 
Cuatro genios, cuatro décadas
Por Beatriz Ortego, Carlos Zubiaurre y Laura Alvarez,
alumnos de Bachillerato del Colegio Nuestra Señora de La Paz de Torrelavega.
El Colegio Nuestra Señora de la Paz de Torrelavega rindió
homenaje a los responsables de la construcción de la fachada del
centro, declarada monumento artístico de Cantabria. Se recordó
el papel en la obra de Francisco Coello, arquitecto; José María
Subirachs, escultor; Vicente Sámano, aparejador de la obra, y el
entonces superior de la comunidad religiosa, P. Ángel Lucas.

Vicente Sámano, aparejador de la obra, conversa con
las
autoridades presentes en el acto celebrado en mayo de 2003.
En 1963, el escultor José María Subirachs, el arquitecto
fray Francisco Coello de Portugal, el aparejador Vicente Sámano y
el superior de la orden de los Sagrados Corazones, padre Angel Lucas, impulsaron
y lograron concluir una de las obras más señeras de la arquitectura
española contemporánea, el Colegio Nuestra Señora de
La Paz, declarado patrimonio artístico. Hoy, 30 años después,
estas cuatro figuras se reúnen de nuevo al cobijo de su obra.
La congregación de los Sagrados Corazones, a punto de cumplir
sus bodas de plata dedicados a la enseñanza en Torrelavega, se planteó
en 1961 la necesidad de ampliar sus instalaciones para poder atender a una
demanda creciente de alumnos.
La imposibilidad de ampliar las instalaciones existentes, un vetusto edificio
del centro de la ciudad, la imposibilidad de adquirir nuevos terrenos y
la negativa de la orden a sacrificar las áreas deportivas les impulsó
a pensar en edificar un nuevo colegio en un huerto de las afueras.
Los primeros arquitectos consultados rechazaron el encargo ante las dificultades
topográficas que se planteaban. En ese momento surgió la figura
de fray Francisco de Coello.
Este dominico se había ganado ya una merecida fama de arquitecto innovador,
seguidor de las nuevas corrientes constructivas funcionales y minimalistas,
con las que había entrado en contacto en la Alemania de postguerra,
y que había trasladado a obras civiles y religiosas españolas
como la Virgen del Camino de León.
Contra todo pronóstico, y tras estudiar el terreno y dialogar
con el Padre Ángel Lucas, promotor incansable de la idea,
Coello respondió con planos y una concepción revolucionaria.
Pese al carácter rompedor de la idea, la congregación decidió
llevar el proyecto adelante. Ahí comenzaba el trabajo de la tercera
pieza del equipo. Una obra con tal complejidad en la remoción de
terrenos y la aplicación de soluciones constructivas no usuales entre
los trabajadores de la región, exigía un maestro de obra,
un aparejador concienzudo, dominador de su trabajo. Claramente debía
ser Vicente Sámano. Sámano ya había trabajado
con algunos de los mejores arquitectos de su época, y llegaría,
más tarde a convertirse en un complemento clave de maestros como
Sáenz de Oiza, y de obras como el Palacio de Festivales.
Un año después, el Padre Angel Lucas presenciaba el inicio
de las obras, entre estrecheces económicas, incomprensiones, y múltiples
problemas en el viejo colegio, claramente insuficiente, pero imprescindible
para una ciudad con una deficiente infraestructura educativa.
El edificio proyectado constaba de dos grandes módulos orientados
al mediodía, conectados por un tercero, más esbelto, dedicado
a residencia y una zona llana polideportiva. La iglesia, pensada para fines
parroquiales, se abría a las calles circundantes en un impresionante
voladizo atirantado, que simbolizaba la luz de Cristo y el camino de la
salvación. Los tres protagonistas pronto descubrieron una
nueva dificultad. El muro norte de la construcción, un gigantesco
murallón de hormigón armado, de carácter brutalista,
resultaba una imagen demasiado desnuda, desacorde al conjunto. Fray Francisco
Coello pensó en buscar una solución ornamental, no constructiva
y solicitó para ello la colaboración de su amigo José
María Subirachs, un reconocido escultor, que acabaría
convirtiéndose en el santo y seña de esta manifestación
contemporánea, y que encontraría su cumbre y reconocimiento
con la fachada de la Pasión del templo de la Sagrada Familia de Barcelona.

El escultor Josep María Subirachs.
Subirachs ya había experimentado con formas decorativas basadas
en la repetición de elementos geométricos, figurativos e incluso
mensajes tales como jaculatorias. En este caso, una hornacina que alojara
una figura de la Virgen de la Paz, y la reiteración masiva de la
palabra Paz, en todos los idiomas, sería la solución. Los
rasgos duros del edificio se redujeron, y el carácter simbólico
del conjunto se agrandó. Como en los antiguos templos góticos,
el complejo edificio comenzaba a intuirse entre las calles, para abrirse
majestuoso tras la última esquina.
La idea de Subirachs tenía empero su dificultad, la colocación
de las letras obligaba a crear moldes de madera que impresionaran el hormigón,
y desencofrar sin cuajar de todo el material, para evitar dejar el molde
en el interior, con el peligro de roturas que implicaba. Con todo el esfuerzo
de los hombres de Sámano consiguió el objetivo, y la fachada,
tal como se planeó quedó erguida. Concluida la iglesia y el
colegio, el equipo formado siguió sus destinos y se disolvió.
Coello continuó sus trabajos por Europa, Subrirach comenzó
a caminar hacia la Sagrada Familia y el Padre Ángel Lucas
fue reclamado por su congregación para otros servicios. Sólo
Sámano siguió al resguardo de su edificio, impartiendo clases
y formando nuevos arquitectos durante las siguientes tres décadas.
En el año 2002, las autoridades municipales y autonómicas
concluyeron el expediente de catalogación de la obra como
patrimonio artístico, y su valor empezó a ser reconocido por
los estudiosos del arte de la época y de las trayectorias de Subirachs
y Coello. A mediados de año, se publicaría el expediente,
se realizarían monografías sobre la obra, se inauguraría
una nueva iluminación que destacaba la gran belleza de su fachada
norte y se afrontaban los gastos de la efemérides. Pero sólo
Sámano, fiel a su edificio pudo estar allí, los demás,
no.
Ha debido transcurrir un año más, para que en mayo de
2003, y a instancias del Colegio de Arquitectos, la Congregación
de los Sagrados Corazones, el Ayuntamiento de la ciudad y la asociación
de padres del colegio y diversas entidades culturales y empresariales, un
merecido homenaje reconozca la labor de estos cuatro hombres, autores
de una gesta callada y discreta de nuestra cultura, imponente y ahora reconocida,
la Iglesia y el colegio de los cuatro magníficos.
Puedes encontrar más información sobre los
autores de la fachada del colegio en estas direcciones:
www.subirachs.org
www.fundacioncamunas.es
www.unav.es
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