|   La llamaremos 
                            Laura, que ese fue su nombre. Su vida transcurre en 
                            uno de los barrios periféricos de Torrelavega. 
                            Llamada al éxito, abandonó sus estudios 
                            universitarios en tercer curso de Obras Públicas, 
                            poco después de que la locura violara su mente. 
                          
                             
                               | 
                             
                             
                              |   Entre la luz 
                                  y la oscuridad.  | 
                             
                           
                          Sufre un trastorno bipolar que la 
                            hace esclava de su medicación. Su vida pende 
                            del hilo tejido en torno a un ciclo de arrebatos, 
                            depresiones culpables y normalidades escasas. 
                          Hace unos años, la estructura 
                            de centros psiquiátricos del estado habría 
                            permitido a su familia poseer un soporte con el que 
                            compartir este destino. La ley erradicó estos 
                            centros, en la búsqueda de un sistema más 
                            humano de trato, y bajo la filosofía de una 
                            necesaria integración social de estos enfermos. 
                            Pero tal reforma no vino acompañada de un sistema 
                            asistencial externo, ágil e implicado en su 
                            atención. 
                          "Es una enferma, no una asesina, 
                            ni una suicida, como las televisiones transmiten". 
                            Es la frase que a modo de jaculatoria con más 
                            tristeza nos repite Adela, su madre. En el salón 
                            de su casa, casi abrazada a una foto de los buenos 
                            tiempos, aquellos en que la universidad pregonaba 
                            sus triunfos, nos relata su historia, una muy parecida 
                            a otras madres de España. "Comenzó 
                            a destruirse de forma tan imperceptible, que cuando 
                            quise sostenerla ya había caído al suelo. 
                            Cuando se medica y todo va bien, sigue siendo la niña 
                            maravillosa de siempre. De pronto, un día, 
                            sin saber por qué, comienza a no dormir, a 
                            no cuidar su pelo, a desconfiar, a intuir hasta en 
                            mi mirada a una enemiga. Su cuerpo es incapaz de detenerse. 
                            Se mueve sin tino, se agita, anda durante horas sin 
                            rumbo y apenas come. Y cuando el mal la atenaza por 
                            completo, como queriendo rebelarse contra un destino 
                            que no debía haber sido el suyo, busca su destrucción, 
                            y a su paso la mía, si se la intento arrebatar 
                            a la muerte." 
                          "Nos conocimos en el instituto 
                            y con el tiempo hicimos planes. Soñábamos 
                            con una vida que su trastorno nos ha arrebatado para 
                            siempre, y que nos ha metido en una espiral de la 
                            que no sé como saldremos". Jaime, su novio 
                            de siempre decidió cuando todo empezó 
                            no abandonarla, y ahí sigue. "Ésta 
                            es una ciudad pequeña, así que su comportamiento, 
                            que es reiterado, la estigmatiza, y a nosotros también. 
                            La gente rechaza estas enfermedades, sabes que se 
                            pueden descontrolar y entonces son impredecibles, 
                            y eso genera el rechazo. Encima los medios de comunicación 
                            no ayudan mucho. El caso de Santomera de estos días 
                            pasados ha sido terrible. Laura estaba bien, y de 
                            pronto ha empeorado, las miradas de soslayo, los cuchicheos 
                            en la tienda o en la escalera, el… ¡niño, 
                            no te acerques! en el parque, cuando está lúcida 
                            es un puñal que la mata poco a poco. Ha tenido 
                            ciclos espantosos. Al principio se enfrentaba con 
                            los profesores, luego atravesó una etapa de 
                            hurtos, fue agresiva. He ayudado a su madre en lo 
                            posible, demandando ayuda durante los últimos 
                            siete años en todo tipo de instituciones, sin 
                            respuesta. El primer obstáculo es el diagnóstico 
                            que no siempre es correcto, y determina la medicación 
                            que debe tomar; si no es la correcta puede empeorar 
                            la enfermedad. Primero creyeron que se trataba de 
                            un trastorno esquizo-afectivo de tipo maniaco con 
                            trastorno de conducta. Nada que ver con lo que era". 
                          
