Mariano Fernández Bermejo es miembro de una
familia relativamente acomodada. Estudió en
Madrid, donde se doctoró en Derecho e ingresó
en la Carrera Fiscal con el número uno en su
promoción. Ha sido fiscal del Tribunal Supremo,
fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia de la
Comunidad de Madrid y fiscal jefe de la Sala Tercera
del Tribunal Supremo. En febrero de 2007 fue nombrado
Ministro de Justicia. Dimitió el pasado mes
de febrero, en pleno revuelo mediático y político
por asistir a una montería en Jaén junto
a, entre otros, el juez Garzón y el comisario
general de la Policía Judicial, coincidiendo
con la instrucción del 'caso Gürtel'.
Actualmente es diputado por Murcia.
Nombre:
Mariano Fernández Bermejo.
Lugar y fecha de nacimiento:
Arenas de San Pedro, Ávila. 1948.
Ocupación: Licenciado
en Derecho y experto en Derecho Comunitario
por la Universidad Complutense de Madrid. Diputado
socialista por Murcia.
Trayectoria:
Ministro de Justicia (2007-2009).
Fiscal jefe de la Sala Tercera de lo Contencioso-Administrativo
del Tribunal Supremo (2004-2007).
Fiscal jefe del Tribunal Superior de Justicia
de Madrid (1992-2003).
|
|
Comillas. No es difícil encontrar a Mariano
Fernández Bermejo. Media tarde, Corro de Campíos,
terraza del 'Samovy'. Lo abordo, le explico en qué
consiste nuestro Proyecto y le solicito una entrevista.
Accede muy amable, "yo siempre estoy encantado
de colaborar con los jóvenes", y me convoca
para cualquier tarde en el mismo lugar y a la misma
hora. Dos días después le encuentro
con su esposa Susana, leyendo la prensa y tomando
un café. Me pide unos minutos para terminar
y se acerca a mi mesa.
Pregunta.- ¿Desde cuándo
veranea en Comillas?
Respuesta.- Ni me acuerdo. Yo creo
que fue allá por el año 78 o por ahí.
Mi mujer venía desde hacía unos cincuenta
años y cuando me casé, al poco tiempo,
fiché por Comillas, por Cantabria, y ha sido
el mejor fichaje en el ámbito del ocio y del
descanso, una maravilla.
P.- ¿Cómo es una
jornada normal de verano para usted?
R.- Una delicia, de esas que firmaría
uno para el resto. Depende de dónde estemos,
¿sabes? Este año vivo unas vacaciones
un poco raras porque me marché fuera, a Marruecos,
porque veranear con escolta no es un plato de gusto
y allí podía estar más tranquilo.
Pero por una desgracia familiar tuve que precipitar
el regreso a España. No me apetecía
volver y vinimos a Comillas, que es lo seguro. Estamos
instalados en un hotel, aunque hemos hecho de todo
aquí: hotel, apartamento... Tenemos un prado
y una cuadra que vamos a arreglar cuando podamos.
Hemos venido solos, sin mis hijos. Dormimos bien -porque
aquí se duerme de maravilla- y hay un silencio,
un fresco y un todo ... y nos levantamos para ir a
la playa, andamos mucho; comemos muy bien, de cuchara
normalmente. Nos encanta la comida montañesa
(hoy me he tomado unas lentejas que ardía el
misterio), sólo que cuando lo cuenta uno en
la Meseta hay gente que no ha estado por aquí
que pone una cara como el que ha visto una aparición,
¿no?. No pueden entender que en agosto se fuera
uno a tomar un plato de lentejas pero, claro, los
que venimos aquí sabemos muy bien que sí.
Y yo le pego mucho al cocido montañés,
a las alubias… Comemos generalmente en sitios
que para el común de los turistas son raros...
Nosotros conocemos muchos sitios. Cada día
nos repartimos. Hacemos luego un buen paseo para bajar
la comida. Normalmente no hacemos siesta, nos venimos
al 'Samovy', desde que tenía un alto y cuatro
mesas y estaban Virgi y Juanjo, los dos hijos mayores,
que tenían dieciocho o diecinueve años,
y aquí éramos un grupo muy reducido.
Y veníamos a tomar café, sin fallar
nunca. Por la tarde otro buen paseo, éste ya
urbano, al puerto. Por cierto, cómo ha quedado
de bonita la obra que han hecho en el puerto. Y nos
acostamos cuando nos apetece, sin horarios. Además
somos grandes lectores, leo muchísimo de todo,
pero ahora en verano sobre todo novela.
Como ves, una vida sencilla pero que en su sencillez
reside esta maravilla a la que uno viene aquí,
con lo que se encuentra: a disfrutar del entorno,
de este conjunto tan maravilloso que es el pueblo
y los alrededores. Ahora estamos muy metidos aquí,
pero nos conocemos muy bien toda la región.
|
Fernández
Bermejo con el reportero de InterAulas. |
P.-¿Qué libro o libros
interesantes ha leído últimamente? ¿Cuál
nos recomendaría?
R.- Como verás, cada pregunta
que me haces es un riesgo. Acabé en Marruecos
la tercera parte de 'Millenium' y se la pasé
a Susana, que la ha terminado ahora.. Yo ahora estoy
leyendo al flamante Príncipe de Asturias, Ismail
Kadaré; unos relatos cortos que me están
gustando mucho. Yo no conocía a Kadaré
y me gusta muchísimo. He leído poco
antes de venir aquí una novela corta que se
desarrolla en Comillas y que ha escrito una ilustrísima,
casi comillana, María Tena, directora general
en el Ministerio de Administraciones Públicas.
