Nº46. Mayo. 2004
 


 

Trabajos:

Relatos
La Maldición de las Fotos Por Ruth Hernández Jiménez
La Despedida Por Nuria Aja Rábago.
El Cascabel Egipcio Por Marta Gutiérrez Hervás.
Apareció un día de madrugada Por Alba Díaz del Cura.
La Guerra Civil contada por mis mayores
Por Jesús Ruiz Crespo
La Guerra Civil contada por mi abuelo Por Alberto Leal Santamaría
El pirata y la luna Por Lucía Raba.
Cuento Por Paloma Peña.

Poemas
Si yo fuera... Por Paula Pérez Sáez.
Escritura Por Jésica Quintero Villa.
¿Sabes? Por Laura Díaz.
Hoy los pájaros volvieron Por Cosme del Olmo.
Ausente Por Sara Nogales Vara.


 

 

 

 

 

 

La Maldición de las Fotos
Por Ruth Hernández Jiménez. Alumna de 1º ESO C del IES Valle de Camargo.
Primer premio de la IV Edición del Concurso de Relatos
"El Pozón de la Dolores"
(Primer ciclo)

Érase una vez una niña que paseando vio una casa pintada de negro con unos grandes ventanales rotos, el tejado hundido y grandes hierbas cubriendo sus paredes, tenía un aspecto verdaderamente tenebroso.

Al pasar por su lado sintió unos extraños escalofríos, presintió algo. La pobre niña asustada se fue corriendo hacia su casa a decírselo a sus padres, sin aliento llegó a la cocina donde estaba su madre, se lo contó todo pero ella no lo creyó. La niña se llamaba Parumá. Parumá estuvo toda la noche dando vueltas en la cama pensando si debería ir a ver lo que había dentro, pero no se atrevía a ir sola, así que llamó a su mejor amiga Leticia, por teléfono. Le contó toda la historia y esta emocionada le dijo que sí la acompañaría, que después de comer quedarían en la puerta de su casa.

Llegó la tarde y Parumá fue a buscar a Leticia y las dos se dirigieron algo nerviosas y asustadas hacia la casa, cuanto más se acercaban más miedo tenían, hasta que por fin estaban enfrente de la puerta.

Estuvieron allí paradas discutiendo sobre quién entraba primero, ninguna de las dos quería entrar, así que decidieron echarlo a suertes y le tocó a Parumá. Con miedo abrió la puerta poco a poco, esta sonaba como si hiciera cientos de años que nadie la abría. Al entrar dio un chillido espeluznante al sentir algo en sus pies, después se dio cuenta de que era un pequeño gato negro. Juntas de la mano subieron a la planta de arriba por unas viejas escaleras. Cuando ya estaban llegando a Leticia se le trabó el pie. Rápidamente Parumá le ayudó a salir. Llegaron al segundo piso y en el fondo vieron un enorme baúl, fueron a abrirlo pero no pudieron por el largo paso de los años, buscando y buscando vieron una llave que seguía estando brillante como el primer día. Leticia metió la llave en la cerradura y la giró, De repente se abrió el baúl, dentro de este encontraron una foto muy antigua de una niña matando a su padre, en ese mismo cuarto donde estaban, las niñas se asustaron y se fueron corriendo llevándose la foto sin darse cuenta. No pararon de correr hasta llegar a casa de Parumá, en la nevera encontraron una nota de sus padres, en la que decían que se habían ido al cine y a cenar al restaurante del Tío Tom, y llegarían tarde.

Leticia llamó a sus padres para decirles que se quedaba en casa de una amiga a dormir. Cuando colgó el teléfono pensaron en deshacerse de la foto y decidieron que lo mejor era quemarla y tirarla por el baño para que nadie nunca jamás se enterara de lo que habían visto.

Salieron al jardín he intentaron quemarla, pero lo que ocurrió fue totalmente distinto porque la foto no ardió, se le elevó y entró volando hacia la casa, asustadas corrieron detrás, cuando cruzaron la puerta esta se cerró fuertemente detrás de ellas y la foto cayó al suelo inmediatamente. Los teléfonos empezaron a sonar, nerviosas lo cogieron y oyeron una escalofriante voz al otro lado del teléfono, que no dejaba de decir: mi fotooo, mi fotooo. Colgaron el teléfono y oyeron un fuerte ruido en el desván, subieron con mucho miedo a ver lo que había pasado, al entrar vieron un montón de fotos tiradas en el suelo. En estas se vieron a ellas muertas y las tumbas de todos sus familiares.

De repente apareció la niña, era de unos nueve años con un largo pelo negro, ojos verdes y un rostro pálido que asustaba con sólo mirarlo, llevaba puesta una túnica larga y una capucha negra. Ellas empezaron a temblar al verla temiéndose lo peor.
La niña las miró fijamente a los ojos y les dijo que si antes de las doce de la noche no habían devuelto la foto en el baúl una gran maldición caería sobre ellas y toda su familia y les iría destruyendo poco a poco. También les dijo que la llave la tendrían que llevar ellas, para que así nunca más nadie volviera a abrirlo, y dicho esto desapareció.

Ellas aterrorizadas corrieron a mirar el reloj y, con horror, vieron que eran las once y media y sólo tenían media hora para devolver la foto a su sitio y salir de la casa para siempre. Rápidamente, fueron hacia la casa, no tenían tiempo que perder, al llegar subieron a la estancia donde estaba el baúl y vieron con gran asombro que había tres baúles exactamente iguales. Se oyó una voz por toda la casa; era la voz de la niña diciéndoles que por enredar en lo ajeno no lo iban a tener nada fácil y que les quedaba una única oportunidad para elegir el baúl correcto, y que si no acertaban que se quedarían encerradas en esa casa para siempre y la maldición de la foto caería sobre sus padres y sobre toda su familia.
No sabían cuál escoger ya que era una decisión muy importante y trascendental. Pensándolo detenidamente, Leticia se fijó en el baúl de en medio, y vio unas pequeñas letras que ya había visto antes en la túnica de la niña, y se lo dijo a Parumá. Metieron la llave en la cerradura y cruzaron los dedos. Cuando ya pensaban que se habían equivocado de baúl, éste se abrió, se abrazaron contentas, metieron la foto y se fueron de allí, y nunca más volverían a pasar por aquella terrible casa.

