en su lugar, saborear esos besos, que cada día le das, esos que ella puede disfrutar Ella puede tenerte noche y día, puede ser correspondida, con el mismo amor que da, puede pasar contigo el resto de su vida, ella puede elegir, yo no. ¿Sabes? Alguien dijo que la envidia, rige el corazón, y creo que es cierto, porque... La envidio por tenerte, por quererte, por besarte, porque se dio cuenta, de lo que valías antes que yo. Pero sobre todo la envidio, Por tener cada día tu amor, sí, por haber conseguido tu amor, y no el dolor que he conseguido yo
La amapola
una bella y joven muchacha, su nombre era Carola por el campo paseaba. de un joven enamorada, días más tarde se casarían y el tiempo rápido pasaba. y él no se presentaba, las horas rápido pasaban y la noche ya llegaba. de la iglesia al jardín, sus lágrimas resbalaban no parecían tener fin. con la lágrima que cayó, una flor roja como la sangre, una flor roja como el amor. Le ofreció su consuelo y ella bien lo aceptó, en unos segundos encogió y en esa flor se convirtió. la adormidera y hermosa flor, que en los campos de Borgoña es la dama del amor.
Historia de amor Esta es la historia de amor De Don Federico y Doña Alba. Todo transcurrió muy pronto En una helada mañana. Estos dos se conocieron mientras que juntos hablaban. Llegaron al pueblo tarde y Le dio ella un beso en la cara. Así pasaron los meses Del amor de estas dos almas.
Cómo decirte que ...
por esta mente aturdida, lo que sí puedo decirte te querré toda mi vida. que te contaré algún día. Si decidieras marchar hasta el fin te seguiría, si tu algún día faltases parte de mí moriría. ¿Cómo quieres que lo diga? Eres lo más importante que hay y habrá en toda mi vida. Por Laura Fernández del IES Las Llamas de Santander. Te vas, y todo el sonrosado cielo llora, dejando que las goteras tiñan las nubes. Te vas, y las olas recogen todas las caracolas dejando la arena vana. Te vas, y los caminos se enternecen dejando que mis ojos se postren como una luna frente a un sol. Te vas, y mi río deja reseco el caudal, permitiendo que las flores se vuelvan puños tristes. Te vas, y mis labios se agrietan manteniendo mi ultima palabra a tu espera. Te vas, y la brisa enreda mi pelo a una caricia que viaja en el tiempo. Te vas: el soplo de mañana me trae tu esencia; el ocaso, el relente negro que tibia mi lecho. Te vas, y los pájaros guardarán sus alas, hasta que mis lágrimas dejen de salpicar el cielo. Te vas, y mi candil deja de tener tu fuerza, mi guía se vuelve sombra. Te vas, quizás aun espero ver tu silueta no tan lejos, y tras ella seguir mi luz. Por Sara Nogales, 3º A Primer premio de poesía (Nivel II) del concurso literario del IES Las Llamas de Santander. como despojo del mar, se encuentra un niño dormido sin horizonte donde mirar. somnoliento al despertar, y espera con impaciencia las olas que llegarán. mojados, sin dar promesas, sólo ofrece fantasías que brotan de sus arenas. nunca podrás olvidar, en la senda de tu vida las olas junto a tu cuerpo al chocar. tan infinitas las olas que siempre desaparecen en saladas caracolas. de agonía y soledad, compañía y felicidad, al ver que tú aún le quieres, al ver que tú aún le sientes, al ver que en tus manos tienes mil caricias trasparentes. de dormir junto al mar! y si tienes miedo al despertar, corazón no te preocupes que ya dormirás. sólo puede ver el mar desde lejos. Cada vez más bravo, cada vez más bello. La certeza del amor Con la brisa que aparece mientras observo la aurora me doy cuenta de que entiendes lo que estoy sintiendo ahora. Siento extrañas sacudidas en el fondo de mi pecho, tranquilo, no estoy dolida sólo estoy llena de celos. que el amor es traicionero que tu corazón altivo, ahora mismo no está abierto. que no encuentro la palabra con la que pueda decirte lo que escondo aquí, en mi alma. no pido el amor eterno, sólo una buena amistad más dura que el mismo acero. Si tú ahora me necesitas