Escribe y me regaló su última novela,
'Todavía tú', que se desarrolla en Comillas
y que tiene una historia muy bonita de amor.
Suelo tener en la mesilla un buen taco de libros.
Acababa de leer antes de venir aquí un ensayo
muy bonito, 'La Mujer del Maquis', escrito por alguien
que está muy vinculado a este entorno, Ana
Ramírez Cañil. Cuenta los últimos
momentos del maquis en la región, en la zona
de Gandarillas, de Paco Bedoya y de Juanín,
los dos últimos guerrilleros. Ha reconstruido
la historia a base de testimonios; muy bonito, un
ensayo muy interesante, muy bien escrito. Siempre
suelo tener un buen taco de novelas, algún
buen ensayo y es muy frecuente que tenga algún
libro de filosofía en la mesilla; ahora ando
con Séneca, que es un señor que me cae
especialmente bien porque el estoicismo, sobre todo
en versión cordobesa, es un ideario de vida
que en los tiempos que corren yo creo que es bueno
recordar: esta "asunción", en el
sentido más positivo del término, de
"lo que hay", sin plantearte metas que te
hacen infeliz; no quiere decir que te transformes
en alguien que asuma lo que venga sin pestañear,
no, simplemente que te traces unas metas que son las
que tú quieres y que no son metas imposibles
y que, al ser posibles y conseguirlas, te van a hacer
feliz. Aquello de "no es más rico quien
más tiene, sino quien menos desea". Esto
es el estoicismo y Séneca es un tío
que es para leerlo, es muy bonito. Siempre tengo por
ahí esas cositas, ahora novela.
P.-Además de lo que nos ha
contado, su afición más conocida es,
sin duda, la caza mayor. En una entrevista reciente
decía que "la izquierda no entiende la
caza". ¿Puede hacer aquí una defensa
de la caza ante tantos detractores?
R.-La más conocida quizá,
pero no mi afición. Mi afición es la
caza, la caza con mayúsculas, no mayor. Hago
todo. Cuando yo tenía siete años, mi
padre me cargó con el morral y pasé
a engrosar la categoría última de los
que salíamos al campo que era el morralero,
y así empecé. Ahora tengo sesenta y
un años y he hecho todas las modalidades de
caza, excepto una que no me gusta: el pájaro,
el reclamo. No me gusta porque no acabo de entender.
Me gusta verlo, me gusta la belleza del acercamiento,
el reto, el pájaro. Pero cada vez que he visto
matar a un animal que andaba por allí encelado,
me ha parecido una cosa… Creo que en la caza
hay dos cosas: una, el principio de escasez. El día
que la caza abunda tanto que ya no hay que andar buscándola,
la caza ya no es caza, es otra cosa, como en esos
enormes ojeos de perdiz. A mí me gusta la escasez,
el esfuerzo, y esto es la segunda cosa, que tiene
que haber dificultad hasta el último momento,
hasta el momento del disparo. Si no hay dificultad
y tienes un pájaro a diez metros y le metes
un viaje en la indefensión más absoluta,
me da como mucha cosa. Dicho lo cual, lo que soy es
enorme amante de la caza, pero no especialmente de
la caza mayor y mucho menos de la montería.
Yo en la caza mayor lo que hago es espera de jabalí
y rececho. Hago mucho rececho, soy socio de un coto
muy cerquita de aquí, en Asturias. Empezamos
en septiembre y tenemos jabalí, corzo, venado
y algún gamo tonto que se ha colado.
Lo que yo declaré en 'El País' es que
la izquierda urbanita no ha entendido la caza. La
caza la entiende todo aquel, piense como piense, que
ha vivido en contacto con la naturaleza, con el hecho
cinegético. Hay gente que piensa de todas las
maneras posibles, y yo no le pregunto a nadie cuando
voy de caza qué piensa, a mí qué
me importa.
Cuando yo digo que la izquierda urbanita no entiende
la caza me estoy refiriendo a un dato evidente: los
movimientos de izquierda del siglo XIX se generan
en las grandes ciudades, a partir de un momento industrial,
y se han desarrollado allí, en ese contexto.
