Nº9 Enero-Febrero. 1999

 


 

Trabajos:

Relatos
Sueño con anjanas Por Tamara Concha García
La Lluvia Por Pablo Joel Sordo Saínz

Poemas
Estaba todo oscuro Por Carla Valladares Sánchez
En el tercer mundo Por Carla Valladares Sánchez
Olvidar Por Lara Sobremazas y Clara Villegas
La Droga Por Lara Sobremazas y Clara Villegas

 


 

Sueño con anjanas
Por Tamara Concha García, alumna del IES Augusto González de Linares de Santander.

"Las anjanas eran, según los mitos de Cantabria, una especie de brujas buenas o hechiceras que vivían en grutas secretas rodeadas de flores silvestres, que tenían las paredes de plata y el suelo de oro.

El rostro de las anjanas irradiaba belleza por cada poro de su piel y tenían en la frente una cruz encarnada con su misma sangre.

Vestían con hábitos de seda blanca, estampados con pequeños puntos relumbrantes que parecían estrellas; sobre la cabeza llevaban una corona de espino y adornaban su esbelto cuello y sus pequeñas manos con muchos collares y sortijas brillantes.

Se alimentaban de miel, fresas y almíbares misteriosos servidos en doradas vasijas adornadas con motivos de plata. En sus grutas poseían huertos y jardines muy hermosos, fuentes de aguas purísimas y miles de colmenas llenas de panales que obsequiaban a las anjanas con una miel deliciosa.

Por las tardes, las anjanas solían pasear por las florestas y se sentaban para descansar en las orillas de los ríos mientras conversaban con las aguas, que parecían más alegres cuando las bellas hadas se acercaban a ellas.
Durante su paseo por los senderos y páramos; los malvises, los tordos, los colorines y los jilgueros se posaban sobre sus hombros y les cantaban melodías que sólo ellas
podían entender.

Antes de volver a sus grutas, bendecían los rebaños de los humildes pastores y acariciaban los robles y los castaños que iban encontrando por el camino; camino que impregnaban con su perfume; mezcla de manzanilla, romero, laurel y suaves esencias primaverales, como no las hay en ningún jardín.

Al comienzo de la primavera, hacia medianoche, las anjanas se reunían y danzaban hasta el alba, cogidas de las manos, en torno a un montón de rosas que luego esparcían por los caminos.
Se decía que quien encontrara una de esas rosas sería feliz y dichoso hasta el día de su muerte.

Una vez al año, el día de Viernes Santo, todas las anjanas se vestían con capas negras y escondían sus dorados cabellos bajo pañuelos de color ceniza. Ese día, abandonaban sus grutas y caminaban con los pies desnudos, sin sus sandalias de piel de comadreja, durante horas..."

Elena estaba leyendo esta hermosa historia una tarde dominical de un abril lluvioso, cuando el sueño comenzó a vencer sus ojos. De repente, una anjana apareció ante ella y le dijo:

-Pareces triste, pequeña ¿Qué te preocupa? ¿Qué puedo hacer por ti?

-Mis amigos se ríen de mí porque yo creo en vosotros y ellos no. Me gustaría conocer la historia de mi tierra y sus antepasados para demostrarles que realmente existís.

La anjana, con expresión complaciente, sacó una pandereta de su zurrón, la hizo sonar y de una montaña empezaron a descender una hilera de enanucos saltarines y risueños. Eran enanucos de colores: verdes, azules, rojos y amarillos. Elena estaba muy sorprendida al verles.

-¿Qué deseas amiga anjana?, preguntó un enanuco.
-Esta niña quiere saber la historia de su tierra, contestó el hada.

Al instante, los enanucos comenzaron a rodear a Elena, cantando y haciendo piruetas.
Uno de ellos, vestido de rojo, levantó su voz y dijo:

-¡Compañeros enanucos de los bosques de Cantabria, compañeros trentis, tentirujos, amigas anjanas, luminosos gusanos de luz, temidos ojancanos, habitantes de los bosques! Todos nosotros formamos parte de la historia de tu tierra.

-Como todo el mundo sabe somos los encargados de guardar los tesoros de los bosques- dijo la anjana.

-Cada mil años, nos reunimos y hacemos una romería milenaria del muérdago, flor sagrada del roble -dijo el enanuco de azul- Aunque desgraciadamente, estas flores están desapareciendo porque el hombre nos roba nuestros árboles y con ellos nuestra historia.

