Durante 
                            la última semana nos ha llegado al gran público 
                            la noticia de que en nuestro país vecino: la 
                            libre, igualitaria y llena de fraternidad Francia 
                            existe un movimiento juvenil en contra de la nueva 
                            ley- promulgada por el primer ministro francés, 
                            Dominique de Villepin- del contrato del primer empleo 
                            (CPE), con la que se aumentan de uno a 24 meses el 
                            periodo de prueba de cada empleo, suponiendo para 
                            los jóvenes más trabas ante la consecución 
                            del ansiado y cada vez menos frecuente contrato fijo 
                            o indefinido. 
                          
                             
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                                  Una joven participante en la manifestación 
                                    de París grita "no" al contrato 
                                    de primer empleo. EFE 
                                  | 
                             
                           
                           Esta ley en apariencia debería ayudar a los 
                            jóvenes, tanto estudiantes como “marginados”, 
                            a labrarse un futuro aumentando su permanencia en 
                            el mundo laboral. Fuera de las apariencias y si estudiamos 
                            letra por letra la ley nos damos cuenta de lo que 
                            realmente supone la misma, un sencillo ejemplo: Cualquier 
                            empresario francés puede contratar a un chico 
                            de origen humilde sin ninguna formación y antes 
                            de que se acabe el periodo de prueba, el plazo se 
                            situaría antes de los 24 meses, le podría 
                            despedir sin justificación alguna y provocando 
                            la no demanda del trabajador debido a que ese despido 
                            estaría dentro de la ley y no sería 
                            denunciable por un posible cargo de despido improcedente. 
                            Cuando tras reeler esta ley te das cuenta de este 
                            pequeño pero a le vez vital detalle te das 
                            cuenta de todas las desigualdades, problemas y conflictos 
                            que el señor Vilepin quiere encender en Francia. 
                            Y aunque los adultos durante muchos años han 
                            puesto en duda el poder de los jóvenes, poco 
                            a poco tras el paso de los años el gran público 
                            se da cuenta del poderío que puede alcanzar 
                            un grupo social tan mayoritario como es el de los 
                            jóvenes.  
                          
                             
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                                  Entre uno y tres millones de personas protestan 
                                    en Francia contra el CPE. 
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                          Hace cinco meses se despertó en Francia una 
                            terrible alerta por las continuas “cremaciones” 
                            que se realizaban en las calles parisinas de coches 
                            por supuesto chicos inmigrantes-marginados. Si este 
                            hecho había provocado que la opinión 
                            pública francesa se diera cuenta de que la 
                            marginación durante muchos años de los 
                            inmigrantes podría provocar que el aire revanchista 
                            de los mismos sumiera el país en una grave 
                            crisis, se desata esta nueva “guerra” 
                            en el seno de un país que se ha caracterizado 
                            en su historia por su carácter combativo. En 
                            este caso los jóvenes franceses no luchan contra 
                            reyes y nobles, pero de alguna manera sigue siendo 
                            similar esta lucha, porque luchan contra el poder 
                            establecido, contra la injusticia de unos gobernantes 
                            que se empeñan en “hacer más fácil” 
                            la vida para aquellos que se la quieren empezar a 
                            ganar.  
                          
                             
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                                  La Policía reprime a los manifestantes 
                                    en las calles de París. / AP 
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                          En este caso el conflicto se engrandece cuando se 
                            mezclan dos tipos de jóvenes: el universitario-estudiante, 
                            y el inmigrante-falto de formación. Dos grupos 
                            que juntos pueden sumir al país en una grave 
                            crisis institucional que sólo se solucionaría 
                            si el señor Vilepin se retractase y diera un 
                            poco de coherencia a la ley. Sólo en ese momento 
                            en el que los beneficiados fueran los jóvenes 
                            se acabaría todo. Porque éste es un 
                            caso más en la historia de la humanidad de 
                            la lucha entre poderosos (representados por los empresarios 
                            franceses) y los humildes (estudiantes e inmigrantes). 
                            Y un eterno soñador se atreve a decir: qué 
                            bonito sería el mundo con igualdad, legalidad 
                            y fraternidad. 
                           
                           
                          
                             
                               
                                    
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