Mira
a tu alrededor. Seguro que ves muchas cosas. Ahora
fíjate en los materiales de las cosas que te
rodean: tela, madera, papel, cartón, metal
y… plástico. Bolígrafos de plástico,
botellas de plástico, contenedores de plástico…
¿Sabemos lo que cuesta producir ese plástico,
los impactos que causa?
Plástico, plástico y más plástico.
Lo preferimos ante otros materiales, principalmente
porque es más barato. Tomemos una botella de
plástico como ejemplo, de cualquier marca que
se nos venga a la cabeza. En una tienda, por una botella
de 1’5L podemos llegar a pagar 0’50 céntimos.
Desde el punto de vista económico, es barata,
y por tanto la compramos. Pero desde el punto de vista
medioambiental, ¿sabemos en realidad lo que
cuesta producir ese plástico?, ¿sabemos
los impactos que causa? Y ¿qué pasa
con él una vez lo tiramos (como muchas personas
siguen haciendo) al contenedor junto a la basura orgánica?
Cualquier objeto que adquirimos, desde una insignificante
goma de pelo hasta el coche mejor equipado del mercado,
presenta una mochila ecológica. Y no, no es
una mochila llena de cosas ecológicas que ayudan
al medioambiente. Es el conjunto de materiales y energías
movilizados y transformados durante todo el ciclo
de vida de un producto, desde su creación,
pasando por su uso, hasta que finalmente lo tiramos
porque ya no nos sirve, siendo el último paso
el más importante.
Tenemos la posibilidad de elegir dónde tiramos
nuestros residuos. Sigamos con la botella de plástico
e imaginemos que somos ciudadanos responsables y la
tiramos al contenedor amarillo. El simple acto de
tirarlo a ese contenedor da comienzo al reciclaje
de la botella. La botella es llevada a una planta
de reciclaje, donde se prensará junto a otras
para ocupar menos espacio y formará grandes
bloques, los cuales pueden llegar a contener hasta
5.000 unidades de plástico. Tras ello comienza
el verdadero proceso de reciclaje, que consiste en
varias etapas:
- Las botellas son lavadas, requiriendo por tanto
grandes cantidades de agua y detergente que pueden
ser reutilizados para reducir dicho gasto. Se eliminan
las etiquetas pegadas a las botellas, siendo uno de
los materiales más contaminantes.
- Una vez limpias, se secan y se clasifican según
el plástico con el cual han sido fabricadas.
El más común es el PET (polietileno
tereftalato), aunque también las hay de PVC
y otros tipos de plástico. En algunas plantas
de reciclaje también las separan por colores.
Tras la clasificación se trituran, obteniendo
pequeños trozos o escamas de plástico.
- Las escamas pasan a un tratamiento con soda cáustica
para secarlas y evitar la degradación de una
resina especial que poseen, obteniéndose una
mezcla de sales y escamas que se filtra y se remueve
a altas temperaturas.
- A continuación pasa por un tubo llamado extrusor,
en el cual se separarán partículas indeseables
de la masa fundida, y después esta cristaliza.
- El material obtenido es refinado para aumentar su
resistencia y cualquier contaminante es eliminado,
por lo que no recibe ningún tratamiento químico
y respeta el medioambiente.
- Por último, obtenemos de nuevo el plástico,
que puede utilizarse para fabricar nuevas botellas
de plástico u otros productos, además
de que es entre un 20 y 30% más barato que
un plástico que ha tenido que pasar por todo
el proceso de fabricación (extracción
del petróleo, síntesis de los polímeros,
etc.)
Ahora supongamos que nos da igual dónde tirar
la botella y la tiramos al contenedor junto a los
residuos orgánicos. La botella será
llevada a un vertedero normal. La materia orgánica
acabará descomponiéndose, pero ¿y
esa botella de plástico? ¿Sabéis
lo que tarda? Nada menos que entre 100 y 1000 años,
y eso suponiendo que se tire a un vertedero. ¿Qué
pasaría si la tiráramos al río
o al mar? A simple vista una botella no puede hacer
ningún daño, pero la realidad es que
sí. Más de 6,4 millones de toneladas
de plástico llegan cada año a las profundidades
de los océanos. Todo ese plástico provoca
la pérdida de biodiversidad y la muerte de
miles de ejemplares de diferentes especies; y aunque
parezca que no nos afecta, la realidad es que las
costas españolas se encuentran entre las más
contaminadas, junto a las francesas e italianas.
Todavía no es tarde para actuar. Nunca es
tarde para empezar a reciclar y mejorar las condiciones
del planeta. Cada ocho cajas de cereales equivalen
a un libro, cada 40 botellas de plástico equivalen
a un forro polar, y 80 latas de refresco equivalen
a una llanta de bicicleta.
En el instituto se realiza una recogida de tapones
de botellas, así como de bolígrafos
u otros materiales escolares que contengan plástico.
Este último proyecto se llama 'TerraCycle',
y lo único que hay que hacer es tirar el boli
una vez que ya no sirva a las botellas o cajas que
hay en varias aulas del instituto (francés,
historia, biología…) que tienen el logo
de TerraCycle. Los tapones son recogidos en un contenedor
rojo que se encuentra cerca de conserjería.
Reciclar puede parecer un acto sin importancia, a
pesar de que la tenga y de que aumente cada día.
Si todos colaboramos podemos conseguir un planeta
más sano y limpio, y muchas especies animales
y vegetales, incluso los futuros seres humanos, lo
agradecerán. Así que ya sabéis…
¡a reciclar!
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