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Trabajos: Relatos
La princesa y el arca perdida El mago vestido de verdinegro predijo en la noche de medialuna que el heredero sería un niñito pelirrojo y que su destino sería recuperar, cuando tuviese dieciséis años, el arca desaparecida. Todos quedaron boquiabiertos cuando la reina sacó del carricoche
a su bebé. Los guardaespaldas de la reina miraron el pelo de la criatura
sí,
tenía el cabello rojizo, pero era una niña. A pesar de ser hermosa y tener a todos los caballeros suspirando por
ella, no le daba importancia ya que pasaba la mayor parte del tiempo montando
a caballo. Ese mismo día, partió de camino hacia el tenebroso castillo
del mago. -¿Quién es usted?- preguntó la joven. El se rió y la miró fijamente al los ojos. Sin darse cuenta se habían enamorado. Estuvieron un largo rato hablando, y se querían aún más. - ¿Vos queréis se mi esposa?- preguntó Ademado. Así, sin más, se casaron ese mismo día y regresaron
a palacio. - He aquí, el arca perdida que todos ustedes creían que una indefensa mujer como yo no podría conseguir. Todos se quedaron asombrados y comenzaron a aplaudir. De pronto apareció el mago: - Y, por fin, se realizó lo que yo predije hace dieciséis
años. Llegado a este punto, se puede dar por terminada esta historia. Desde mi ventana Llegaron los días más cortos. El sol fue perdiendo poco a poco su ardor. Llegaron el frío y la nieve. Me acerqué a la ventana y, apartando la fina cortina que la cubría,
observé los copos de nieve deslizándose desde el cielo gris. El pueblo parecía que estaba cubierto con un manto blanco. No se podían apreciar los bellos colores. Ahora todo era inmaculado.
El gallo El gallo es un animal al que le gusta cantar todas las mañanas. Su cara es una pequeña plaza en la cual hay una fuente y dos niñas jugando con unas muñecas negras. La plaza está sobre una ladera dorada y suave como el terciopelo que, de vez en cuando, sufre pequeños terremotos en los que la tierra se hincha, en los que aparecen dos islas al lado de la ladera y en los que de la fuente sale un sonido glorioso. Cuando pasa esto, la luna se apaga, su brillo se quita, las estrellas se marchan corriendo y las nubes dejan paso al sol. ¡¡EL DÍA HA COMENZADO!! A la boca del gallo vuelve esa pequeña flauta que todas las mañanas despierta a las moscas que revolotean siempre encantadas, a los pajarillos que cantan siempre sus alegres melodías, a las mariposas que le dan color a la vida, las flores que salen de la tierra para enseñarle sus pétalos al sol, las hormigas que corretean por el hormiguero, los ríos que se marchan de excursión al mar y, por último, los humanos que..... nadie sabe cómo, pero consiguen que en todos los lugares del mundo la calma se acabe.
El trenti y yo Era una fría noche de invierno. Como era habitual en mi pueblo, la gente se dirigía a la plaza mayor, a oír los fabulosos cuentos que nos contaba el sabio del pueblo. Yo, como de costumbre, siempre llegaba tarde a sus historias, por los
trabajos que me mandaban mis padres: ir a ordeñar las vacas, segar
el prau , dar de comer a los perros... "Hace mucho mucho tiempo, en el monte de Tejas, existía
un pueblo muy alegre entre los bosques de pinos y abetos. Y así acaba esta historia. Lo último que nos dijo el sabio fue "buenas noches y cuidado con la criatura". Yo me quedé un poco asustado con esa despedida y me fui con algo de miedo a la cama. A medianoche oí unos ruidos en mi jardín y bajé a ver lo que pasaba. Entonces oí unas risas; eso me recordó la historia que nos contó el sabio, ese recuerdo que me dejó con miedo. Lentamente me acerqué a mi jardín y descubrí una pequeña criatura con cara verde y con un disparo en una de sus piernas. En ese mismo instante me quedé totalmente paralizado y pensé que si todas las historias que contaba el sabio eran verdad, la Tierra estaría perdida. Me descuidé un poco al ver que la pequeña bestia se acercaba con miedo lentamente hacía mí, me olió un poco y se quedó mirándome. Yo le dije: - Hola... Él no me contestó, pero empezó a reírse.
Me quedé toda la mañana con él. Me entró el
hambre y me fui a comer algo, pero la pequeña criatura me perseguía,
me di cuenta de que la bestia ya no hacía el mal a la gente, sino
que ayudaba a los cojos, a los tuertos, a los jorobados y fastidiaba a los
que se burlaban de estos.
