Nº48. Julio-Septiembre. 2004
 


 

Trabajos:

Relatos
Variaciones a los cuentos del Conde Lucanor Por Mari Carmen Lombilla, Alberto Leal Santamaría y Sandra Flor Fernández.
La Maldición de las Fotos Por Ruth Hernández Jiménez.
La Despedida Por Nuria Aja Rábago.
El Cascabel Egipcio Por Marta Gutiérrez Hervás.
Apareció un día de madrugada Por Alba Díaz del Cura.
La Guerra Civil contada por mis mayores
Por Jesús Ruiz Crespo.
La Guerra Civil contada por mi abuelo Por Alberto Leal Santamaría.
La Guerra Civil contada por mi abuela Por Lara Herrero Barquín.
El pirata y la luna Por Lucía Raba.
Cuento Por Paloma Peña.

Poemas
Poesía Por Julio Castañeda.
Mi despacho preferido Por Andrea Pérez Alvarez.
Si yo fuera... Por Paula Pérez Sáez.
Escritura Por Jésica Quintero Villa.
¿Sabes? Por Laura Díaz.
Hoy los pájaros volvieron Por Cosme del Olmo.
Ausente Por Sara Nogales Vara.

 

 

 

 

Variaciones a los cuentos del conde Lucanor
Por Mari Carmen Lombilla, Alberto Leal Santamaría y Sandra Flor Fernández. Alumnos de 1º de Bachillerato del IES Santa Cruz de Castañeda.

I
II
III

 

 

 


Lo que le aconteció a un joven que llamaban David Beckham
Por Mari Carmen Lombilla.

Otra vez hablaba el conde Lucanor con Patronio de esta manera:

-Patronio: Tengo un vecino con un pequeño problema, ya que éste tiene un hijo que nunca aprueba matemáticas, y de ser así no podría acabar la carrera de ingeniería, que era lo que le más quería.

Luego que Patronio oyó aquel problema, respondió al conde de esta manera.

-Señor conde Lucanor, siempre oí decir que si uno quiere con ansia conseguir una cosa, al final, tarde o temprano se consigue, por muy difícil que sea, y si no mire lo que le pasó a Beckham. Y el conde preguntó cómo fuera aquello.

-Señor conde- dijo Patronio-, un chico hubo que tenía por nombre David Beckham y le encantaba el fútbol. Desde que era pequeño siempre estaba jugando al fútbol con sus hermanos mayores. Al ir haciéndose mayor quiso jugar en un equipo de su localidad. Aquello era lo que a él le gustaba y lo que él quería ser de mayor; pero el problema estaba en que en el equipo nunca le sacaban a jugar, ya que el resto de sus compañeros eran mejores que él. Así fue pasando el tiempo, el iba a los entrenamientos y a la hora del partido se tenía que conformar con verlo desde el banquillo.
Pero David no se rindió y siguió luchando para poder llega a ser tan bueno como sus compañeros y así poder jugar en los partidos.
Fue una temporada de mucho trabajo para David, ya que para hacer lo que él de verdad quería, tenía que pasar muchas horas entrenando. Pero eso a él no le importaba, porque sabía que tarde o temprano lo conseguiría.
Y así fue, gracias a su constante trabajo y a sus ganas, se convirtió ya no sólo en un gran jugador más de su equipo al mismo nivel que el resto, sino que llegó a ser el mejor jugador del equipo; y poco a poco, con el paso del tiempo, se convirtió en uno de los mejores jugadores de fútbol del mundo.

- Y vos, señor conde, si queréis que ese chico finalice sus estudios y pueda ser feliz con su trabajo, decidle que insista en ello por mucho que le cueste y al final lo conseguirá.
Al conde plugo lo que Patronio dijo, e hízolo así y hallase de ello bien.

Y porque Mari Carmen se contentó con este ejemplo, hízolo poner en este Libro e hizo estos versos:

El que la sigue
La consigue.

 

 

 


II
Lo que le aconteció a un chico marginado.
Por Alberto Leal Santamaría.

Otra vez hablaba Lucas con Antonio de esta manera:

-Lucas: Tengo un amigo que está estudiando en el Instituto. Él es torpe con los deportes, es inteligente y tiene gafas, y por eso sus compañeros le marginan, y él no sabe que hacer para que le acepten como es.

- Te voy a contar la historia de un chico que tenía el mismo problema.

- Señor Lucas -dijo Antonio- hace algunos años en un colegio estudiaba un chico. Él era chiquitín, delgado y llevaba gafas, no era bueno en los deportes y cuando hablaba con las chicas se ponía nervioso y no sabía qué decir, pese a que era muy inteligente.

Debido a todos estos motivos sus compañeros de clase le tenían apartado, no le invitaban a salir con ellos, no jugaban con él y casi no le hablaban. Pese a que no le hacían caso él siguió estudiando y esforzándose, mientras que los demás se creían que lo más importantes era ser buenos en los deportes y que les gustaran a las chicas.

Al cabo de unos años él tenía una carrera hecha y un buen trabajo, sus compañeros de clase estaban trabajando en empleos malos, y algunos no tenían trabajo.

Lucas le contó esta historia a su amigo y él hizo lo mismo.

No te preocupes de los demás y haz lo que te pueda ayudar más.

 

 

III

Lo que sucedió a dos muchachas que sólo se fijaban en el físico
Por Sandra Flor Fernández.

Un día fue el conde Lucanor a dar un paseo a un parque que había cerca de su casa y cual fue su sorpresa al encontrarse con un viejo amigo al que hacía mucho tiempo que no veía.
Se pasaron toda la tarde hablando y contándose el uno al otro lo que había sido de su vida, y así fue cómo el conde se enteró del gran problema que tenía su compañero.

Cuando volvió a casa, Lucanor seguía pensando en el asunto que le había comentado su amigo aquella misma tarde, y como era un tema con el que se estaba rompiendo mucho la cabeza, decidió contárselo a su fiel amigo y consejero Petronio.

-Petronio, hoy me encontré con un viejo amigo del cual hacía años que no sabía nada y me ha estado contando, al igual que yo a él, lo que ha sido de su vida. Se ha casado y ha tenido dos hijas, las cuales ya están bien crecidas y criadas pues ya tienen 26 y 27 años. Pero el pobre hombre tiene un grandísimo problema con ellas. Quiere que contraigan matrimonio cuanto antes para asegurarse de que las deja bien casadas.

-Señor conde Lucanor, no veo el problema por ninguna parte, lo único que tienen que hacer es encontrar un hombre al que quieran.

-He ahí el problema, Petronio. Desde hace unos años su padre conoció a una familia, la cual tiene tres varones. Todos ellos están interesados en las dos muchachas, sin embargo, ellas sólo están interesadas en uno, en el mismo; y éste parece que es el menos indicado para ellas, pero como es el más guapo y más fuerte, las mujeres quieren que sea su futuro marido.

