Nº5. Mayo 1998
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Quién dijo que los alumnos del
siglo XXI habían huído de la literatura. Si como
muestra vale un botón, en esta página les ofrecemos
tres: dos relatos y un poema que demuestran bien a las claras
que la pasión por las "letras" no tiene fronteras
de edad o época.
Trabajos:
100 años de....
Relatos
Y Ella dijo No Por
Francisco R. Fernández
Y Ella dijo NO
Francisco R. Fernandez : 2º Ciclo superior
de Administracion de Sistemas del IES A.González Linares de Santander.
Dije no.
No podía admitirlo: era un desprecio de dimensiones descomunales.
Millones de años a su servicio para luego acabar despedida
de esa manera, recibiendo una patada tal que vulgar temporero.
No acepté su voluntad, y sufrí por ello.
Yo que he sido su más fiel servidora, su instrumento
desde el principio de los tiempos para impartir su justicia,
para imponer su ley; yo que para su gloria he portado el más
execrable de los hábitos, denostada y temida por eones.
Por servirle con más dedicación que ningún
otro de sus siervos he sido la más aborrecida de ellos,
y vi mi nombre asociado al del enemigo, aunque mi misión
era la más sagrada.
Yo que he sido el puente a través del cual él
adquirió su gloria al volver desde mi seno. Todas las
loas por siglos pronunciadas en sus nombres serían polvo
en el viento sin mi existencia.
Yo que les he brindado innumerable compañía en
forma de santos y mártires -qué cruel burla del
destino que aquellos que portan mi nombre sean ahora sus elegidos,
y yo acabe aquí, maldita -.
Yo que he sido valuarte de esperanza para todo su pueblo, ahora
me veo expulsada a un infierno cíclico como un inocente
Sísifo sin esperanza de acabar con mis pesares.
Aquí yazco, en un solariego palacio sin entradas ni
salidas en el centro de un planeta devastado. Sus salas son réplicas
de todos los habitáculos donde he trabajado, sus jardines
aquellos campos donde mi filo a segado mi cosecha, sus murallas
los cenotafios a mis festines. La cama en la que cada noche yazco
es lecho de los millones de seres que mi interior ahora vacío
ha acogido.
Para mí no hay esperanza.
El tiempo carece de sentido cuando se contempla el sufrimiento
cíclico del karma.
Porque mi existencia es eterna, al no haber nadie capaz de brindarme
la paz que ahora gozan todos ellos. Sus existencias enjuagadas
con cánticos y pulsar de arpas causan en mi ser más
dolor que aquel al que he sido condenada hasta que el mármol
de su trono se quebrante, algo que ocurrirá nada más
que con la conclusión de la eternidad.
Porque a un atemporal tormento he sido condenada en el que cada
noche, en las habitaciones de este palacio vacío e infestado
por una multitud de espectros, debo contemplar el atardecer.
Con las sanguinolentas luces de la caída de ese sol muerto
sufro en mí misma el ocaso de infinitud de existencias
y el dolor que con ello he derramado. Sus amarguras toman esta
trémula carne, lacerándola, supurando fluidos resecos
tras eones de olvido y podredumbre.
Siento como nunca lo he hecho, en la debilidad de la carne mortal,
atada por siempre al ataúd de mis víctimas, el
vértigo, la nausea de mi existencia, de mi misión.
Miriadas de miradas vacías me saturan con sus experiencias,
ingratas.
Sólo por mi tuvieron sentido: poetas y trovadores me deben
la inspiración en la composición de odas y cantos;
héroes y caballeros lucharon, sufrieron, vencieron y paladearon
las mieles del Olimpo al desafiarme; guerreros ebrios de poder
hicieron de mí su instrumento, enarbolandome en sus pabellones;
fatuos comerciantes y retorcidos políticos engordaron
sus arcas a mi costa.
Y todos ellos desfilan ente mí lacerandome con sus vulgares
y patéticos óbitos.
Desagradecidos.
Yo, que he sido su esclava, me veo ahora convertida en chivo
expiatorio de sus sufrimientos.
Pero la pasada noche vislumbré la presencia de un alma
gemela, una criatura condenada toda una eternidad por aquel que
se hacer decir es todo amor.
En el parpadeo que fue su contacto recorrí sus dos milenios
de existencia, caminando errante por la superficie de un mundo
consagrado a un ser que le había maldito, y hallé
algo insólito: sincera gratitud por mi lavor. Pero también
discerní en esa patética existencia algo más:
una llama; su resplandor era tenue ya, pero pude sumergirme en
él.
Lo que allí descubrí me otorgó algo que
creía haber perdido: ¡esperanza! Allí conocí
una existencia de eterna lucha y rebelión, donde uno es
lo que se gana con sus propios sufrimientos; y eso soy yo ahora,
un crisol de padeceres y lágrimas.
Esa luz me mostró un camino, y ese camino era ingrato
de seguir. Ese caminó me mostró la gran mentira
que era él, el monstruoso engaño tras el que se
oculta toda una Sodoma santificada.
Mi nuevo compañero había sido el único capaz
de descubrir este artificio para ciegos, y por miles de años
a tratado de llevar luz a los que no tenían conocimiento.
Él me ha prometido con palabras de sinceridad una justa
venganza, una gloriosa victoria ante el gran mentiroso.
Nosotros hoyaremos su reino, y en mi hoja fluirá nuevamente
la sangre del cordero, aquel que me repudió, innatural,
para su propia gloria.
Nuestras hordas quebrarán con sus gritos de guerra sus
cánticos, nuestras espadas romperán sus liras,
y nuestro será el agrietado trono de luz.
Porque al fin se ha entreabierto la puerta a mi venganza, y nuestra
será la victoria final. Las huestes de los repudiados
tomarán lo que es suyo por derecho, y El Que Porta La
Luz y el Cuarto Jinete gobernarán juntos por el resto
de los tiempos.
Esta noche sellaremos la alianza, y una nueva era empezará...
"La muerte y el hades fueron arrojados al
estanque de fuego:
el estanque de fuego es la segunda muerte"
Apocalipsis 20, 14.
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