Nº45. Abril. 2004
 


 

Trabajos:

Relatos

La Guerra Civil contada por mis mayores Por Jesús Ruiz Crespo.
La Guerra Civil contada por mi abuelo Por Alberto Leal Santamaría.
El pirata y la luna Por Lucía Raba.
Cuento Por Paloma Peña.

Poemas
¿Sabes? Por Laura Díaz.

 

 

 

 

 

 

 

La Guerra Civil contada por mis mayores
Por Jesús Ruiz Crespo. Alumno de 4º ESO del IES Santa Cruz.

Cuando comenzó la Guerra Civil tenía pocos años y el único recuerdo que guardo es el del ruido de la aviación y cómo al escucharlo todos salíamos de nuestras casas para escondernos en uno de los refugios que se habían construido en las lindes de las tierras.

Cuando los ruidos cesaban sabíamos que ya no había peligro y regresábamos a casa. En alguna ocasión nos encontrábamos con la casa desvalijada.
Al finalizar la guerra era habitual que en las reuniones que se hacían en la cocina, después de cenar, se contaran historias de la guerra. Todavía recuerdo cómo mi padre me contaba orgulloso montones de anécdotas protagonizadas por familiares, vecinos, amigos.

Una vez me contó la historia de un vecino que pertenecía al bando rojo y al que cuando le iban a dar el "paseo", su suegro le salvó (para quienes no lo sepan, cuando te iban a matar, te decían que te iban a dar un '"paseo" y te mataban).
Después le ordenó que se escondiera en la cabaña que él tenía en el monte. Cada cierto tiempo le subía comida; en una de esas tardes, tras haberle contado todo lo que sucedía en el pueblo, le dijo que tenía que irse un momento y que no tardaría en regresar. Las horas pasaban y no regresaba. Preocupado el yerno, bajó en su búsqueda. De repente, vio como por el camino que subía hacia la cabaña., su suegro caminaba junto a un grupo de nacionales. Corrió monte arriba y el mejor refugio que encontró fue en la casa de una anciana en donde nadie le buscaría, puesto que ella era demasiado religiosa como para dar cobijo a un rojo.
A la mañana siguiente, se vio obligado a partir; se pasó muchos años huyendo de un lugar a otro.
Recordaba lo que le había sucedido en uno de esos lugares en los que había estado refugiado.
Una noche mientras charlaba con la familia de la casa, llamaron a la puerta, a toda prisa se introdujo en el fogón del hornillo, sin darse cuenta de que se olvidaba el tabaco en la mesa. Aquella persona resultó ser el médico del pueblo que les había ido a hacer una visita de rutina. Éste, al darse cuenta de que en aquella casa no fumaba nadie, no dudó en avisar a los nacionales. Asustado al verles llegar, la única solución que encontró fue la de hacerse pasar por la abuela de la casa. Para ello, se puso una de sus faldas, un pañuelo en la cabeza y se cargó sobre los hombros unos cuévanos que contenían un par de ollas. Salió de la casa y pasó por delante de los nacionales, e imitando la perlesía que caracterizaba a la abuela, les dijo que se iba a la cabaña a ordeñar.
En otra ocasión se escondió en una casa que tenía entre la hierba del pajar un refugio. Disponía del espacio justo para que cupiera una persona, desde allí, un conducto le llevaba a la cuadra, en donde había un pesebre hueco. Gracias a este pesebre salvó su vida, pues un día mientras permanecía escondido en él, llegaron los nacionales y comenzaron a disparar contra la pila de hierba. A través del conducto llegó a la cuadra y se escondió en el hueco del pesebre.
Otro de los escondites fue una gran tinaja de vino. Pero la suerte dejó de acompañarlo y le atraparon. Fue castigado a trabajar en la minas de Gallarta. Fue un período duro, en el que se veía obligado a trabajar 15 toneladas de piedra mineral diarias. Cada tres toneladas les daban una chapa y hasta que no tenían cinco chapas no podían dejar de trabajar. En esas chapas había unas iniciales grabadas (dos Jotas que correspondían al nombre del dueño de las minas: Jerónimo Jubeto).
Transcurridos dos años fueron liberados y por fin pudieron retomar sus vidas.

 

 

La Guerra Civil contada por mi abuelo
Por Alberto Leal Santamaría. Alumno de 1º A de Bachillerato del IES Santa Cruz de Castañeda.