Este problema hizo recordar a Petronio una historia que le había oído contar a su madre cuando era pequeño, sobre dos vecinas suyas, también hermanas.

-Señor conde, si me permite, le voy a contar una pequeña historia sobre dos muchachas que estuvieron en esa misma situación.

El conde le invitó a seguir.

-Pues bien, una familia que vivía en el mismo pueblo en el que yo me crié, tenía dos hijas de una belleza impresionante y que eran muy inteligentes. Eran tan perfectas, que cualquier hombre hubiera deseado casarse con una de ellas.
Su padre estaba enfermo y tenía miedo de que cualquier día se pusiera peor y llegara a morirse, por eso él deseaba dejarlas casadas al lado de un buen hombre que supiera que las iba a cuidar y con el que nunca pasarían hambre y desgracias.

Desde hacía algún tiempo, había llegado al pueblo una nueva familia con tres hijos. Su padre había comenzado a tener una gran amistad con el padre de las muchachas, y entre los dos, decidieron que sería una buena idea que contrajeran matrimonio dos de los tres hermanos con las dos chicas.

Así, una noche cenaron todos juntos para que ellos se fueran conociendo, pero hubo un enorme problema. Uno de los jóvenes, el más mayor, era muy guapo y fuerte, sin embargo los otros dos eran menos agraciados en cuanto a lo físico, pero tenían una inteligencia asombrante y eran muy divertidos.

Aunque estos fueran así, a las chicas les gustó más lo que les había entrado por la vista e intentaron ambas que fuera el varón mayor el que fuera su futuro marido. Los otros dos, los pobres, se quedaron tristes porque siempre les había ocurrido lo mismo, que su hermano siempre tenía todas las pretendientas, mientras que ellos no tenían ninguna. Así que decidieron rendirse y dejarle el camino libre a su hermano y a ellas para ver quien iba a ser la afortunada de enamorarle y casarse con él.

Sus padres también se disgustaron al conocer la noticia, sobre todo el padre de los muchachos que le advirtió al otro que por muy guapo y fuerte que fuera su hijo, era la peor elección que habían podido tomar, pues más que un hombre hecho y derecho parecía un animal y era demasiado violento.

El padre de las jóvenes se lo contó a ellas e intentó convencerlas para que cambiaran de opinión y se casaran con los otros dos hermanos, pero no pudo, porque ellas querían tener a alguien con un físico tan espectacular como aquel hombre y así poder dar envidia a sus amigas. Así que como no pudieron hacerlas cambiar de opinión, le dieron un mes al joven para que decidiesen con quien quería casarse. Así fue como al cabo de ese tiempo, él eligió a su prometida, sería la hermana más joven. La otra al sentirse como la perdedora, decidió no hundirse e intentar conocer a un hombre mejor, por tanto aceptó la propuesta del hermano menor para que se siguieran conociendo. Y cual fue su sorpresa, cuando al cabo de las semanas, se dio cuenta de que era el mejor chico que nunca había conocido y después de poco tiempo se casaron.

Sin embargo, la otra hermanas seguía como novia del hermano mayor pero no llegaban a casarse, y además se comentaba por el pueblo que él le era infiel. Ella preocupada, un día se lo comentó al hermano soltero y éste le estuvo animando y ayudando. Para ello iba todos los días con ella a dar un paseo y a hablar mientras tomaban un café. Eso sí, todas las chicas la seguían envidiando por tener aquel personaje como novio.

Con el paso de los días se sorprendió al darse cuenta de que se había enamorado del otro hermano, el que para ella había sido en un principio el más feo, y que por el guapo y fuerte ya no sentía nada, nada más que odio. Así, la pareja rompió y con quien contrajo matrimonio fue con el menos guapo, pero inteligente y divertido.

Las dos hermanas se dieron cuenta de que el físico no es lo principal para enamorarte de una persona, aunque sea lo primero que entra por el ojo, sino que lo más importante es la personalidad.

Al conde le pareció tan interesante y tan cierta esta historia, que decidió escribirla en este libro e hizo estos versos:

Lo mejor es dar tiempo y conocer a la gente,pues lo que entra por el ojo, muchas veces miente.

 

 

 

 

 

 

 

La Maldición de las Fotos
Por Ruth Hernández Jiménez. Alumna de 1º ESO C del IES Valle de Camargo.
Primer premio de la IV Edición del Concurso de Relatos
"El Pozón de la Dolores"
(Primer ciclo)

Érase una vez una niña que paseando vio una casa pintada de negro con unos grandes ventanales rotos, el tejado hundido y grandes hierbas cubriendo sus paredes, tenía un aspecto verdaderamente tenebroso.

Al pasar por su lado sintió unos extraños escalofríos, presintió algo. La pobre niña asustada se fue corriendo hacia su casa a decírselo a sus padres, sin aliento llegó a la cocina donde estaba su madre, se lo contó todo pero ella no lo creyó. La niña se llamaba Parumá. Parumá estuvo toda la noche dando vueltas en la cama pensando si debería ir a ver lo que había dentro, pero no se atrevía a ir sola, así que llamó a su mejor amiga Leticia, por teléfono. Le contó toda la historia y esta emocionada le dijo que sí la acompañaría, que después de comer quedarían en la puerta de su casa.

Llegó la tarde y Parumá fue a buscar a Leticia y las dos se dirigieron algo nerviosas y asustadas hacia la casa, cuanto más se acercaban más miedo tenían, hasta que por fin estaban enfrente de la puerta.

Estuvieron allí paradas discutiendo sobre quién entraba primero, ninguna de las dos quería entrar, así que decidieron echarlo a suertes y le tocó a Parumá. Con miedo abrió la puerta poco a poco, esta sonaba como si hiciera cientos de años que nadie la abría. Al entrar dio un chillido espeluznante al sentir algo en sus pies, después se dio cuenta de que era un pequeño gato negro. Juntas de la mano subieron a la planta de arriba por unas viejas escaleras. Cuando ya estaban llegando a Leticia se le trabó el pie. Rápidamente Parumá le ayudó a salir. Llegaron al segundo piso y en el fondo vieron un enorme baúl, fueron a abrirlo pero no pudieron por el largo paso de los años, buscando y buscando vieron una llave que seguía estando brillante como el primer día. Leticia metió la llave en la cerradura y la giró, De repente se abrió el baúl, dentro de este encontraron una foto muy antigua de una niña matando a su padre, en ese mismo cuarto donde estaban, las niñas se asustaron y se fueron corriendo llevándose la foto sin darse cuenta. No pararon de correr hasta llegar a casa de Parumá, en la nevera encontraron una nota de sus padres, en la que decían que se habían ido al cine y a cenar al restaurante del Tío Tom, y llegarían tarde.

Leticia llamó a sus padres para decirles que se quedaba en casa de una amiga a dormir. Cuando colgó el teléfono pensaron en deshacerse de la foto y decidieron que lo mejor era quemarla y tirarla por el baño para que nadie nunca jamás se enterara de lo que habían visto.

