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Red-acción
II Época / Nº48
Junio
2011
OPINIÓN / TEMA DEL MES

La hora de la decisión nuclear

Por Tamara Cicero, alumna de Bachillerato del colegio La Paz de Torrelavega.

El devastador terremoto ocurrido en Japón y su posterior tsunami nos muestra claramente la fragilidad del ser humano ante las fuerzas de la naturaleza. Japón, país bien acostumbrado a los temblores de tierra al estar situado en el llamado 'cinturón de fuego del pacifico', acaba de recibir tres de los más duros golpes que puede soportar una población.

Explosión nuclear.

Primeramente un gran terremoto con magnitud 9 en la escala de Ritcher, seguido de un terrible tsunami, ocasionado por el terremoto, y que afectó a toda la costa del pacifico japonés y muy particularmente a la costa del noreste del país y que trajo consigo olas de hasta 10 metros de altura, siendo su fuerza tal que se estima en diez mil el número de muertos y en más de quince mil el número de desaparecidos; y en tercer lugar, un grave accidente nuclear producido en la central nuclear de Fukushima, creada a principios de los años setenta y que no pudo aguantar el envite de las enormes olas que la golpearon con toda su fuerza al encontrarse en plena costa.
Con el corte de la corriente eléctrica debido al terremoto y la paralización de los motores diesel de emergencia por la llegada del tsunami, la central se quedó sin la energía necesaria para mover el agua que debía refrigerar los reactores nucleares. Esto ocasionó la más que posible fusión del núcleo de los mismos, provocando unos enormes niveles de radioactividad que se extienden por todos lados, principalmente por el medio marino, donde ya se han vertido al mar más de 10.000 toneladas de agua radiactiva, así como por el aire, donde los escapes de vapor producido tras varias explosiones han hecho que salgan enormes cantidades de gases nocivos debido a la rotura que ha tenido lugar en la coraza que cubre algunos de los reactores y que el gobierno japonés, a pesar de sus esfuerzos y de la ayuda internacional, no ha conseguido detener.

Automáticamente, y a nivel mundial, se ha producido una enorme alarma seguida de intensos debates acerca de la continuidad o no del desarrollo de la energía nuclear como fuente de energía abundante, limpia y segura. En Europa, por ejemplo, el 15 por ciento de la energía que se utiliza proviene de las centrales nucleares, aunque hay países, como Francia o el Reino Unido, que tienen un porcentaje aún mayor. En países como España o Alemania estos debates tienen una intensidad especial porque algunas de sus centrales más viejas acaban de recibir el visto bueno de sus gobiernos para prorrogar su vida útil unos años más, ya que habían llegado al final de su vida prevista. Ante estos debates la canciller alemana Ángela Merkel ha decidido suspender temporalmente la ley que permitía alargar la vida útil de estas centrales, aunque en principio es una moratoria que será valida solo unos meses.

En estos debates se están dejando sentir de manera muy significativa, como no podía ser de otra manera, algunas ONGS y los ahora, tan de moda, llamados partidos verdes, que están haciendo hincapié en que uno de los mayores problemas de las nucleares no son sólo los accidentes sino la manera de deshacerse de los residuos que producen y donde, después de varias décadas, no se ha llegado a acuerdos sobre la forma de eliminarlas porque nadie las quiere cerca. No nos olvidemos que se están vertiendo estos residuos en fosas marinas a varios miles de metros bajo el nivel del mar y no sabemos qué consecuencias puede tener esto con el paso de los años.

Ciudadanos japoneses pasean por una ciudad.

Llegados a este punto estamos ante dos posturas muy distintas, la primera defiende claramente el mantenimiento de la energía atómica como algo irrenunciable en el siglo XXI, por entender que es mucho mejor la explotación de esta energía que la del carbón, gas o petróleo, ya que éstas son mucho más caras, dañan el medio ambiente y que además la mayoría de ellas se encuentran localizadas en regiones altamente conflictivas como Oriente Próximo o Venezuela. Destaca además que esta energía, salvo en el caso de fuga radiactiva, es completamente limpia porque no emite gases dañinos a la atmósfera.

Por otro lado, se encuentran aquellos que defienden la necesidad urgente de buscar energías no contaminantes, renovables y seguras, argumentando para ello la necesidad de poner en funcionamiento las ideas que desde hace un tiempo han tenido algunos científicos para poder explotar mucho más y mejor la energía mareomotriz, la eólica y la solar, al ser completamente limpias y baratas, además de ser energías inagotables, a diferencia de las otras que se están acabando. ¿Por qué entonces no se ponen más en funcionamiento estas energías? A buen seguro que aquí es donde entran en juego alguno de los intereses de los gobiernos y de las personas más acaudaladas del mundo. No hay que olvidar que los impuestos que se obtienen sobre los combustibles son sumas enormes sin las cuales algunos de estos gobiernos no podrían sobrevivir. En el caso de las centrales nucleares tanto en su creación como en su posible reparación las cantidades de dinero que se mueven son elevadísimas y ello invita a que las tentaciones empresariales puedan falsear datos y presentar como seguro algo que no lo es, presentando informes de seguridad no del todo correctos. Así pues, la pérdida de confianza sobre la seguridad en las plantas nucleares en todo el mundo ha hecho que el Organismo Internacional sobre Energía Atómica vaya a someter a pruebas de resistencia a todas las centrales de los países desarrollados, sobre todo después de demostrarse, en estos días, que en Japón la mayor central nuclear de todo el mundo, la central de Kashiwazaki, está construida sólo a 15 kilómetros de una falla tectónica y que algunas centrales de la antigua Unión Soviética podrían presentar graves defectos producidos por el paso de los años. Sumemos a todo esto, cómo se podría calentar, más aún, la zona del Oriente Medio si nuevos países acceden a la energía nuclear.

Podemos concluir que ante esta nueva catástrofe nuclear quizá debamos pararnos a pensar si es ya el momento de abandonar nuestras actuales fuentes de energía y dar el paso definitivo hacia nuevas fuentes que nos permitan vivir mejor y más seguros; no olvidemos que el ya lejano desastre de Chernóbil sigue afectando a millones de personas que comen y beben productos contaminados de Cesio, Plutonio, y Uranio, metales pesados que en algunos casos durarán en el ambiente cientos de años.

Por último, hay que rendir un merecidísimo homenaje a esos heroicos trabajadores japoneses que estos días han sacrificado sus vidas en la central de Fukushima para tratar de controlar los reactores dañados. Nuestro agradecimiento por ello.



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