El hombre urbano y el urbanita se ha alejado tantísimo
del medio que vio nacer al hombre que sencillamente
es que no lo vive. ¿Cómo va a amar el
bosque alguien que sólo va de vez en cuando
a hacer una paella a esos sitios que había
puesto el ICONA para
que no se queme el monte? Pues hombre, amará
la paella y la sombra de ese árbol, pero la
relación con el bosque la da la dependencia
recíproca. Los que hemos nacido en un pueblo,
y yo soy muy de pueblo, hemos vivido la relación
con el monte de dependencia económica, de dependencia
vital, social, la ganadería... La leche, que
yo ordeñaba cuando tenía siete años,
no viene del tetrabrik, pero hay gente que se cree
que es así y y que el dinero de los cajeros:
esto es la degradación urbanita, y a eso me
refería. Sí que hay un sector muy importante
que no entiende lo de la caza. Reivindico la caza,
claro que la reivindico. Y no hace falta que yo lo
haga porque no hay peor sordo que el que no quiere
oír. Yo hace mucho que no discuto de esto con
nadie. Me remito a lo que ha escrito Ortega y Gasset,
que no era precisamente un indocumentado: ese célebre
prólogo de aquella obra maravillosa que se
llamaba 'El solitario', la historia de un jabalí
contada por sí mismo, una preciosidad donde
explica cómo ve él la caza y al hombre
cazador. Pero no hay que irse tan lejos; hace muy
poco, un hombre que ha nacido muy cerca de aquí,
Patxi Andión (tú eres muy joven y lo
mismo no le conoces), un cantante del País
Vasco, cazador tremendo y sociólogo, escribió
un prólogo para un libro de caza muy bonito,
un libro de historias de aguardo y que ha sido lo
que mejor he leído, explicándole al
que no lo sepa por qué razón el hecho
social de la caza continúa vivo, vigente…
Bueno, yo le remito, al que quiera enterarse bien
de por qué cazamos, a que se lo lea, que es
más fácil. Pero por simplificar: primero
porque los que hemos nacido en contacto con la naturaleza,
en un entorno rural, hemos tenido una relación
con el animal salvaje que no la puede entender un
señor que nace en el barrio de Argüelles
de Madrid, por poner un sitio. No puede entender la
emoción de la búsqueda, el acoso si
se puede y el derribo de una pieza de caza. No lo
van a entender nunca. Yo se lo puedo explicar tranquilo,
si son capaces de escuchar con tranquilidad. La relación
que uno tiene con el campo y con los animales salvajes
es la que tiene, simplemente. El urbanita no sabe,
no entiende y además no quiere entender que
la naturaleza es cruel, es muy cruel. Que venga conmigo
una noche, a un aguardo, y vea lo que yo he visto
tantas veces: en la escala ecológica, cada
uno intentando comerse al otro. A ver si se dan cuenta
de lo duro que es eso. Recuerdo una escena que viví
hace no mucho, que tenía una piara de ocho
o diez cochinos (primalones y algún rayón)
comiendo y, de repente, yo con los prismáticos
encantado viéndolo (no iba a tirar, obviamente,
allí no había nada a lo que tirar, era
para disfrutar aquello) veo a mi derecha y oigo un
ruidito; empecé a mirar y descubrí entre
un rastrojo como se aproximaba un zorro, reptando
casi el muy ladino, y venía a lo que venía,
a ver si cazaba un rayón. Hubo entonces un
enfrentamiento entre un primaloncete, un guarrete,
que salió y se encaró y lo echó
de allí. Se enzarzaron en un duelo que no llegó
a mayores. Simplemente el otro dejó el terreno
libre. Mientras esto ocurría, teníamos
en la parte de arriba un gato, pero no podía
identificarlo exactamente; se tiró el tío
en lo que yo hubiera apostado que era seguramente
algún agujerillo con algún topillo.
Estaba el tío a la espera y se lo acabó
comiendo, lo que fuera, porque observé el movimiento.
La noche en el campo es durísima. Allí
todo el mundo esta comiéndose al que puede.
Somos el vértice de esa pirámide y yo
sé que hay a quien no le gusta. A mi, sí.
Yo lo que pido, sobre todo, es respeto a todos aquellos
que no les gusta la caza, mientras sea legal, y yo
voy a defender que lo siga siendo. Pero sobre todo
que se respete. He leído cosas ahora sobre
el envenenamiento de carne para cargarse a los sabuesos
en la zona de Potes, creo que ha sido; es un buen
ejemplo de lo que no puede ser.
|
Fernández
Bermejo en una terraza de Comillas. |
P.-Como ya sabrá, por estas
calles y plazas de Comillas puede encontrarse en cualquier
momento con un compañero de filas crítico
con la caza, y me refiero concretamente al lendakari
Paxti López.
R.- No ha sido muy crítico
Paxti conmigo, en absoluto. Creo que dijo que no le
gustaba la caza. Pues a mi sí, qué le
vamos a hacer. No, eso no es ser crítico. Él
ha dicho lo que le ha parecido oportuno en relación
con ese tema y no voy a insistir. Creo que hay un
sector de la izquierda que no entiende la caza. Yo
al que quiera se lo explico, porque lo mismo un día
le convenzo. También es verdad que cazadores
vamos quedando pocos; hay mucho gañán
por ahí tirado haciendo el salvaje por el campo.
Pero vamos, a todos se les pone la misma etiqueta:
cazadores. Cazar es otra cosa. La caza es un sentimiento
de integración en el medio. Le reto a cualquiera
a que se venga conmigo y me siga durante una jornada
de caza en la meseta de perdices, nos andemos quince
kilómetros y si hay suerte yo venga con una
perdiz o dos colgadas. Que venga detrás de
mí, a ver si puede. Luego que me diga si lo
que ha visto es bonito o no. Que vea a un braco trabajando
en el campo y que vea lo que es un perro. Y al que
no le guste, peor para él.
P.-¿Qué
provocó realmente su salida del ministerio:
los jueces y funcionarios en pie de guerra, la campaña
del PP o las críticas de algunos compañeros
socialistas?
R.-Yo creo que un poco de todo. Pero
sobre todo mi propia decisión: cuando participas
de un proyecto y, en un momento dado, como a mí
me ocurría, te sientes utilizado por varias
cuestiones, la caza entre ellas… La caza fue
el pretexto más tonto de todos ellos, pero
ahí estaba ¿no? Estar en una campaña
escuchando al líder de la oposición:
"Son las noséqué horas y el señor
Zapatero no ha cesado a Bermejo…" Yo
me sentía una carga, y yo no he venido aquí
para eso. Antes de ser ministro yo tenía mi
vida personal ya hecha: era fiscal jefe de la Sala
Tercera, en fin, había llegado hasta donde
podía llegar, estaba muy a gusto. Acepté
porque es un reto al que no puedes decir que no, pero
si sientes que, en un momento dado, te están
utilizando de una manera indigna y rastrera, porque
al final la cosa era bastante obvia ¿no? Yo
creo que ahora se ve mejor, con lo que está
pasando. Cada uno que peche con sus problemas. Lo
que no se puede pretender es tapar los problemas de
uno a base de decir cosas raras. ¿Los jueces?
