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Red-acción
II Época / Nº20
Junio
2007
ENTREVISTAS / CUESTIONARIO 10

Los amigos de los hombres

Por Pablo Sanz y Roberto Muñoz, alumnos del colegio La Paz.

Llegaron calladamente hace 25 años a nuestra ciudad. Hoy, los amigonianos son parte indiscutible del paisaje humano de nuestra ciudad. Han luchado denodadamente para sacar de la calle y hacer brotar la esperanza en muchos jóvenes de la ciudad, abandonados a su suerte. El hermano Félix nos cuenta esta historia de esperanza y amor por el hombre.

El hermano Félix con nuestros reporteros..

 

Pregunta.- ¿Quiénes son los Amigonianos?
Respuesta.- Los Amigonianos somos una congregación religiosa que nos dedicamos principalmente a trabajar con los jóvenes que tienen problemas personales, familiares y sociales. Como congregación religiosa pertenecemos a una gran orden, que es la orden franciscana, y por eso nosotros vivimos lo que es la regla de San Francisco. Nuestra congregación fue formada por un obispo valenciano que se llama Luis Amigo. Luis Amigo impulsó principalmente este carisma de trabajo con los menores con un problema social aquí en Cantabria. Estando Luis Amigo en Montheano, que es un convento de capuchinos cercano a Santoña, iba al penal de El Dueso para atender a los presos. Allí detectó la problemática de los menores en aquella época. Estamos hablando del siglo XVIII y en aquella época los jóvenes convivían con los adultos allí en la cárcel, y claro eso generaba diversos conflictos.

P.- ¿Por qué su vida le llevó a esta orden?
R.- Mi vida está en relación con los Amigonianos denominados también como terciarios capuchinos desde mi estancia en Valencia estudiando. Allí entré en contacto con unos religiosos que trabajaban con menores en conflictos sociales, menores con problemas y que en concreto estaban en un centro de acogida. Eran chicos que habían tenido que salir de su ambiente familiar y algunos de los cuales ya se habían metido en problemas delictivos. Recuerdo que los fines de semana empecé a entrar en contacto con ellos, y me acercaba al centro donde estaban. Algunos estaban con privación de libertad. Organizábamos actividades deportivas para ellos. Principalmente jugábamos al fútbol en un campo precioso. Recuerdo que después del fin de semana el lunes íbamos a nuestros lugares de estudio contando a los jóvenes con los que estudiábamos qué habíamos hecho el fin de semana, contando con ilusión esa perspectiva de escucharles y de hablar con ellos y también de ayudarlos. Y me acuerdo que me decían que cómo era posible que fuera a pasar mis horas libres en ese centro. Me daba la impresión de que la imagen que tenían de los jóvenes era una imagen de degradación social, de estorbo de la sociedad y no cabe duda que mi interior empezaba a reflexionar sobre las conductas de estos jóvenes. Empecé a reflexionar sobre las conversaciones que tenía con ellos durante los sábados, y a tomar conciencia de que me encontraba entre dos mundos, y que debía poner los dos pies en uno si no quería caerme.

P.- ¿Cuándo llegaron a Torrelavega?
R.- En 1982. Nos trasladamos aquí gracias a la parroquia de La Asunción que en los años 70 ya detectó que había jóvenes deambulando por Torrelavega y que no había un trabajo educativo, no había una respuesta hacia ellos. La comunidad cristiana de La Asunción creó una respuesta alquilando pisos para que estos jóvenes pudiesen vivir en ellos, pero era un trabajo llevado desde el voluntariado, faltaba en este trabajo una mano mucho más profesional, y por eso la parroquia de La Asunción, el grupo cristiano Cáritas, se puso en contacto con nuestra organización para que nosotros nos responsabilizásemos de lo que era 'La casa de los muchachos'. Nosotros llegamos en el 82 a ocuparnos de la actividad de 'La casa de los muchachos', y desde esa actividad surge el SOAM, que es el servicio de orientación y ayuda al menor, y es el programa de prevención de conductas inadaptadas a la población, principalmente en los jóvenes, de sensibilización social de centros juveniles y educadores de calle y de la atención a menores con medidas judiciales.

P.- ¿Cuál es la labor principal de la orden?
R.- A nivel de congregación tenemos un carisma, nuestro carisma es la atención a menores con problemas de integración social. Ésta es la principal actividad que nosotros tenemos, el trabajo educativo con menores en conflictos sociales, conflictos personales y conflictos familiares, pero no cabe duda que nosotros como congregación religiosa tenemos más campos de acción como son los colegios, donde también dejamos patente nuestra dimensión de mediadores en un conflicto, atendiendo a esos muchachos que por distintas circunstancias han fracasado a nivel escolar, a nivel familiar o a nivel social. Creo que nuestra congregación en estos centros tiene que crear programas adaptados a todas las necesidades de estos muchachos.
Luego también atendemos a la labor pastoral en parroquias.

