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Nº 127

OPINION / TRIBUNA LIBRE

¿Me quiere? ¿No me quiere?

Por Beatriz Oria, estudiante de 4º ESO A del IES Las Llamas de Santander.

Uno de los grandes avances en la tecnología en los últimos cincuenta años ha sido la aparición de los móviles y de Internet. Estos han conseguido que la comunicación sea muchísimo más fácil de cómo lo era antes; es instantánea, apenas se tarda unos segundos en contactar con una persona que puede estar a 20 o a 20.000 kilómetros. Pero también trae consigo muchos inconvenientes.


Los jóvenes de hoy en día, que han crecido con la tecnología pegada a sus manos, son muy distintos a como lo eran nuestros abuelos en su juventud. Ellos salían a la calle con el propósito de arrasar el mundo, se divertían y disfrutaban sin necesitar nada más que a sus amigos. Está claro que en la actualidad también los jóvenes disfrutan, pero hay un factor que lo cambia todo: el móvil. Ninguno puede vivir sin él. Siempre que ves a un grupo de adolescentes que han quedado para pasarlo bien, por lo menos uno de ellos está utilizando el móvil. O puede. No es que no puedan vivir sin el móvil, sino sin la persona que está detrás.

Muchas (por no decir la gran mayoría) de las relaciones de pareja entre jóvenes de ahora han empezado a través de las redes sociales, tanto WhatsApp como Instagram o Twitter. El gran problema de esto es que ellos no saben actuar cara a cara sino que se esconden detrás de una pantalla para declararse a alguien que les gusta. Estoy segura de que hace 60 años si te gustaba alguien ibas de cabeza a pedirle una cita, sin rodeos, a menos que fueses tímido y te costase un poco más, pero no tenías más remedio, no te podías esconder.

Al principio de la relación, los "te quiero", los "te echo de menos", los "para siempre" no saben si son de verdad, ya que siempre se dicen virtualmente y estando en persona se vuelven tan tímidos que no pueden ni hablar. Se enamoran de personas que en realidad no conocen porque mediante mensajes no se puede saber la identidad del otro. No conocen las verdaderas intenciones de quien está detrás de la pantalla: los "te quiero" vacíos porque la otra persona se lo dice a más de uno o una.

Se enamoran de mensajes que posiblemente los hayan sacado de Internet, y están tan obcecados que no se dan cuenta de las cosas más obvias: que no eres el único, que él o ella no es así de verdad. Aparecen los celos porque su "novio o novia" ha hablado con otra persona y detrás van las mentiras: "No, yo nunca he hablado con otro porque te quiero solo a ti"; y las inseguridades "¿Me quiere? ¿No me quiere?". Y la relación está destinada a fracasar, porque ni siquiera son capaces de quedar y discutir cara a cara. Rompen como empezó todo: a través de mensajes.

Por eso critico a la juventud actual, somos cobardes hasta decir basta, no sabemos expresar lo que sentimos, nos hacen más daño algunos mensajes que verdades dichas a la cara, dependemos de personalidades inventadas e ilusiones vacías para vivir. Hay que demostrar más que hablar y eso es algo que nuestros abuelos sabían muy bien, pero cuanto más evolucionamos más nos olvidamos de lo que de verdad importa. Nos estamos convirtiendo en autómatas que necesitan el amor virtual para ser felices, cuando la felicidad se encuentra en uno mismo.


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Los jóvenes se sienten incompletos sin internet y las redes sociales

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