Flipo,
un oso polar, cuenta cómo es capturado junto
a su amigo Mandú por un yeti y las aventuras
que corren.
Hola, mi nombre es Flipo,
soy un oso polar y vivo en la nieve. Soy vegetariano,
no como carne. Mi mejor amigo se llama Mandú
y es una especie de oso perezoso. Vivo en una aldea
en el bosque perdido, no sé por qué
se llama así pues, la verdad, de perdido no
tiene nada. Bueno, es un poco difícil de encontrar,
el humano casi nunca nos ha encontrado y las veces
que lo ha hecho hemos estado listos para atacar. Allí
vivimos muchos animales (todos buenos) y siempre nos
ayudamos.
El
caso es que quiero contaros lo que me ha pasado, porque
ha sido todo increíble. Ocurrió hace
tres meses. Yo estaba andando por el bosque con mi
amigo Mandú, buscando unas maderas especiales
que solo se encuentran a la salida de bosque perdido
para un bebé que acababa de nacer y queríamos
construirle una cuna. Estábamos a punto de
salir del bosque cuando de repente escuchamos un ruido.
Mi amigo y yo nos miramos y continuamos caminando
tranquilos, pero de repente volvimos a escucharlo,
y otro, y otro, y otro. Nos volvimos a mirar y los
dos nos entendimos a la perfección. Los dos,
asustados, levantamos el pie para correr, pero entonces
fue demasiado tarde. Ahí estaba, el malvado
y terrible Yeti, nuestro peor enemigo. Esta vez no
estaba solo, estaba con dos especies de Yetis, pero
más raros y pequeños. Fue inútil
escapar, con una simple cuerda nos atrapó a
los dos y nos llevaron a su cueva, que se encuentra
encima de la cascada, fuera de la aldea.
Pasamos
cinco horas sin comer ni beber. Fue
horrible, pero entonces vino el Yeti y rompió
las cuerdas donde estábamos atrapados. No pudimos
escapar porque en la entrada se encontraban los dos
matones. El Yeti nos soltó una charla que casi
nos morimos del aburrimiento. Pero entonces llegó
el momento, nos cogió a cada uno con una mano,
abrió la boca, cerré los ojos y…
Aparecimos en una especie de ciudad rara. Yo ya había
estado en una ciudad, porque los humanos me habían
capturado, pero sin hacerme daño. Estuve en
el zoo seis meses.
El
caso es que esta ciudad tenía edificios de
metal, y las personas andaban por la calle subidas
a unas máquinas que se movían, con un
ordenador incluido.
- ¿Dónde estamos?- dijo Mandú.
Yo no tenía ni idea pero entonces se me encendió
la bombilla.
- Ya sé donde estamos, está claro que
estamos en el ¡futuro!- dije yo.
- ¿Qué? No puede ser. Bueno, gracias
a Dios que estamos vivos pero no puede ser. ¿Cómo
es que hemos viajado en el tiempo y estamos en el
futuro? Y lo más importante ¿cómo
volvemos a nuestra dulce y calentita casa?
- No sé, pero tenemos que ir a alguna parte.
Por lo menos saber en qué parte del mundo estamos,
porque está claro que no nos podemos quedar
aquí.
Entonces
nos escondimos en un 'Futubar'. Bueno, por lo menos
eso es lo que ponía en el cartel. Fue una horrible
idea, toda la gente que estaba dentro empezó
a gritar y armaron un escándalo tremendo. Al
cabo de un segundo el 'Futubar' estaba vacío.
Bueno, al menos eso creíamos, pero quedaba
un cocinero que no se había enterado de nada.
Normal, estaba cocinando…
Cuando
nos vio, al pobre casi le da un patatús, pero
le tapamos la boca. Mandú y yo nos miramos
y enseguida nos comprendimos, ¿os he dicho
que Mandú y yo somos tal para cual? Sé
que esto está un poco mal, pero la única
forma de que supiéramos dónde estábamos
era meterle miedo y amenazarle. Eso hicimos.
- Dinos en qué ciudad estamos o te hacemos
filete - dije con voz amenazadora.
Él
primero se rió, pero luego no tanto, porque
mi amigo puso la cara de bestia que usa para Hallowen.
El cocinero nos dijo que estábamos en 'Futuro
Australia'. Para los que sois del siglo 21 es Australia.
Nosotros
vivíamos en el norte de Canadá y no
sé cómo pero teníamos que volver
a nuestra aldea. Aunque lo peor eran nuestras familias,
nuestros amigos, todos los del bosque perdido, ¿también
serían del futuro? Porque si lo eran, no sé
cómo lo tendríamos que hacer para que
todo fuera como antes. El caso es que en la cocina
de aquel bar había algunos trajes de cocineros
y la única forma de que saliéramos a
la calle sin que gritaran era disfrazarse. Yo me puse
un traje de esos, un gorro muy alto, y unas gafas
de sol. Y mi amigo Mandú prácticamente
igual que yo. Salimos a la calle, por suerte nadie
nos reconoció. Yo sabía que para ir
a Canadá había que coger un avión
o una avioneta. Así que fuimos al 'Futuro aeropuerto'.
Dos días enteros estuvimos andando, porque
el aeropuerto estaba a las afueras de la ciudad, ¡y
tanto que a las afueras!. Cuando llegamos, fuimos
a coger el billete de avión, pero, mira que
son raros los humanos, teníamos que tener dinchero
o algo así, ¡ah no!, dinero. Nosotros
no tenemos dinero así que tuvimos que meternos
dentro de la maleta de unas personas (tuvimos mucha
suerte). En fin, después de todo un día
viajando y potando llegamos a Canadá.
