¡Por fin llegó
el día!. Miércoles 30 de septiembre
a las 20:25 saldremos desde Parayas hacia el aeropuerto
belga de Charleroi. Nuestra intención es pasar
unos días en Bruselas, auténtica capital
europea, en los que conoceremos las instituciones
europeas, la capital de Bélgica y algunas de
sus ciudades más emblemáticas, como
Gante y Brujas.
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Nuestro grupo ante el Atomium.
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Tras un vuelo rápido (se batió
el récord de velocidad entre Santander y Bruselas),
que para algunos era nuestro bautizo en el aire, llegamos
a Charleroi con antelación suficiente para
tener que esperar al autobús que nos iba a
desplazar hasta el albergue juvenil Bruegel en el
que nos alojaríamos hasta el domingo 4 de octubre.
El reparto de las habitaciones y
las instrucciones que Pilar y Antonio nos dieron antes
de retirarnos fueron el fin de la actividad oficial
del día. La noche acababa de empezar, pero
nos portamos bien.
El jueves amaneció nublado.
Tras el desayuno nos concentramos en el hall del albergue
para esperar a Pablo, el representante de la Oficina
del Gobierno de Cantabria en Bruselas que nos acompañaría
en las visitas institucionales. Caminando tuvimos
ocasión de ver los restos de las antiguas murallas
de la ciudad, la Biblioteca Real y el Mont des Arts,
donde se agolpan los museos reales y el nuevo dedicado
a Magritte. Continuamos por el Palacio Real y el parque
de Bruselas, donde empezó a llover suavemente,
hasta el barrio europeo. Allí tuvimos ocasión
de ver por fuera el impresionante edificio del Parlamento
Europeo que después visitaríamos. Mientras
esperábamos la hora concertada, continuamos
el paseo a través del parque de Leopoldo II
hacia los edificios emblemáticos de la Comisión
Europea situados cerca de la plaza Schumann (el edificio
Beaumont y la sede del Consejo de Ministros), regresando
para visitar el Parlamento.
Nuestra primera visita fue amena,
con una guía que expuso muy bien las funciones
y el funcionamiento del Parlamento, visitando el hemiciclo
en el que tuvimos ocasión de hacernos bastantes
fotografías.
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Visita a la oficina del Gobierno de Cantabria
en Bruselas.
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Para acostumbrarnos al horario europeo,
comimos al salir del Parlamento en algunos de los
bares y cafeterías que hay en sus inmediaciones.
Aquí empezamos a tomar contacto con las 'frites',
las famosas patatas fritas de las que los belgas no
pueden prescindir.
A una hora temprana, 14:30, tuvimos
la segunda visita institucional del día, en
esta ocasión a la Comisión Europea.
Allí contamos con dos conferenciantes que nos
explicaron las actuaciones de la Comisión y
concretamente en las áreas de Juventud, Deporte,
Cultura y Educación. El contenido era interesante,
pero la hora no era la mejor para prestar toda la
atención (un ligero sopor se extendía
en el ambiente). Aún nos quedaba por conocer
la Oficina del Gobierno de Cantabria, y hacia ella
nos encaminamos cuando terminó la visita de
la Comisión.
En esta nueva oficina recibimos las
explicaciones de Pablo y de otras dos compañeras
suyas sobre las actividades que desarrollan en esta
representación cántabra. Nos ofrecieron
un tentempié que agradecimos y tras despedirnos
nos fuimos hacia el albergue para refrescarnos, cambiarnos
y comenzar la visita de la antigua Bruselas.
La lluvia nos dejó por momentos
y pudimos bajar paseando hacia la Grand Place (nuestro
albergue se encontraba bien situado, la verdad). Avanzando
por una de las calles nos encontramos un gran gentío
que rodeaba la esquina en la que se levantaba el Maneken
Pis. Este cruce parecía indicar el límite
entre la Bruselas tranquila, de donde veníamos,
y la Bruselas bulliciosa, en la que acabábamos
de entrar. Tiendas de recuerdos, chocolaterías,
y llegamos a la gran plaza mayor. Impresionante su
conjunto, pero más aún la torre del
Ayuntamiento, con 102 m. de altura. Recorrimos la
plaza y sus alrededores antes de que nos dieran tiempo
libre para cenar y fijáramos el lugar de encuentro
un par de horas más tarde. Aquí si que
tuvimos ocasión de contemplar el paraíso
de las frites. Todo tipo de restaurantes, bistrós,
bares, tiendas de comidas y bebidas...