Salieron al jardín he intentaron quemarla, pero lo que ocurrió fue totalmente distinto porque la foto no ardió, se le elevó y entró volando hacia la casa, asustadas corrieron detrás, cuando cruzaron la puerta esta se cerró fuertemente detrás de ellas y la foto cayó al suelo inmediatamente. Los teléfonos empezaron a sonar, nerviosas lo cogieron y oyeron una escalofriante voz al otro lado del teléfono, que no dejaba de decir: mi fotooo, mi fotooo. Colgaron el teléfono y oyeron un fuerte ruido en el desván, subieron con mucho miedo a ver lo que había pasado, al entrar vieron un montón de fotos tiradas en el suelo. En estas se vieron a ellas muertas y las tumbas de todos sus familiares.

De repente apareció la niña, era de unos nueve años con un largo pelo negro, ojos verdes y un rostro pálido que asustaba con sólo mirarlo, llevaba puesta una túnica larga y una capucha negra. Ellas empezaron a temblar al verla temiéndose lo peor.
La niña las miró fijamente a los ojos y les dijo que si antes de las doce de la noche no habían devuelto la foto en el baúl una gran maldición caería sobre ellas y toda su familia y les iría destruyendo poco a poco. También les dijo que la llave la tendrían que llevar ellas, para que así nunca más nadie volviera a abrirlo, y dicho esto desapareció.

Ellas aterrorizadas corrieron a mirar el reloj y, con horror, vieron que eran las once y media y sólo tenían media hora para devolver la foto a su sitio y salir de la casa para siempre. Rápidamente, fueron hacia la casa, no tenían tiempo que perder, al llegar subieron a la estancia donde estaba el baúl y vieron con gran asombro que había tres baúles exactamente iguales. Se oyó una voz por toda la casa; era la voz de la niña diciéndoles que por enredar en lo ajeno no lo iban a tener nada fácil y que les quedaba una única oportunidad para elegir el baúl correcto, y que si no acertaban que se quedarían encerradas en esa casa para siempre y la maldición de la foto caería sobre sus padres y sobre toda su familia.
No sabían cuál escoger ya que era una decisión muy importante y trascendental. Pensándolo detenidamente, Leticia se fijó en el baúl de en medio, y vio unas pequeñas letras que ya había visto antes en la túnica de la niña, y se lo dijo a Parumá. Metieron la llave en la cerradura y cruzaron los dedos. Cuando ya pensaban que se habían equivocado de baúl, éste se abrió, se abrazaron contentas, metieron la foto y se fueron de allí, y nunca más volverían a pasar por aquella terrible casa.

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La Despedida
Por Nuria Aja Rábago. Alumna de 2º de Bachillerato, Ciencias Naturales del IES Valle de Camargo.
Primer premio de la IV Edición del Concurso de Relatos
"El Pozón de la Dolores"
(Bachillerato)

Bueno... quizás en el fondo no esté tan mal la idea de mi padre, viajar a otro país donde mi piel morena resplandezca bajo la Luna, esa idea me gusta, pero tener que dejar el desierto, mi modo de vida, mis costumbres, mis amigos, todo... en el fondo no sé si prefiero que mi piel siga resplandeciendo en el desierto. Pero mi padre es mayor, él sabrá, él si que ha viajado, fue militar según me contó mi madre.

Mi madre... eso es lo que me preocupa, su mirada es distinta desde que mi padre la dijo que íbamos a abandonar esta tierra para buscar una vida mejor, no irradia ilusión, esperanza, sino todo lo contrario, por primera vez vi miedo, indecisión, mi madre no es así, siempre la veo ordenando, decidiendo.

La vida en un campo de refugiados no es fácil y menos si no hay un poco de organización, pero allí está ella siempre, con las otras madres, vigilando para que todo esté como debe estar.

A las seis de la mañana, se levanta a preparar el , es todo un arte, cuando yo sea mayor también me levantaré a las seis y lo prepararé con el mismo esmero con el que mi madre lo hace ahora.

Después llega la hora de las clases, porque aunque estemos en pleno desierto en un campo de refugiados nuestras madres dicen que tenemos que prepararnos para el futuro, para cuando por fin regresemos a nuestra tierra, a nuestro hogar.

Yo siempre creí que este era mi hogar, esta casita de adobe instalada como el resto de las casitas y de las tiendas de campaña alrededor de la escuela.

Pero no, mi madre me contó que este no es, que nuestro verdadero hogar es precioso, que en ningún otro lugar del mundo el Sol es tan radiante ni la Luna tan hermosa... No sé... si ella lo dice será verdad... aunque me cuesta creer que la Luna se vea tan bella fuera del desierto.

Yo me pregunto por qué no estamos en nuestro territorio y nos hallamos aquí en tierra de nadie, pero mi madre también me contó que hay unos hombres que no quieren ponerse de acuerdo a este respecto, (políticos creo que se llaman), que otros hombres nos echaron de allí y por eso mi padre pasa muchos días fuera de casa, porque está luchando para que todo sea como antes. No se contra quien luchará... contra los políticos no creo, me parece a mi que esos no saben empuñar un arma, ni andar por la arena de los desiertos, pero como tiene dinero pagarán a otros para que lo hagan por ellos, seguro que esos políticos no tendrán que medir el agua cuando tienen sed y tendrán toda la comida del mundo y si no les apetece una cosa comerán otra y ropa bonita y nueva, yo no, yo no tengo todas esas cosas, pero tampoco me importa tenerlas, bueno, comida y agua si... el día se hace muy largo cuando el hambre te pide comida y no hay.

Pero digo yo, ¿la tierra no es de todos?, por eso mi padre quiere irse a un país que se llama España, dice que es fácil entrar, ya lo tiene todo resuelto. Esta noche será la última noche que dormiremos aquí, mañana emprendemos el viaje rumbo a una vida mejor ¡espero!

No puedo dormir, deseo llevarme en mi recuerdo cada sonido, cada murmullo de aquí, por si acaso no vuelvo nunca, porque esta siempre será mi tierra, yo les contaré a mis hijos cómo era, para que ellos también se sientan de aquí y la amen tanto como yo.

El viaje será difícil, tendremos que ser rápidos y sigilosos, no nos puede ver nadie, sólo quien nos va a llevar hasta allí y otra gente que va como nosotros.
Lo que más me asusta es el agua. Tenemos que subirnos en una barca para pasar al otro lado... es un viaje corto por el mar según dicen... ¡pero es que me da tanto miedo el agua!

Me dormiré, mañana será un día muy duro, bueno, mañana y pasado y el otro, y el otro...

¿Sabes? Creo que mi padre tenía razón, esta vida es mucho mejor, al principio cuando la barca se hundió, sentí que los pulmones me estallaban, que había bebido todo el agua del mar, pero fueron unos instantes... ahora veo que mi padre sabía lo que decía, aquí se está mejor, no se siente hambre, ni sed, ni sueño, ni dolor, no se siente nada... nada.

