Érase
una vez un monstruo marino que, cuando alguien lo
miraba, veía lo que más asco le daba
y el hombre se convertía en ello. El monstruo
no era malo, sólo que él era así
y no podía cambiar.
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El monstruo marino acechando
a un barco.
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Por ejemplo, una vez un hombre lo
vio y, como lo que más asco le daba era una
caca, se convirtió en ella. Un día un
hombre fuerte, guapo y avaricioso lo vio y, como lo
que más asco le daba era un viejecito, se convirtió
en él.
Una noche el monstruo se aburría
y se fue a una bahía cercana y vio a un pescador
amable y gentil. Empezó a hablar y el pescador
se asustó, pero no se fue. Él siguió
preguntando:
- ¿Cómo te llamas?
El pescador respondió:
- Me llamo Luis, ¿y tú?
- Yo no tengo nombre- contestó el
monstruo.
- ¡Qué pena!- dijo el hombre-
¿Cómo es que no puedo verte?
El monstruo contestó:
- Porque es de noche y estoy en el agua.
El hombre miró en el agua, pero no vio nada.
Entonces el pescador dijo:
- No veo nada.
Y el monstruo contestó:
- Mejor, porque si me vieras te convertirías
en lo que más asco te da.
Entonces el monstruo y el pescador
fueron quedando todas las noches para hablar, y se
hicieron muy buenos amigos. El monstruo le proporcionaba
paces y Luis le proporcionaba seguridad.

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