En 1936 empezó la Guerra Civil española, que duró hasta 1939. Había dos bandos: los rojos y los nacionales. En el norte había más rojos que nacionales, aunque no todos. Mi abuelo, D. Antonio Santamaría Manzanas, combatió en el bando nacional.

Mi abuelo el día 17 de febrero de mil novecientos treinta y ocho fue reclutado para ir al Regimiento de Infantería de Montaña Sicilia Nº. 8, destinado por la Caja de Reclutas de Santander. Allí dio servicios de guarnición hasta el día 2 de abril del mismo año, que marchó a Getafe (Madrid) a disposición de la 11ª. división del ejercito del Centro. En ese primer Regimiento, su Comandante Mayor se llamaba D. Gabriel Comba Traeta, y su primer jefe era el Coronel D. Ignacio Fernández de Henestrosa y Gayoso de Los Cobos.

Después le trasladaron al Batallón de Cazadores de Ceuta Nº. 7 Grupo "A". Aquí su comandante en jefe era D. Antonio González Sánchez. A este grupo se traslado el día 5 de abril de mil novecientos treinta y ocho, donde fue destinada a la Primera Compañía que guarnecía, como el resto del Batallón, las posiciones de Villafranca del Castillo (Frente de Madrid), donde permanecieron él y sus compañeros en estas posiciones hasta el día cinco de mayo, que es relevado por el grupo "C" del Batallón de Cazadores de Ceuta Nº. 7, mientras que ellos fueron destinados a Alcorcón (Madrid), donde permanecieron de guardia hasta el día 18 de junio que fueron llevados hacia Zorita (Cáceres), donde estuvieron de guarnición hasta el 18 del mes siguiente que partieron para Madrigalejos (Badajoz), el día veinte tomaron parte en la ocupación del Vértice Barrerón, el veintitrés el Castillo de la Encomienda, donde permanecieron hasta el día veinticuatro, que marcharon a Orellana la Vieja, y el día quince de agosto salieron para Medina del Campo con dirección a Navafría (Segovia), ocupando el día dieciséis el pueblo de Valdecaballeros (Badajoz) y el día veintiuno de este mismo mes actuaron en el paso del río Tajo y los pueblos de Aldeanueva de Barbarroya, Nava de Picomallo y Belvis de la Jara (Toledo), donde permanecieron el resto del año en distintos pueblos de las provincias de Extremadura y Toledo.

El día cinco de enero de mil novecientos treinta y nueve partieron hacia Monterrubio, con motivo de la violenta ofensiva desencadenada por el enemigo (los "rojos"), en esta zona, donde participaron el día veintidós en la ocupación de las cotas da la Sierra de los Montes Torozos, y el día dos de febrero tomaron parte en le asalto de la Sierra Patuda, lugar en el cual fueron relevados de estas últimos posiciones el día siete, por el Primer Tabor de Regulares de Alhucemas Nº. 5, marchando a Campanarido, el día doce a Mérida y el catorce a Carriches (Toledo), donde estuvieron de guardia otra vez hasta el día veinte de febrero que marcharon a Segurilla (Toledo). El día veintinueve de este mes toman parte, con motivo del derrumbamiento de los "rojos" en la ocupación de los pueblos de San Bartolomé de las Abiertas, Los Navalmorales, San Martín de Puso, Villarejo de Montalbán, y San Martín de Montalbán (Toledo). El dio 2 de abril salen para Talavera de la Reina, donde estuvieron hasta el día veinte que partieron para Montearagón (Toledo). Permanecen aquí de instrucción hasta el día diecinueve del mes de mayo, en que se desplaza con el resto del Batallón hacia Madrid, donde participan en el Gran Desfile de la Victoria.

Nuevamente regresan a Montearagón el día veintidós, marchando siete días después para Pinto (Madrid), donde quedaron de guarnición hasta el diez de julio que se desplazaron a Ocaña y de aquí a Lillo, ambos pueblos en la provincia de Toledo. Aquí permanecieron de guarnición hasta el día 14 de septiembre, que en unión del resto del batallón se traslada a Alcalá de Henares (Madrid), pidiendo baja en este Grupo el día 30 de septiembre de mil novecientos treinta y nueve, que pasó a prestar sus servicios al Regimiento de Infantería Nº. 4 de guarnición en Alcalá de Henares.

Durante su permanencia en este Batallón tuvo una conducta intachable, cumpliendo todos los servicios que se le fueron encomendando con completa satisfacción del Jefe.
Gracias a sus méritos contraídos le fueron concedidas una Medalla da la Campaña y una Cruz Roja del Mérito Militar.