P.- ¿Cómo es un día en la vida de Félix?
R.- Un día en mi vida es un día bastante movido Soy una persona bastante activa porque he decidido integrarme en esta dinámica de los muchachos. Normalmente me suelo levantar a las 7 de la mañana; a las 7:15 con la comunidad religiosa tenemos nuestra celebración, nuestra oración. Después hacemos nuestra eucaristía. Yo creo que es muy importante en nosotros este momento de oración, porque podríamos decir que es como el lugar en el que nosotros también sacamos la fuerza para desarrollar la jornada, que suele ser intensa. Después de celebrar la eucaristía despertamos a los chavales que están en 'La casa de muchachos', les ayudamos en la limpieza y nos responsabilizamos de las tareas de la casa, vamos limpiando por sectores las distintas instalaciones de la casa. Desayunamos y después cada uno ya va a realizar sus actividades, unos van al instituto a estudiar y otros van al colegio. Yo a las 10 de la mañana me oriento hacia El Zapatón. 'La casa de los muchachos' está en La Inmobiliaria, y una vez ya que todos los chicos se hayan integrado en sus actividades, yo inicio mi trabajo en el SOAM por la mañana y me dedico a atender a familias, me integro en el programa de adolescentes/familias, con casos que llegan a nosotros porque sus familias se sienten un tanto impotentes a nivel educativo, siendo nuestra función intentar mediar entre los adolescentes, las familias...
A las 13: 30 vuelvo a 'La casa de los muchachos'. Allí ya nos juntamos el grupo de chicos y chicas que están con nosotros en la unidad familiar y en el centro de día que tenemos para los menores en situación de riesgo social y comemos juntos. A mí me gusta comer con ellos porque siempre da pie a vivir más ese ambiente familiar. Después de comer ayudamos con las tareas de la casa, pasamos un rato viendo la televisión, los pequeños se van a realizar sus estudios y los mayores vienen del instituto, comen a las 3 y nos dedicamos a hablar con ellos un rato. Alas 5 yo vuelvo a salir hacia el SOAM, me integro en la dinámica de El Zapatón, en el centro juvenil, atiendo también algún caso de medidas judiciales que nos llegan y a las 9 regreso a 'La casa de los muchachos', cenamos otra vez con los chavales y después de cenar pasamos un rato de tiempo libre jugando al ping-pong, jugando al futbolín, jugando al billar, en el ordenador, con la consola.... hasta que llega la hora de acostarnos a las 11 de la noche. Para comenzar con fuerzas el día siguiente.

P.- ¿Una vida entregada a los jóvenes con qué incomprensiones ha chocado?
R.- Con dos tipos. Por un lado de los jóvenes, porque no cabe duda que el trabajo con los ellos, y sobre todo con los adolescentes es un trabajo difícil. Daros cuenta que los adolescentes atraviesan una etapa de cambios que hace, en general, difícil su vida y aceptarse. Pero es que los adolescentes que nos llegan a nosotros vienen con bastantes carencias principalmente educativas y afectivas. Para normalizar y estabilizar su vida hay que hacer un gran esfuerzo, basado en afectividad y autoridad .Y luego te encuentras con la incomprensión de la sociedad, que rehuye y no quiere afrontar los problemas de los jóvenes. Nuestros jóvenes son el futuro de la sociedad.

P.- ¿Cómo es el perfil de un joven al que ayudan los Amigonianos?
R.- El de los jóvenes propios de la sociedad que se está generando. Somos la respuesta a muchos jóvenes que son producto de una sociedad consumista y vaciada grupalmente de valores, que margina y frustra a quien no puede seguir su ritmo consumista. Nosotros trabajamos desde la integración y principalmente con los jóvenes que están en riesgo social, los que viven largas horas en la calle, desarraigados y sin referencias familiares. Muchos atienden al perfil de chicos pertenecientes a una familia desestructurada que les conduce o que no evita a consumos y situaciones de gran riesgo como la droga.

P.- ¿Cómo surgió 'La casa de los muchachos'?
R.- Surgió como iniciativa de la parroquia de La Asunción para intentar dar respuesta a las necesidades de los chicos que deambulaban por la ciudad. En el año 1975 existía en Viérnoles un centro de reforma, algunos que salían de ese reformatorio tenían que deambular por Torrelavega e iban a pedir a las puertas de las iglesias. La parroquia de La Asunción, viendo esta realidad, optó por alquilar una casita para intentar dar cabida a todos estos muchachos. Así es como surge 'La casa de los muchachos'.

P.- ¿Cómo funciona actualmente?
R.- Actualmente está dirigida por los Amigonianos, que también sostenemos otro proyecto social, el centro de día de El Zapatón con educadores que intentan evitar que los muchachos pasen el día en la calle.