Canadá
es muy grande pero conseguimos llegar a nuestro valle.
Lo que pasa es que es gigante. El caso es que por
lo menos esto lo conocíamos algo y sabíamos
un poco por dónde íbamos. Pero el problema
era que seguíamos en el futuro.
Nosotros
continuamos andando pero por el camino nos encontramos
a un koala muerto de frio con una manta por encima
y caminando delante de nosotros haciendo la misma
ruta. Nosotros nos miramos extrañados y continuamos
andando. Era muy raro que un koala, que vive en Australia,
esté haciendo una ruta en Canadá. Empezó
a anochecer, así que decidimos pararnos y dormir,
y por la mañana continuar, pero el koala también
se paró. Nos sentamos en la nieve e hicimos
una hoguera para calentarnos. El koala nos preguntó
si podía dormir con nosotros y si podía
quedarse en la hoguera para calentarse. Nosotros aceptamos
encantados.
A
lo largo de la noche empezamos a hablar:
- Bueno, ¿y qué haces por aquí
caminando por esta ruta?- preguntó Mandú.
- ¿Yo? Pues… nada, que me gusta la montaña-
dijo el koala sospechoso.
Pero,
¿cómo puede estar un koala que le gusta
el calor en una montaña llena de nieve? Había
algo que no me encajaba. Pero entonces él nos
preguntó:
- ¿Y vosotros, qué hacéis por
aquí?
- Nada, es que no nos vas a creer- dije yo.
- Venga decídmelo, por favor, soy de confianza-
continuó el koala ansioso.
- De acuerdo, es que a nosotros nos estaban a punto
de comer, de repente… - quise continuar pero
entonces el koala se adelantó.
- Aparecisteis en una ciudad del futuro, ¿es
cierto?- preguntó el koala.
- Sí, es exactamente eso lo que ha pasado.
¿Cómo lo sabes?- preguntó Mandú.
- Porque a mí me ha pasado lo mismo, pero diferente.
Yo estaba en Australia y me iban a comer, de repente
aparecí en Canadá; bueno, en 'Futuro
Canadá'. Una vez allí visité
librerías y muchas cosas, y descubrí
que existe una piedra mágica que se encuentra
en una cueva encima de una cascada, cerca de aquí.
Lo que pasa es que la gente no la conoce porque como
nadie ha viajado al futuro, nadie se lo cree- continuó
el koala.
- Madre mía, ¿entonces existe una piedra
que hace que vuelva a ser todo como antes?- preguntó
Mandú.
- Sí, y juntos tenemos que encontrarla. Y cuando
la tengamos en la mano, hay que destruirla.- contestó
el koala.
- Creo que sé donde está. ¡En
la cueva del Yeti! Por eso antes de comernos se ve
que hubo un derrumbe y tocó la piedra o algo
así. Y entonces nos intercambiamos de país,
nosotros viajamos a Australia, y tú viajaste
a Canadá - dije yo.
Continuamos
andando muchísimas horas hasta llegar a la
zona donde vivía el malvado Yeti; ahora solo
faltaba encontrar la cueva. Estaba muy escondida.
Nos costó mucho encontrarla y al final lo conseguimos.
Pero… ¿dónde estaba la piedra?
y ¿qué íbamos a hacer para entretener
al Yeti?
Entramos
en la cueva pero la malvada bestia estaba dormida.
Bueno, era difícil aunque estuviera dormido,
porque como se despertara la íbamos a fastidiar.
Entramos bastante al fondo de la cueva muy silenciosamente,
pero no había ni rastro de la piedra. Cada
vez se iba estrechando más y costaba mucho
entrar. Había muchos pasos chungos y a koala
lo teníamos que ayudar, porque era muy pequeño.
Teníamos algunas velas que había traído
el koala y había comprado unas linternas que
alumbraban muy poco. Llegó un momento en el
que la cueva parecía que se acababa, pero en
realidad continuaba y se convertía en un laminador.
Un laminador es una parte de la cueva con muy poca
altura; es decir, desde el suelo hasta el techo hay
70 centímetros. Nos planteamos si pasar o no,
pero al final pasamos. Tuvimos que arrastrarnos durante
mucho tiempo, pero lo bueno es que el suelo de la
cueva era como arena. Fue un laminador muy grande,
estuvimos arrastrándonos 80 metros hasta que
por fin llegamos a una sala grande donde te podías
poner de pie. Ahí estaba la piedra. Se encontraba
en una urna de cristal, pero estaba rota y había
varias piedras en el suelo. Lo dicho, un derrumbe.
Cogimos la piedra y nos fuimos corriendo. Fue muy
difícil no despertar al Yeti, pero conseguimos
salir de la cueva.
Ya
fuera, muy lejos, nos despedimos del koala y, minutos
después, tocamos los tres la piedra y la tiramos
a la cascada; una luz enorme salió de la piedra.
Tiempo
después, el koala había desaparecido
y todo era como antes. Llegamos a casa, abracé
a mi mujer y se lo conté todo. Por suerte,
ella me creyó y todos los de la aldea también.
Fue una historia increíble para contar.
FIN
EPÍLOGO:
Para escribir esta historia me he inspirado en una
cueva que visité hace poco con mis padres,
mi hermana, mis primos y mis tíos que son arqueólogos.
Lo del laminador es verdad, atravesé un laminador
de unos 80 metros y fue muy divertido.
DEDICATORIA:
Esta historia se la dedico a mis amigos, mi profesora,
y a mi familia.

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