 

El pirata y la luna
Por Lucía Raba Tortosa. Alumna de 2º ESO del IES José Hierro.

Trabajo distinguido con uno de los premios del VIII Concurso Nacional de Cuentos Infantiles que organiza la Asociación Tertulia Goya.

La luna Lunera se aburría. El pirata Ulises no tenía nada que hacer.
Un día Ulises puso alas a su barco. Voló y voló por los cielos. Lunera se hizo un paracaídas y bajó un poquito. Los dos se conocieron y se hicieron amigos.
Lunera cogió de la mano a Ulises y le mostró el cielo y los planetas, a sus amigas las estrellas y a su primo el sol. Desde allí arriba la Tierra se veía como un pomelo azul. La luna contó al pirata todos sus secretos y le prometió que algún día bajaría a su planeta a visitarle.
Dieron un paseo por el cielo observando las estrellas y las constelaciones, que tenían unas formas muy bonitas. Lunera contó al pirata que una estrella se había apagado y estaba triste, y que sin ella la constelación del camaleón ya no sería la misma.
Ulises la envolvió en el pañuelo que llevaba en la cabeza y la cogió amorosamente en sus brazos. Tenía un resplandor plateado, olía a fresas con nata y era muy suave.
El pirata bajó a Lunera a la Tierra y se sentaron en una nube para observar las casas, las montañas, los valles y los ríos en miniatura. Luego fueron a la casa de Ulises a coger una bombilla para la estrella apagada. Dieron una vuelta por el bosque y el pirata enseñó a la luna los animales. Le hizo un ramo de flores de recuerdo, y después montaron en su barco y navegaron rumbo al horizonte.
Cuando empezó a anochecer, Ulises y Lunera se despidieron. El pirata vio a la luna hacerse cada vez más pequeña mientras subía a su sitio en el cielo.
Se hizo a la mar pensando en ella. Se había enamorado.

 

Cuento
Por Paloma Peña. Alumna de 2º ESO del IES Santa Cruz de Castañeda.

Había una vez, en los bosques de Sheraland, un oso que todo el día paseaba para hacer el mal. Él sabía cuál era la zona de los castores, ciervos, conejos y todo animal que vivía en aquellos alrededores. Por eso siempre les ponía trampas, les gastaba bromas pesadas.

Un día, cuando paseaban por el bosque, Dimon, que así se llamaba el oso, decidió gastar una broma pesada a los castores. Dimon, que vivía cerca de la presa, al ver que los castores salían a por comida, abrió la presa, saliendo gran cantidad de agua, destrozando la casa de los pobres y trabajadores castores. Dimon se escondió detrás de un árbol, esperando a los castores. Cuando llegaron estos a su casa, al verla destruida, se echaron a llorar desesperadamente. Cuando salió Dimon de detrás del árbol, se rió de ellos a su cara. Entonces, al ver la magnitud de lo maldad de Dimon, decidieron vengarse de él.

Esperaron a que Dimon entrara en la cueva para que se durmiera. Mientras, ellos fueron a buscar al resto de los animales. Cuando se reunieron todos, entraron en la cueva. Hicieron mucho ruido y las estalactitas que había en el techo se derrumbaron. Dimon, como no pudo salir, se adentró en la cueva, cayéndose por un agujero. A todos los animales les dio pena y los castores, que sabían trabajar con la madera, le hicieron una escalera para subir.
Ya arriba, Dimon, ayudó a todos los animales.

 

 

¿Sabes?
Por Laura Díaz Portilla. Alumna de 1ºA Bachillerato del IES Santa Cruz.

 

No te culpo,
tu no tienes la culpa
de este amor que siento por ti;
Quizás, sí de mi sufrimiento,
tu cruel indiferencia
me parte el alma.

Sabes que te necesito,
que sin tí yo no sé ser feliz,
pero, acaso ¿te importa?
Te muestras dolido al verme así,
pero a veces me pregunto
si ese dolor será verdadero
o solamente invención tuya...

No sé cuál será la realidad,
sólo sé que en los momentos
en los que se ha de demostrar
ese "dolor" tú no lo haces,
y eso me rompe el alma.

Bien sabes que te quiero,
y que un mínimo gesto tuyo
me hierve la sangre,
me hace feliz,
pero cuando eso falta,
sabes que mi corazón se apaga,
que mi vida se va consumiendo
y mi esperanza se va muriendo.