Había una vez un ratoncito que se llamaba Pepe.
Pepe vivía en un bosque con sus amigos.
Un día pasaba por allí una niña
y como el pequeño animal estaba subido a un
árbol, resbaló y cayó en la mochila
de la niña.
Cuando llegó a casa de la niña no la
vio tan bonita.
- ¿Será una casa de pobres? dijo el
ratón.
La madre le dijo a la niña
- Hoy no vamos a comer nada ni mañana tampoco.
El ratón sintió mucha pena. Sabía
que el día siguiente era Navidad y no podían
quedarse sin comer, se perderían el banquete
de mediodía.
La familia se fue a dormir. El ratón no se
podía quedar de brazos cruzados, así
que llamó a sus amigos los animales: castores,
ratones, pájaros y lagartos. Les dijo a los
castores que tallaran un árbol en forma de
balancín para el bebé; les dijo a los
ratones que si encontraban un abeto en el suelo que
lo trajeran, a la mitad del grupo de pájaros
que fuese a ver si encontraba un trozo de cable de
dos kilómetros y al otro grupo le pidió
muchos trozos de metal para hacer electrodomésticos,
teles, neveras, tablets, lavadoras, microondas y hornos
y, por último, a los lagartos les dijo que
fueran por la calle y trajesen muchísimas cajas
de cartón para empaquetar los regalos.
Cuando llegaron todos, el ratón dijo:
- ¡A trabajar!
Cuando acabaron solo les faltaba poner luces a toda
la casa y al abeto, empezaron a organizar el banquete.
Sobre una mesa de cristal, los pájaros desde
el aire pusieron un mantel blanco en la mesa. Los
demás animales pusieron la comida: arroz, zumo,
frutas para el bebé, leche y por último,
pero no menos importante, un gran pollo.
Luego, como la familia no se despertaba, también
pusieron una mesa para ellos.
Cuando la familia se despertó, vio ese milagro
y se preguntó:
- ¿Quién habrá hecho esto? e
inmediatamente la hija vio a los animales. Se presentaron
y comieron el banquete. Luego abrieron los regalos
y se pusieron muy contentos y dieron mil gracias a
los animales. ¡Y todos fueron felices y comieron
perdices!
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