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La Despedida
Por Nuria Aja Rábago. Alumna de 2º de Bachillerato, Ciencias Naturales del IES Valle de Camargo.
Primer premio de la IV Edición del Concurso de Relatos
"El Pozón de la Dolores"
(Bachillerato)

Bueno... quizás en el fondo no esté tan mal la idea de mi padre, viajar a otro país donde mi piel morena resplandezca bajo la Luna, esa idea me gusta, pero tener que dejar el desierto, mi modo de vida, mis costumbres, mis amigos, todo... en el fondo no sé si prefiero que mi piel siga resplandeciendo en el desierto. Pero mi padre es mayor, él sabrá, él si que ha viajado, fue militar según me contó mi madre.

Mi madre... eso es lo que me preocupa, su mirada es distinta desde que mi padre la dijo que íbamos a abandonar esta tierra para buscar una vida mejor, no irradia ilusión, esperanza, sino todo lo contrario, por primera vez vi miedo, indecisión, mi madre no es así, siempre la veo ordenando, decidiendo.

La vida en un campo de refugiados no es fácil y menos si no hay un poco de organización, pero allí está ella siempre, con las otras madres, vigilando para que todo esté como debe estar.

A las seis de la mañana, se levanta a preparar el , es todo un arte, cuando yo sea mayor también me levantaré a las seis y lo prepararé con el mismo esmero con el que mi madre lo hace ahora.

Después llega la hora de las clases, porque aunque estemos en pleno desierto en un campo de refugiados nuestras madres dicen que tenemos que prepararnos para el futuro, para cuando por fin regresemos a nuestra tierra, a nuestro hogar.

Yo siempre creí que este era mi hogar, esta casita de adobe instalada como el resto de las casitas y de las tiendas de campaña alrededor de la escuela.

Pero no, mi madre me contó que este no es, que nuestro verdadero hogar es precioso, que en ningún otro lugar del mundo el Sol es tan radiante ni la Luna tan hermosa... No sé... si ella lo dice será verdad... aunque me cuesta creer que la Luna se vea tan bella fuera del desierto.

Yo me pregunto por qué no estamos en nuestro territorio y nos hallamos aquí en tierra de nadie, pero mi madre también me contó que hay unos hombres que no quieren ponerse de acuerdo a este respecto, (políticos creo que se llaman), que otros hombres nos echaron de allí y por eso mi padre pasa muchos días fuera de casa, porque está luchando para que todo sea como antes. No se contra quien luchará... contra los políticos no creo, me parece a mi que esos no saben empuñar un arma, ni andar por la arena de los desiertos, pero como tiene dinero pagarán a otros para que lo hagan por ellos, seguro que esos políticos no tendrán que medir el agua cuando tienen sed y tendrán toda la comida del mundo y si no les apetece una cosa comerán otra y ropa bonita y nueva, yo no, yo no tengo todas esas cosas, pero tampoco me importa tenerlas, bueno, comida y agua si... el día se hace muy largo cuando el hambre te pide comida y no hay.

Pero digo yo, ¿la tierra no es de todos?, por eso mi padre quiere irse a un país que se llama España, dice que es fácil entrar, ya lo tiene todo resuelto. Esta noche será la última noche que dormiremos aquí, mañana emprendemos el viaje rumbo a una vida mejor ¡espero!

No puedo dormir, deseo llevarme en mi recuerdo cada sonido, cada murmullo de aquí, por si acaso no vuelvo nunca, porque esta siempre será mi tierra, yo les contaré a mis hijos cómo era, para que ellos también se sientan de aquí y la amen tanto como yo.

El viaje será difícil, tendremos que ser rápidos y sigilosos, no nos puede ver nadie, sólo quien nos va a llevar hasta allí y otra gente que va como nosotros.
Lo que más me asusta es el agua. Tenemos que subirnos en una barca para pasar al otro lado... es un viaje corto por el mar según dicen... ¡pero es que me da tanto miedo el agua!

Me dormiré, mañana será un día muy duro, bueno, mañana y pasado y el otro, y el otro...

¿Sabes? Creo que mi padre tenía razón, esta vida es mucho mejor, al principio cuando la barca se hundió, sentí que los pulmones me estallaban, que había bebido todo el agua del mar, pero fueron unos instantes... ahora veo que mi padre sabía lo que decía, aquí se está mejor, no se siente hambre, ni sed, ni sueño, ni dolor, no se siente nada... nada.

 

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El Cascabel Egipcio
Por Marta Gutiérrez Hervás. Alumna de 2º D ESO del IES Las LLamas .Primer premio del certamen literario del IES Las Llamas
Modalidad Narrativa. Alumnos de 1º a 3º ESO

Pronto empezó a darse cuenta de que el mágico poder del cascabel consistía en hacer desaparecer todo recuerdo triste; si no era así no podía explicarse cómo su madre no recordaba nada que fuese malo, sí, tenía que ser por eso.

Todo empezó el día de "Presparlus": es un día en el que los magos, hechiceros, hadas, brujas etc... Se reúnen y se intercambian regalos "especiales" (con poderes).