 

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El Cascabel Egipcio
Por Marta Gutiérrez Hervás. Alumna de 2º D ESO del IES Las LLamas .Primer premio del certamen literario del IES Las Llamas
Modalidad Narrativa. Alumnos de 1º a 3º ESO

Pronto empezó a darse cuenta de que el mágico poder del cascabel consistía en hacer desaparecer todo recuerdo triste; si no era así no podía explicarse cómo su madre no recordaba nada que fuese malo, sí, tenía que ser por eso.

Todo empezó el día de "Presparlus": es un día en el que los magos, hechiceros, hadas, brujas etc... Se reúnen y se intercambian regalos "especiales" (con poderes).

Una familia pobre y bondadosa se dirigía hacia la celebración; el padre era alto y fornido, tenía los ojos verdes y su pelo era de dos colores: blanco y negro; la madre bajita y un tanto regordeta, era pelirroja y tenía los ojos azules. Tenían una hija llamada Artemisa, decían que era una hechicera muy poderosa, ya que tenía un ojo verde y otro azul, señal muy importante para los de su clase según el libro "Requisitos del buen hechicero" de Rubeus Turner.

En la fiesta, estaba toda la gente mágica de Irlanda, miles y miles de magos con miles y miles de regalos. Disfrutaron de un gran banquete y después empezaron con los regalos, pero no era la persona quien lo elegía, sino el presente el que elegía a la persona, ¿en qué se basaba para elegirla? nadie los sabía.
Había gente que decía que elegía a la persona por las cosas que necesitaba, pero Artemisa no lo creían así porque ¿de qué le iba a servir a ella un gorro que alisaba el pelo? si ella ya lo tenía muy liso. Pero en fin, la ceremonia fue como todos los años, a Artemisa le regalaron un estuche en el que si metías algo nunca más lo volvías a encontrar. Lo curioso fue cuando no quedaba ningún regalo en la gran sala y su madre no tenía ninguno.

-No importa- dijo su madre -llevo muchos años recibiendo regalos por un año no importa.
-Toma -le dijo una vidente gitanaza, a pesar de todo, mostrándole un medallón egipcio que tenía a Anubis dibujado en un trozo de piedra del que colgaba un cascabel- te hará más falta que a mí.
-¿Qué poder posee?- preguntó su madre- ¿cómo sabe que me hará falta?
-El poder... -dijo la vidente un poco nerviosa- lo... tendrás... que averiguar tú. Y sé que te hará falta porque soy vidente ¿no?.
-Pero, de verdad que no es necesario- volvió a decir su madre al no fiarse demasiado de las intenciones de la mujer.
- No se preocupe, de verdad que le hará mucho bien.
- Bueno, está bien- dijo su madre aunque todavía dudando.

Al día siguiente, la madre de Artemisa parecía más feliz, parecía que iba a explotar y a llenar toda la habitación de felicidad, hasta había puesto la radio en cadena magistral, una emisora que había insultado a su familia por ser pobre, pero parecía que a su madre ya no le importaba lo que hubiesen hecho y eso que... su madre era muy rencorosa. Artemisa se quedó extrañadísima y fue corriendo a casa de su mejor amiga, Katie, que vivía a dos manzanas de su casa. Llegó a casa de su amiga y llamó a la puerta.

-¡Hola, Artemisa! -era la madre de su amiga - Katie está en su habitación. Ya sabía que vendrías, está mejorando mucho en sus premoniciones ¿ sabes? .

Artemisa se dirigió a la habitación de su amiga, una vez allí le contó lo que había sucedido aquella misma mañana, su amiga se quedó un poco extrañada pero dijo que seguramente su madre ya se había olvidado del incidente.

Artemisa se extrañó todavía más, cuando al regresar a casa...
- Vamos a ver a la abuela- dijo su madre- Hace mucho que no la vamos a visitar, seguro que le hace ilusión.
- Pero, mamá, eso es imposible.
- ¿Por qué? ¡Ay, qué cosas que tienes, hija mía!, aunque viva en Grecia la podemos ir a ver perfectamente.
- Mamá, no; no podemos porque la abuela murió cuando yo tenía dos años.
- ¿Que no? Hija, ¿estás bien?
- Sí, me voy a ver a Katie.

Artemisa no daba crédito a lo que su madre decía, ¡se había vuelto loca!. Llegó a casa de Katie y le contó todo. Katie ya no tenía excusas para su amiga.

-¡Se ha vuelto loca! -dijo Artemisa.
-Mujer, no creo... - aunque ella en el fondo también lo pensaba- Pues no sé... espera; yo he leído algo en alguna parte, me parece que fue en un libro de poderes gitanos. Sí, estoy segura. Voy a preguntar a mi madre si sabe dónde está.

Artemisa esperó impaciente en la habitación de su amiga. Después de un rato Katie volvió con un gran libro de tapas duras en el que ponía "Historia del poder de los gitanos a través del tiempo"
-¿Tu madre ha estado con algún gitano últimamente?- dijo de pronto su amiga.
-No. -pero de pronto recordó a la vidente gitana- ¡Ah, sí! Pero, ¿qué tiene que ver eso con todo lo que le ocurre?
-Pues que los gitanos tienen todo tipo de artilugios mágicos, desde un paraguas hasta... no sé... un anillo, un...
-¡Claro, el colgante del cascabel! ¿Cómo no me habré dado cuenta antes? Adiós, me tengo que ir.

Artemisa salió como un rayo hacía su casa y cuando llegó vio a su madre en la cocina.
-¡Quítate el colgante! ¡Rápido, dámelo! -pero de pronto sonó un pitido en su pulsera, era Katie, la estaba llamando.
-¡Rápido! -le dijo su amiga- quítale el colgante o se olvidará de todo recuerdo negativo y, lo que es peor, se convertirá moralmente en una persona muy distinta.

Después de una larga lucha con su madre consiguió arrebatarle el colgante.

Su madre estuvo unos días en cama un tanto confusa. Cuando se levanto aprendió una gran lección: Los malos recuerdos te hacen madurar y te hacen más fuerte así que no hay por qué olvidarlos, sino que forman parte de tu vida y tu personalidad es como es por lo buenos recuerdos y los malos.

Artemisa ahora ya sabía para qué le servía su estuche. Metió en él el colgante del cascabel y nunca más lo volvió a ver.

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Apareció un día de madrugada
Por Alba Díaz del Cura. Alumna de 4º ESO del IES Las Llamas.
Primer premio del certamen literario del IES Las Llamas
Modalidad Narrativa. Alumnos de 4º ESO y Bachillerato.


Nueve días y nueve noches duró el viaje del mensajero. Era lo único que era capaz de recordar después de todo lo que había pasado.