Relato ganador del Certamen Literario 2002-2003 del IES Manuel Gutiérrez Aragón. Parecía presentarse un día soleado como otro cualquiera en alguna parte de la riviera francesa. El magnate financiero Charles Lefèvre se disponía a dar una fiesta en su mansión aprovechando sus tremendos éxitos. El lugar rebosa clase por los cuatro costados, lleno de objetos de incalculable valor y con unas vistas dignas del paraíso más inimaginable. Pero el día posiblemente no acabaría entre risas y el jolgorio provocado por el alcohol. Eran las 8 de la tarde y ya los invitados iban haciendo acto de presencia e iban entrando. Parecía haber un regimiento invitado, que sin caer en la exageración más extenuada no se alejaría de la realidad. El anfitrión estaba en la entrada de la casa atendiendo a la gente que iba llegando; como es costumbre en las buenas familias. Su mujer (por cierto, bastante más joven) y sus cuatro hijos estaban también con él, erguidos como troncos de roble. Tenía dos hijos de su primera relación: Gilles y Nicole, ya mayorcitos. Y dos de su actual esposa, Laura: Jerome y Sylvaine, que eran unos chicos adolescentes no acostumbrados a este tipo de eventos de tan alto nivel. La noche hacía su majestuosa aparición, el cielo se llenó de estrellas que parecían adivinar que se iban a teñir de otro color. Sin más dilación de la esperada la gente se sentó y se puso a degustar los exquisitos platos que el chef había preparado para la ocasión. En el extremo de la mesa se encontraba el anfitrión y al lado su familia, seguidamente estaban el subdirector de su empresa y diferentes cargos con sus mujeres, y para finalizar algunos amigos que rivalizan con Charles en el terreno financiero, se les podría llamar "colegas", si es que a los carroñeros interesados se les puede asignar ese calificativo. La cena se desarrolló con total tranquilidad como era de esperar. Hicieron un brindis y se levantaron para dirigirse a la zona del salón de baile. Su mujer y los hijos de ésta se dirigieron a sus respectivas habitaciones para prepararse para el baile porque la noche prometía, dado el "cariño" que tenían a su padre. Jerome y Sylvaine eran producto del veneno que tenía Laura dentro del cuerpo y los chicos eran una prolongación de los pensamientos de su madre. Todo el mundo sabe cómo se las gasta su mujer, pero Charles no permitía que manchen de ninguna manera su honor, ya que está muy enamorado de ella. Gilles tampoco se atreve a decírselo porque no quiere perder la relación con él y Nicole está más preocupada por qué se va a poner en invierno que por su propio padre. Más tarde, Charles se dispone a hablar con Paul Arnaud, uno de sus colaboradores de confianza, de repente todo el mundo se calla. Laura se dispone a bajar las escaleras, todo el mundo se queda impactado. Llevaba un vestido precioso que producía la envidia entre las mujeres de la sala y unas joyas propias de la mejor joyería. Cuando por fin llego al lugar donde estaba su esposo, le dio un beso y se pusieron a bailar. Paul tenía una mirada cómplice hacia Laura que extrañó a Charles, pero no le dio la mayor importancia. La velada proseguía su curso mientras la gente lo pasaba en grande y las horas parecían segundos, al menos por el momento. Unos minutos después Charles se retiró y se fue al jardín a pasear sólo para meditar, esto lo solía hacer muy a menudo, pero no parece que le sirviera de mucho. Cuando regresó, algunas personas ya se habían retirado para sus casas, tan sólo quedaban algunos amigos de la familia y unos cuantos empleados, entre ellos Paul Arnaud. La fiesta aún seguía, pero como su esposa e hijos ya habían dejado el lugar, decidió subir al estudio a leer un rato, una de sus aficiones. Era ya tarde cuando Laura salió a ver si veía a su esposo y al no verle se imaginó que podría estar en el estudio, acertó de pleno. Seguro que no se hubiera imaginado esa escena ni en sus mejores sueños, Charles yacía muerto con la cabeza apoyada en el escritorio sobre un libro, manchado por la envidia y el odio, de sangre. Al instante sale de la habitación y grita. Llega un silencio que hacía temblar hasta al más impasible; que hacía tener miedo al menos temeroso. Pero faltaba alguien en la estancia, alguien que odie profundamente a Charles, que sea muy cercano. Unos meses después del comienzo de la investigación fue detenido Paul Arnaud acusado de asesinato, fue condenado a pasar una buena temporada entre rejas al comprobar su autoría. Acusó de cómplice a Laura, que fue absuelta por falta de pruebas. Gilles vivió con un gran pesar hasta su muerte. En alguna parte de la casa aún permanece el espíritu de Charles, así que, en noche estrellada no pases por la mansión Lefèvre, te puedes arrepentir.