Una familia pobre y bondadosa se dirigía hacia la celebración; el padre era alto y fornido, tenía los ojos verdes y su pelo era de dos colores: blanco y negro; la madre bajita y un tanto regordeta, era pelirroja y tenía los ojos azules. Tenían una hija llamada Artemisa, decían que era una hechicera muy poderosa, ya que tenía un ojo verde y otro azul, señal muy importante para los de su clase según el libro "Requisitos del buen hechicero" de Rubeus Turner.

En la fiesta, estaba toda la gente mágica de Irlanda, miles y miles de magos con miles y miles de regalos. Disfrutaron de un gran banquete y después empezaron con los regalos, pero no era la persona quien lo elegía, sino el presente el que elegía a la persona, ¿en qué se basaba para elegirla? nadie los sabía.
Había gente que decía que elegía a la persona por las cosas que necesitaba, pero Artemisa no lo creían así porque ¿de qué le iba a servir a ella un gorro que alisaba el pelo? si ella ya lo tenía muy liso. Pero en fin, la ceremonia fue como todos los años, a Artemisa le regalaron un estuche en el que si metías algo nunca más lo volvías a encontrar. Lo curioso fue cuando no quedaba ningún regalo en la gran sala y su madre no tenía ninguno.

-No importa- dijo su madre -llevo muchos años recibiendo regalos por un año no importa.
-Toma -le dijo una vidente gitanaza, a pesar de todo, mostrándole un medallón egipcio que tenía a Anubis dibujado en un trozo de piedra del que colgaba un cascabel- te hará más falta que a mí.
-¿Qué poder posee?- preguntó su madre- ¿cómo sabe que me hará falta?
-El poder... -dijo la vidente un poco nerviosa- lo... tendrás... que averiguar tú. Y sé que te hará falta porque soy vidente ¿no?.
-Pero, de verdad que no es necesario- volvió a decir su madre al no fiarse demasiado de las intenciones de la mujer.
- No se preocupe, de verdad que le hará mucho bien.
- Bueno, está bien- dijo su madre aunque todavía dudando.

Al día siguiente, la madre de Artemisa parecía más feliz, parecía que iba a explotar y a llenar toda la habitación de felicidad, hasta había puesto la radio en cadena magistral, una emisora que había insultado a su familia por ser pobre, pero parecía que a su madre ya no le importaba lo que hubiesen hecho y eso que... su madre era muy rencorosa. Artemisa se quedó extrañadísima y fue corriendo a casa de su mejor amiga, Katie, que vivía a dos manzanas de su casa. Llegó a casa de su amiga y llamó a la puerta.

-¡Hola, Artemisa! -era la madre de su amiga - Katie está en su habitación. Ya sabía que vendrías, está mejorando mucho en sus premoniciones ¿ sabes? .

Artemisa se dirigió a la habitación de su amiga, una vez allí le contó lo que había sucedido aquella misma mañana, su amiga se quedó un poco extrañada pero dijo que seguramente su madre ya se había olvidado del incidente.

Artemisa se extrañó todavía más, cuando al regresar a casa...
- Vamos a ver a la abuela- dijo su madre- Hace mucho que no la vamos a visitar, seguro que le hace ilusión.
- Pero, mamá, eso es imposible.
- ¿Por qué? ¡Ay, qué cosas que tienes, hija mía!, aunque viva en Grecia la podemos ir a ver perfectamente.
- Mamá, no; no podemos porque la abuela murió cuando yo tenía dos años.
- ¿Que no? Hija, ¿estás bien?
- Sí, me voy a ver a Katie.

Artemisa no daba crédito a lo que su madre decía, ¡se había vuelto loca!. Llegó a casa de Katie y le contó todo. Katie ya no tenía excusas para su amiga.

-¡Se ha vuelto loca! -dijo Artemisa.
-Mujer, no creo... - aunque ella en el fondo también lo pensaba- Pues no sé... espera; yo he leído algo en alguna parte, me parece que fue en un libro de poderes gitanos. Sí, estoy segura. Voy a preguntar a mi madre si sabe dónde está.

Artemisa esperó impaciente en la habitación de su amiga. Después de un rato Katie volvió con un gran libro de tapas duras en el que ponía "Historia del poder de los gitanos a través del tiempo"
-¿Tu madre ha estado con algún gitano últimamente?- dijo de pronto su amiga.
-No. -pero de pronto recordó a la vidente gitana- ¡Ah, sí! Pero, ¿qué tiene que ver eso con todo lo que le ocurre?
-Pues que los gitanos tienen todo tipo de artilugios mágicos, desde un paraguas hasta... no sé... un anillo, un...
-¡Claro, el colgante del cascabel! ¿Cómo no me habré dado cuenta antes? Adiós, me tengo que ir.

Artemisa salió como un rayo hacía su casa y cuando llegó vio a su madre en la cocina.
-¡Quítate el colgante! ¡Rápido, dámelo! -pero de pronto sonó un pitido en su pulsera, era Katie, la estaba llamando.
-¡Rápido! -le dijo su amiga- quítale el colgante o se olvidará de todo recuerdo negativo y, lo que es peor, se convertirá moralmente en una persona muy distinta.

Después de una larga lucha con su madre consiguió arrebatarle el colgante.

Su madre estuvo unos días en cama un tanto confusa. Cuando se levanto aprendió una gran lección: Los malos recuerdos te hacen madurar y te hacen más fuerte así que no hay por qué olvidarlos, sino que forman parte de tu vida y tu personalidad es como es por lo buenos recuerdos y los malos.

Artemisa ahora ya sabía para qué le servía su estuche. Metió en él el colgante del cascabel y nunca más lo volvió a ver.

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Apareció un día de madrugada
Por Alba Díaz del Cura. Alumna de 4º ESO del IES Las Llamas.
Primer premio del certamen literario del IES Las Llamas
Modalidad Narrativa. Alumnos de 4º ESO y Bachillerato.


Nueve días y nueve noches duró el viaje del mensajero. Era lo único que era capaz de recordar después de todo lo que había pasado.

