Nº6. Junio 1998
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Reportajes:
Francia-Italia 98
Tres días en Rada
Colombres
Practicar otros deportes
Visita a San Sebastián
La Alquitara viaja a Santoña
Francia-Italia ´98
David Haya y Alberto Baliñas, alumnos
de 3º D y 3º A del IES de El Astillero.
Una crónica de una viaje de fin de curso irrepetible
de los alumnos de 3º de BUP.
Petete. El día 19 de febrero de 1998 salieron hacia Italia
98 alumnos del Instituto de Bachillerato de El Astillero, a las
20,30 horas aproximadamente. Ninguno de estos alumnos podía
imaginar que este iba a ser el viaje de sus vidas.
Alerta Roja en Italia
Contentos y felices subieron a los autobuses después
de despedirse de sus progenitores. Una vez se alejó el
autobús del alcance visual paterno, la fiesta comenzó
en el mismo. Canciones, chistes, alegría, risa y bailoteo
inundaron el ambiente viajero del alumnado. Los profesores se
sumaron a la fiesta: María Llanos, Guillermo, Carmen y
Vicky. No sabían la que se les venía encima.
Risueños y despreocupados, los alumnos percibieron en
el aire que el mal se acercaba a ellos: "Paco el Cabreao"
ascendió por las escaleras y con su potente voz de camionero
les acongojó para los siguientes diez kilómetros.
Tuvieron que cruzar Bilbao para llegar a Francia, hicieron noche
en ruta y se divirtieron despertando a algunos de los camioneros
que se encontraban durmiendo en las estaciones de servicio donde
paraban.
A la mañana siguiente, sorprendentemente, el autobús
estaba en completo silencio. No era por temor a "Paco Paquito",
no, sino por el sueño acumulado tras pasar la noche en
vela por el vozarrón del mismo.
Horas más tarde, el peligro pasó de la península
a Francia, cuando los alumnos cruzaron la primera de las dos
fronteras que debían atravesar. Mientras tanto, la gente
se dedicaba a contar túneles o los famosos puestos de
peaje de los que acabaron hasta el gorro.
Por fin llegaron a Niza (Francia), donde esperaban con
ilusión el poder llegar al hotel donde descansar y darse
una ducha. Lo malo de las duchas era que no tenían cortinas
y, si no querían mojar el suelo, tenían que ducharse
sentados.
Después de tan refrescante baño, los alumnos sólo
tuvieron que cruzar una carretera para llegar a una enorme superficie
comercial donde investigar y hacer sus compras.
Olas de alumnos entraron en él y, al minuto, volvieron
a salir tal y como habían entrado: los elevados precios
eran aterradores. Algunos alumnos se pedían ayuda entre
sí para sacarse el cuchillo de las espaldas.
Pasaron un par de horas y: ¡al bocadillo! Las papeleras
y el inodoro del hotel se llenaron en menos de 5 minutos.
Tumbados en la cama y con la mirada fija puesta en la tele, unos
veían con deleite Euro Sport y otros...
Esa noche partieron hacia la ciudad de Niza (pues el hotel se
hallaba en las afueras), donde pudieron destrozar algunas de
sus hermosas fuentes, montarse en una noria francesa o montárselo
con una francesa (o francés en el caso de las chicas).
Algunos franceses les llamaron al instante españoles ruidosos
sólo porque estaban cantando y bailando a las 3 de la
mañana a plena voz, algo insólito.
Noche de calma. La única, por decirlo de algún
modo, en todo el viaje. Al día siguiente partieron hacia
Florencia, no sin antes pagar los primeros desperfectos en el
hotel; y no sin parar por el camino en las famosas estaciones
de servicio y sin dejar de despertar a los camioneros.
Esta vez iban con "Paco er Güeno", que les consideraba
sus "pequeñas diabluras".
Llegaron a Pisa y visitaron algunos de los museos
y tiendas del lugar, donde unos famosos muñecos de harina se harían
famosos más tarde en el autobús. ¡Dios mío!
¡Aquello estaba plagado de extranjeros!
Las autoridades italianas advirtieron de que la famosa torre
del lugar se había inclinado unos 25º más.
Ya en Florencia, llegaron al "hotel" (si se
le puede llamar así), donde si querían ducharse
lo tenían cómodo: las bañeras tenían
asiento, pero no cortinas.
Esa noche comenzaron a volver locos a los desafortunados conductores
de autobús para desplazarse de las afueras de Florencia,
donde estaba sito el hotel, hasta el centro de la ciudad, no
sin antes haber sido estafados por los vendedores de los tickets
para este. Sin embargo, más tarde se vengaron de ellos,
usando los tres días que pasaron en Florencia el mismo
ticket. Resultó curioso comprobar cómo en un autobús
de capacidad para cuarenta personas entraban como en una lata
de sardinas los ciento dos astillerenses y algún que otro
florentino.
En los tres días que estuvieron en Florencia (sábado,
domingo y lunes) volvieron locos a media Florencia:
*Asaltaron la cúpula de la catedral;
*la plaza de Miguel Ángel perdió su esplendor;
*la galería de los Ufizi sigue preparando facturas;
*el Puente Vechio perdió su iluminación;
*y el palacio Pitti tuvo que ser definitivamente derribado.
*y por último, los seguidores de la Florentina perdieron
todo gusto por el fútbol.
Esta es la crónica de uno de nuestros intrépidos
reporteros, enviado especial, que subió a la cúpula
del duomo.
