Los alumnos de 5º
de Primaria del Colegio La Paz visitaron las Cuevas
de Puente Viesgo. Descubrieron los objetos con los
que los habitantes de la cueva cazaban, los diferentes
grabados de animales... Antes de comenzar la visita
el profesor les dijo:“No os voy a decir más
cosas de la prehistoria, os voy a llevar a ella”.
Y así fue.
Hace unos días, mi profesor
de Conocimiento del Medio nos contaba apasionado la
historia de los hombres que habitaron Cantabria hace
miles de años. Nos cuenta las cosas de forma
que si cierras los ojos te encuentras de pronto en
las orillas del Miera o del Pas rodeado de mamuts.
Algunas veces se enfada, porque le interrumpimos continuamente
con nuestras preguntas, tanto que hace un mes nos
dijo: “no os voy a decir más cosas de
la prehistoria, os voy a llevar a ella”. Nos
quedamos de piedra, pero cuando nos quisimos dar cuenta,
José Luis nos había metido en un autobús
y estábamos en Puente Viesgo, al pie de una
montaña nevada en cuya cima se veía
la entrada de una gran cueva. Esta cueva se formo
hace 10.000 años. Aquí vivía
el hombre de Neandertal, y después el de Cromagnon,
que parece ser que se comió al primero, o algo
así. Se encuentra situada a 197 metros sobre
el nivel del mar y posee un recorrido de aproximadamente
1 kilómetro. En interior de la cueva se pueden
encontrar más de 150 figuras que representan
los distintos estilos que caracterizan al paleolítico
superior. Por lo que nos contaron los guías,
la cueva fue descubierta por don Hermilio Alcalde
del Rio en 1903.
Vimos los instrumentos utilizados para impulsar las
lanzas y los objetos con los que cazaban a los animales,
que eran fundamentalmente dos: los arcos y los propulsores.
Las personas que han estudiado la cueva han dividido
el suelo en profundidad en muchos niveles, para así
ir excavando y encontrar todo lo que aquella gente
utilizó. Cada vez que cavan más en la
tierra es como si echasen marcha atrás el reloj
del tiempo. En la unidad 8, que pertenece a una cultura
llamada Magdaleniense, apareció el gancho propulsor,
que es un objeto único en el Cantábrico
que les servia para alargar el brazo consiguiendo
más precisión y potencia en el lanzamiento.
La cueva está formada
por varias salas que tienen numerosos grabados. Vimos
un conjunto de cabezas de ciervo, un gran bisonte
rojo, un caballo, tres bisontes mas de gran tamaño,
dos negros, ciervos y muchas manos. La guía
nos explicó que algunas eran en positivo y
otras en negativo según dibujasen el relleno
o el contorno. En realidad son las figuras más
representativas de la cueva, y según nos explicó
superan el número de 35, una pasada. En una
sala vimos a la Virgen del Pilar... bueno, eso nos
pareció a nosotras. Junto a ella, estalagmitas
en catarata marcaban el rastro de lo que en aquellos
tiempos fue un río.
Lo más impresionante son las representaciones
de la sala que llaman 'de la gran columna central'
que, aprovechando los relieves naturales de la roca,
forman un hombre-bisonte que combina el grabado con
la pintura en negro.
Cuando llegó el mediodía José
Luis, nuestro tutor, nos preguntó “¿alguna
pregunta?”. Pero habíamos visto tanto,
y nos habían contado tantas cosas que no supimos
que decir, salvo Álvaro y Pablo que preguntaron
“¿podemos salir a la calle a tirarnos
bolas de nieve?”. La verdad es que aquel día
nevó en serio. En el autobús volvimos
Leire, Teresa, Álvaro, Pablo y yo, en la parte
de arriba del autobús, contando chistes y comentando
lo que habíamos visto. Y a la vuelta la lógica
riña de mi madre “¿De donde venís
que estáis calados y nevados?”. Seguro
que los padres de Neandertal no preguntaban esas cosas.
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