Apareció un día de madrugada, tirado debajo de un puente cercano al mar. Sus ropas estaban sucias, descosidas, estropeadas. Su aspecto físico era realmente patético: sin afeitar, con el pelo pegado por la suciedad y algo más largo, con la piel de un color más oscuro que habitualmente y con las uñas de las manos bastante crecidas. Lo único que llevaba encima era un paquete envuelto en papel marrón con varios sellos y el certificado de haber entregado otro a un destinatario. Miró a su alrededor desconcertado, ¿qué hacía él allí? ¿por qué era lunes veinte de abril cuándo él había salido de la mensajería el once de ese mes? ¿qué había ocurrido? No tenías repuestas. Ni siquiera una pequeña idea o un leve recuerdo.

Para él esos nueve días no habían existido; era como si el tiempo se hubiera equivocado a la hora de andar hacia delante.

Metió la mano al bolsillo y comprobó que aún tenía la cartera. En efecto allí estaba. Sacó el carné de identidad y se aseguró de que él, era él. Leyó el teléfono, la dirección, la fecha de nacimiento...; en efecto, todo coincidía, seguía siendo la misma persona que recordaba ser.

Abandonó el lugar donde había aparecido. Cogió el paquete en una mano y con paso lento e inseguro fue rumbo a su casa.

De repente, pensó en su mujer, ¡debía estar muy preocupada! Llevaba tantos días sin saber nada de él... Aceleró el pasó pensando en ella. Pensó que tal vez había perdido la esperanza de encontrarlo y abatida había cometido alguna locura. Le costaba mucho esfuerzo moverse, era como si a sus piernas se las hubiera olvidado correr.

Llegó a su portal; la puerta estaba abierta. Mientras subía las primeras escaleras divisó una esquela. Lo primero que pensó fue que la madre del chico del décimo había muerto, ¡estaba tan enferma! ...Pero cual fue su sorpresa cuando leyó su propio nombre bajo su foto.

"¿Me he muerto?"- fue lo primero que pensó sobresaltado. Nervioso, comenzó a tocarse todo el cuerpo, viniéndole ideas a la cabeza como que podía ser un espíritu o un fantasma. Al ver que aún era de carne y hueso, o al menos eso parecía, y olvidando todo tipo de pensamientos necios e infantiles, corrió escaleras arriba hasta llegar a su puerta.

Vio en la puerta un lazo negro que simbolizaba la muerte de alguien de la casa. En efecto era él... ¡extrañamente estaba muerto desde hacía días!

Llamó insistentemente a la puerta, hasta que su mujer, con una voz apenada y la mirada llorosa y baja, le abrió.

- ¿Sí?- miró al hombre. Sus ojos se salieron de sus órbitas y apoyándose con una mano en la pared e intentando evitar un amago de desmayo se tocó con la otra el corazón. Cerró la puerta, susurró varias veces "No Marta, te estás volviendo loca", y volvió a abrir.

Se tiró literalmente a sus brazos, le tocó por todo el cuerpo, le besó, le golpeó, le pellizcó... Estaba intentando demostrarse que aquello no era una ilusión o un espejismo. ¡Era él! ¡Le podía tocar! ¡Le podía sentir! ¡Había vuelto!

-Pero, ¿dónde has estado?- gritó desaforadamente, aún afectada por el impacto.
-No lo sé.- respondió con un hilo de voz, descolocado, aún asustado y desconcertado.
-¡Lo sabía! ¡Sabía que no estabas muerto! Ellos lo habían dicho, pero yo no podía creerlo... - se paró en seco, como recapacitando unos segundos.- ¡qué!, ¿no lo sabes?
-No.- su respuesta fue seca y contundente. No parecía querer continuar hablando.

Ella le miró extrañada. En ese momento se fijó en su aspecto físico lentamente: vio sus ropas raídas, su suciedad, su descuidado general.

-¡Pero algo recordarás! ¡Nadie pasa nueve noches y nueve días ausente y luego no recuerda nada! -el hombre movió la cabeza haciendo un signo de negación.
- Bueno Carlos, ya hablaremos luego, ahora pasa a casa que supongo que tendrás ganas de ducharte y comer.- Volvió a tomar aire, se quedó pensativa y añadió.- Cariño, pero si antes de ayer enterramos tus restos...

Los días siguientes fueron raros: Carlos durmió horas y horas y comió tanto que engordó varios kilos en muy poco tiempo. Parecía que durante todo ese periodo en el que había desaparecido todas sus necesidades biológicas se habían mantenido al margen.

Su mujer no dejó que saliera de casa por miedo a que volviera a desaparecer. Siguió simulando su muerte para que aquella noticia no se pusiera en boca de todo el mundo. Su marido estaba como absorto de todo y todos, y ella no quería que lo agobiaran con preguntas y con suposiciones extrañas de como una persona "muerta" puede volver a la realidad, a la vida.

Después de un tiempo, Marta llena de curiosidad e impotencia al no saber que hacer ante un caso así, decidió abrir el paquete con el que Carlos había aparecido.

En él había un periódico, ¡un simple periódico! Era el que ella solía comprar todos los domingos. Ojeó las noticias por encima, sin detenerse en ninguna: muerte de un político, nacimiento de dos niños siameses, desaparición de una chiquilla, ...pero en el centro con letras grandes y vistosas se anunciaba una tragedia; quinientos veintinueve muertos por la explosión de un rascacielos en la capital del país.

Marta frunció el ceño: "no recuerdo haber oído una noticia como ésta...". Después de meditar unos segundos, reaccionó y miró la fecha. ¡Uno de mayo!

¿Cómo podía marcar esa fecha? Comprobó varias veces el año y el día en el calendario. Se aseguró de que era treinta de abril. No podía tratarse de una confusión... ¡el periódico formaba parte del futuro!

Encendió la televisión y vio cómo un periodista anunciaba la muerte de uno de los políticos dirigentes del partido que gobernaba en aquel momento. Era todo tan sumamente confuso que Marta no sabía como actuar.

Corrió donde Carlos y gritando le espetó:
-¿Pero quién eres? ¿De dónde has sacado esto? ¿qué pretendes?

El chico no reaccionaba. Hizo el movimiento de ignorancia habitual ante todas las preguntas de Marta. Ella corrió al teléfono: llamó a la policía en un impulso desesperado. Su voz temblaba, sus palabras se perdían, sus motivos no existían. No sabía cómo decirlo, ni siquiera pensó que podrían tomarla por una loca. Aún así telefoneó. Sabía que si no lo hacía nunca más podría volver a dormir tranquila, que siempre se arrepentiría de no haberlo hecho.

Además pensó que tal vez su vida tenía un destino distinto, sobrenatural, extraño. Tal vez su misión era la de salvar cientos de vidas inocentes.