Historia de una semilla ¡Jo, con el fútbol! ¡Otra vez le habían hecho falta! Pero esta vez la caída no fue en balde, en el suelo algo llamó su atención, era simplemente una semilla pero a Juan le gustó y la guardó en su bolsillo. Sería su semilla de la suerte. Pasaban los años para todos. También para Juan. Pero la semilla seguía en su bolsillo. Este otoño iba a ser especial. Juan ya iba a ir al instituto, con sus compañeros. Aprendería otras cosas, tendría nuevos amigos y en los recreos seguiría jugando al fútbol. ¡Vaya! ¡Otra falta! La semilla se salió de su bolsillo yendo a parar a un rincón del patio. Cayó en un lugar cálido y húmedo, un lugar perfecto para vivir y, dicho y hecho, allí se instaló. Poco a poco de la semilla fueron saliendo una raíz y un pequeño pero flexible tallo. Con el paso del tiempo la semilla se convirtió en planta y la planta siguió creciendo y creciendo hasta que se convirtió en un grueso y alto pino. Ese pino era muy envidiado por todos los demás porque era fuerte, alto y robusto. Se le veía feliz. Pero el destino le tenía preparada una sorpresa: cerca de allí empezaron a hacer unas obras, pero empezaron a excavar tan, tan cerca que dañaron las raíces de todas las plantas y árboles. Nuestro pino intentó proteger con sus raíces a los más débiles pero Las raíces del pino cada vez estaban más debilitadas y un día de mucho viento el pino empezó a tambalearse, cada vez mas fuerte, de un lado a otro, de adelante a atrás, cuando de repente... ¡¡¡¡ PUM !!!! El árbol se derribó. Y en su último suspiro se oyó al pino:
Una gota en el camino Sigilosamente la observo. Me muevo tan despacio como ella. Poco a poco
me acerco y se desliza hacia mí. Pero, de repente, sin apenas darme
tiempo a reaccionar, cae sobre el suelo húmedo. La tierra la absorbe.
Una gota de agua murió. Poco a poco todo se adormece, pero siempre tengo la compañía de las luciérnagas, ayudándome a no perderme o tropezar durante la noche. El miedo a dar un mal paso me hace sentir una fuerte presión en mi pecho. Nunca se sabe, quizás me caiga y no me pueda volver a levantar o elija el camino equivocado. Es difícil ver el peligro. Hago un descanso para dormir, no sin saber que, después, seguiré caminando hasta el anochecer venidero, cuando recostaré la cabeza sobre mis manos, hasta que pueda hacerlo sobre una almohada o el pecho de alguien; pero todavía me queda mucho camino. Al acostarme, procuraré mirar el suelo al tumbarme, para no clavarme ninguna astilla, y al levantarme, para seguir este camino, tendré cuidado con no pisar ningún canto que pueda dañar mi pie. Porque durante este viaje aprenderé nuevas cosas todos los días, hasta llegar al final. Algún día, puede que alguien se cruce en mi camino, para acompañarme hasta mi destino, que se convertirá en nuestro, hasta que alguno de los dos vuelva a caminar solo. O por el contrario, esa persona sólo se cruce para enseñarme algo bueno o malo - ya lo descubriré - o simplemente el camino. Si al fin la encuentro, podré crear otra vida, otro camino. | ||