Económicamente
hablando, los pasados días nos han traído
la crónica de una muerte anunciada, como se
suele decir en estos casos, la de Nueva Rumasa. Lo
cierto es que los últimos meses han sido una
carrera contrarreloj entre las autoridades españolas
y el grupo, empeñado en escurrir cada paso
que el Ministerio de Salgado daba para estrechar el
cerco sobre el empresario jerezano.
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José
María Ruiz Mateos hace el símbolo
de victoria. |
Era obvio, desde hace meses, que las fuentes de
financiación de Nueva Rumasa ofrecían
a sus bonistas rentabilidades imposibles. Tan obvio
como que los fondos recaudados no se correspondían
con adquisiciones por igual importe, con lo que el
grupo estaba recaudando dinero para tapar deudas,
en un ejercicio piramidal, al más puro estilo
Madoff. Con cada emisión de pagarés
y deuda, el grupo recaudaba fondos para devolver deudas
anteriores y compromisos de pago, volviendo luego
a endeudarse, para devolver los pagarés anteriores.
Pero ni eso había sido útil en los últimos
12 meses, en los que Rumasa dejó de pagar las
cotizaciones a la Seguridad Social.
Ya en marzo del 2009 saltaron las primeras alarmas,
cuando los analistas comprobaron que las emisiones
de pagarés de Nueva Rumasa, profusamente anunciados
en televisión no solo se ofrecían y
colocaban a inversores privados (atraídos por
el enorme interés), sino a proveedores, que
estaban cobrando con títulos de deuda.
Amparado en una campaña publicitaria agresiva
y que se dejaba enormes sumas de dinero en anuncios
en la prensa a doble página, la familia Ruiz
Mateos ofrecía pagarés empresariales
con un importe mínimo por inversor de 50.000
euros, con rentabilidades de hasta el 10 por ciento.
Para ello, la campaña publicitaria presentaba
a Nueva Rumasa como uno de los grupos empresariales
más importantes de España con una valoración
patrimonial de más de 3.000 millones en compañías
líderes de sus mercados (Clesa, Garvey, Hibramer,
Cacaolat...).
Pero ya entonces algo resultaba sospechoso. La rentabilidad
ofrecida era alta, especialmente en una época,
estos dos últimos años, en los que en
plena crisis bursátil y bancaria no había
alternativas de semejante calado. El problema se encontraba
en averiguar la solvencia de la compañía
emisora, dado que al no cotizar en bolsa no está
obligada a publicar sus resultados. El riesgo se completaba
con el hecho de que los pagarés no se acepten
en un mercado secundario (no cotizan en bolsa, por
lo que de venderlos debía ser mediante operación
privada y buscando el vendedor a quien quisiera comprarlos).
Todos estos hechos habían llevado a la compañía
a un primer enfrentamiento con el CNMV a fines de
2009, que sospechaba de la viabilidad de esta operación
financiera.
Una segunda sospecha radicaba en la forma de informar
a los inversores. Ante la petición de información
sobre el grupo, el vicepresidente de Nueva Rumasa
había asegurado que las inversiones estaban
respaldadas por empresas tangibles y de mucho futuro,
que ofrecían al inversor toda la información
que este requiriese, como datos de auditoría,
informes, memoria del grupo, etc. Pero eso tampoco
era cierto, pues en la práctica la información
que daba era sólo de la empresa sobre la que
recaían los pagarés, en muchos casos
Carcesa (que comercializa la marca Apis y zumos Fruco),
cuando su patrimonio no era suficiente para cubrir
esas emisiones.
Sin embargo, el grupo disipó dudas hasta hace
un año, tirando de los datos de un imperio
que pretendía reconstruir la antigua Rumasa,
expropiada en 1983 y que en 2010 ya contaba, otra
vez, con 107 empresas y más de 10.000 empleados.
Una amalgama empresarial que crecía con la
incorporación continua de nuevas empresa a
costa de aplazar pagos a los proveedores en periodos
incluso superiores a un año, renegociando continuamente
las deudas, y bajo la estructura de un grupo de empresas
que, al no ser un 'holding' propiamente dicho, nunca
se ha sabido qué estrategia comercial sigue
y si ésta es común a cada dirección
financiera.
