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Trabajos: Relatos Poemas
Ojos Unos ojos me miraron detrás de la oscuridad; una voz
preguntó un porqué, un porqué que resonó
por todas partes; entonces la voz desapareció de igual
forma que había aparecido, los ojos se reflejaron en un
haz de luz, inquietos preguntando un porqué que no tenía
respuesta. Tiempo después descubrí lo que verdaderamente
sucedió, aquellos ojos pertenecieron a un hombre que falleció
en aquel lugar, hacía ya unos cincuenta años.
La Leyenda de las Ovejas Negras Cambiando el otro día trastos de sitio encontré un antiguo libro, algo estropeado, que cuenta antiguas leyendas de este viejo y olvidado pueblo donde comienzo a ejercer mi profesión de veterinario. Al ir a limpiarlo leí una vieja historia que, aunque ya la había oído a otros veterinarios de los alrededores, nunca llegué a creer; aun así he decidido contarla para todo aquél que añore las viejas historias. Durante unos meses, en la villa del noble Diego se respiraba
un aire de misterio y terror. Esta situación no era nada
favorable para nuestro joven protagonista que planeaba su boda
con la joven Catalina. El color era lo más importante y peculiar que las diferenciaba
de las demás ovejas. Era un negro oscuro como el carbón,
pero brillaba. No sólo brillaba como puede brillar cualquier
otro pelo: era un brillo cegador que no dejaba a cualquier mirada
observarlo durante mucho rato. Al bueno de Diego todos aquellos comentarios no le molestaban hasta que un día llegó a sus oídos la extraña anécdota de que aquellas ovejas eran el regalo que Dios daba a Diego para el día de su boda. Mirado desde un cierto punto se puede pensar que esto es un halago, pues nadie tiene la suerte de recibir un regalo de Dios para el día de su boda, pero por mala suerte para Diego, este comentario no le hubiera molestado si su prometida Catalina no le hubiera dicho que era un mal augurio. Y es que a los oídos de Catalina había llegado una vieja historia: "Hace mucho tiempo, en una villa no muy lejana a ésta,
vivía un viejo pastor al que le fue todo bien en la vida;
todo, hasta que un día la mejor y más apreciada
de sus ovejas dio a luz a una pequeña oveja negra. Desde
entonces las desgracias comenzaron a aparecer. La oveja comía
mucho y para mantenerla le hacía falta el doble de dinero
que a las demás; pero no sólo fue eso: poco a poco
las demás ovejas se fueron muriendo de una extraña
enfermedad sin conocer todavía. Las ovejas primero comenzaban
a adelgazar, se quedaban tan delgadas que hacían falta
más de dos para alcanzar el bulto que una pequeña
oveja abultaba, y después de quedarse tan delgadas una
noche morían. El pastor se quedó sin ninguna oveja
de la que obtener beneficios, así que a pesar del extraño
color de esta oveja, decidió que se la tendría
que comer. Pero esa noche, como si la oveja ya supiera el destino
que la esperaba se escapó y huyó al monte frío
y oscuro. Debido a esta historia, Catalina se pensó que las ovejas
del monte no podían ser un regalo de Dios, sino de Satanás,
que traería mala suerte para el futuro matrimonio. Si
se casaban, la mala suerte les acompañaría para
toda su vida. Sin rumbo fijo, Diego cabalgó y cabalgó hasta
que la noche cayó y bajo la oscuridad siguió cabalgando.
Después de un rato comenzó a divisar una tenue
luz a lo lejos; allá entre las montañas se podía
divisar las sombras de los tejados difundidas entre el humo de
las muchas chimeneas que se erguían sobre estos, mezclados
también por las diferentes luces que salían disparadas
de algunas ventanas de las casas de lo que parecía un
acogedor pueblo. Por fin, tras mucho caminar, Diego llegó
a la extraña ciudad en la que pensó que tal vez
podría quedarse a pasar la noche. Los habitantes de ese pequeño pueblo aseguran que aquella noche fue terrible, llena de chillidos estridentes y el sonido metálico de terroríficos campanos, acompañado de relinchos y estruendosos ruidos. Pero que al amanecer no vieron más que algo parecido a un rebaño de ovejas negras cruzando entre las montañas para desaparecer en lo más oculto del bosque. Lo que no sabían en ese pueblo es que en ese rebaño había una oveja más de las que habían estado escondidas en los alrededores. Nunca Catalina ni nadie supo más del noble Diego. Muchos pensaron que de tan triste que se había quedado se marchó para siempre pero lo que nunca nadie supo fue lo que Catalina realmente pensaba, y para ella lo que le pasó a Diego fue culpa de una extraña maldición que acompañaba a las ovejas, sin duda obra de Satanás, como pensó desde el principio de su aparición en el pueblo. Así con estos pensamientos, Catalina nunca se casó por temor a estar maldita y que sus desgracias también pudiera causárselas a su familia. Y esta es la historia que de boca en boca llegó a mis oídos y tal vez se siga propagando junto a otras muchas. Ya os seguiré contando más historias de este libro. De momento, yo seguiré colocando los cachivaches del trastero de esta vieja casa en este pequeño pueblo, pero ahora pararé un rato para ver de dónde provienen estos extraños ruidos de campanos que cada vez oigo más cerca. FIN
Recuerdos de Tiempos Pasados Poesia "Ecológica" Yo no voy a hablar de mi infancia ni de mi pasado, Esto no es un ruego ni una petición, sino una advertencia; Ya es tarde, no hay posibilidades, para nosotros ha terminado,
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