Apareció un día de madrugada, tirado debajo de un puente cercano al mar. Sus ropas estaban sucias, descosidas, estropeadas. Su aspecto físico era realmente patético: sin afeitar, con el pelo pegado por la suciedad y algo más largo, con la piel de un color más oscuro que habitualmente y con las uñas de las manos bastante crecidas. Lo único que llevaba encima era un paquete envuelto en papel marrón con varios sellos y el certificado de haber entregado otro a un destinatario. Miró a su alrededor desconcertado, ¿qué hacía él allí? ¿por qué era lunes veinte de abril cuándo él había salido de la mensajería el once de ese mes? ¿qué había ocurrido? No tenías repuestas. Ni siquiera una pequeña idea o un leve recuerdo.

Para él esos nueve días no habían existido; era como si el tiempo se hubiera equivocado a la hora de andar hacia delante.

Metió la mano al bolsillo y comprobó que aún tenía la cartera. En efecto allí estaba. Sacó el carné de identidad y se aseguró de que él, era él. Leyó el teléfono, la dirección, la fecha de nacimiento...; en efecto, todo coincidía, seguía siendo la misma persona que recordaba ser.

Abandonó el lugar donde había aparecido. Cogió el paquete en una mano y con paso lento e inseguro fue rumbo a su casa.

De repente, pensó en su mujer, ¡debía estar muy preocupada! Llevaba tantos días sin saber nada de él... Aceleró el pasó pensando en ella. Pensó que tal vez había perdido la esperanza de encontrarlo y abatida había cometido alguna locura. Le costaba mucho esfuerzo moverse, era como si a sus piernas se las hubiera olvidado correr.

Llegó a su portal; la puerta estaba abierta. Mientras subía las primeras escaleras divisó una esquela. Lo primero que pensó fue que la madre del chico del décimo había muerto, ¡estaba tan enferma! ...Pero cual fue su sorpresa cuando leyó su propio nombre bajo su foto.

"¿Me he muerto?"- fue lo primero que pensó sobresaltado. Nervioso, comenzó a tocarse todo el cuerpo, viniéndole ideas a la cabeza como que podía ser un espíritu o un fantasma. Al ver que aún era de carne y hueso, o al menos eso parecía, y olvidando todo tipo de pensamientos necios e infantiles, corrió escaleras arriba hasta llegar a su puerta.

Vio en la puerta un lazo negro que simbolizaba la muerte de alguien de la casa. En efecto era él... ¡extrañamente estaba muerto desde hacía días!

Llamó insistentemente a la puerta, hasta que su mujer, con una voz apenada y la mirada llorosa y baja, le abrió.

- ¿Sí?- miró al hombre. Sus ojos se salieron de sus órbitas y apoyándose con una mano en la pared e intentando evitar un amago de desmayo se tocó con la otra el corazón. Cerró la puerta, susurró varias veces "No Marta, te estás volviendo loca", y volvió a abrir.

Se tiró literalmente a sus brazos, le tocó por todo el cuerpo, le besó, le golpeó, le pellizcó... Estaba intentando demostrarse que aquello no era una ilusión o un espejismo. ¡Era él! ¡Le podía tocar! ¡Le podía sentir! ¡Había vuelto!

-Pero, ¿dónde has estado?- gritó desaforadamente, aún afectada por el impacto.
-No lo sé.- respondió con un hilo de voz, descolocado, aún asustado y desconcertado.
-¡Lo sabía! ¡Sabía que no estabas muerto! Ellos lo habían dicho, pero yo no podía creerlo... - se paró en seco, como recapacitando unos segundos.- ¡qué!, ¿no lo sabes?
-No.- su respuesta fue seca y contundente. No parecía querer continuar hablando.

Ella le miró extrañada. En ese momento se fijó en su aspecto físico lentamente: vio sus ropas raídas, su suciedad, su descuidado general.

-¡Pero algo recordarás! ¡Nadie pasa nueve noches y nueve días ausente y luego no recuerda nada! -el hombre movió la cabeza haciendo un signo de negación.
- Bueno Carlos, ya hablaremos luego, ahora pasa a casa que supongo que tendrás ganas de ducharte y comer.- Volvió a tomar aire, se quedó pensativa y añadió.- Cariño, pero si antes de ayer enterramos tus restos...

Los días siguientes fueron raros: Carlos durmió horas y horas y comió tanto que engordó varios kilos en muy poco tiempo. Parecía que durante todo ese periodo en el que había desaparecido todas sus necesidades biológicas se habían mantenido al margen.

Su mujer no dejó que saliera de casa por miedo a que volviera a desaparecer. Siguió simulando su muerte para que aquella noticia no se pusiera en boca de todo el mundo. Su marido estaba como absorto de todo y todos, y ella no quería que lo agobiaran con preguntas y con suposiciones extrañas de como una persona "muerta" puede volver a la realidad, a la vida.

Después de un tiempo, Marta llena de curiosidad e impotencia al no saber que hacer ante un caso así, decidió abrir el paquete con el que Carlos había aparecido.

En él había un periódico, ¡un simple periódico! Era el que ella solía comprar todos los domingos. Ojeó las noticias por encima, sin detenerse en ninguna: muerte de un político, nacimiento de dos niños siameses, desaparición de una chiquilla, ...pero en el centro con letras grandes y vistosas se anunciaba una tragedia; quinientos veintinueve muertos por la explosión de un rascacielos en la capital del país.

Marta frunció el ceño: "no recuerdo haber oído una noticia como ésta...". Después de meditar unos segundos, reaccionó y miró la fecha. ¡Uno de mayo!

¿Cómo podía marcar esa fecha? Comprobó varias veces el año y el día en el calendario. Se aseguró de que era treinta de abril. No podía tratarse de una confusión... ¡el periódico formaba parte del futuro!

