Había una vez un niño que se llamaba
Juan y estudiaba en un colegio de las afueras de Santander.
Allí conoció a una chica que se llamaba
Nora. Ellos se hicieron amigos y empezaron a resolver
misterios que sucedían en ese colegio. Hasta
qué un día se encontraron con un hecho
impactante: todos los ordenadores del centro habían
desaparecido. Alguien los había robado.
El director convenció a los dos alumnos para
que lo investigasen. Juan, echando un vistazo a la
sala de ordenadores, encontró un collar en
el suelo y a su lado un nota que decía: "si
queréis que los ordenadores vuelvan a su sitio,
tendréis que dejar vuestro juego de detectives".
Inmediatamente Juan y Nora se lo comentaron al director
e idearon una trampa para coger al ladrón.
Publicaron entonces en la revista del colegio la noticia
de que habían dejado de resolver misterios.
Cuando el ladrón se enteró, se dirigió
a la sala para devolver toda la tecnología
sin contar con la cámara que habían
puesto para averiguar de quién se trataba.
Al día siguiente, Juan y Nora llamaron a cinco
sospechosos: el director, el conserje, la profesora
de mates, el profesor de lengua y Javier, el mejor
amigo de Nora. Éste último se puso muy
nervioso e intentó escapar, pero Juan le atrapó,
se golpeó y quedó inconsciente. Cuando
despertó, explicó a todos el porqué
lo había hecho, pero nadie le creyó.
Juan y Nora propusieron un castigo al director para
él, pero cuando se lo fueron a comunicar a
Javier, éste se encontraba muerto. Al lado
había una nota en donde se podía leer:
"Te quiero Nora, por eso hice lo que hice, y
lo que acabo de hace es porque te quiero".
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