Es muy difícil ir a la política, como
yo he ido, a cambiar las cosas, a cambiar la justicia,
que le hace mucha falta a este país, qué
le vamos a hacer, y hacerlo agarrando el toro por
los cuernos. Ha habido una reacción muy fuerte
por parte de la corporación judicial, que no
quería esos cambios, porque siempre las corporaciones
se resisten a los cambios. Naturalmente acabarán
ocurriendo esos cambios, pero en el escenario de crisis
que teníamos abrir esa pelea políticamente
tenía un coste muy elevado. Naturalmente que
eso ha pesado, naturalmente que ha pesado el tema
cinegético… pero son pretextos. Lo que
ha pesado sobre todo es la estrategia del Partido
Popular, a mi juicio en una decisión de la
que se arrepentirá su actual dirigente. Hablamos
a veces de los partidos y no nos damos cuenta de que
los partidos duran, que son las personas las que cambian.
Yo creo que se está equivocando el señor
Rajoy completamente, porque cuando uno tiene un tema
tan grave de corrupción como él tiene,
no sirve echarle la culpa al recadero, al que en definitiva
te lo está señalando o efectivamente
al que pasa por allí, que era mi caso. ¿Era
yo el problema? Yo creo que ya está bastante
claro que no, que el problema lo tiene él dentro.
Hubiera sido muy bueno en alguien que quiere ser presidente
del Gobierno de un país, arreglar el problema
que tiene dentro, en vez de negarlo y que luego siga
el goteo. Yo no he cesado al señor alcalde
de Pozuelo, Majadahonda… por corrupción
pura y dura. Gente que ha recibido dinero indebidamente
y ha tenido que dimitir por recibir dinero de un grupo
de corruptos. Bueno, pues mire usted, arregle eso
y no eche cortinas de humo. Tiene usted a un ministro
que ha dicho: "Adiós, buenos días".
Yo no estoy aquí para eso. Yo no he venido
aquí para durar. Yo estoy aquí para
arreglar cosas y si veo que no puedo: "Adiós,
buenos días" ¿Y ahora qué?
Yo aquí estoy tomando un café contigo,
la mar de contento, tan relajado. ¿Y el país
qué necesita? Otro mensaje: un mensaje decidido
de lucha contra la corrupción. Si no hay ese
mensaje, acabaremos siendo un país como Italia,
poco serio. Y eso es muy malo. Qué le vamos
a hacer.
P.-Otra persona a la que puede encontrar
por aquí, el periodista Miguel Ángel
Aguilar, lo definió como "una pieza importante
cobrada por Pedro Jota". ¿Está
de acuerdo?
R.- No, no puedo estar de acuerdo.
Yo creo que es mucho más complicado que todo
eso. Los periodistas tienden a mirarse al ombligo.
Todos tendemos a mirarnos al ombligo, pero los periodistas
mucho. Tienden a reforzar su propio ego a base de
reforzar el ego del otro. La prensa es importante,
no cabe duda, porque hay una opinión publicada
que es ésa. Pero yo siempre he creído
que en este país hay un severo divorcio entre
la opinión pública y la opinión
publicada. ¿Por qué digo eso? A mí
me preocuparía, si fuera periodista, que cada
vez que sale una encuesta del CIS acerca la valoración
de los españoles de las distintas instituciones,
la prensa esté en el último lugar o
en el penúltimo. Me preocuparía. Creo
que lo mío, que es anecdótico, tiene
que ver con muchas cosas pero tiene que ver sobre
todo con el contexto de crisis en que estábamos;
en que un Gobierno quiera continuar con una cosa tan
dura como cambiar las cosas de justicia, una reacción
importante, y sabiendo que va a haber ahí una
brecha muy importante. Es duro, y lo mejor es probablemente
lo que yo he hecho. ¿Tanto por ciento que le
toca a cada uno? No me atrevo a decirlo. Pero sí
puedo afirmar que no, esta afirmación es un
exceso verbal de Miguel Ángel Aguilar que,
por otra parte, es un excelente periodista, no cabe
duda.
P.-De su biografía era posible
deducir su afición al fútbol o incluso
a la caza, pero lo de la música… Cuénteme
algo de 'Los Cirros', que no he encontrado ningún
vídeo de ellos en Youtube.
R.- Ah, pues sí hay algún
vídeo por ahí. 'Los Cirros' fue un grupo
que fundamos un grupo de chavales de diecisiete años
allá por 1964, gente a la que nos gustaba mucho
la música. Los músicos de ahora son
mucho mejores, no cabe la menor duda. Son mejores
porque son músicos. Yo toco de oído,
yo no he sabido música en mi vida. Y toco cualquier
cosa, hasta el piano: así suena, claro. Lo
pasamos muy bien, hicimos un periplo muy interesante
porque era una época que no es como ahora,
en que era difícil que un chaval con dieciocho,
diecinueve años tuviera un mínimo de
independencia económica. Nosotros nos buscamos
la vida por ese lado, lo pasamos muy bien, tuvimos
un nombre y fuimos teloneros de los grandes grupos
de entonces: 'Los Bravos', 'Los Brincos'... El otro
día me encontré con el 'Dúo Dinámico',
con Manolo y Ramón, y recordamos un premio
que nos dieron: a ellos el 'Mandarina' de pura dulzura
y a mí el 'Limón', pero bueno, nos reencontramos.