P.- ¿Cómo nació el campamento urbano?
R.- El campamento urbano es una respuesta de prevención, dentro de las actividades del SOAM en nuestra ciudad. Hace siete años nosotros llevábamos talleres que durante el verano ayudaban a los chicos con necesidades a preparar las asignaturas que tenían pendientes. Luego el sistema educativo decidió eliminar esos exámenes de septiembre para los chicos de educación obligatoria, así que decidimos realizar otra actividad y se nos ocurrió la posibilidad de formar un campamento urbano para gente que no participa en campamentos tradicionales. Y así surgió.

P.- ¿Dónde radica su éxito?
R.- Yo no hablaría de éxito, yo hablaría de que intentamos realizar un trabajo coordinado y familiar, lo importante de este trabajo es el ambiente familiar y la entrega, y nuestro objetivo es prestar la máxima atención a estos muchachos. Yo diría que el éxito viene de un trabajo con entrega y basado en la dimensión vocacional y en el ámbito familiar para que estos muchachos se integren en la vida.

P.- ¿Cómo es la convivencia diaria de los jóvenes que acogen?
R.- La convivencia es como la de cualquier joven. Son jóvenes normales del siglo XXI e hijos de nuestra sociedad, introducidos en crisis sociales, crisis del consumismo, pero no distintos en sus ilusiones, en sus sentimientos y en sus comportamientos.

P.- ¿El objetivo de los Amigonianos es aliviar el cuerpo o también el alma?
R.- Yo creo que hoy ayudamos principalmente a crecer en una dimensión de madurez personal. No cabe duda de que tenemos que ayudar y aliviar en el tema de conocimiento personal, porque es importante que cubramos una serie de necesidades que se basan en la cercanía y en la empatía y en cubrir las carencias afectivas.

P.- ¿Cuál es la razón por la que el papel de la Iglesia sigue siendo relevante en la defensa de los jóvenes?
R.- La necesidad de amor. Nosotros tenemos que descubrir lo que nos enseña Jesucristo, porque el cristianismo es hoy una gran escuela de valores.

P.- ¿De dónde sacan los recursos los Amigonianos?
R.- Para llevar a cabo nuestros proyectos necesitamos dinero, que es esencial hoy en día, aunque no lo principal. Tenemos convenios firmados con la Dirección General de Bienestar Social del Gobierno de Cantabria. Luego desde Torrelavega hay un grupo de gente que colabora con nosotros para ayudarnos a realizar esta obra social. También tenemos diferentes convenios con el Gobierno regional.

P.- ¿Y las fuerzas personales?
R.- Yo te diría que como religiosos las fuerzas las sacamos del amor de Cristo que es esencial para nosotros. También es muy importante el tema de la preparación y la formación, porque tenemos que ir formándonos día a día. La vivencia en comunidad ayuda a seguir el día a día.

P.- ¿Qué cruz llevan los jóvenes de Torrelavega?
R.- La misma cruz que los jóvenes de toda España. Es la cruz que está dando la sociedad generada por los adultos, que estamos creando una sociedad en la que estamos perdiendo valores esenciales.

P.- ¿Después de lo ocurrido en Entrevías se sienten amenazados en su labor?
R.- No, yo creo que la Iglesia no cabe duda de que tiene dar respuestas a los jóvenes y a los pobres de nuestra sociedad. Nosotros nunca hemos tenido problemas con la jerarquía de la Iglesia. Quizá nosotros trabajamos desde una perspectiva de coordinación con todos los que están con nosotros. Yo creo que nuestra labor en 'La casa de los muchachos' es la respuesta de una comunidad cristiana. Las soluciones se encuentran por medio del diálogo aunque no sé por qué en ese caso no se llegó.

P.- ¿Después de 25 años qué huella queda en Torrelavega de su obra?
R.- Yo estoy muy contento con mi trabajo de estos 25 años en la ciudad, y creo que la respuesta de la ciudad ha sido una respuesta de mucha cercanía, de agradecimiento, y así lo hemos podido ver en la conmemoración de este 25 aniversario, con salas llenas en nuestras charlas. La gente ha estado junto a nosotros y sigue estando.

P.- ¿Después de 25 años qué queda por hacer?
R.- Yo creo que es importante que sigamos planteando las necesidades que van surgiendo, que cada vez son mayores y distintas. Nosotros nos tenemos que adaptar en el día a día. La investigación es parte de nuestro trabajo. Tenemos que explotarnos la cabeza para que en un futuro sigamos siendo conscientes de cuál es el análisis de la realidad con los jóvenes e ir creando recursos que vayan dando respuestas adecuadas a las necesidades que se van planteando en nuestra sociedad.

 


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