-Si seguimos así... -continuó la anjana- nos quedaremos sin bosques. Si mueren los bosques moriremos nosotros y con nosotros nuestros secretos y tesoros y ya nadie se preocupará de cuidar de los bosques de Cantabria-. Una lágrima plateada humedeció sus labios mientras hablaba.

En ese momento, Elena tuvo una gran idea.

-Yo podría ayudaros si conociera vuestra historia. ¿Por qué no me enseñáis la historia de la mitología cantabra?-pregunto la niña.

-No es cuestión de que te enseñemos la historia de la mitología, porque esa la puedes aprender a través de muchos libros y en la escuela; sin embargo, hay algo más importante que tú y todos los que viven cerca de ti podéis hacer-, le sugirió la anjana Amar y cuidar del entorno natural que os rodea.

-Así es, Elena- dijo un enanuco de ojos muy saltones que parecían iban a salírsele de las órbitas-. Apenas quedan fresnos, robles, hayas, olmos o castaños... Están desapareciendo muy deprisa y tenemos miedo de que lo hagan para siempre.

Ahora los enanucos ya no cantaban porque estaban tristes, su música, lentamente, fue dejando de sonar. Entonces la anjana se dirigió a Elena y le dijo:

-Queremos que améis y veléis por los bosques de Cantabria. Cuando seáis mayores nos gustaría que nos ayudaseis a conservarlos, impidiendo que nadie los destruya. De ese modo, estaréis aprendiendo la historia de la tierra donde habéis nacido, su naturaleza y su cultura; todo lo que significa vida o muerte en Cantabria.

Elena no recordaba si aún estaba soñando cuando les prometió cuidar de los bosques junto con mis compañeros. Sólo sabía que inmediatamente después de despertarse, todo lo que le habían contado aquellos legendarios seres permanecería con ella para siempre.

 

 

La Lluvia
Pablo Joel Sordo Saínz, alumno de 2º ESO del Colegio Cisneros de Santander

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La lluvia llueve.
La lluvia canta.
La lluvia suma.
sin fin nostalgias.
melancolía
vida apagada.
luz submarina
plata oxidada
de los espejos
y las arañas
grutas secretas.
Calles sin alma.
pienso en mi mismo
no pienso nada.
Llueve igualando
Llueve constancia
tras los visillos
una muchacha
esta mirando
algo que calla.


 

Estaba todo oscuro
Por Carla Valladares Sánchez, alumna del colegio Verdemar.

Estaba todo oscuro...
El sol dormía bajo la cama de Carla.
Los pájaros volaban en silencio...
El caracol apenas se movía...

Se abrió una ventana.
Su pelo ensortijado se meció al viento
y el sol se despertó
llenando de luz el espacio...,
y la oscuridad murió lentamente.

Una sonrisa, una voz,
una palabra cálida, una caricia.
Y la luz se llenó de poesía,
de sonido y de vida.



En el Tercer Mundo
Por Carla Valladares Sánchez, alumna del colegio Verdemar.

Caminaba descalzo por la calle,
tenía los ojos negros,
del color de la tristeza.

Tenía frío, mucho frío,
y ninguna mano cariñosa.

Su madre estaba lejos,
quizá no la volvería a ver,
pero no sabía llorar.

La calle era su casa.

Sólo había tenido un juguete...
Lo encontró en una caja,
a la puerta de unos grandes almacenes,
y aquel día, recuerda, fue feliz.
Fue niño.

Olvidar
Por Lara Sobremazas y Clara Villegas, alumnas de 3º de ESO del Colegio Verdemar.

Pensando en ti, empiezo a recordar,
cosas del pasado, que nunca podre olvidar,
recuerdo tu mirada y tu forma de besar
tus manos en mi espalda se deslizan sin cesar,

me dijiste que me querias, y que siempre me querrás
pero dejemos el pasado y volvamos a la realidad
la realidad es que te quiero, y que nunca te podré:
OLVIDAR.

La Droga
Por Lara Sobremazas y Clara Villegas, alumnas de 3º de ESO del Colegio Verdemar.

Es triste saber que tu amor algo me oculta,
¿Qué es lo que tiene la culpa?

yo pense que había otra, y quise saber la verdad
le pregunte un día y en sus ojos vi oscuridad,
me dijo que había algo que no me podía decir,
pues era algo muy duro y no me quería ver sufrir

les pregunte a sus amigos y no tuve contestacion
me decían que no había otra y que no dudara de su amor

pero al final todo se sabe, y las lágrimas te ahogan
cuando te dicen que está muerto y la culpa fue:
LA DROGA.