Nº3. Marzo 1998

 


Reportajes:

El Valle del Saja
Camijanes
El Día de la Montaña

 

El Valle del Saja

Reportaje elaborado por Felipe Candanedo de Diego y Pedro P. Del Mazo López, alumnos de 2º curso del Ciclo Formativo de Administración y Gestión del IES. Foramontanos de Cabezón de la Sal; partiendo de textos
populares sobre el valle del Saja.

Un poco de Historia

El alto valle de Saja es, sin duda, uno de los rincones más sorprendente de Cantabria, donde la naturaleza bravía y en cierta medida aún impoluta, las costumbres ancestrales de sus gentes y hasta el tipo físico de las personas, evocan el pasado remoto de lo que fueron los antiguos cántabros.

En efecto, Saja aparece ya citado por los geógrafos romanos y en sus riberas vivían las tribus de los Avaríginos y Salenos. Más tarde cuando desde la Cordillera Cantábrica se inicia la aventura de la "Reconquista", el Saja se convierte en ruta de los repobladores (Ruta de los Foramontanos), que en el año 814, partiendo de Malacoria (posiblemente Mazcuerras ), suben río arriba, camino de Campoo y pasan a la meseta castellana.
En el año 824 el conde Nuño Núñez dirige una expedición para repoblar la ciudad de Brañosera. En la carta de fundación se alude al hecho de que por allí pasaba la calzada que atravesaban en sus movimientos los asturianos y cornecanos. Estos últimos parecen ser los habitantes de la comarca de Cahórnica, es decir, Cabuérniga.
En el año 987 se cita en este territorio el monasterio de San Fructuoso de la Miña, y un siglo después las iglesias de Terán, Ruente, Ucieda, Carmona y Santotís, además de Cabezón y Carrejo.

En el siglo XII la villa de Tudanca pertenecía a la orden de Santiago, el monasterio de San Martín de Mazcuerras a la catedral de Burgos y Bárcena Mayor, con su hospital, al monasterio benedictino de Cardeña. De entonces datan las iglesias románicas de aquella zona, como la de Lafuente, Sobrelapeña y Lombraña de Nansa y la ermita de Cintul en Mazcuerras.
A partir del siglo XV el territorio tradicionalmente incluido en las Asturias de Santillana y formado por gentes de behetría (hombres libres) pasa a depender en parte de la casa de la Vega y en consecuencia del Marqués de Santillana, y en parte de la casa de los Manrique, condes de Castañeda.
Sin embargo, algunas iglesias de Cabuérniga seguirán vinculadas al monasterio de Cardeña hasta tiempos relativamente modernos.
En el pleito de los valles, unas buena parte se verá libre de jurisdicción del Marqués de Santillana, y, ya en el siglo XVIII, toda la comarca pasará a integrarse a la Provincia de Cantabria con los nombres de Real Valle de Cabuérniga, Real Valle de Cabezón, Real Valle de Lamasón y Valle de Señorío de Rionansa, Tudanca y Polaciones.

Recorrido por el Saja

Ya en 1948, se establece la veda total de veinte montes situados entre las cuencas del Besaya y el Saja. Nace así la Reserva Nacional de Caza del Saja, que tiene su núcleo en el valle de Cabuérniga, cuyo fondo ocupa precisamente el río Saja.

En marzo de 1951 se amplió la reserva a todos los montes comprendidos en la sierra de Peña Sagra, al oeste de Nansa y en mayo de 1966 se anexiona Liébana.
El Saja nace en las estribaciones de los puertos de Palombera y Sejos y en su recorrido se encuentran pueblos cargados de historia y tradición (Bárcena Mayor es sin duda el más claro ejemplo). Continúa el río Saja entre abedules, avellanos, sauces y alisos, recogiendo las aguas de una cuenca receptora pródiga en vegetación: robles, hayas, acebos, fresnos, etc...
Así llega a Saja, pueblo del que toma el nombre, y posteriormente a Fresneda, famoso por su tradición de gentes que viven en contacto con los montes y ganado autóctono. Continúa su curso y los pueblos se suceden: Remedo, Selores, Terán, Valle, Sopeña, Barcenillas, Ruente, Ucieda y al fin la salida al mar por el estrecho paso de la hoz de Santa Lucía, regando al valle de Mazcuerras, para terminar entrando sus aguas al Besaya.

Bárcena Mayor

Junto con Santillana del Mar figura entre los pueblos más antiguos de la provincia de Santander. La arquitectura típica se conserva en toda su pureza protegida por el amor a la tierra y a todo lo que a la tierra acompaña.

 

La artesanía se mima como algo propio de la existencia y laboriosidad de unos hombres que compaginan la estética más apreciada con la utilidad.
Las calles, fachadas, solanas bien curtidas pregonan su antigüedad.

 

 

El paisaje impresionante ofrece tantas y tantas estampas bellas de la provincia que parecen superar la realidad más exigente.
El río surca el verde de los prados inmensos y empinados.