El día 10 de noviembre
nadie esperaba que amaneciera tan oscuro. Las previsiones
de días anteriores ya indicaban que iba a hacer
frío, consecuentemente, era posible que nevara.
Cuando salimos del autobús hacía más
frío del que podíamos imaginar. Cuanto
más subíamos, más frio hacia
y, justo cuando parecía que no podía
hacer más frío, se formó una
fuerte ventisca de nieve en polvo. Aún así,
no podíamos haberlo pasado mejor.
|
Foto
que muestra cómo hacía el día
de la salida. |
Las batallas de bolas
de nieve nos mantenían entretenidos y, cuando
nos quisimos dar cuenta, la nieve nos llegaba por
las rodillas fuera del camino y el agua del deshielo
estaba congelada por la baja temperatura (2º
bajo cero y bajando a medida que subíamos).
|
Tirarnos
bolas de nieve nos hacía entrar en calor. |
Esto mismo se repitió en la
bajada de Cuencajén, sólo que estábamos
mucho más mojados y teníamos más
frío. Cuando volvimos al llano del que partimos,
paramos un momento en el pueblo de Brañavieja.
Tuvimos suerte de que abajo no lloviera, ya que si
hubiera llovido muchos no podríamos haber ido
a clase al día siguiente por catarros.
A pesar del frío, la nieve y la lluvia fue
un viaje realmente divertido.
La cuesta de las caídas
Después de bajar de Cuencajén,
atravesamos el llano de Brañavieja y tomamos
la dirección de las antiguas pistas de esquí
de los tubos, hacia Abiada. Allí estaba la
cuesta del Güares, por donde caíamos como
las moscas. Era una pista llena de nieve embarrada,
por donde dabas un paso y te caías a la mínima.
|
Caíamos
como moscas en la cuesta del Güares. |
En esta misma cuesta
la única solución para bajarse sin caerse
era agarrándose a las pocas ramas de los árboles
que sobresalían de la nieve. Estos mismos estaban
deshechos debido a las fuertes nevadas que cayeron.
Después de bajar esa cuesta llena de nieve
pasamos a otra llena de barro por donde también
la gente caía, pero con menos riesgo de rodar
que en la cuesta de los tubos. Aun así, la
gente tenía que ir agarrada a otras personas
o a lo que pillaba para no caerse. A continuación
llegamos al final de la cuesta donde había
un río por donde la gente pasó para
hacer la gracia y se mojaron hasta los huesos. Ahí
se acabó, ¡por fin!, la cuesta de las
caídas y llegamos a un descampado donde ya
no había nieve, por donde seguimos nuestra
ruta. Para terminar la ruta atravesamos un acebal
y un pequeño hayedo.
Anecdotario
El tiempo
Sabíamos que
podíamos encontrarnos con mal tiempo, pero
cuando llegamos a Braña Vieja el tiempo no
era adecuado para realizar la salida, aquello parecía
Siberia. Una de las profesoras al ver el mal tiempo
y no llevar el calzado y la ropa adecuados decidió
regresar en el autobús al centro. Fue la esquirol
del día de la naturaleza, pero la disculpamos
porque ¡¡con tacones era imposible hacer
esquí !!
|
Paisaje
que se formó con la nevada. |
El mejor
capítulo del día, las caídas
Cuando bajábamos
por la llamada cuesta de las caídas
muchos de los profesores y alumnos, por no decir todos,
sentaron el “culo” en la nieve y bajaron
rodando la cuesta. El caso más comentado y
gracioso fue la caída de la profesora de Matemáticas,
mientras se estaba comunicando con el centro, resbaló
y perdió su móvil entre la nieve, cuando
pudo reponerse buscó el móvil entre
la nieve y dijo : “os cuelgo”...
En el instituto no sabían qué pensar,
llamaban a los profesores y solo oían ahhhhhhhhhhhh....
Aparte de las caídas de los profesores, hubo
más caídas graciosas por parte de los
alumnos. Muchos de nosotros en “la cuesta de
las caídas” decidimos bajarla de “culo”
porque a cada paso que dábamos nos resbalábamos,
y bajábamos rodando.
La llegada
al pueblo
A la llegada a Abiada,
los profesores nos informaron de un árbol cajiga
que tiene más de mil trescientos años.
Su diámetro no se lograba calcular con cinco
hombres abrazándole. Diez niños de nuestro
centro fueron al prao en donde estaba el
árbol y consiguieron rodearle. Uno de ellos
intentó escalarlo, no importándole la
presencia del dueño del árbol.
|
La
cajiga centenaria de Abiada |
La comida
Por fin llegamos, todos
lo estábamos deseando. Nada más llegar,
todo lo que queríamos era comer porque veníamos
muy hambrientos.
Como todos los años, uno de los profesores
encargado de la salida del día de la naturaleza
comió a cuenta de los demás, “como
siempre”.
Probó bocadillos de todos los sabores y colores
y al final dio el premio al bocadillo más delicioso.
¡¡¡ MENUDA CARA QUE TIENE !!!
|
Preparamos
la vuelta a casa. |
SUBIR
|
|