Uno de
los grandes avances en la tecnología en los
últimos cincuenta años ha sido la aparición
de los móviles y de Internet. Estos han conseguido
que la comunicación sea muchísimo más
fácil de cómo lo era antes; es instantánea,
apenas se tarda unos segundos en contactar con una
persona que puede estar a 20 o a 20.000 kilómetros.
Pero también trae consigo muchos inconvenientes.
Los jóvenes de hoy en día,
que han crecido con la tecnología pegada
a sus manos, son muy distintos a como lo eran nuestros
abuelos en su juventud. Ellos salían a la
calle con el propósito de arrasar el mundo,
se divertían y disfrutaban sin necesitar
nada más que a sus amigos. Está claro
que en la actualidad también los jóvenes
disfrutan, pero hay un factor que lo cambia todo:
el móvil. Ninguno puede vivir sin él.
Siempre que ves a un grupo de adolescentes que han
quedado para pasarlo bien, por lo menos uno de ellos
está utilizando el móvil. O puede.
No es que no puedan vivir sin el móvil, sino
sin la persona que está detrás.
Muchas (por no decir la gran mayoría)
de las relaciones de pareja entre jóvenes
de ahora han empezado a través de las redes
sociales, tanto WhatsApp como Instagram o Twitter.
El gran problema de esto es que ellos no saben actuar
cara a cara sino que se esconden detrás de
una pantalla para declararse a alguien que les gusta.
Estoy segura de que hace 60 años si te gustaba
alguien ibas de cabeza a pedirle una cita, sin rodeos,
a menos que fueses tímido y te costase un
poco más, pero no tenías más
remedio, no te podías esconder.
Al principio de la relación,
los "te quiero", los "te echo de
menos", los "para siempre" no saben
si son de verdad, ya que siempre se dicen virtualmente
y estando en persona se vuelven tan tímidos
que no pueden ni hablar. Se enamoran de personas
que en realidad no conocen porque mediante mensajes
no se puede saber la identidad del otro. No conocen
las verdaderas intenciones de quien está
detrás de la pantalla: los "te quiero"
vacíos porque la otra persona se lo dice
a más de uno o una.
Se enamoran de mensajes que posiblemente
los hayan sacado de Internet, y están tan
obcecados que no se dan cuenta de las cosas más
obvias: que no eres el único, que él
o ella no es así de verdad. Aparecen los
celos porque su "novio o novia" ha hablado
con otra persona y detrás van las mentiras:
"No, yo nunca he hablado con otro porque te
quiero solo a ti"; y las inseguridades "¿Me
quiere? ¿No me quiere?". Y la relación
está destinada a fracasar, porque ni siquiera
son capaces de quedar y discutir cara a cara. Rompen
como empezó todo: a través de mensajes.
Por eso critico a la juventud actual,
somos cobardes hasta decir basta, no sabemos expresar
lo que sentimos, nos hacen más daño
algunos mensajes que verdades dichas a la cara,
dependemos de personalidades inventadas e ilusiones
vacías para vivir. Hay que demostrar más
que hablar y eso es algo que nuestros abuelos sabían
muy bien, pero cuanto más evolucionamos más
nos olvidamos de lo que de verdad importa. Nos estamos
convirtiendo en autómatas que necesitan el
amor virtual para ser felices, cuando la felicidad
se encuentra en uno mismo.