Decía
Winston Churchill que la historia está escrita
por los vencedores. Los atentados de Bruselas o París
coparon durante días las portadas de los principales
medios de comunicación del mundo mientras Siria
se desangra ante la indiferencia de Occidente.
Vivimos en un mundo lleno de convencionalismos
en el que hace ya tiempo que se decidió qué
era bueno y qué era malo sin que, al final,
nadie lo pusiera en duda. En un mundo donde los
poderosos han decidido quién es el malo de
la obra y quién el superhéroe que
nos salva. Porque, como en los cómics, cuando
el malo mata es porque es malo, un egoísta,
pero cuando el bueno mata es porque tenía
un motivo superior, el bien común.
¿Por qué iba a poner,
si no, su vida en peligro? ¿Fama? ¿Satisfacción
personal? ¿Adrenalina? No, nos enseñan
que es por una causa desinsteresada, para proteger
a la humanidad, pero ¿a qué humanidad?
¿A la que vive en la Sexta Avenida?, ¿en
París?, ¿en Escandinavia?
Los malos también tienen
sus superhéroes, suelen ser a los que nosotros
conocemos como villanos. Y, ¿contra quién
luchan sus superhéroes? Contra los nuestros,
por lo que, al final, solo hay que cambiar de niño
para ver un héroe u otro, pero, como ya he
dicho, quien tiene la imprenta son nuestros líderes
y ya repartieron los papeles hace tiempo.
Nos creemos las noticias como si
fuese la verdad absoluta. Algunos cambian de canal
creyendo que son más listos, atreviéndose
incluso a comparar información, sin darse
cuenta de que, por mucho que cambien, los canales
y su contenido van a ser siempre los mismos, y nuestros
"grandes héroes" tienen la habilidad
de aparecer como tales en todos ellos. Porque las
Torres Gemelas, o 9/11, fue un atentado terrorista
imperdonable, sin embargo la bomba que cayó
en un pueblo remoto de Siria matando a más
de cincuenta personas fue un pequeño accidente
de nuestro impecable superhéroe, porque,
al fin y al cabo, hasta los héroes tienen
un mal día, y nosotros al menos podemos perdonarle
algo tan tonto.