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Ruiz Mateos
acompañado de seis de sus hijos. |
De hecho, en todos estos años presumiendo
de Nueva Rumasa, una sencilla investigación
demuestra que no existe un holding o empresa con tal
nombre, ni siquiera una página web del grupo.
Nueva Rumasa sólo existe por las noticias que
se dan de ella, quedando constancia pública
de su existencia por tan solo una especie de blog
('Ruiz Mateos al día') en el que suben las
noticias y artículos de opinión que
tratan bien al grupo y ninguna mala, claro.
Esta falta de fiabilidad y confianza se correspondía
con otra sospecha: Nueva Rumasa se basó desde
su nacimiento mediático en adquirir compañías
al borde de la quiebra, que nunca quedaron vinculadas
a una empresa matriz que consolidase sus resultados,
por lo que es casi imposible comprobar la facturación
de 1.500 millones de euros que el grupo dice tener.
Algunas empresas en las que basa su negocio, como
la hotelera Hotasa o Carcesa (sobre la que recae la
emisión de pagarés) ofrecen beneficios
en las últimas cuentas depositadas en el Registro
Mercantil. Carcesa, empresa que adquirieron a Kraft
Foods a principios de 2008, ha tenido unas ventas
en el último año de 97 millones de euros,
dato que no se puede comprobar porque las últimas
cuentas depositadas de la empresa datan de 2006.
La empresa hotelera del grupo, por su parte, registró
unas ventas en 2007 de 1,7 millones de euros mientras
que sus beneficios fueron de 6.000 euros.
Sin embargo, la pretendida matriz del grupo, Nueva
Rumasa S.A., por ejemplo, ha tenido unas pérdidas
en el último ejercicio depositado (2007) de
200.000 euros. Además, esta misma empresa,
que según sus datos tiene como objeto social
"la adquisición, venta y explotación
de inmuebles", es una de las pocas que cuenta
entre sus directivos con los hijos de José
María Ruiz Mateos (tiene siete hijas y seis
hijos, estos últimos son los que llevan la
compañía). El director general de Carcesa,
por ejemplo, es Gustavo Carpintero Soria y la de Hotasa
Encarnación Solana Contreras. Otras empresas
que también pertenecen al grupo, como Jotsa,
igualmente registraron pérdidas en las últimas
cuentas depositadas en el Registro.
La situación que describo resultó tan
escandalosa que la Comisión Nacional del Mercado
de Valores (CNMV) decidió en abril del pasado
año regular para frenar esas emisiones de pagarés
de alta remuneración, y sin control. Para ello,
la nueva Ley del Mercado de Valores comenzó
a exigir la existencia de una entidad bancaria que
avalara estas emisiones de deuda, en un cambio legal
realizado casi exclusivamente para frenar los riesgos
de Nueva Rumasa. Pero la respuesta del grupo el pasado
verano fue cambiar de producto financiero para eludir
la ley, empleándose a fondo en las ampliaciones
de capital, que tampoco necesitaban, al estar cotizando
las compañías, consentimiento de la
CNMV, ni exigen una rentabilidad fija ni operan en
un mercado organizado y regulado. Tras obtener por
esta formula más de treinta millones de euros,
vía ampliación de Dhul y Clesa, y ante
la amenaza de una segunda regulación, Nueva
Rumasa inició una tercera fórmula de
financiación, mediante el envío de cartas
a inversores, en las que ofrecía pagarés
emitidos por Rumanova, contra el capital de Dhul y
Clesa, con promesas de interés de entre el
10% y el 12%, según plazo de amortización.
Ahora finalmente llega la suspensión de pagos,
sin que nadie haya respondido aun a dos preguntas.
¿Por que la CNMV y Hacienda no acabaron con
este juego del gato y el ratón y tomaron cartas
en el asunto, antes de que nos encontremos otra vez
como en Afinsa, con miles de bonistas e inversores
que quizá no recuperen su dinero?. ¿Cuantos
agujeros negros más como este hay en el mercado?

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