Encendió la televisión y vio cómo un periodista anunciaba la muerte de uno de los políticos dirigentes del partido que gobernaba en aquel momento. Era todo tan sumamente confuso que Marta no sabía como actuar.

Corrió donde Carlos y gritando le espetó:
-¿Pero quién eres? ¿De dónde has sacado esto? ¿qué pretendes?

El chico no reaccionaba. Hizo el movimiento de ignorancia habitual ante todas las preguntas de Marta. Ella corrió al teléfono: llamó a la policía en un impulso desesperado. Su voz temblaba, sus palabras se perdían, sus motivos no existían. No sabía cómo decirlo, ni siquiera pensó que podrían tomarla por una loca. Aún así telefoneó. Sabía que si no lo hacía nunca más podría volver a dormir tranquila, que siempre se arrepentiría de no haberlo hecho.

Además pensó que tal vez su vida tenía un destino distinto, sobrenatural, extraño. Tal vez su misión era la de salvar cientos de vidas inocentes.

Ante tanta incertidumbre, descolgó el auricular y marcó los números.
-Perdone titubeó.- Sé algo que ustedes no saben que va a ocurrir pero yo sí ... - sus palabras sonaban tan extrañas, tan típicas de una broma. - Se trata del edificio de las oficinas "Mark", situadas en el centro de Madrid. Creo que se va a producir un atentado... o tal vez un accidente, ¡no lo sé! Pero hagan algo por favor .
-¿Es usted la causante o tiene algún tipo de prueba que pueda demostrarlo?- preguntó la mujer con un tono severo y desconfiado.
-¡No! Bueno, ¡no lo sé! ¡Sólo les pido que hagan algo!
Colgó. Al momento se sentó junto a Carlos, frente a la televisión, esperando a que ocurriera algo. Él ponía una especial atención en oír lo que estaban diciendo en las noticias.

Ella le agarraba fuerte de la mano; no quería perderlo nunca y tenía miedo de lo que pudiera pasar .
"Desde que vuelves a estar en el mundo todo tiene sentido, las cosas pintan de diferente color..."- pensó para sí misma mirándolo fijamente.

Pasaron las horas y se durmió sobre el hombro de su marido. En un principio no quería haberse dormido pero la sensación de agotamiento había podido con ella. Entró en un estado de sueño del que trató de salir, pero no pudo.

Cuando despertó, Carlos no estaba allí. Estaba tumbada sobre el sofá. Miró la televisión: "Nadie sabe ni cómo ni por qué, pero una misteriosa llamada a la policía ha evitado que cientos de personas hayan muerto por un escape de gas en ..."

Marta sonrió, mostró un gesto de complicidad. Pero al momento volvió a mirar al sillón, al asiento vacío. Ni rastro.

De repente divisó un papel en el suelo; era el que Carlos llevaba junto al paquete. Se trataba de un certificado en el cual figuraba que debía entregarla el paquete ese día.

- Le he vuelto a perder... - una lágrima acarició su sonrosado pómulo. - Mi querido mensajero... Nueve días y nueve noches llorando, rogándole al cielo su vuelta para que me lo preste un diminuto periodo de tiempo en el cual la vida ha vuelto a merecer la pena... Su marcha ha salvado agente inocente, pero ¿quién va a salvarme a mí?

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La Guerra Civil contada por mis mayores
Por Jesús Ruiz Crespo. Alumno de 4º ESO del IES Santa Cruz.

Cuando comenzó la Guerra Civil tenía pocos años y el único recuerdo que guardo es el del ruido de la aviación y cómo al escucharlo todos salíamos de nuestras casas para escondernos en uno de los refugios que se habían construido en las lindes de las tierras.

Cuando los ruidos cesaban sabíamos que ya no había peligro y regresábamos a casa. En alguna ocasión nos encontrábamos con la casa desvalijada.
Al finalizar la guerra era habitual que en las reuniones que se hacían en la cocina, después de cenar, se contaran historias de la guerra. Todavía recuerdo cómo mi padre me contaba orgulloso montones de anécdotas protagonizadas por familiares, vecinos, amigos.

Una vez me contó la historia de un vecino que pertenecía al bando rojo y al que cuando le iban a dar el "paseo", su suegro le salvó (para quienes no lo sepan, cuando te iban a matar, te decían que te iban a dar un '"paseo" y te mataban).
Después le ordenó que se escondiera en la cabaña que él tenía en el monte. Cada cierto tiempo le subía comida; en una de esas tardes, tras haberle contado todo lo que sucedía en el pueblo, le dijo que tenía que irse un momento y que no tardaría en regresar. Las horas pasaban y no regresaba. Preocupado el yerno, bajó en su búsqueda. De repente, vio como por el camino que subía hacia la cabaña., su suegro caminaba junto a un grupo de nacionales. Corrió monte arriba y el mejor refugio que encontró fue en la casa de una anciana en donde nadie le buscaría, puesto que ella era demasiado religiosa como para dar cobijo a un rojo.
A la mañana siguiente, se vio obligado a partir; se pasó muchos años huyendo de un lugar a otro.
Recordaba lo que le había sucedido en uno de esos lugares en los que había estado refugiado.
Una noche mientras charlaba con la familia de la casa, llamaron a la puerta, a toda prisa se introdujo en el fogón del hornillo, sin darse cuenta de que se olvidaba el tabaco en la mesa. Aquella persona resultó ser el médico del pueblo que les había ido a hacer una visita de rutina. Éste, al darse cuenta de que en aquella casa no fumaba nadie, no dudó en avisar a los nacionales. Asustado al verles llegar, la única solución que encontró fue la de hacerse pasar por la abuela de la casa. Para ello, se puso una de sus faldas, un pañuelo en la cabeza y se cargó sobre los hombros unos cuévanos que contenían un par de ollas. Salió de la casa y pasó por delante de los nacionales, e imitando la perlesía que caracterizaba a la abuela, les dijo que se iba a la cabaña a ordeñar.
En otra ocasión se escondió en una casa que tenía entre la hierba del pajar un refugio. Disponía del espacio justo para que cupiera una persona, desde allí, un conducto le llevaba a la cuadra, en donde había un pesebre hueco. Gracias a este pesebre salvó su vida, pues un día mientras permanecía escondido en él, llegaron los nacionales y comenzaron a disparar contra la pila de hierba. A través del conducto llegó a la cuadra y se escondió en el hueco del pesebre.
Otro de los escondites fue una gran tinaja de vino. Pero la suerte dejó de acompañarlo y le atraparon. Fue castigado a trabajar en la minas de Gallarta. Fue un período duro, en el que se veía obligado a trabajar 15 toneladas de piedra mineral diarias. Cada tres toneladas les daban una chapa y hasta que no tenían cinco chapas no podían dejar de trabajar. En esas chapas había unas iniciales grabadas (dos Jotas que correspondían al nombre del dueño de las minas: Jerónimo Jubeto).
Transcurridos dos años fueron liberados y por fin pudieron retomar sus vidas.

