Érase
una vez un pueblo de Cantabria llamado Reinosa. Era
un pueblo de montaña, con casas pequeñas
y tejados rojos, atravesado por un río, el
Ebro, poco profundo y con aguas muy frías que
caían desde las montañas de la Cordillera
Cantábrica.
Todos los inviernos nevaba y los
niños se divertían con la nieve haciendo
muñecos grandes y blancos, dibujando ángeles
en el suelo y tirándose bolas. Siempre era
así, pero hubo un año diferente y dos
niñas descubrieron un secreto que guardaba
la nieve...
Su historia comienza así:
Una mañana de invierno Raquel se levantó
dando un salto desde su cama, feliz, pidiendo que
estuviera nevando. Se acercó a la ventana,
pegó la nariz al frío cristal y, justo
en ese momento, oyó a su madre gritándola
"¡corre, baja a desayunar, vas a llegar
tarde al colegio y está nevando!".
Raquel se vistió rápido, se puso sus
vaqueros, un jersey de lana azul y unas botas altas
para poder pisar la nieve. Desayunó, y con
un gigantesco gorro rojo con orejeras, un par de guantes
y su bufanda preferida salió corriendo a la
parada del bus donde la esperaba María, su
mejor amiga.
En el autobús fueron hablando de sus deberes,
del examen de mates, del fin de semana pasado y de
la nieve.
- "María, ¿no te parece que la
nieve está rara?"- le dijo Raquel.
- "Síiiii, es.... ¡rosa!"
Y eso no era normal, la nieve es blanca, siempre
ha sido blanca.
Después del cole, María invitó
a Raquel a merendar a su casa para luego salir a jugar
con la extraña nieve rosa. Salieron a la calle,
Raquel cogió un poco de nieve e hizo una bola
pequeñita para tirársela a María
(con poca puntería, por cierto) y se chupó
los dedos impregnados de restos de nieve.
- "Ummmmm, ¡sabe a.... fresa!"- dijo.
María cogió un poco del suelo, lo chupó
como si fuera un helado y con una sonrisa de oreja
a oreja dijo: "Está buenísima,
pero.... si la nieve solo sabe a agua, ¿cómo
puede tener este sabor tan rico?"
Se montó un gran follón en Reinosa,
empezaron a llegar reporteros de todas partes para
ver la fabulosa nieve. Vinieron desde China, Japón,
Alemania... nunca se había conocido nada igual.
Después aparecieron científicos que
intentaban descubrir el porqué de este fenómeno.
A las dos amigas tanto revuelo les daba igual. Ellas
seguían con sus clases y sus juegos, seguían
juntándose para hacer los deberes, merendar
y seguían yendo a patinar cuando terminaban.
Uno de esos días, patinando a toda velocidad
por las calles del pueblo llegaron hasta la zona más
baja, donde casi nunca iban y donde pensaban que nadie
vivía. Allí se encontraron una cueva
con una puerta pequeña de la que salía
humo rosa por la chimenea. Se quitaron los patines
para poder acercarse y, lentamente, fueron hasta una
pequeña ventanuca. Raquel se subió encima
de los hombros de María intentando llegar hasta
el cristal, pero no había manera de ver lo
que pasaba dentro, así que decidieron llamar
a la puerta para descubrir quién vivía
allí.
- "Toc, Toc"
Una vocecita dulce, tan dulce como la fresa les contestó:
- "¿Eres tú, Raquel?, ¿viene
María contigo?"
Teníais que ver la cara que se les puso a
las dos ¡impresionante! ¿Cómo
podía saber sus nombres? ¿De quién
era esa vocecita?
Empujaron la puerta y se asomaron una encima de la
otra. Era una habitación pequeña pero
muy iluminada, con una mesa pequeña con cuatro
sillitas, una hoguera en el centro y encima un caldero
del que salía el humo rosa hacia la chimenea.
La voz procedía de una mecedora que estaba
moviéndose junto al fuego.
- "Pasad, pasad, aquí sois bienvenidas.
Supongo que ya habéis visto la nieve rosa,
¿verdad?"
- "O sea, que lo haces tú"- exclamaron
las dos niñas a coro.
- "Así es. Yo soy la encargada de traer
la nieve todos los inviernos. Pero este año
la he cambiado, y he decidido que en Reinosa la nieve
sea rosa y con ese saborcillo dulce de la fresa".
- "¿Y eso por qué?"- dijo
María.
- "Porque una niña me mandó esta
carta"- dijo señalando un sobre pequeño
que había encima de la chimenea:
"Querida Hada del Invierno:
Yo nunca he visto la nieve, porque siempre he vivido
en el Sáhara, y en mitad del desierto no nieva.
Este año mi papa ha encontrado trabajo en Reinosa
y me han dicho que aquí nieva todos los años.
Por eso te pido que mandes la nieve cuanto antes.
Besos,
Zahara"
- "Esa niña no sabe tampoco lo que son
las fresas, y mucho menos el algodón dulce;
por eso he pensado que como regalo de bienvenida este
año la nieve iba a ser diferente: rosa y dulce.
¿Qué os parece?"
Las dos niñas no contestaban, estaban alucinadas
con el hada, con su cueva y con la historia. Se quedaron
allí todavía un buen rato, con la misma
sonrisa de oreja a oreja que pusieron la primera vez
que chuparon la nieve; hablaron con el hada, jugaron
con ella y les enseñó los polvos de
nieve rosa. Ése sería su secreto.
Se hacía de noche, tenían que volver
a casa. Se pusieron sus gorros de lana con orejeras,
le dieron un gran beso a su nueva amiga y empezaron
el camino de vuelta. María le dijo a Raquel:
- "Me ha encantado conocerla, pero ¿tú
crees que si contamos esto alguien nos va a creer?"
- "¡Uf!, yo creo que no".
- "Ya, ¿y si escribimos un cuento? Así
parecerá que nos lo hemos inventado"-
le dijo María.
En ese momento, la vocecita dulce se oyó de
nuevo y les dijo: "Salam alikum".
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