Ante tanta incertidumbre, descolgó el auricular y marcó los números.
-Perdone titubeó.- Sé algo que ustedes no saben que va a ocurrir pero yo sí ... - sus palabras sonaban tan extrañas, tan típicas de una broma. - Se trata del edificio de las oficinas "Mark", situadas en el centro de Madrid. Creo que se va a producir un atentado... o tal vez un accidente, ¡no lo sé! Pero hagan algo por favor .
-¿Es usted la causante o tiene algún tipo de prueba que pueda demostrarlo?- preguntó la mujer con un tono severo y desconfiado.
-¡No! Bueno, ¡no lo sé! ¡Sólo les pido que hagan algo!
Colgó. Al momento se sentó junto a Carlos, frente a la televisión, esperando a que ocurriera algo. Él ponía una especial atención en oír lo que estaban diciendo en las noticias.

Ella le agarraba fuerte de la mano; no quería perderlo nunca y tenía miedo de lo que pudiera pasar .
"Desde que vuelves a estar en el mundo todo tiene sentido, las cosas pintan de diferente color..."- pensó para sí misma mirándolo fijamente.

Pasaron las horas y se durmió sobre el hombro de su marido. En un principio no quería haberse dormido pero la sensación de agotamiento había podido con ella. Entró en un estado de sueño del que trató de salir, pero no pudo.

Cuando despertó, Carlos no estaba allí. Estaba tumbada sobre el sofá. Miró la televisión: "Nadie sabe ni cómo ni por qué, pero una misteriosa llamada a la policía ha evitado que cientos de personas hayan muerto por un escape de gas en ..."

Marta sonrió, mostró un gesto de complicidad. Pero al momento volvió a mirar al sillón, al asiento vacío. Ni rastro.

De repente divisó un papel en el suelo; era el que Carlos llevaba junto al paquete. Se trataba de un certificado en el cual figuraba que debía entregarla el paquete ese día.

- Le he vuelto a perder... - una lágrima acarició su sonrosado pómulo. - Mi querido mensajero... Nueve días y nueve noches llorando, rogándole al cielo su vuelta para que me lo preste un diminuto periodo de tiempo en el cual la vida ha vuelto a merecer la pena... Su marcha ha salvado agente inocente, pero ¿quién va a salvarme a mí?

Más información sobre este concurso de relatos en Tablón.

 

 

La Guerra Civil contada por mis mayores
Por Jesús Ruiz Crespo. Alumno de 4º ESO del IES Santa Cruz.

Cuando comenzó la Guerra Civil tenía pocos años y el único recuerdo que guardo es el del ruido de la aviación y cómo al escucharlo todos salíamos de nuestras casas para escondernos en uno de los refugios que se habían construido en las lindes de las tierras.

Cuando los ruidos cesaban sabíamos que ya no había peligro y regresábamos a casa. En alguna ocasión nos encontrábamos con la casa desvalijada.

Al finalizar la guerra era habitual que en las reuniones que se hacían en la cocina, después de cenar, se contaran historias de la guerra. Todavía recuerdo cómo mi padre me contaba orgulloso montones de anécdotas protagonizadas por familiares, vecinos, amigos.

Una vez me contó la historia de un vecino que pertenecía al bando rojo y al que cuando le iban a dar el "paseo", su suegro le salvó (para quienes no lo sepan, cuando te iban a matar, te decían que te iban a dar un '"paseo" y te mataban).
Después le ordenó que se escondiera en la cabaña que él tenía en el monte. Cada cierto tiempo le subía comida; en una de esas tardes, tras haberle contado todo lo que sucedía en el pueblo, le dijo que tenía que irse un momento y que no tardaría en regresar. Las horas pasaban y no regresaba. Preocupado el yerno, bajó en su búsqueda. De repente, vio como por el camino que subía hacia la cabaña., su suegro caminaba junto a un grupo de nacionales. Corrió monte arriba y el mejor refugio que encontró fue en la casa de una anciana en donde nadie le buscaría, puesto que ella era demasiado religiosa como para dar cobijo a un rojo.
A la mañana siguiente, se vio obligado a partir; se pasó muchos años huyendo de un lugar a otro.

Recordaba lo que le había sucedido en uno de esos lugares en los que había estado refugiado.
Una noche mientras charlaba con la familia de la casa, llamaron a la puerta, a toda prisa se introdujo en el fogón del hornillo, sin darse cuenta de que se olvidaba el tabaco en la mesa. Aquella persona resultó ser el médico del pueblo que les había ido a hacer una visita de rutina. Éste, al darse cuenta de que en aquella casa no fumaba nadie, no dudó en avisar a los nacionales. Asustado al verles llegar, la única solución que encontró fue la de hacerse pasar por la abuela de la casa. Para ello, se puso una de sus faldas, un pañuelo en la cabeza y se cargó sobre los hombros unos cuévanos que contenían un par de ollas. Salió de la casa y pasó por delante de los nacionales, e imitando la perlesía que caracterizaba a la abuela, les dijo que se iba a la cabaña a ordeñar.

En otra ocasión se escondió en una casa que tenía entre la hierba del pajar un refugio. Disponía del espacio justo para que cupiera una persona, desde allí, un conducto le llevaba a la cuadra, en donde había un pesebre hueco. Gracias a este pesebre salvó su vida, pues un día mientras permanecía escondido en él, llegaron los nacionales y comenzaron a disparar contra la pila de hierba. A través del conducto llegó a la cuadra y se escondió en el hueco del pesebre.

Otro de los escondites fue una gran tinaja de vino. Pero la suerte dejó de acompañarlo y le atraparon. Fue castigado a trabajar en la minas de Gallarta. Fue un período duro, en el que se veía obligado a trabajar 15 toneladas de piedra mineral diarias. Cada tres toneladas les daban una chapa y hasta que no tenían cinco chapas no podían dejar de trabajar. En esas chapas había unas iniciales grabadas (dos Jotas que correspondían al nombre del dueño de las minas: Jerónimo Jubeto).

Transcurridos dos años fueron liberados y por fin pudieron retomar sus vidas.

 

 

La Guerra Civil contada por mi abuelo
Por Alberto Leal Santamaría. Alumno de 1º A de Bachillerato del IES Santa Cruz de Castañeda.

En 1936 empezó la Guerra Civil española, que duró hasta 1939. Había dos bandos: los rojos y los nacionales. En el norte había más rojos que nacionales, aunque no todos. Mi abuelo, D. Antonio Santamaría Manzanas, combatió en el bando nacional.

Mi abuelo el día 17 de febrero de mil novecientos treinta y ocho fue reclutado para ir al Regimiento de Infantería de Montaña Sicilia Nº. 8, destinado por la Caja de Reclutas de Santander. Allí dio servicios de guarnición hasta el día 2 de abril del mismo año, que marchó a Getafe (Madrid) a disposición de la 11ª. división del ejercito del Centro. En ese primer Regimiento, su Comandante Mayor se llamaba D. Gabriel Comba Traeta, y su primer jefe era el Coronel D. Ignacio Fernández de Henestrosa y Gayoso de Los Cobos.