 

 

La Guerra Civil contada por mi abuelo
Por Alberto Leal Santamaría. Alumno de 1º A de Bachillerato del IES Santa Cruz de Castañeda.

En 1936 empezó la Guerra Civil española, que duró hasta 1939. Había dos bandos: los rojos y los nacionales. En el norte había más rojos que nacionales, aunque no todos. Mi abuelo, D. Antonio Santamaría Manzanas, combatió en el bando nacional.

Mi abuelo el día 17 de febrero de mil novecientos treinta y ocho fue reclutado para ir al Regimiento de Infantería de Montaña Sicilia Nº. 8, destinado por la Caja de Reclutas de Santander. Allí dio servicios de guarnición hasta el día 2 de abril del mismo año, que marchó a Getafe (Madrid) a disposición de la 11ª. división del ejercito del Centro. En ese primer Regimiento, su Comandante Mayor se llamaba D. Gabriel Comba Traeta, y su primer jefe era el Coronel D. Ignacio Fernández de Henestrosa y Gayoso de Los Cobos.

Después le trasladaron al Batallón de Cazadores de Ceuta Nº. 7 Grupo "A". Aquí su comandante en jefe era D. Antonio González Sánchez. A este grupo se traslado el día 5 de abril de mil novecientos treinta y ocho, donde fue destinada a la Primera Compañía que guarnecía, como el resto del Batallón, las posiciones de Villafranca del Castillo (Frente de Madrid), donde permanecieron él y sus compañeros en estas posiciones hasta el día cinco de mayo, que es relevado por el grupo "C" del Batallón de Cazadores de Ceuta Nº. 7, mientras que ellos fueron destinados a Alcorcón (Madrid), donde permanecieron de guardia hasta el día 18 de junio que fueron llevados hacia Zorita (Cáceres), donde estuvieron de guarnición hasta el 18 del mes siguiente que partieron para Madrigalejos (Badajoz), el día veinte tomaron parte en la ocupación del Vértice Barrerón, el veintitrés el Castillo de la Encomienda, donde permanecieron hasta el día veinticuatro, que marcharon a Orellana la Vieja, y el día quince de agosto salieron para Medina del Campo con dirección a Navafría (Segovia), ocupando el día dieciséis el pueblo de Valdecaballeros (Badajoz) y el día veintiuno de este mismo mes actuaron en el paso del río Tajo y los pueblos de Aldeanueva de Barbarroya, Nava de Picomallo y Belvis de la Jara (Toledo), donde permanecieron el resto del año en distintos pueblos de las provincias de Extremadura y Toledo.

El día cinco de enero de mil novecientos treinta y nueve partieron hacia Monterrubio, con motivo de la violenta ofensiva desencadenada por el enemigo (los "rojos"), en esta zona, donde participaron el día veintidós en la ocupación de las cotas da la Sierra de los Montes Torozos, y el día dos de febrero tomaron parte en le asalto de la Sierra Patuda, lugar en el cual fueron relevados de estas últimos posiciones el día siete, por el Primer Tabor de Regulares de Alhucemas Nº. 5, marchando a Campanarido, el día doce a Mérida y el catorce a Carriches (Toledo), donde estuvieron de guardia otra vez hasta el día veinte de febrero que marcharon a Segurilla (Toledo). El día veintinueve de este mes toman parte, con motivo del derrumbamiento de los "rojos" en la ocupación de los pueblos de San Bartolomé de las Abiertas, Los Navalmorales, San Martín de Puso, Villarejo de Montalbán, y San Martín de Montalbán (Toledo). El dio 2 de abril salen para Talavera de la Reina, donde estuvieron hasta el día veinte que partieron para Montearagón (Toledo). Permanecen aquí de instrucción hasta el día diecinueve del mes de mayo, en que se desplaza con el resto del Batallón hacia Madrid, donde participan en el Gran Desfile de la Victoria.

Nuevamente regresan a Montearagón el día veintidós, marchando siete días después para Pinto (Madrid), donde quedaron de guarnición hasta el diez de julio que se desplazaron a Ocaña y de aquí a Lillo, ambos pueblos en la provincia de Toledo. Aquí permanecieron de guarnición hasta el día 14 de septiembre, que en unión del resto del batallón se traslada a Alcalá de Henares (Madrid), pidiendo baja en este Grupo el día 30 de septiembre de mil novecientos treinta y nueve, que pasó a prestar sus servicios al Regimiento de Infantería Nº. 4 de guarnición en Alcalá de Henares.