Habíamos actuado muchas veces juntos.
El grupo sonaba en directo bastante bien: música
rock, composiciones propias. Hicimos un primer disco
que no se vendió mal y grabamos un segundo
que no se vendió tan bien y no hubo tercero,
como suele ocurrir. Yo estuve seis años en
el grupo, hasta que acabé la carrera y me dediqué
a otras cosas. Pero mantenemos una relación
de amistad tan profunda, éramos sobre todo
amigos, que nos seguimos viendo, nos seguimos reuniendo,
comiendo... Hicimos un apaño con todo lo que
habíamos grabado (los dos discos eran dos singles):
cogimos grabaciones de televisión y cosas e
hicimos un CD para propia satisfacción, se
lo regalamos a los amigos y yo ya no tengo ninguno,
si no te regalaría uno. Pero a estas alturas
de la vida pues… Se pasó muy bien.
Ese grupo tuvo la culpa de que yo no me dedicara al
fútbol. Era mi gran pasión. Pero no
era compatible. Las noches de juerga, de trabajo son
horarios incompatibles con un entreno, con la facultad
y con lo demás, había mil cosas. Teníamos
mucho tiempo, no teníamos un duro y por eso
probablemente hicimos tantas cosas.
|
Bermejo, a la
derecha, con los miembros de 'Los Cirros'. |
P.- ¿Cuáles son ahora
sus gustos musicales?
R.- Me sigue gustando yo creo que
el mismo tipo de música que me ha gustado siempre.
Escucho mucha música sinfónica, me gusta
mucho la ópera. En mi casa todos somos abonados
al Real y al Auditorio. En los últimos años
prácticamente no he ido. Tienes que sacrificar
muchas cosas de esas, pero ahora vuelvo otra vez.
Tenemos abono en el Bernabéu, un abono en mitad
del campo, precioso, se ve que no veas. Y escucho
mucha música. Me encanta también el
rock, soy un gran enamorado de los 'Beatles' -me parecieron
un mundo diferente-, también de aquellos grupos
de la Costa Oeste Americana, como 'Beach Boys', gente
que hizo una música preciosa. Me encanta también
la música sudamericana. En definitiva, cualquier
música que sea buena, que en todas las partes
las hay.
P.-Hablando de música, la
eterna canción de los problemas de la Justicia…
Cuando supo que iba a entrevistarle, Eusebio, mi profesor,
me recordó aquello de que la Justicia tenía
personal del siglo XX, una organización del
XIX y retos del siglo XXI. ¿Realmente es posible
conseguir que la justicia funcione con la calidad
y rapidez de otros servicios públicos?
R.- No es sólo que pueda,
es que debe y en eso estábamos. Las comparaciones
son odiosas. Mucha gente ha dicho que cómo
era posible que se hubieran informatizado Hacienda
y la Seguridad Social y la Justicia no. Hacer un programa
para un banco, para Hacienda o para la Seguridad Social
es sencillísimo. La lucha por informatizar
la Justicia parte de una realidad complicadísima:
lo que traduces en el lenguaje informático
son procedimientos, y los procedimientos son, por
definición, sistemas de garantía, sistemas
para garantizar la igualdad de armas en un proceso,
lo cual hace que haya multitud de incidencias, pero
no siempre las mismas, ni necesariamente todas. Esto
casa muy mal con la informática. Y la gran
pelea ha sido, está siendo y será, aunque
la batalla se ganará, conseguir entender que
antes de meterse en una informatización a lo
loco, habría que sanear los procedimientos:
aclarar muy bien ese soporte sobre el que va a recaer
el componente informático. No haberlo hecho
así durante los últimos treinta años
se está pagando muy caro. Se empezó,
probablemente, sin las ideas muy claras, pero cada
día se tienen más.
En cuanto al personal, como en toda la función
pública, hay gente muy buena y gente no tanto.
Matizaré a Eusebio: hace falta también
un reciclaje, no del personal, sino del modo de seleccionar
al personal. Este es el matiz que introduzco: no es
el personal. Hay gente muy inteligente, muy buena,
muy preparada, muy trabajadora, no tanto vagos de
solemnidad, hay de todo. En un colectivo de sesenta
mil, qué no habrá. ¿Y cuál
es el tema? Pues yo creo que el tema es previo, y
se lo dices a Eusebio de mi parte: ¿Cómo
seleccionamos al personal? ¿Por procedimientos
del XIX o procedimientos del siglo XXI? Y eso es lo
que peor llevaron mis jueces y lo digo en el sentido
más cariñoso del término, no
son míos obviamente. No entendieron que ya
no se puede seguir seleccionando al personal por ese
sistema oposición que yo disfruté y
digo disfruté pues al fin y al cabo yo triunfé.
Pero hubo gente que se quedó: gente muy válida,
gente muy preparada, con la cabeza muy organizada,
pero que se negaba a estarse cinco años memorizando
lo que ya sabía. Eso no es soportable y hay
que modificar los sistemas de selección de
jueces, fiscales, de los funcionarios, desde el primero
hasta el último. Y este es un reto que se afronta,
o ahí tendremos unos de los grandes problemas,
sin duda.
P.-Sobre el papel de la Fiscalía,
la penúltima protesta del PP contra el Gobierno
se centra en la supuesta utilización de la
policía, los fiscales y los jueces contra el
principal partido de la oposición. ¿Cuál
es la función de los fiscales? ¿Entre
ellas está mirar hacia otra parte ante indicios
delictivos dependiendo de su origen político?
