Los alumnos 
                            de 4º ESO hemos tenido que ver para la clase 
                            de Ciencias Sociales el documental llamado 'Comprar, 
                            tirar, comprar'. Habla sobre la historia secreta de 
                            la obsolescencia programada. 
                          
                             
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                                  'Comprar, tirar, comprar'.  | 
                             
                           
                           
                          La obsolescencia programada consiste 
                            en crear y comercializar productos con una vida útil 
                            ya determinada durante el proceso de fabricación, 
                            con el fin de que si el producto falla antes, el consumidor 
                            compre antes, aumentando así el consumo. La 
                            obsolescencia programada está alimentada por 
                            el deseo del consumidor de poseer un producto un poco 
                            más nuevo un poco antes de lo necesario. 
                          Durante los 52 minutos que dura, 
                            el documental muestra paralelamente dos historias: 
                            por una parte, el comienzo y la historia de la obsolescencia 
                            programada, y el porqué de los productos cada 
                            vez duren menos y sus consecuencias, y por otra, un 
                            caso particular que le ocurre a Marcos, un hombre 
                            de Barcelona. Su impresora deja de funcionar, reclamando 
                            cambiar piezas estropeadas. Tras llevarla a varias 
                            tiendas y recibir siempre la respuesta de comprar 
                            una nueva, el catalán comienza a investigar. 
                            Así, encuentra un vídeo sobre ello y 
                            se pone en contacto con el autor del mismo. Descubre 
                            que la impresora contiene una esponja, cuyo objetivo 
                            es recoger la tinta que sobra, y esta está 
                            llena, impidiendo el funcionamiento. Además, 
                            hay un chip que, tras determinado número de 
                            usos, bloquea la impresora y tampoco la deja continuar 
                            siendo útil. Continúa buscando y encuentra 
                            a un hombre ruso que creó un software para 
                            reformatear el chip. Lo descarga y usa, y finalmente 
                            repara su impresora. 
                          La otra historia comienza en el parque 
                            de bomberos de Livermore, California. Lynn Owen, su 
                            presidente, nos cuenta que allí está 
                            la bombilla más antigua y funcional del mundo; 
                            desde 1901 no se ha apagado ni una sola vez e incluso 
                            hicieron una gran "fiesta de cumpleaños" 
                            cuando cumplió un siglo. Fue creada en Shelby, 
                            Ohio, alrededor de 1895. El filamento fue inventado 
                            por Adolphe Chaillet, pero el secreto de por qué 
                            es tan resistente murió con él. 
                          Con este invento, la bombilla, se 
                            habló por primera vez de la obsolescencia programada. 
                            En 1881 Edison puso a la venta la primera bombilla, 
                            de 1.500 horas de duración. Para 1924, su vida 
                            útil era de hasta 2.500. La Navidad de ese 
                            mismo año se creó Phoebus, un cártel 
                            que pretendía no solo controlar la producción 
                            de bombillas a nivel mundial sino también al 
                            consumidor, con el fin de que la gente comprase regularmente 
                            bombillas. Así, limitaron la vida útil 
                            de estas a 1.000 horas y en 1925 se creó el 
                            comité de las 1.000 horas de vida para reducir 
                            técnicamente la resistencia de estas. Se multaba 
                            severamente a los trabajadores si se desviaban de 
                            los objetivos establecidos, y los ingenieros tuvieron 
                            que hacer bombillas con filamentos más frágiles. 
                            A pesar de la creación de bombillas que duraban 
                            mucho más, hasta 100.000 horas, estas nunca 
                            se comercializaron. 
                          A pesar de que el cártel nunca 
                            existió oficialmente, ya que continuamente 
                            cambiaban de nombre, el rastro de su trabajo no ha 
                            desaparecido, y la idea de obsolescencia programada 
                            sigue existiendo. 
                          La revolución industrial generó 
                            una producción mediante máquinas que 
                            la gente no podía seguir. Al haber un gran 
                            exceso, los precios bajaron enormemente y la gente 
                            compraba por diversión, no por necesidad, acelerando 
                            la economía. 
                          Este consumismo compulsivo se frena 
                            tras el crack de Wall Street en 1929, y la economía 
                            se hunde. Es entonces cuando por primera vez sale 
                            a la luz el término "obsolescencia programada" 
                            de la boca de Bernard London, que propuso hacerla 
                            obligatoria, y que tras el periodo estimado de vida 
                            útil el producto se consideraba muerto, debía 
                            darse al gobierno para destruirlo, y había 
                            que comprar uno nuevo, creando puestos de trabajo, 
                            y así se reactivaría la economía. 
                            Pero nunca se puso en práctica. 
                          El término vuelve a aparecer 
                            en la época de 1950, pero sin intentar obligar 
                            al consumidor a comprar sino a seducirle para que 
                            compre. Se producían continuamente nuevos modelos 
                            innovadores, a veces con mejoras o cambios escasos, 
                            de diferentes objetos, y mediante campañas 
                            publicitarias y marketing se ofrecían a la 
                            gente, creando en ella el deseo de tenerlo. El objetivo 
                            de la sociedad no es crecer para satisfacer las necesidades, 
                            sino crecer porque sí. Pero esta mentalidad 
                            no es sostenible, no puede haber una producción 
                            ilimitada a partir de recursos limitados. 
                          En 1940 aparece el nylon, una fibra 
                            sintética de gran resistencia. Al principio 
                            las mujeres estaban encantadas, sobre todo las de 
                            quienes trabajaban en las fábricas, porque 
                            fueron las primeras en probar estas medias, que eran 