De visita cultural
Estás en Florencia, delante de la Catedral, y ves al
fondo una pedazo cúpula "que te cagas" de lo
grande y lo alta que es. Entonces ves un cartel que dice: CÚPULA
y sigues la flecha porque te han entrado ganas de ver esa cosa
por dentro.
Llegas a la taquilla y ves en el letrero que la entrada cuesta
10.000 liras. ¡Casi mil pelas! Además, el carnet
internacional de estudiante no te sirve de nada: no te hacen
ninguna rebaja.
Así todo decides entrar porque, ya que has venido hasta
Italia y tienes dinero para gastar en estas cosas, ¡qué
menos que ver todo lo posible!
Pasas la taquilla y todo cambia. Dejas de estar entre la decoración
abundante y lujosa y de materiales carísimos, esa decoración
típica de las iglesias y catedrales, que están
llenas de imágenes de santos y de retablos, añadiendo
a todo esto los numerosos frescos que esta en concreto posee,
y todo cambia: entras en unas estrechísimas escaleras
de forma de caracol por donde sólo se pueden cruzar dos
personas si pasan de perfil, todo se vuelve lúgubre y
ancestral; allí no hay nada: sólo tú y unas
escaleras y paredes construidas hace cinco siglos. Ni siquiera
hay esos teléfonos con línea directa para hablar
con el Papa. ¿O eran para escuchar la explicación
de los cuadros? No me acuerdo.
Empiezas a subir por las escaleras que parecen no terminarse
nunca. Casi no hay luz. Hay mucha humedad.
Estás aislado del mundo y no puedes dar marcha atrás.
Sigues subiendo y ¿quién te puede decir que no
has retrocedido quinientos años y que cuando bajes de
la cúpula no te vas a encontrar con Donatello pintando
un fresco en la catedral?
Total, que estás inmerso en otro mundo mientras subes
entre dos paredes de grandes piedras. Entonces llegas al interior
de la cúpula y despiertas de tu fantasía.
Allí hay gente con cámaras y otros aparatos que
en tu mundo imaginario ni siquiera se han inventado todavía.
Además, unos grandes cristales te impiden asomarte a la
barandilla (sin comentarios).
Pero tu mundo vuelve cuando sigues subiendo hacia el exterior
de la cúpula. Incluso se hace más real, porque
ahora es todo mucho más tenebroso y rudimentario, más
estrecho y húmedo que antes.
Cuando llegas arriba, ha merecido la pena, porque se ve todo,
y tu mundo está ahí, porque Florencia vista desde
arriba no desvela su edad.
Todos los tejados son de teja y ningún edificio sobresale
sobre los demás, estás entre montañas y
hay bosques alrededor.
Luego, bajas, bromeas un rato con el Papa por teléfono,
"coges prestadas" un par de velas de recuerdo y te
vas.
....continúa el viaje
Lo peor de todo el viaje fue cuando llegaron el lunes (en
realidad entrada ya la madrugada del martes) a las afueras de
las afueras de las afueras de Roma...
El hotel se llamaba algo así como Rouge et Noir o Blanc
et Noir o Noir et Bleu o Noir et coloré, no venía
en ningún mapa de Roma. Estaba a 70 km de la city: en
las afueras de Nápoles. ¡Vamos! Menuda montaron.
*Los Museos Vaticanos siguen jugando a buscar a Wally con
sus obras más valiosas.
*Misteriosamente, el techo de la Capilla Sixtina fue encalado
en su totalidad.
*El Papa, que fue el más afectado, ya cantaba y bailaba
hasta la Macarena pese a su delicado estado de salud.
*Y las pobres Piazza y Basílica de San Pietro; cómo
quedaron... ¡Irreconocibles!
El Papa decidió no pronunciar el discurso de los miércoles
por lo mal que se encontraba él, y la Plaza.
Con lo que mejor se dice que lo pasaron los alumnos fue con
la visita a las Catacumbas de San Calixto, donde conocieron a
un simpático individuo que solamente sabía contar
hasta siete, pasando por el tres y por el cuatro (tres número
divino, cuatro número bíblico, uno..., dos...,
tres..., siete, número bíblico).
Cuando llegaron a la Plaza de España dieron definitivamente
valor a su nombre. La plaza se llenó de jolgorio, sevillanas,
juergas, canciones y otro tipo de "cancioncillas"...
El paso por la Fontana de Trevi (que habitualmente suele estar
llena de las monedas de aquellas personas que piden sus deseos)
hizo que esta se quedara casi sin agua.
El Foro y el Coliseo, que estaban en obras, no se libraron de
estos intrépidos aventureros. No era de extrañar
que alguno de ellos fuese arrojado a los leones.
Después de dejar al Moisés de Miguel Ángel
peor que un puzzle, el Panteón sin techo y la Piazza Navona
sin Piazza, partieron hacia Carcassone (La France).
Carcassone fue el único lugar visitado que se salvó
de la quema, principalmente porque los alumnos estaban cansados
de sus anteriores fechorías, porque sólo era una
noche y porque, además, algunos tenían discoteca.
Un pueblo pequeño, en el que sobre todo reinaba (y
digo reinaba) el aspecto llamativo de su castillo y fortaleza.
El día 28 de febrero llegaron a Astillero estos individuos
que contagiaron Italia y Francia con su alegría, y que
llenaron el instituto de una larga lista de facturas que hoy
en día están sin pagar. Pero esa es otra historia...
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