R.- Creo que el Partido Popular está
incurriendo en un gravísimo error y en una
dosis de irresponsabilidad inmensa. Cuando uno tiene
problemas dentro, cuando tiene chorizos en casa, debe
utilizar toda la fuerza de la organización
en sanear la organización. Es el primer partido
de la oposición y por tanto la responsabilidad
debe de estar a ese nivel. Intentar echar cortinas
de humo, en fin… Si a tu tesorero lo imputa
la sala Segunda del Tribunal Supremo, supongo que
entonces a la Sala Segunda del Tribunal Supremo, por
cierto compuesta en su inmensa mayoría por
jueces conservadores, la vamos a poner también
bajo sospecha. Y entonces al Tribunal Supremo, al
Tribunal Superior de Justicia de Madrid, al Tribunal
Superior de Justicia de Valencia…Yo creo que
hay un señor, que se llama como yo, que no
está a la altura de esto. No lo está.
Así no se puede llegar a presidente del Gobierno,
porque no se puede echar cortinas. Lo está
haciendo para tapar sus vergüenzas; arregle sus
vergüenzas. Si tiene que cesar al señor
tesorero, céselo hombre, céselo. El
Partido Popular es más importante que el tesorero.
¿O es que no puede? Que se vaya él,
entonces. Si no puede cesar al tesorero que diga por
qué y si no que dimita. Al final, ni lo uno,
ni lo otro. Y tira, ¿contra quién? ¿Contra
la sala Segunda del Tribunal Supremo? ¿Qué
fuerte, no? Contra la Fiscalía ya no es noticia.
La Fiscalía está continuamente bajo
sospecha. Pero, ¿sospecha de qué? La
desmemoria en los políticos es terrible, pero
terrible. Cuando por ejemplo en Baleares, que está
ahora muy de moda, echas un vistazo, ves que ahí
han caído tirios, troyanos y merenganos, porque
hay mucho golfo con muchas etiquetas políticas.
Y ¿qué pasa, que cuando son las de uno
es cuando hay que empezar a poner a las instituciones
bajo sospecha? No es compatible con la responsabilidad
ni con la decencia. Y me da la impresión de
que hay aquí un señor llamado Don Mariano
Rajoy que está, primero, equivocándose,
y, segundo, incurriendo en una gravísima responsabilidad
de la que se acabará arrepintiendo. La vida
hay que llevarla por lo derecho. Y si tiene golfos
dentro, que los eche y, si él no puede, que
explique por qué o que se vaya.
P.-De las leyes que regulan el funcionamiento
del Ministerio Fiscal, ¿alguna tiene paternidad
exclusivamente socialista?
R.- No. En 1981 se hizo el primer
estatuto de la democracia del Ministerio Fiscal y
de ahí viene todo lo demás. Luego se
ha modificado, pero siempre con consenso, y esto es
muy importante. En la última modificación
he sido yo el padre de la criatura. Esto creo que
le da a la institución una dosis de legitimidad.
No es porque yo sea fiscal, pero me da mucha pena
cada vez que a unos y otros, según quien toque,
les oigo poner en duda a los miembros del Ministerio
Fiscal, que eso es lo que se hace cuando se pone en
duda al Fiscal General del Estado. Hay quien se cree
que el Fiscal General del Estado es como el general
de división: le da una orden al coronel, el
coronel al otro y así sucesivamente y todo
el mundo patas arriba. ¡Vaya ignorancia de la
situación! El ámbito de decisión
de los fiscales como funcionarios públicos
es absolutamente diferente del de cualquier otro funcionario
público. Yo lo primero que aprendí cuando
me hice fiscal, y ya son treinta y seis años,
fue que yo tenía absoluta libertad de criterio
cuando informaba oralmente ante un tribunal, con todo
lo que esto significa. Y si un jefe me da una orden
que yo no comparto, yo tengo el derecho, porque lo
dice ese estatuto que viene desde la UCD para acá,
a pedírsela por escrito y, ante esa orden,
si la da por escrito, lo cual lleva toda la responsabilidad
de su persona, pedir que se me releve con todo lo
que esto conlleva. Como puedes imaginar, en el sistema
racional de una institución es el extremo.
Rarísima vez ha ocurrido. ¿Por qué?
Porque ha funcionado con normalidad un principio:
que el fiscal que actúa en un caso tiene un
margen de maniobra enorme. Si a mí me da una
orden el Fiscal General del Estado de turno, yo tengo
que reunir a la Junta de Fiscales de Sala de la Fiscalía
y oír a esa junta tomar posición, es
decir, hay unos filtros enormes que profesionalizan
mucho la decisión. Y esto la gente no tiene
por qué saberlo, porque no tiene por qué
estar enterada, pero los políticos lo saben
y cada vez que se tira con bala al Fiscal General
del Estado se está tirando con bala a los dos
mil doscientos fiscales que hay en este país
en su conjunto, como ocurre con los jueces, que a
mí me parece gente muy respetable que hace
muy bien su trabajo. Luego les vienen las tortas según
de quién: si te metes con uno, del otro, y
si te metes con otro, del uno. Siempre es así,
qué le vamos a hacer. Pero, insisto, nos quedaremos
roncos algunos protestando y exigiendo respeto a las
instituciones porque se le hace un flaco servicio
al país cuando ataca uno a las instituciones
para echar humo sobre su propio problema. Arregla
tu problema, que es mejor.
|
Comillas es
uno de los destinos preferidos del ex ministro. |
P.-Asistimos continuamente a decisiones
de los más altos órganos judiciales,
fundamentalmente Consejo General del Poder Judicial
y Tribunal Constitucional, donde la orientación
política de sus miembros y su relación
de fuerzas determinan casi automáticamente
el sentido de las decisiones o sentencias que emiten.