                            muy buenas y no hacían carreras. Pero reflexionaron 
                            en que si duraban tanto no venderían mucho 
                            producto, por lo que los ingenieros tuvieron que debilitar 
                            el material para que fuese más frágil. 
                          Los ingenieros tenían un debate 
                            de ideas éticas, pues los de la vieja escuela 
                            pensaban que debían hacer productos duraderos 
                            de calidad que no se rompiesen fácilmente, 
                            y los de la nueva escuela quisieron hacer productos 
                            frágiles, cuanto más desechabas mejor, 
                            y acabaron por salirse con la suya. 
                          Sin embargo, en los países 
                            del bloque del este, de régimen comunista, 
                            no existía la obsolescencia programada, porque 
                            la economía estaba planificada por el estado, 
                            era poco eficiente y crónicamente faltaban 
                            recursos. En la antigua Alemania del este, comunista, 
                            se crearon lavadoras y neveras que duraban 25 años 
                            y bombillas de larga duración. Éstas 
                            se hicieron con el fin de ahorrar tungsteno y recursos, 
                            pero cuando fueron ofrecidas a los occidentales en 
                            la feria de Hanover de 1981 las rechazaron. Esta forma 
                            de producción terminó tras la caída 
                            del muro de Berlín. 
                          En la era de internet, los consumidores 
                            están dispuestos a luchar contra la obsolescencia 
                            programada. Casey Neistat compró un iPod de 
                            500 dólares, y en un año murió 
                            la batería. Llamó al servicio de Apple, 
                            pero le dijeron que no podía cambiarla y que 
                            la solución era comprar otro. Indignado ante 
                            que su única opción fuera renovar el 
                            aparato, él y su hermano hicieron un corto 
                            que mostraba cómo ellos hablan ido por la ciudad 
                            grabando en todos los carteles que anunciaban iPods 
                            su corta vida útil sin posibilidad de cambio. 
                            El video fue un éxito, y visto por muchas personas; 
                            concretamente por una abogada en San Francisco, que 
                            decidió demandar a Apple por esto. Tras una 
                            demanda colectiva de muchos consumidores de productos 
                            Apple y varios juicios, la empresa salió perdiendo, 
                            comprometiéndose a alargar la vida útil 
                            del iPod y a ofrecer recambios de baterías. 
                          Con Apple no hay posibilidad de devolver 
                            el producto para su correcto reciclado. Pero es solo 
                            un ejemplo más de grandes empresas que se venden 
                            como ecologistas pero no tienen una buena política 
                            medioambiental. Muchos residuos y material sin uso 
                            de estas empresas acaban en países del tercer 
                            mundo como Ghana. Es ilegal hacer esto, pero diciendo 
                            que son de segunda mano los llevan a estos países, 
                            aunque sean inservibles y acaben abandonados en vertederos, 
                            muchas veces reventando el paisaje y la tierra de 
                            esta gente, cargándose sus recursos. Por ejemplo, 
                            el río Odaw ya prácticamente no existe, 
                            rebosa de residuos y ya no sirve como fuente de alimento 
                            y ocio. Solo sirve para recoger chatarra. 
                          Pero la gente está actuando 
                            desde todas las posiciones sociales y geográficas. 
                            Un hombre en el tercer mundo está recogiendo 
                            residuos con etiquetas significativas de empresas 
                            como prueba para demandarlas. En Francia, un hombre 
                            ayuda a la gente a sacar adelante ideas para luchar 
                            contra la obsolescencia, por ejemplo, reparando cosas. 
                            Aquí es muy sencillo tirar un objeto y comprar 
                            uno nuevo, pero en los países del sur es impensable, 
                            los productos se arreglan por difícil que sea. 
                            Otro hombre, descendiente de los creadores de Philips, 
                            está creando bombillas que duran 25 años. 
                          La obsolescencia programada es completamente 
                            negativa, incluso siendo observada desde el fondo. 
                            Se necesita una producción sostenible para 
                            un buen negocio. 
                          Si tenemos en cuenta todos los gastos 
                            reales que suponen la creación y distribución 
                            de un producto, lo que cuestan los recursos, la energía 
                            empleada, el transporte... vemos clarísimamente 
                            cuán caro es el coste, y cuánta falta 
                            hacen productos más duraderos. 
                          Otra alternativa es modificar la 
                            producción e ingeniería, que las fábricas 
                            actúen como la naturaleza, hacer de los residuos 
                            recursos, de manera que, aunque los productos tengan 
                            una corta vida útil, tengan otra función 
                            después de muertos; o utilizar materiales que 
                            no sean tóxicos, o al menos más respetables 
                            con el medio ambiente. 
                          Actualmente se busca el movimiento 
                            llamado decrecimiento, buscar el crecimiento sostenible 
                            y viable. Se basa en reducir el despilfarro, el sobreconsumo 
                            y la sobreproducción, dejando libre tiempo 
                            para buscar otras formas de riqueza de carácter 
                            moral, como el conocimiento o la amistad, dejar de 
                            pensar que cuanto más tengamos más felices 
                            seremos. 
                          Al final, el progreso de la sociedad 
                            se basa en un cambio de mentalidad. Como decía 
                            Ghandi: "El mundo es suficientemente grande para 
                            satisfacer las necesidades de todos, pero siempre 
                            será demasiado pequeño para satisfacer 
                            la avaricia de algunos".  
                           
                           
                          
                          
                          
                             
                               
                                    
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