Durante su permanencia en este Batallón tuvo una conducta intachable, cumpliendo todos los servicios que se le fueron encomendando con completa satisfacción del Jefe.
Gracias a sus méritos contraídos le fueron concedidas una Medalla da la Campaña y una Cruz Roja del Mérito Militar.

 

El pirata y la luna
Por Lucía Raba Tortosa. Alumna de 2º ESO del IES José Hierro.

Trabajo distinguido con uno de los premios del VIII Concurso Nacional de Cuentos Infantiles que organiza la Asociación Tertulia Goya.

La luna Lunera se aburría. El pirata Ulises no tenía nada que hacer.
Un día Ulises puso alas a su barco. Voló y voló por los cielos. Lunera se hizo un paracaídas y bajó un poquito. Los dos se conocieron y se hicieron amigos.
Lunera cogió de la mano a Ulises y le mostró el cielo y los planetas, a sus amigas las estrellas y a su primo el sol. Desde allí arriba la Tierra se veía como un pomelo azul. La luna contó al pirata todos sus secretos y le prometió que algún día bajaría a su planeta a visitarle.
Dieron un paseo por el cielo observando las estrellas y las constelaciones, que tenían unas formas muy bonitas. Lunera contó al pirata que una estrella se había apagado y estaba triste, y que sin ella la constelación del camaleón ya no sería la misma.
Ulises la envolvió en el pañuelo que llevaba en la cabeza y la cogió amorosamente en sus brazos. Tenía un resplandor plateado, olía a fresas con nata y era muy suave.
El pirata bajó a Lunera a la Tierra y se sentaron en una nube para observar las casas, las montañas, los valles y los ríos en miniatura. Luego fueron a la casa de Ulises a coger una bombilla para la estrella apagada. Dieron una vuelta por el bosque y el pirata enseñó a la luna los animales. Le hizo un ramo de flores de recuerdo, y después montaron en su barco y navegaron rumbo al horizonte.
Cuando empezó a anochecer, Ulises y Lunera se despidieron. El pirata vio a la luna hacerse cada vez más pequeña mientras subía a su sitio en el cielo.
Se hizo a la mar pensando en ella. Se había enamorado.

 

Cuento
Por Paloma Peña. Alumna de 2º ESO del IES Santa Cruz de Castañeda.

Había una vez, en los bosques de Sheraland, un oso que todo el día paseaba para hacer el mal. Él sabía cuál era la zona de los castores, ciervos, conejos y todo animal que vivía en aquellos alrededores. Por eso siempre les ponía trampas, les gastaba bromas pesadas.

Un día, cuando paseaban por el bosque, Dimon, que así se llamaba el oso, decidió gastar una broma pesada a los castores. Dimon, que vivía cerca de la presa, al ver que los castores salían a por comida, abrió la presa, saliendo gran cantidad de agua, destrozando la casa de los pobres y trabajadores castores. Dimon se escondió detrás de un árbol, esperando a los castores. Cuando llegaron estos a su casa, al verla destruida, se echaron a llorar desesperadamente. Cuando salió Dimon de detrás del árbol, se rió de ellos a su cara. Entonces, al ver la magnitud de lo maldad de Dimon, decidieron vengarse de él.

Esperaron a que Dimon entrara en la cueva para que se durmiera. Mientras, ellos fueron a buscar al resto de los animales. Cuando se reunieron todos, entraron en la cueva. Hicieron mucho ruido y las estalactitas que había en el techo se derrumbaron. Dimon, como no pudo salir, se adentró en la cueva, cayéndose por un agujero. A todos los animales les dio pena y los castores, que sabían trabajar con la madera, le hicieron una escalera para subir.
Ya arriba, Dimon, ayudó a todos los animales.

 

 

Si yo fuera...
Por Paula Pérez Sáez. Alumna de 1º ES0 C del IES Valle de Camargo.
Primer premio de la IV Edición del Concurso de Relatos
"El Pozón de la Dolores"
(Primer ciclo)

Si yo fuera una cucaracha
tocaría el arpa en esta misma sala;

pero como no lo soy
me pongo a hacer gachas.

Si yo fuera un grillo cantor
comería lechuga y tocaría el tambor;

pero como no lo soy
me pongo a hablar con un pastor.

Si yo fuera un delfín saltarín
Jugaría con los peces del retiro de Madrid;

pero como no soy un delfín
correré, correré hasta el fin.

Si yo fuera un canguro
saltaría doce metros si me viera en un apuro;

no creo que sea un canguro
puesto que estudiar es muy duro.

Si yo fuera una zanahoria de huerto
me saborearía don Humberto;

pero como no soy una zanahoria
me subiré un rato en la noria.

Si yo fuera un chon elegante
tendría los ojos brillantes;

pero como no tengo ojos brillantes
me pondré una mascarilla hidratante.

Si yo fuera un hormiga bailarina
me metería entre la harina;

pero como no soy una hormiga bailarina
me como un par de mandarinas.

Si yo fuera una raqueta
jugaría al tenis con Anacleta;

pero como no soy una raqueta
me cojo una pataleta.

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Escritura
Por Jésica Quintero Villa. Alumna de 1º Bachillerato Humanidades y CCSS del IES Valle de Camargo.
Primer premio de la IV Edición del Concurso de Relatos
"El Pozón de la Dolores"
(Bachillerato)

Inmensa amargura
que recorre las venas de los dedos de mi mano
y produce un eco en mi conocimiento
al reconocer la nada y al querer contar el infinito
ya que confieso y temo en la simpleza:
¡qué no sé definir como sabio!

¡Anímate espíritu!,
no aprendiste la lección ya embocada
pero descubriste una de tantas emociones
que ocasionó que vibrasen las paderes
de tu corazón débil pero atento.

¡Confórmate!
Ésta, nacida de ti, desarrollada en un papel
y finalmente muerta en la sonrisa de mi boca,
de mi boca...