¿Firmaría usted la necrológica
de Montesquieu que enunció en su día
Alfonso Guerra?
R.- A Montesquieu se le suele citar
tanto como no se le suele leer. No lo digo por Alfonso
Guerra, que me consta que lo ha leído. Pero
es muy frecuente citar a Montesquieu sin haberlo leído.
Esto plantea un problema muy serio. Si ahora mismo
resucitáramos al juez de Montesquieu, yo no
sé qué oiríamos. En la división
de poderes de Montesquieu hay un estado puro, un ejecutivo,
que tiene que materializar, ejecutar, gestionar las
leyes que un Parlamento produce. Hasta aquí
algo que hoy ya no se parece mucho a la evolución
del constitucionalismo en el que, como sabes, el poder
legislativo ha perdido presencia, por los regímenes
de equilibrio, en beneficio del ejecutivo, que es
realmente el poder más fuerte. ¿Pero
qué pasa con los jueces en Montesquieu? Montesquieu
tiene una prevención de los jueces brutal:
le gusta un juez mudo, ciego y sordo, que aplique
ciegamente la ley, es decir, un juez sin margen de
maniobra. En los países anglosajones son gente
con muchísimo margen de maniobra. Ese no es
el juez de Montesquieu. Por lo tanto, lo primero es
entrar en la cuestión históricamente
y saber de qué estamos hablando.
Si lo que se quiere decir es que deberíamos
ir a un modelo con mayor margen para los jueces, lo
que tenemos que discutir es otra cosa. Que es bueno
que los jueces tengan libertad, independencia…
por eso hay que luchar. La imparcialidad exige independencia
y viceversa, pero entonces hay que decidir quién
controla ese poder, porque lo que no puede haber en
el sistema democrático es un poder que no esté
controlado por alguien. Tenemos muy controlados los
ejecutivos, tenemos un régimen razonable de
los legislativos, pero yo creo que, en el momento
presente, no tiene bien resuelto el sistema de control
de los jueces, porque hemos generado un órgano,
el Consejo General del Poder Judicial, del todo imperfecto;
creo que es el gran lunar de la Constitución.
Y ahí sí que merecería la pena
que, entre todos, nos empleáramos en conseguir
un modelo de control de los jueces en el que los permitiéramos
mayor independencia, mayor imparcialidad por tanto,
pero claro, tiene que haber control. No hemos conseguido
eso, es evidente. Pero no creo que la culpa la tenga
ni Montesquieu ni las lecturas de Montesquieu que
no se han hecho, por cierto. Se habla de él
de oído sin haberlo leído. Qué
le vamos a hacer.
P.-¿Cree que los jueces que
han ocupado cargos políticos deben de volver
a la judicatura? ¿En qué condiciones?
R.- Ése es un debate que quedó
resuelto en una modificación legal que se produjo
en su día y que implica varias cosas. Si se
trata de un magistrado del Tribunal Supremo, pierde
la condición. Si se trata de un juez normal
de escalafón para volver tiene una serie de
tempos que tiene que preservar antes de volver. Pero,
obviamente, no tiene por qué haber un camino
sin regreso. Lo que pasa es que este país todavía
no ha evolucionado democráticamente y ustedes
tendrán que dar el paso que les toca dar, porque
los jóvenes habéis mamado ya el sistema
democrático. Pero no se duerman en los laureles;
hay que seguir profundizando en los valores de la
democracia, los de verdad. Y uno de ellos es fortalecer
la política. La política tiene en este
país una prensa horrorosa, y yo creo que no
se merece tan mala prensa. Lo digo con sinceridad.
Yo ahora soy un político, porque estoy ahí,
pero no lo he sido nunca ni creo que mi alma sea de
político; y tantos años de fiscal hacen
muy difícil que yo me transmute. Es una pena
que no se valore el esfuerzo de la inmensa mayoría
de los políticos, de buena voluntad y honestos,
y sin embargo hay muy mala prensa. A mí me
parece que eso nos llevaría a no plantearnos
como un drama el hecho de que un juez esté
un tiempo en política y que luego vuelva a
poner sentencia. En lo público, la defensa
de todos se puede hacer en muchos sitios y yo he tenido
la fortuna de estar en los tres sitios: en el ámbito
del poder judicial, aunque no como juez pero sí
como fiscal en las posiciones más altas, en
el Ejecutivo como ministro y ahora en el Parlamento
como diputado. ¿Qué he hecho toda mi
vida? Defender lo público, lo de todos, me
encuentro a gusto en cualquier lado. Yo creo que eso
convendría tenerlo presente, dejando de lado
esos prejuicios que todavía existen y que creo
que a ustedes les toca levantar.
P.-A lo largo de su vida profesional
ha trabajado especialmente algunos temas: la legislación
sobre menores o contra los delitos económicos
y medioambientales. ¿Podemos dejar exclusivamente
en manos de las leyes y los juzgados la solución
de estos y otros problemas sociales?
R.- Eso sería el gran error.