                             
                               | 
                             
                             
                              |   Buscando el 
                                  final del camino.  | 
                             
                           
                          Jaime ha aprendido a vivir entre la resignación 
                            y la indignación. Es difícil controlar 
                            que se medique, hoy por hoy la única esperanza 
                            de una vida normal. Si eso no ocurre y su estado empeora, 
                            la única opción para Jaime y Adela, 
                            como para otras familias españolas, es acudir 
                            a urgencias, si no puedes físicamente llevarla; 
                            es preciso dormir al enfermo, llamar al 061 y que 
                            le internen en una unidad de agudos, donde en dos 
                            semanas podrá recuperar la "normalidad", 
                            y volver a empezar. Pero el protocolo no es tan sencillo. 
                            A veces los servicios sanitarios te exigen que te 
                            comprometas a que el paciente esté en un lugar 
                            y a una hora determinada, algo absurdo.  
                          En lo que todos los afectados están de acuerdo 
                            es en el hecho de que estamos ante un problema socio-sanitario, 
                            no judicial. La sociedad ha caído en el error 
                            de afrontar, casi solamente, la perturbación 
                            del orden por estas personas. Jaime nos relata cómo 
                            la situación se volvió insostenible 
                            hace dos años. La amenaza para su vida y la 
                            de su madre hizo de Laura un riesgo inasumible. Consultaron 
                            con un abogado. La vía más adecuada, 
                            dada la mayoría de edad de Laura, habría 
                            sido una orden de alejamiento. ¿Cómo 
                            compatibilizar eso con la necesaria atención 
                            de una madre a su hija?. Es incompatible con la tutela 
                            que requieren los enfermos. Normalmente el sistema 
                            judicial cuenta con la colaboración de forenses, 
                            fiscales y jueces. Julio Guerrero, juez titular del 
                            juzgado número 1 de Murcia, explicaba hace 
                            unos días, en relación al asesinato 
                            de Santomera, cómo el joven que mató 
                            a su madre había sido internado, meses antes 
                            del hecho, en la unidad psiquiátrica de la 
                            prisión provincial. Unos días después, 
                            Ángelo aparecía ante el estanco de su 
                            madre, a la que al poco mataría. ¿La 
                            causa?. El psiquiatra de la prisión le había 
                            excarcelado, violando una resolución judicial 
                            y obligando al joven a contravenir una orden de alejamiento, 
                            lo que le valdría un nuevo proceso. 
                          José María Sánchez Monje, presidente 
                            de la federación de familiares de enfermos 
                            mentales, ha reconocido la predisposición de 
                            los familiares a mantener a los enfermos en su entorno 
                            familiar, convencidos de que además de la medicación 
                            necesitan una reeducación que les debe acercar 
                            a la sociedad y a la recuperación de la que 
                            fue su vida, y aún son sus sueños. Pero 
                            ello exige un apoyo social para rehabilitarse, no 
                            sólo para controlarles. Un apoyo que debe valorar 
                            el que todos los enfermos no son iguales, pues hay 
                            múltiples factores biológicos y ambientales 
                            que pueden agravar el problema y que es preciso evaluar 
                            de continuo. Y carecemos de unidades de salud mental 
                            flexibles, bien dotadas de psiquiatras, psicólogos, 
                            asistentes sociales, auxiliares de ayuda a domicilio… 
                          "Es triste", reflexiona Jaime, "que 
                            si en Santander un drogadicto no acude un sólo 
                            día a su centro de seguimiento a por su dosis 
                            de metadona, todo el sistema se pone en marcha para 
                            localizar al sujeto y controlarle. Si Laura falta 
                            a una de sus citas externas con el psiquiatra que 
                            la sigue, porque ha entrado en una fase crítica, 
                            no saltará ninguna alarma".  
                          
                          En Barcelona, la doctora Ana Merino, responsable 
                            de psiquiatría del Hospital de Mar, está 
                            desarrollando un programa piloto de alerta ante estos 
                            casos de descontrol en pacientes con seguimiento externo. 
                            El programa de apoyo al 061 permite que si estas unidades 
                            detectan un caso fuera de control inicien el protocolo 
                            de internamiento en una unidad de agudos o que un 
                            psiquiatra y un asistente social se desplacen hasta 
                            el domicilio de un paciente para su atención. 
                            En el mismo sentido es modélico el equipo del 
                            doctor Martínez Jambrina de Avilés, 
                            que desde 1999 es pionero en el seguimiento domiciliario 
                            a enfermos graves, con notable éxito. También 
                            algunas autonomías están experimentando 
                            con presentaciones farmacológicas que permiten 
                            usar dosis de larga duración, más rápidas 
                            o en presentaciones más fáciles de controlar. 
                            Pero hablamos de excepciones, y de que la lotería 
                            de la vida te haya colocado en la autonomía 
                            adecuada. 
                          Para Alejo Martínez Herrera, psiquiatra torrelaveguense, 
                            el problema es que a día de hoy no existe un 
                            debate entre la profesión médica. Sólo 
                            la Administración ha puesto el tema sobre la 
                            mesa, y con un argumento económico, "Visitar 
                            al enfermo en casa en costoso, pero menos que internarlo". 
                            Y, en segundo lugar, legalista. España sigue 
                            en la actualidad la filosofía de la OMS que 
                            estableció en 2005 que los enfermos mentales 
                            son mejor atendidos en su entorno, según muestran 
                            muchos estudios realizado en el mundo sajón, 
                            no en el nuestro. Y en eso se basa la actual Estrategia 
                            Nacional de Salud Mental española (2007). Por 
                            lo demás todo se ha reducido en España 
                            a una discusión simplista. En nuestro país 
                            los enfermos mentales son poco más del 3% de 
                            la población, pero cometen un porcentaje de 
                            delitos muy inferior. Además, en la mayoría 
                            de casos, el problema se asocia a una desestructuración 
                            familiar o a un problema de drogadicción, y 
                            ahí la comunidad médica no tiene papel. 
                            Claro que podemos atender en su domicilio a un enfermo, 
                            pero con medios de los que carecemos; claro que podemos 
                            insertarles, pero sin el estigma de asesinos que hoy 
                            pende de sus vidas; claro que podemos internarles 
                            llegada una situación extrema, pero tras un 
                            proceso penal, y si encontramos un centro con plazas. 
                           
                          Jaime apura la conversación, mientras escarba 
                            con su pie en el suelo del parque Manuel Barquín, 
                            en uno de cuyos bancos hemos hablado de Laura, aquella 
                            mujer en cuyos ojos aún brillan las lágrimas 
                            de quienes ven en la oscuridad de su mente. 
                          
                             
                               
                                    
                                    SUBIR 
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