Lucía narra una anécdota de su infancia
que seguro no es ajena al lector. Su padre era parco
en elogios. Un día le oyó susurrar a
un amigo que ella era muy inteligente "¡y
lo contaba como si fuera un secreto para que no me
lo creyera! ¿Pero qué tiene de malo
saberse lista?", se pregunta. Hace unos años
los elogios a los hijos eran casi una excepción.
No así las críticas y regañinas.
Hoy en día, allá donde hay niños,
se oye de fondo al coro de padres animadores gritando:
"¡Vamos campeón!", aunque sea
obvio que el chaval no tiene su mejor día.
¿Por qué elogiamos tanto a los hijos
ahora?
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Quizá la explicación esté en
que no queremos cometer los errores de nuestros padres,
porque nos gusta sentir que somos los creadores de
tan excelente ejemplar de niño y, sobre todo,
porque los queremos mucho y deseamos que se sientan
bien. Es positivo apoyar e incentivar a los niños,
pero hacerles sentir fantásticos por casi todo
tiene el mismo efecto negativo que las críticas
sin sentido de la generación anterior.
LOS ELOGIOS VANOS
En el equilibrio está la virtud, el exceso
de ensalzamientos tiene efectos secundarios:
1. Niños dependientes. Lorena alababa por
casi todo a su hijo. Con 15 años ha cambiado
la necesidad de valoración de su madre por
la de la niña que le gusta hasta convertirse
"en un pagafantas", según su expresión.
Ahora está aprendiendo a tener sus propios
juicios y ha dejado a la chica cuando le retó
a ver qué estaba dispuesto a hacer por ella
¡quería un móvil de alta gama!
2. Niños inseguros. Un estudio de la Universidad
de Florida descubrió que los estudiantes muy
elogiados se sentían inseguros y dudosos cuando
tenían que expresar sus propias ideas y tendían
a cambiar de opinión antes si un adulto estaba
en desacuerdo.
3. La falsa autoestima. Decir que algo es muy bueno
cuando es francamente corriente desorienta a los niños,
les indica una falsa realidad y no les motiva a mejorar.
Si ya soy un artista, ¿para qué molestarse
en retocar?
4. Angustia de ejecución. Los hijos elogiados
por su inteligencia y no por su esfuerzo tienen más
ansiedad por la ejecución de la tarea: temen
fracasar, eligen actividades que saben y se aplican
menos cuando los problemas se complican.
Si el elogio no ayuda a generar confianza, ¿qué
hacemos? Solemos ensalzar al crío por lo que
hace y si ha cubierto nuestras expectativas: elogio
por el logro. "Muy bien cariño" es
una muletilla que decimos casi sin mirar. No elogiemos
por lo que son capaces de hacer, con "un gracias"
basta. Es preferible hacerlo cuando realizan una tarea
verdaderamente difícil. Otro tipo de elogio
valora cómo hace el niño las cosas y
su esfuerzo, inventiva y constancia: elogio por el
proceso. En este caso, el error es parte del proceso,
y por lo tanto, del aprendizaje. ¿Cómo
conseguiste meter ese gol? Ofrecer su escucha es la
mejor valoración.
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