Y fíjate en lo que has citado: legislación
de menores, el futuro de un país; legislación
medioambiental, el futuro de un planeta; sistema de
persecución de la corrupción económica,
el futuro sociológico de un país entero,
el futuro social. ¿Dejarlo en manos de los
jueces? ¡Hay que horror! Eso es una labor colectiva
que tiene que empezar por ustedes, los más
jóvenes, teniendo las cosas claras sobre qué
es lo que tenemos y sobre qué es lo que tenemos
que defender. Antes hablamos de la caza; una de las
razones por la que esto anda tan quemado es porque
hemos abandonado el monte. Antes se vivía del
monte: la madera, las explotaciones resineras…
Ahora el monte se ha abandonado, la población
se ha concentrado en las grandes ciudades. El monte
es un sitio donde se va de vez en cuando, no hay tanta
relación de dependencia del hombre con el bosque
y con la naturaleza y su consecuencia está
ahí: una degradación tremenda. Me parece
que ustedes van a tener un gran reto para ver qué
planeta quieren dejar a los que vengan detrás
y una pelea por el medio ambiente especial. Yo lo
tuve claro hace treinta años. Mire, en el año
73, cuando yo empecé a ser fiscal, todavía
en la dictadura, había en este país
doscientos y pico fiscales y con eso valía.
¿Por qué? El sistema era una dictadura,
un sistema de control de otra manera, en el que el
delincuente era un choricillo que robaba las bellotas
al de al lado, el que llevaba a cabo espigueo abusivo,
el que entraba después de que hubieran pasado
los de la hoz y se llevaba lo que quedaba por el suelo.
El delincuente era el que quitaba algo al otro a lo
bruto, básicamente, aunque había otras
cosas. Treinta años de evolución de
una sociedad fíjese qué cambiazo ha
pegado (…)
P.-¿Cómo pueden conciliarse
la presunción de inocencia y el secreto sumarial
con una sociedad donde la constitución consagra
la libertad de información y de opinión?
R.- De un modo enormemente complicado,
sin duda. En las sociedades democráticas estamos
continuamente en una tensión de derechos y
de obligaciones que las caracterizan. En un país
de escasa o nula calidad democrática, estas
cosas no pasan. ¿Sabes dónde se plantean
estos temas? En los países que aspiran o aspiramos
a una calidad democrática. La presunción
de inocencia, lo primero que hay que hacer con ella,
es entenderla. Es otro de los términos de los
que el político abusa cuando le conviene. Y
cuando digo político, me refiero al político
de cualquier color, obviamente. La presunción
de inocencia es una institución del ámbito
judicial; que no se pretenda que juegue extramuros
del ámbito judicial, porque es del proceso.
¿Qué quiero decir? En el proceso penal,
nadie puede ser condenado sin que quien acusa pruebe
lo que afirma. Eso es la presunción de inocencia,
y juega en un proceso, pero no en la vida política.
¿Desde cuándo se ha invocado en la vida
política la presunción de inocencia?
Si a usted le ha imputado un juez y sólo un
juez, y esto me quedaré ronco diciéndolo,
declarando la existencia de indicios racionales de
criminalidad, lo que tiene que hacer es entregar el
puesto que tenga o el acta en el ámbito político
y dedicarse a defenderse en el ámbito judicial,
amparado por la presunción de inocencia, faltaría
más. Pero que no pretenda sacarse de la manga
la presunción de inocencia para prohibir que
se diga en el periódico que el juez Fulano
ha imputado a este señor por prevaricación
o por corrupción. La libertad de expresión
y de opinión es fundamental en el Estado de
Derecho; no sobreviviría un estado de derecho
sin ellas. Pero es verdad que es muy difícil,
a veces, luchar contra las grandes unidades de prensa,
es muy difícil. Pero aun así son unas
de las libertades a las que no se puede renunciar,
porque eso es la democracia. Lo que hay que hacer
es ser muy exigente con las personas que están
en lo público: cuando un juez, insisto, encuentra
indicios de criminalidad, se acabó lo que se
daba; defiéndete y vuelve, si puedes.
P.-¿Se deja alguna vez de
ser ministro?
R.- Mientras lo eres no. Mientras
lo eres no tienes tiempo ni de enterarte de lo que
eres. Son veinticuatro horas de veinticuatro. Es la
experiencia más apasionante que yo he vivido.
Para alguien que ha estado entregado a lo público,
es la entrega ya sin resquicio. Es una intensidad
de trabajo emocionante, apasionante; es precioso.
Te dejas ahí la piel. Cuando te sale una cosa
bien es formidable, pero no te dura un minuto, porque
abarcas todo tu área y luego está el
de los demás. A lo mejor estás tan contento
y llegas a un Consejo de Ministros y allí hay
un problema más grave. En política las
alegrías te duran poquito, pero es apasionante,
una cosa maravillosa.
Protocolariamente, parece que no dejas nunca de ser
ministro, pero eso es una sandez; dejas de ser ministro
el día que en el Boletín Oficial aparece
que ya no lo eres. Y a partir de ese momento, eres
lo que tú quieras ser o te dejen. Yo en este
momento soy diputado por la región de Murcia
y estoy en el Congreso, trabajando en lo público
de nuevo en la elaboración las leyes, aportando
mi grano de arena. ¿En mi futuro? Pues no lo
sé. Soy fiscal y no sé si un día
volveré a esa profesión. Hoy por hoy
estoy en el Parlamento. Pero ministro fui y ya se
me ha olvidado. Ahora lo que soy es un comillano,
pasándomelo aquí divinamente, respirando
buen aire, y, en este caso, pasando un buen rato en
tú compañía.
SUBIR
|
|