Domingo, día 11 de
noviembre de 2007: un grupo de ideología fascista
acude en metro a la manifestación en el barrio
Usera de Madrid, convocada por el partido de extrema
derecha Democracia Nacional. Esta manifestación
xenófoba y racista es legalizada por la Delegación
de Gobierno en Madrid.
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Carlos, el joven asesinado
el 11 de noviembre.
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Este grupo afín a las ideas
de Democracia Nacional concurre en el metro de Madrid
en la estación de Legazpi con un grupo de ideología
anti-fascista que pretenden reventar esta manifestación.
Tras verse, inician unos fuertes enfrentamientos que
terminan con la muerte de un joven de 16 años
anti-fascista muerto por la cuchillada de un joven
militar neonazi.
Y yo me pregunto: ¿por qué se tiene
que haber llegado a este extremo? ¿Por qué
la delegación de Gobierno ha permitido esta
manifestación? ¿Por qué tiene
que haber gente dispuesta a reventar una manifestación
que es legal? ¿Por qué sigue habiendo
gente con estos ideales tras el fracaso del fascismo,
anarquismo y comunismo que tanta muerte y destrucción
trajeron a este planeta en el siglo XX?
Algunas respuestas pueden ser estas:
Se ha llegado a este punto porque los extremos traen
a la radicalidad y a la violencia. No hablo sólo
del grupo de extrema derecha, sino también
sobre el grupo de extrema izquierda que sabía
a lo que iba.
Por muy legal que sea este partido (Democracia Nacional),
ya que ha sido constituido reglamentariamente, es
lógico que se le permita expresar su libertad
de expresión, pero no expresar su racismo hacia
los inmigrantes ni otros valores que no estén
recogidos en la Constitución.
Existe un problema educativo en
la juventud de este país. El sectarismo y la
intolerancia, que son el cáncer de la democracia,
aparece en esta sociedad como valores de “moda”
contra el sistema de una parte de la juventud que
confunde el inconformismo con la confrontación.
El fracaso tanto del sistema educativo como de la
transmisión de ciertos valores en el seno de
la familia es el origen de este tipo de problemas.
La rivalidad de los partidos políticos, que
utilizan cualquier medio para perjudicar a sus contrarios,
está introduciendo asuntos en la actualidad
que pertenecen exclusivamente a la historia. Comunismo,
fascismo o anarquismo son pensamientos políticos
que tuvieron su protagonismo en una sociedad completamente
diferente a la actual. Utilizar estos términos
actualmente sólo obedece a un interés
político para confundir y generar una crispación
que de réditos electorales.
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Concentración
organizada en Sol en protesta por la muerte
de un joven durante una reyerta en Legazpi.
(Foto: EFE)
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Al día siguiente de estos
altercados, el día 12 de noviembre me enteré
por los medios de comunicación de la intención
de los grupos políticos ultraderechistas de
Falange, Fuerza Nueva y Alianza Nacional de hacer
una manifestación el día 17 de noviembre
en conmemoración del treinta y dos aniversario
de la muerte del dictador Francisco Franco (20N).
Por otro lado, los grupos antagonistas, es decir la
ultra izquierda, anuncian una contra manifestación
que augura conflictos y alteraciones graves del orden
público.
Cada año los grupos próximos a la ultraderecha
protagonizan actos en recuerdos del líder de
Falange y del general Francisco Franco. Con normalidad
democrática se han venido desarrollando estos
actos sin incidentes, pero este año parece
que algo ha cambiado y que la llama del enfrentamiento
hace su aparición. ¿Cuál es el
motivo?
La iniciativa política llamada Ley de Memoria
Histórica nacida sin consenso entre las fuerzas
políticas mayoritarias y sin haber un requerimiento
social ha sido el factor determinante que ha provocado
la polarización de la sociedad española.
Lo que responde exclusivamente a unos intereses electorales
se está convirtiendo en el catalizador de conflictos
que parecían ya olvidados.
Los poderes políticos deben de velar por la
seguridad y la convivencia lejos de fomentar divisiones.
La existencia de grupos extremistas no es más
que la constatación de que algunas cosas no
se están haciendo bien y que lejos de parecer
pensamientos antagónicos los fascistas y los
antifascistas, se trata del mismo fenómeno
cuya base es la incultura, la exclusión social
y la falta de valores.
Por lo tanto, a estos grupos no se les puede calificar
de extremos ideológicos, sino grupos de inadaptados.

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