Cuando nos hablaron de una nave industrial en Santander
dedicada al mundo de la cultura nos llamó la
atención. De entrada lo que más despertó
mi curiosidad fue su nombre: 'La nave que late'. La
primera pregunta surgió de inmediato: si late,
tendría corazón ¿no? y si tiene
corazón ¿dónde se encontraba
éste?
'La nave que late' se llama así gracias a
un artista con el que los promotores discutieron el
nombre. El nombre original iba a ser "la nave
que late más allá de los libros",
ya que la Biblioteca Central de Cantabria está
cerca, pero era muy largo y de ahí surgió
'La nave que late'. Es una iniciativa privada que
ha recuperado una antigua nave industrial obsoleta
en el puerto de Santander, cambiando su uso al mundo
cultural. Esta idea no es nueva y a lo largo de la
historia edificios nacidos para una actividad han
ido reconvirtiéndose a otras por distintos
motivos, en ocasiones promovido por instituciones
públicas y en otros por iniciativas privadas.
Ciudades como Nueva York, Londres, París presentan
numerosos ejemplos de este tipo de nueva arquitectura.
Es el caso de la Tate Modern en Londres, que antiguamente
era una central eléctrica.
Aunque hemos visto que la idea no es nueva, parece
atrevido apostar por el mundo cultural, sobre todo
si es en una ciudad pequeña como Santander
y sin ayudas públicas. Un dato que podría
invitar al optimismo es la creación de una
sinergia cultural en la zona. Esta nave, anclada junto
al mar, se encuentra cerca de la Biblioteca Central
y a escasos metros de donde se está acometiendo
la construcción del Centro Botín, un
coloso que emerge con un pie en la Bahía y
otro entre sus legendarios jardines; un gigante muy
del gusto actual, llamado a revolucionar la oferta
cultural de Santander y, con ella, su mercado turístico;
un titán que podría liderar la creación
de una zona cercana al puerto dedicada al sector terciario,
reconvirtiendo los usos industriales de múltiples
edificios abandonados en nidos en los que crear y
compartir, en centros de emprendimiento cultural.
La ciudad se beneficiaría, ya que ganaría
terreno para el disfrute de los ciudadanos, recuperaría
edificios abandonados destinados a la ruina, ante
su falta de mantenimiento, y tendría un posible
reclamo turístico que aportaría ingresos.
Pero todo esto solo es una quimera. Lo único
cierto es que 'La nave que late' ya está funcionando.
Los promotores, un empresario (Carlos Quintana)
y una fotógrafa (Carmen "Caramela"
Revuelta), la definen como un lugar para reunir, crear,
compartir, celebrar y disfrutar. Aseguran que tiene
una luz estupenda, lo cual la hace idónea para
sesiones de fotografía y videográficas.
La ponen a disposición de artistas y enamorados
de la cultura, y en general de todo el público,
para la celebración de cursos, experimentos,
talleres y eventos. Y por eso la nave nos ha parecido
hermosa, y a la vez melancólica. Un pequeño
corazón que late con brío al margen
del poder, entre la gente, por pura razón natural,
sin ser como tal un negocio, creciendo con mucha ilusión
y poco dinero.
La nave no ha variado, desde el punto de vista arquitectónico,
desde aquellos tiempos en que rezumaba industria.
Simplemente ha tenido un lavado de cara para conseguir
el ambiente necesario para el desarrollo de las actividades
propias de un centro cultural. La función,
como un espacio donde hacer exposiciones, presentaciones,
cursos y otros temas relacionados con la cultura y
el arte, está por encima del diseño.
Lo que tiene esta nave es que está totalmente
viva, es decir, que de un evento a otro puede cambiar
radicalmente. Lo que hoy ves, mañana está
escondido, naciendo en cada esquina y cada cabrete
un espacio nuevo, agradable y sugerente. Se han esmerado
en crear un espacio vivo de ilusiones a través
de la decoración de todos y cada uno de los
rincones de la nave. Gracias a su imaginación
la decoración puede variar en función
del acontecimiento que vaya a tener lugar en cada
momento. Su intención es la de crear un mundo
mágico adaptado a las características
de cada celebración.
Por lo tanto, en el puerto de Santander hay una nave
que late porque tiene corazón, el corazón
de quienes apostaron por dar vida a un edificio muerto
y recuperarlo para los cántabros. Espero que
nuevas iniciativas, sean cuales sean, recuperen edificios,
espacios, naves… y los doten de su correspondiente
corazón para que todos juntos hagan que podamos
decir: "La ciudad que late".

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