Después le trasladaron al Batallón de Cazadores de Ceuta Nº. 7 Grupo "A". Aquí su comandante en jefe era D. Antonio González Sánchez. A este grupo se traslado el día 5 de abril de mil novecientos treinta y ocho, donde fue destinada a la Primera Compañía que guarnecía, como el resto del Batallón, las posiciones de Villafranca del Castillo (Frente de Madrid), donde permanecieron él y sus compañeros en estas posiciones hasta el día cinco de mayo, que es relevado por el grupo "C" del Batallón de Cazadores de Ceuta Nº. 7, mientras que ellos fueron destinados a Alcorcón (Madrid), donde permanecieron de guardia hasta el día 18 de junio que fueron llevados hacia Zorita (Cáceres), donde estuvieron de guarnición hasta el 18 del mes siguiente que partieron para Madrigalejos (Badajoz), el día veinte tomaron parte en la ocupación del Vértice Barrerón, el veintitrés el Castillo de la Encomienda, donde permanecieron hasta el día veinticuatro, que marcharon a Orellana la Vieja, y el día quince de agosto salieron para Medina del Campo con dirección a Navafría (Segovia), ocupando el día dieciséis el pueblo de Valdecaballeros (Badajoz) y el día veintiuno de este mismo mes actuaron en el paso del río Tajo y los pueblos de Aldeanueva de Barbarroya, Nava de Picomallo y Belvis de la Jara (Toledo), donde permanecieron el resto del año en distintos pueblos de las provincias de Extremadura y Toledo.

El día cinco de enero de mil novecientos treinta y nueve partieron hacia Monterrubio, con motivo de la violenta ofensiva desencadenada por el enemigo (los "rojos"), en esta zona, donde participaron el día veintidós en la ocupación de las cotas da la Sierra de los Montes Torozos, y el día dos de febrero tomaron parte en le asalto de la Sierra Patuda, lugar en el cual fueron relevados de estas últimos posiciones el día siete, por el Primer Tabor de Regulares de Alhucemas Nº. 5, marchando a Campanarido, el día doce a Mérida y el catorce a Carriches (Toledo), donde estuvieron de guardia otra vez hasta el día veinte de febrero que marcharon a Segurilla (Toledo). El día veintinueve de este mes toman parte, con motivo del derrumbamiento de los "rojos" en la ocupación de los pueblos de San Bartolomé de las Abiertas, Los Navalmorales, San Martín de Puso, Villarejo de Montalbán, y San Martín de Montalbán (Toledo). El dio 2 de abril salen para Talavera de la Reina, donde estuvieron hasta el día veinte que partieron para Montearagón (Toledo). Permanecen aquí de instrucción hasta el día diecinueve del mes de mayo, en que se desplaza con el resto del Batallón hacia Madrid, donde participan en el Gran Desfile de la Victoria.

Nuevamente regresan a Montearagón el día veintidós, marchando siete días después para Pinto (Madrid), donde quedaron de guarnición hasta el diez de julio que se desplazaron a Ocaña y de aquí a Lillo, ambos pueblos en la provincia de Toledo. Aquí permanecieron de guarnición hasta el día 14 de septiembre, que en unión del resto del batallón se traslada a Alcalá de Henares (Madrid), pidiendo baja en este Grupo el día 30 de septiembre de mil novecientos treinta y nueve, que pasó a prestar sus servicios al Regimiento de Infantería Nº. 4 de guarnición en Alcalá de Henares.

Durante su permanencia en este Batallón tuvo una conducta intachable, cumpliendo todos los servicios que se le fueron encomendando con completa satisfacción del Jefe.
Gracias a sus méritos contraídos le fueron concedidas una Medalla da la Campaña y una Cruz Roja del Mérito Militar.

 

 

 

 

La Guerra Civil contada por mi abuela
Por Lara Herrero Barquín. Alumna de 1º de Bachillerato del IES Santa Cruz de Castañeda.

Mi abuela nació en 1929 y cuando empezó la Guerra Civil en 1936, ella tenía 7 años. Mi abuela vivía en Acereda de Toranzo, en una cabaña en lo alto de la montaña, alejada del pueblo. La mayoría de la gente era de izquierdas, pero su familia era de derechas, por lo que los miraban mal.

Un día antes de la guerra mi abuela fue a buscar pan a Santiurde de Toranzo, y cuando salía de la tienda dijo "adiós" y tuvo que salir corriendo porque un viejo de izquierdas la perseguía para pegarla por nombrar a Dios. Cuando llegó a casa, se lo contó a los padres, y después de reñirla la dijeron que no volviera a hablar con nadie que no fuera de su familia.

El 16 de julio de 1936 fue el Carmen y mi abuela oía a los mayores hablar de política y sobre una guerra civil que iba a haber muy pronto. Dice mi abuela que los viejos decían que lo único que debían de votar eran las pelotas sobre los tejados.
Dos días después, el 18 de julio comenzó la Guerra Civil.

Un día el padre y ella fueron a llevar a las vacas a beber al pueblo y se encontraron con un tercio de izquierdas que no sabían que eran de derechas, pero se lo imaginaban, así que mataron a las vacas para alimentar a los soldados. Su padre llorando les dijo que dejaran una vaca para poder alimentar a su familia, pero no le hicieron caso. Subiendo para casa su padre lloraba y a mi abuela se le quedó muy gravado este día, porque era la primera vez que veía llorar a su padre.

Los vecinos que eran de izquierdas entraron en la iglesia, tiraron las campanas, robaron las mantillas de las Vírgenes y todo lo de valor que había. El padre y el tío tuvieron que ir al monte a esconderse para que no les mataran. Ellos no fueron reclutados, ya eran mayores de la edad permitida.

Mi abuela como no entendía nada le preguntó a su padre el significado que tenía ser de izquierdas o de derechas, le contestó que los de derechas creían en Dios, y los de izquierda no, para que lo entendiera.

Cuando venían los aviones a tirar bombas el tío la decía para que no se preocupara que esos ruidos era la gente que estaba jugando a los bolos en el cielo.

En su familia estaba la madre que cuidaba de los hijos, el tío y el padre que se escondían en el monte y sus hermanos; de los hermanos ella era la única que durante el tiempo de guerra trabajaba; tenía un hermano unos años mayor y todos los demás eran chicas; el hermano tenía miedo porque ya sabía más o menos lo que pasaba y además era el único chico y lo necesitaban; y ella que era la mediana, el resto eran demasiado pequeñas para hacer nada.