¿Es ésto poesía acaso Bécquer?
Mentes en proceso de comparación
y mi alma hundida al tener un imperio
en un segundo puesto de dos tan si quiera.

 

Aprender a Sonreir

Te echo de menos, anhelo tu sonrisa...
Lamento defraudate, me da miedo...
¿Por qué no estás?

Te siento cerca, necesito escucharte...
Odio envidiarte, te admiro demasiado...
¿Por qué no vuelves?

Te considero dios, ¡pero solo mio!...
Necesito tu energía, dame vitalidad...
¿Por qué no respondes?

Te apoderas de mi, tienes mi vida...
Recuerdo tu canción, bailar pegados...
¿Por qué te alejas?

Me echo a llorar, araña el sollozo...
Muere mi alma, grito bajo el silencio...
¿Por qué me miras?

Me siento indiferente, tiemblo...
Falta mucho aire, estoy ahogándome...
¿Por qué me abandonas?

Me olvido de ti, no puedo ni quiero...
Enloquezco sin ti, fin de mi meta...
¿Por qué me dejas?

Me aprendo tu consejo, sonreír...
Llévame contigo Germán, papá...
¿Por qué camino me dirijo al cielo?

Nadie superará la meta de quererte...
No lo superó el tiempo,
impediré tu olvido a cada instante...
Con las letras que poseo,
con la sangre de tu sangre...
Siempre te escribiré, te quiero.

 

La Chati del Lobito

Has quemado mi alma en la hoguera del odio,
has evaporado mi imagen de las nubes del rencor,
has hundido mi corazón en el mar del sufrimiento,
has enterrado mi error en el bosque del orgullo...
No mes has perdonado y yo te pedí perdón,
te toca a ti y ni te lo has planteado.
¡Hasta aquí hemos llegado!
Estoy cansada de sufrir, estoy cansada de luchar,
estoy canasada de amar, amar, amarte a ti...
Ayer, para poder vivir, pensaba que me amabas,
hoy para poder seguir, pensé que te matabas.

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¿Sabes?
Por Laura Díaz Portilla. Alumna de 1ºA Bachillerato del IES Santa Cruz.

 

No te culpo,
tu no tienes la culpa
de este amor que siento por ti;
Quizás, sí de mi sufrimiento,
tu cruel indiferencia
me parte el alma.

Sabes que te necesito,
que sin tí yo no sé ser feliz,
pero, acaso ¿te importa?
Te muestras dolido al verme así,
pero a veces me pregunto
si ese dolor será verdadero
o solamente invención tuya...

No sé cuál será la realidad,
sólo sé que en los momentos
en los que se ha de demostrar
ese "dolor" tú no lo haces,
y eso me rompe el alma.

Bien sabes que te quiero,
y que un mínimo gesto tuyo
me hierve la sangre,
me hace feliz,
pero cuando eso falta,
sabes que mi corazón se apaga,
que mi vida se va consumiendo
y mi esperanza se va muriendo.

 

 

 

Hoy los pájaros volvieron
Por Cosme del Olmo. Alumno de 2ºD ESO del IES. Las Llamas.
Primer premio del certamen literario del IES Las Llamas
Modalidad Poesía Alumnos de 1º a 3º ESO

Hoy las nubes me trajeron
volando, el mapa de España

Rafael Alberti


Hoy las nubes me trajeron
volando, el mapa de España
hoy los pájaros volvieron
hoy se consumó la hazaña.

Hoy no lloran los riachuelos
solo suenan las campanas
hoy esos pobres abuelos
sonríen entre sus canas.

En un pueblo de Castilla
normalmente solitario
algo pasa, todo brilla
a la puerta del santuario.

No explora el explorador
hoy no dispara el soldado
sus penurias, su dolor
ya lo tienen olvidado.

Hoy se inclinan ante el río
los chopos y las encinas
hoy este poema mío
no ve disputas o riñas.

Hoy los planetas no giran
hoy el mundo se ha parado
hoy el sol no nos mira
por fin la paz ha llegado.

Quisiera saber si así
nos sentiremos mejor
mi respuesta es que sí
quiero vivir con amor.

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Ausente
Por Sara Nogales Vara. Alumna de 4º C ESO
Primer premio del certamen literario del IES Las Llamas
Modalidad Poesía Alumnos de 4º ESO y Bachillerato

Eres como la noche, callada y constelada
Tu silencio es de estrella, tan lejano y sencillo
Eres viento que corre en mi sangre,
Que grita, llora
Que anhela tu mirada constante
Lejana, eterna.

Eres el silencio infinito
De la sigilosa luna
De rostro escondido
Tras su manto gris:
¿Es ella bruja encantada
Quien cada noche, indecisa,
Retorna tu mirada'?


Si la soledad no teme al frío,
Si cada estrella se encuentra sola
Si solamente deseo tus ojos,
Prefiero ahogar el corazón
Porque la noche llora
Y el cielo es tímido
Sí tú no estás.


Sintiendo que cada respiración
Se torna ausente, insegura
Como las flores bajo
Tristes lágrimas de lluvia.


Bellos ojos los que te miran
Si con solo verse reflejado
En tus pupilas conviertes
Las espinas en dulces besos,
El dolor en armonía,
La vida solo en caricias.


Caen las tardes ,
Ruedan las noches ,
Se desgarran las mañanas,
Y yo te sigo queriendo.


Es una obsesión de condena
Que arde en gritos de silencios
Mientras río ciegamente
y sin poder evitarlo
Hago de tu recuerdo
un llanto desconsolado.


¡Qué decir de tu sonrisa!
Cual delicioso pecado era,
Incluso las delicadas aves
Se enamoraban a tu paso
Creyendo ver un ángel
De plumas blancas,
Frondosas...
Preciosas. ..

Te amo.

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