Nº31. Abril. 2002.

 


 

Trabajos:

Relatos
Un examen un tanto raro Por César Díaz
Tarde Anónimo
Saliendo del abismo Por Fernando Rivas

Poemas
Aquel maldito día Por Verónica Irizábal
Nada puedo hacer por tí Por Marta Martínez
Océano de dolor Por Noemí Díaz
Sin título Por Noemí Díaz
Recuerdo Por Angela García
Penas Por Marta Martínez
Amor imposible Por Rosa María Pérez
Pinta huellas en mi cuerpo Por Vanessa Calderón



 

 

 

 

 

 

Un examen un tanto raro
Por César Díaz Caviedes, alumno de 1ºC de ESO del Instituto José Hierro de San Vicente de la Barquera.

Estoy yo entre una multitud de chavales altos, bajos, gordos y flacos. En realidad estaba haciendo un control con María Luisa (mi profesora de matemáticas) cuando sonó el timbre. Todos salieron disparados como una estampida de ñus, pero yo me quedé para preparar la clase siguiente.

Entonces vi algo que casi me hace caerme de la silla: dos números (el 4 y el 8 concretamente) salían del examen y venían hacia mí. Eran tan chiquitines que una pulga de mar les habría parecido un aterrador enemigo.

- ¿Quieres venir con nosotros?- me preguntó el cuatro.
- Claro- respondí yo, pesando que me darían las respuestas correctas del examen, pues de la mitad del examen que tenía hecho, la mitad estaría mal.

Entonces el ocho me dio unas pastillas azules y blancas, igual que las que toma mi madre para dormir. Yo me tomé una, y la otra me la guardé, pues no me fiaba de esos dos tipos, números, lo que sea. Y empequeñecí.

Dentro del examen, todo estaba plagado de números y las líneas eran largos ríos de tinta.
Y comprobé pasmado que el cuatro se arrodilló y empezó a beber tinta a lingotazos.

- ¡Bebe si quieres!- me dijo con una risita. Y yo no le iba a faltar al respeto, y bebí un poquito sólo (o al menos, eso me pareció). Pronto me puse alegre y, riéndome como un niño poseso, empecé a cantar el villancico Campana sobre campana en pleno otoño.

Al rato, un dolor de cabeza increíble. La resaca era fuertísima. Para la próxima espabilo -pensé- estos me han robado la cartera. Menos mal que no llevaba nada. Me acerqué a ellos. Miré el reloj ¡Faltaban cinco minutos para la clase de naturales!

- ¿Me váis a dar la respuestas del examen?- les pregunté.
- ¿Las respuestas? ¡ni lo sueñes, niñato!- me soltó.

Le solté un galletazo que le dejé K.O, se podría decir. El ocho se me tiró de cabeza, y yo le di una patada. Yo me quedé sin dedo gordo del pie, pero él sin su dentadura postiza.

Ante la legión de números que se me echaba encima, puse pies en polvorosa y me tomé la pastilla. ¡Me quitaron la cartera, pero no la pastilla!. Cuando me hice grande otra vez, cogí el examen y lo prendí fuego. Me da igual -me dije- de todas formas, estaba suspenso... Y con esto me acordé de que me tocaba examen de naturales, y no había estudiado.
Lo suspendería. A no ser que...........

¿CONTINUARÁ?

 

 

 

 


Tarde
Por una alumna del IES José Hierro de San Vicente de la Barquera


Aquella tarde silenciosa
a las orillas de la mar
encontrábame yo en mis pesares
mirando su cuerpo sin hablar.

Su tierna sonrisa y sus brillantes ojos
me hacían suspirar
más la cálida brisa mecía su melena
mientras soñaba su cantar.

Cantar dulce,
aunque penando ella está
pues mientras canto
sus ojos lloran sin cesar.
Quizá su alma entre triste y solitario
porque su amor se va
mientras aquí, yo, en un rincón de la nada
la observo sin pronunciar

 

 

 

Saliendo del abismo
Por Fernando Rivas Fernández, alumno de 2º de Bachillerato del IES Valle de Piélagos.

Una de las cosas más importantes en la vida, que deberíamos evitar, es la soledad. Esa sensación que sufrimos tras la falta de un ser querido. Esos momentos de ansiedad que surgen en nuestro interior. Pero, ¿cómo cortar esta situación?

El tiempo consigue la victoria en esa lucha tan angustiosa. No conseguiremos jamás disimular totalmente la soledad infinita, el vacío.
Nos preocupa el dolor, sufrir, siempre queremos conocer el camino hacia la salvación, sin tropezar en piedras de angustia. Desafortunadamente la vida nos da muchas lecciones, de las que aprendemos aunque nuestro subconsciente no lo desee.

Del dolor y también de las alegrías, damos forma a nuestra personalidad. Fuerza y sensibilidad se muestran como consecuencia de estas emociones que las diversas experiencias de la vida nos regala. Por todo ello, personalmente me digo: "apoyemos la fuerza y forjemos nuestra sensibilidad hacia un camino más prodigioso, donde el dolor aguante sin más motivo que contradecir al tiempo". Contradecir al tiempo para que éste no sea un constante punto final. El punto y aparte debe ser usado.

Pero tampoco hay que olvidar el párrafo anterior, la vida anterior. En cada instante escribimos un punto y aparte en nuestra historia. Olvidar el contexto es imposible, difuminar nuestros pensamientos y recordarlos vagamente, es lo más común.