Mi abuela no se daba cuenta de las cosas, por lo que no tenía miedo, por ello la madre la mandaba a trabajar en la casa y fuera. Ella era también la que iba al pozo, que estaba bastante lejos a por agua; para no perderse subía por la orilla de un regato que había. Un día que fue a por agua se encontró con el tío y yendo al pozo, se dieron cuenta de que llegaban los aviones tirando bombas. De repente, un grupo de personas salieron de entre los árboles y echaron a correr, el tío la cogió en brazos y la tiró por encima de una pared, antes de poder reponerse del susto, el tío la volvió a coger y junto a otras dos personas se metieron debajo de un carro que había en la pradera de Acereda que se llama la "Paramenas". Después de estos, llegaron los dos vivos al pozo y cuando regresaron el padre la mandó ir a por las ovejas para que no se perdieran entre la niebla producida por las bombas al explotar.

Otras veces cuando llegaban los aviones o pasaban las tropas de izquierda su familia y ella se iban a esconder a las cuevas en las que había hasta italianos. Los italianos eran de derechas pagados por Franco para ayudarle. También se encontraba con falangista y requetés, estos eran de derechas pero pertenecían a grupos diferentes. A los de izquierdas les pasaba lo mismo, había varios grupos, pero según mi abuela estaban muy desordenados ya que todos querían mandar, sin saber lo que quería. Los de derechas estaban dirigidos por Franco.

Además de ir a por agua, mi abuela tenía que ir todos los días al monte a llevar comida al tío y al padre. Muchas veces subiendo al monte tenía problemas porque había muchos zorros y casi siempre se encontraba con alguno que le comía la comida, por esto se ayudaba de un palo para espantarlos. Un día tuvo que esconderse dentro de un castaño hueco porque cerca de ella estaban unos soldados de izquierdas, por lo que tuvo que pasar la noche dentro del árbol para cerciorarse de que ya se habían ido.

Otro día que también subía con la cesta de la comida, en mitad de un prado se dio cuenta de que venían los aviones tirando bombas y como no tenía miedo se puso a contarlos. Empezó a escuchar voces de hombres que la decían que se escondiese, al oírlo dejó la cesta en mitad el prado y se metió entre las ovejas. Junto con otros, un hombre con una boina roja salió corriendo, cogió la cesta y a ella en brazos, la cerró los ojos para que no se arañara con las zarzas y no pararon hasta llegar a una explanada en la que había una tropa de soldados de derechas. Allí el hombre la preguntó a donde iba y mi abuela le contó que iba a llevar comida a su padre y a su tío y también le dijo donde estaban escondidos. El soldado le dijo a mi abuela que fuera a buscar a su familia y que fueran a casa porque iban de pasada por esa zona y seguramente acabarían muertos. Después de pasar los aviones, mi abuela fue a buscarlos y se encontró a su padre por el camino, bajaba llorando porque creía que la habían matado al ver que no llegaba. Mi abuela le contó lo que le dijo el soldado y el padre fue a buscar al hermano, poco después bajaron los tres a casa.

Al día siguiente el tío fue en carro a por agua y no volvió hasta después de tres días fuera. Todos en casa estaban muy preocupados, porque creían que habría muerto, pero el se tuvo que esconder debajo de un puente al encontrarse con la tropa de izquierdas. A los tres días volvió a casa con espinas y zarzas hasta en la cabeza.

Al poco tiempo, ya en 1939 se acabó la guerra civil y evidentemente ganaron los de derechas. Para celebrar la victoria se hizo un desfile de niños (uno de estos niños era mi abuelo, su marido) vestidos con las trajes de falangistas, requetés, etc. A mi abuela le gustó mucho este desfile ya que nunca había visto nada igual y hacía mucho tiempo que su familia no estaba tan contenta.

Ahora es muy de derechas y no puede ver a nadie que sea de izquierdas, vascos o catalanes. Tener esta experiencia tuvo como consecuencia esto.

 

 

 

El pirata y la luna
Por Lucía Raba Tortosa. Alumna de 2º ESO del IES José Hierro.

Trabajo distinguido con uno de los premios del VIII Concurso Nacional de Cuentos Infantiles que organiza la Asociación Tertulia Goya.

La luna Lunera se aburría. El pirata Ulises no tenía nada que hacer.
Un día Ulises puso alas a su barco. Voló y voló por los cielos. Lunera se hizo un paracaídas y bajó un poquito. Los dos se conocieron y se hicieron amigos.
Lunera cogió de la mano a Ulises y le mostró el cielo y los planetas, a sus amigas las estrellas y a su primo el sol. Desde allí arriba la Tierra se veía como un pomelo azul. La luna contó al pirata todos sus secretos y le prometió que algún día bajaría a su planeta a visitarle.
Dieron un paseo por el cielo observando las estrellas y las constelaciones, que tenían unas formas muy bonitas. Lunera contó al pirata que una estrella se había apagado y estaba triste, y que sin ella la constelación del camaleón ya no sería la misma.
Ulises la envolvió en el pañuelo que llevaba en la cabeza y la cogió amorosamente en sus brazos. Tenía un resplandor plateado, olía a fresas con nata y era muy suave.
El pirata bajó a Lunera a la Tierra y se sentaron en una nube para observar las casas, las montañas, los valles y los ríos en miniatura. Luego fueron a la casa de Ulises a coger una bombilla para la estrella apagada. Dieron una vuelta por el bosque y el pirata enseñó a la luna los animales. Le hizo un ramo de flores de recuerdo, y después montaron en su barco y navegaron rumbo al horizonte.
Cuando empezó a anochecer, Ulises y Lunera se despidieron. El pirata vio a la luna hacerse cada vez más pequeña mientras subía a su sitio en el cielo.
Se hizo a la mar pensando en ella. Se había enamorado.

 

 

Cuento
Por Paloma Peña. Alumna de 2º ESO del IES Santa Cruz de Castañeda.

Había una vez, en los bosques de Sheraland, un oso que todo el día paseaba para hacer el mal. Él sabía cuál era la zona de los castores, ciervos, conejos y todo animal que vivía en aquellos alrededores. Por eso siempre les ponía trampas, les gastaba bromas pesadas.

Un día, cuando paseaban por el bosque, Dimon, que así se llamaba el oso, decidió gastar una broma pesada a los castores. Dimon, que vivía cerca de la presa, al ver que los castores salían a por comida, abrió la presa, saliendo gran cantidad de agua, destrozando la casa de los pobres y trabajadores castores. Dimon se escondió detrás de un árbol, esperando a los castores. Cuando llegaron estos a su casa, al verla destruida, se echaron a llorar desesperadamente. Cuando salió Dimon de detrás del árbol, se rió de ellos a su cara. Entonces, al ver la magnitud de lo maldad de Dimon, decidieron vengarse de él.

Esperaron a que Dimon entrara en la cueva para que se durmiera. Mientras, ellos fueron a buscar al resto de los animales. Cuando se reunieron todos, entraron en la cueva. Hicieron mucho ruido y las estalactitas que había en el techo se derrumbaron. Dimon, como no pudo salir, se adentró en la cueva, cayéndose por un agujero. A todos los animales les dio pena y los castores, que sabían trabajar con la madera, le hicieron una escalera para subir.
Ya arriba, Dimon, ayudó a todos los animales.