Como
diversión, para 'beber por beber', sentirse
mejor, desinhibirse, gastar menos dinero, no quedarse
solo o controlar la calidad de las bebidas. Éstas
son las razones reales que empujan a los adolescentes
y a los jóvenes a practicar en todo el territorio
español el ya famoso 'botellón'.
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La suciedad es una de las molestias que genera
a los ayuntamientos la costumbre del botellón./
HOY
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Un equipo de psicólogos de la Universidad
de Valencia (UV) ha encuestado a 4.083 chicos y chicas
de 14 a 25 años con el objetivo de averiguar
las razones por las que los jóvenes se reúnen
para hacer botellón.
"En este trabajo se presenta un análisis
objetivo y detallado de los motivos que tienen los
jóvenes para realizar botellón y consumir
alcohol, así como los efectos que esperan encontrar
con esas tasas de consumo... lo que permitirá
ampliar la información disponible actualmente
y contribuirá a la planificación de
alternativas lo más ajustadas posibles a las
necesidades de los jóvenes", aseguran
los autores de la investigación, dirigidos
por María Teresa Cortés Tomás,
de la Facultad de Psicología de la UV.
Mercedes y Paco, de 16 y 17 años respectivamente,
prefieren ocultar sus verdaderos nombres "por
si nuestros padres leen el artículo".
Para ellos, los argumentos a favor del botellón
en calles, plazas o parques están muy claros.
"Las 'clavadas' que te dan en los lugares de
copas son difíciles de aguantar, además
es divertido, te permite hablar mejor que en los pubs
llenos de gente, Nos divierte. Y la verdad es que
tampoco existen muchas otras alternativas de ocio
fascinantes", argumentan ambos jóvenes.
Los autores del nuevo trabajo, recogido en la revista
del Colegio Oficial de Psicólogos del Principado
de Asturias (Psicothema), confirman que el motivo
más aludido por los adolescentes y jóvenes
para realizar el botellón es la diversión
(75,2%), seguido del ahorro (37,5%) y de poder estar
con los amigos (36,3%). Una actividad lúdica
que reconoce practicar el 80,4% de los universitarios
y el 67% de los adolescentes de entre 14 y 18 años.
"Para los adolescentes son más importantes
los motivos lúdicos y los relacionados con
la presión social: divertirse, desconectar,
conocer gente y relacionarse más fácilmente,
no quedarse solo, consumir otras sustancias y seguir
la moda. Los universitarios, sin embargo, dan más
importancia al control del ocio, como la economía,
huir de las aglomeraciones en los pubs, la calidad
de la bebida y escuchar su música", reza
el ensayo.
Uno de los aspectos relevantes del trabajo y que
invita a la reflexión es que los universitarios
reconocen además "que practican tanto
el botellón para emborracharse como porque
no encuentran otras alternativas", destacan los
investigadores.
Y muchos de ellos lo logran cada fin de semana a
tenor de los siguientes datos. Así, por ejemplo,
los definidos como consumidores 'radicales' (hasta
un 20% de los entrevistados) ingieren 11 copas, tres
veces por semana durante más de 10 meses al
año, mientras que los usuarios medios de bebidas
alcohólicas beben cinco consumiciones dos veces
por semana y durante ocho meses.
Desinhibición y euforia
Lo que esperan obtener de este consumo es sentirse
más habladores (51,2%), desinhibirse (35,4%)
y estar eufóricos, "aunque este aspecto
deshibitorio es más esperado entre los que
cursan estudios en la Universidad que entre los adolescentes".
Estos últimos buscan en el alcohol los siguientes
efectos secundarios: sentirse bien, confiar más
en sí mismos, ser más valientes y relajarse.
"Del trabajo se deduce que uno de los motivos
principales del botellón no es sólo
la diversión, sino que el consumo en sí
mismo tiene el mismo nivel de importancia. Queda muy
clara la equiparación entre ambos conceptos,
lo que explica la confusión entre los motivos
para hacer botellón y para consumir alcohol...
No puede obviarse que se trata de un fenómeno
que refleja la tradición española de
vincular la bebida con el ocio. Por ello, las alternativas
deben ir más allá del propio joven,
el cual simplemente refleja la internalización
y réplica, adaptada a las circunstancias, de
un modelo de ocio aprendido", determinan las
conclusiones del trabajo.
Si las nuevas opciones de ocio se enfocan, en cambio,
hacia los adolescentes, y si se valora que ellos esperan
que el consumo les permita mejorar algunos estados
personales, éstas deberán focalizarse
hacia el refuerzo de la autoestima sin tener que recurrir
por ello a la bebida.
PATRICIA
MATEY. 'EL MUNDO'

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