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Trabajos: Relatos Poemas
Un examen un tanto raro Estoy yo entre una multitud de chavales altos, bajos, gordos y flacos. En realidad estaba haciendo un control con María Luisa (mi profesora de matemáticas) cuando sonó el timbre. Todos salieron disparados como una estampida de ñus, pero yo me quedé para preparar la clase siguiente. Entonces vi algo que casi me hace caerme de la silla: dos números (el 4 y el 8 concretamente) salían del examen y venían hacia mí. Eran tan chiquitines que una pulga de mar les habría parecido un aterrador enemigo. - ¿Quieres venir con nosotros?- me preguntó el cuatro.
Entonces el ocho me dio unas pastillas azules y blancas, igual que las que toma mi madre para dormir. Yo me tomé una, y la otra me la guardé, pues no me fiaba de esos dos tipos, números, lo que sea. Y empequeñecí. Dentro del examen, todo estaba plagado de números y las líneas
eran largos ríos de tinta. - ¡Bebe si quieres!- me dijo con una risita. Y yo no le iba a faltar al respeto, y bebí un poquito sólo (o al menos, eso me pareció). Pronto me puse alegre y, riéndome como un niño poseso, empecé a cantar el villancico Campana sobre campana en pleno otoño. Al rato, un dolor de cabeza increíble. La resaca era fuertísima. Para la próxima espabilo -pensé- estos me han robado la cartera. Menos mal que no llevaba nada. Me acerqué a ellos. Miré el reloj ¡Faltaban cinco minutos para la clase de naturales! - ¿Me váis a dar la respuestas del examen?- les
pregunté. Le solté un galletazo que le dejé K.O, se podría decir. El ocho se me tiró de cabeza, y yo le di una patada. Yo me quedé sin dedo gordo del pie, pero él sin su dentadura postiza. Ante la legión de números que se me echaba encima, puse
pies en polvorosa y me tomé la pastilla. ¡Me quitaron la cartera,
pero no la pastilla!. Cuando me hice grande otra vez, cogí el examen
y lo prendí fuego. Me da igual -me dije- de todas formas,
estaba suspenso... Y con esto me acordé de que me tocaba examen
de naturales, y no había estudiado.
Aquella tarde silenciosa a las orillas de la mar encontrábame yo en mis pesares mirando su cuerpo sin hablar. me hacían suspirar más la cálida brisa mecía su melena mientras soñaba su cantar. aunque penando ella está pues mientras canto sus ojos lloran sin cesar. Quizá su alma entre triste y solitario porque su amor se va mientras aquí, yo, en un rincón de la nada la observo sin pronunciar
Saliendo del abismo Una de las cosas más importantes en la vida, que deberíamos evitar, es la soledad. Esa sensación que sufrimos tras la falta de un ser querido. Esos momentos de ansiedad que surgen en nuestro interior. Pero, ¿cómo cortar esta situación? El tiempo consigue la victoria en esa lucha tan angustiosa. No conseguiremos
jamás disimular totalmente la soledad infinita, el vacío. Del dolor y también de las alegrías, damos forma a nuestra personalidad. Fuerza y sensibilidad se muestran como consecuencia de estas emociones que las diversas experiencias de la vida nos regala. Por todo ello, personalmente me digo: "apoyemos la fuerza y forjemos nuestra sensibilidad hacia un camino más prodigioso, donde el dolor aguante sin más motivo que contradecir al tiempo". Contradecir al tiempo para que éste no sea un constante punto final. El punto y aparte debe ser usado. Pero tampoco hay que olvidar el párrafo anterior, la vida anterior. En cada instante escribimos un punto y aparte en nuestra historia. Olvidar el contexto es imposible, difuminar nuestros pensamientos y recordarlos vagamente, es lo más común.
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