El regreso al albergue fue ameno,
pero estábamos un poco más cansados
que el dia de nuestra llegada. También al día
siguiente habría que madrugar.
Un nuevo desayuno y el autobús
nos recogió para llevarnos a Gante y a Brujas.
Salimos del albergue por la rue Royal, para recoger
a nuestra guía: una simpática belga,
ya mayorcita, que nos indicó numerosos detalles
de Bélgica (su historia, datos actuales, problemas...).
En Gante recorrimos la ciudad de Carlos I de España
y V de Alemania, entre las zanjas que ocupaban casi
todas las calles. Fue una lástima que hubiera
tantas obras, pero aún así es una ciudad
preciosa que merece la pena visitar.
Desde Gante continuamos el viaje
hacia Brujas. Allí empezamos el recorrido por
el antiguo puerto, el lago del amor y la beatería,
visitando sus calles, las casas de Dios (que eran
ofrecidas por el ayuntamiento a los vecinos sin recursos
para tener vivienda propia), sus iglesias, canales
y plazas... A algunos nos sorprendió encontrarnos
con la Virgen y el Niño de Miguel Angel en
una capilla, aunque nos habían contado la historia
no recordábamos que Miguel Angel tuviera obras
por estas tierras.
Después de comer en las cercanías
de la plaza Mayor, y de visitar la zona comercial,
pudimos recorrer los canales de la ciudad en un barco,
con un paseo inolvidable. Las cámaras no pararon
de dispararse y es que las vistas lo merecían.
Volvimos a Bruselas encantados de
Brujas. Pero aún teníamos que conocer
más la zona centro y allí nos dirigimos.
Un nuevo día llegó
con nubes pero sin lluvia. Subimos hasta el Palacio
de Justicia, desde donde pudimos admirar una preciosa
panorámica de la ciudad, así como la
inmensa mole del Palacio. Continuamos hacia el precioso
parque del Petit Sablon y visitamos la iglesia de
Notre Dame du Petit Sablon, donde conversamos con
una anciana monja que había sido misionera
en el Congo belga.
El Museo de Instrumentos Musicales,
instalado en un precioso edificio modernista, nos
vio pasar de camino hacia la estación central
en la que íbamos a coger el metro para desplazarnos
hacia Haisel, el parque en el que se encuentra el
Atomium, el palacio real de Laiken y otros puntos
interesantes de Bruselas.
Entre el estadio y los pabellones
de la antigua exposición universal, salimos
a la explanada en la que se levanta el Atomium. Tras
las fotos de rigor, subimos contemplando las exposiciones
que se hallan en su interior y, en el ascensor rapidísimo
hasta su cima, desde la que se ven unas vistas espléndidas
de Bruselas: la torre japonesa, el palacio de Laiken,
el pabellón chino, los pabellones de la exposición,
la radio televisión belga, la pequeña
Europa (un parque que reproduce en miniatura los principales
monumentos europeos) y a lo lejos la ciudad con sus
torres.
Bruselas celebraba esa noche la noche
blanca y fuímos a conocer las actividades que
se ofrecían: talleres de todo tipo, música
en vivo, bailes...
El último día llegó
con más nubes. Salimos de nuevo hacia el Sablon,
en esta ocasión hacia le Grand, para poder
visitar el mercado de antigüedades que allí
se celebra los domingos. Visitamos los Museos Reales,
de una forma rápida vimos todas las salas,
deteniéndonos en las dedicadas a Rubens, Bruegel
y Van Eyck. De allí pasamos al Museo Magritte,
recientemente inaugurado y que expone con claridad
no sólo la obra del artista belga, sino los
principios del surrealismo. Un museo atractivo, abarrotado
de visitantes.
Bajamos de nuevo hacia la Grand Place
y la zona de la Bolsa (había que comer y hacer
las últimas compras) para regresar al albergue
a tiempo de que el autobús nos recogiera de
nuevo en dirección al aeropuerto de Charleroi.
La visita se acababa, pasamos unos
días inolvidables y nos preparamos para coger
nuestro vuelo de regreso a Santander.
Agradecemos al instituto y a la Dirección General
de Asuntos Europeos del Gobierno de Cantabria que
nos hayan ofrecido la oportunidad de conocer Bruselas
y un poco de Bélgica. ¡Volveremos!.

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