Esta mañana me levanté y, al mirarme al espejo, vi horrorizado que tenía la cara de mi suegra. Me dejé caer sobre la taza, agobiado, sin atreverme a volver a mirar y con un vago sentimiento de culpa por haberla querido matar la noche anterior durante su cena de cumpleaños. Cuando logré sobreponerme lo suficiente como para levantarme y enfrentar de nuevo el espejo, vi que la cara de mi suegra seguía ahí, sobre mis hombros. Perplejo, me arrastré como un zombi hasta el salón y me derrumbé en el sofá incapaz de hallar una explicación, pero sí el mando de la tele. La puse para tratar de distraer el caos mental que se me estaba fraguando en la cabeza. Mi mujer ¿qué va a pensar? ¿y los niños? Afortunadamente se había ido temprano para llevar a los niños
al colegio, así que aún disponía de algún tiempo
para salir de esta pesadilla. Me concentré en las imágenes
de la tele. Emitían un reportaje sobre la gente de Nueva York un
mes después de los atentados del 11-S, pero aquello parecía
un carnaval absurdo. Allá donde enfocaba la cámara no se veía
más que gente con la cara de Bin Laden. Casi todos, bomberos, policías,
taxistas, vendedores de perritos calientes
todos tenían la
misma cara que el saudí. Me vestí y salí de casa en busca de un psiquiatra. En la
escalera me crucé con la vecina del 4º B, su inconfundible personalidad
iba dos palmos por delante de ella pero, al llegar a su altura, lucía
la cara del vicioso vecino del 5º B, que le roba los sujetadores del
tendedero. Ya en la calle, y contra mi costumbre, cogí un taxi. "¿A
dónde va, señora?". Evidentemente, yo seguía
teniendo la cara de mi suegra, pero no duró mucho. Tres calles después,
el taxi se metió por donde no debía para hacerme la jugada
del atasco y se me puso cara del taxista, con bigote y palillo incluido.
El taxista se volvió para lamentarse de lo mal que está el
tráfico y me vio con su misma cara. Por supuesto, nos chocamos contra
el coche de delante y el taxista se tragó el palillo. Acabo de reunir el coraje suficiente para volverme a mirar al espejo y veo que ya tengo mi cara, y no sé si ha pasado todo o si es que me quiero matar.
Los alumnos de 3º de ESO han leído El vendedor de noticias, una novela histórica que se desarrolla en la Península en el siglo XI, en plena reconquista. El relato de Andrés recrea lo leído, consiguiendo ambientar la época con el empleo de vocablos propios de esos tiempos. Había una vez, en el siglo XI, un mercader llamado Perico, que
vivía tranquilamente yendo de reino en reino por España, vendiendo
sus artículos. Pero Perico tenía una doble vida, ya que también
era vendedor de noticias. - Tengo un encargo muy importante para ti. Debes ir al reino musulmán de Cárdena, al oeste de Andalucía, y averiguar si su rey, Oshama-Petilam, ha sido quien ha matado al príncipe de Aragón, que se encontraba allí por un asunto de un pago atrasado de parias o si, por el contrario, ha sido el visir de dicho rey, cuyo nombre desconozco. Para realizar este encargo, te proporcionaré un caballo y unos cuantos víveres. Perico, sin saber qué hacer, le contestó: Francisco, que así se llamaba el rey castellano, le dijo con mesura: Como ya era tarde, Perico inició la travesía al día
siguiente, antes de que el sol asomara por oriente. A lomos del caballo
que le había entregado su señor y con diversos artículos
que llevaba para no levantar sospechas, iba mirando a los plebeyos con aire
de superioridad, olvidándose de que él era uno de ellos. Llevaría cuatro horas de marcha cuando, de repente, se topó
con un escena desoladora. Vio lo que seguramente era una hueste de unos
tres mil hombres, y una algarada de medio millar, pero que se habían
convertido en un grupo de muertos. - ¡¡¡Que con Belcebú vayan los soldados que, con tal inquina han hecho esta matanza!!! Enormemente enojado, Perico continuó cabalgando. Después de un par de leguas, se encontró con un quincallero amigo suyo, al que no veía desde hacía muchísimo tiempo. Ricardo, que era el nombre del quincallero, le dijo: - ¿Cómo tú por esta tierras? ¿es que ya te han desterrado de Castilla, eh? Perico, con gran fervor, le contestó: A Ricardo le cambió la cara, y le advirtió: Perico, sin preocuparse demasiado, le dijo: Perico continuó yendo hacia Cárdena. Al anochecer llegó
a sus cercanías y vio el cerco que estaba montado y pensó:
"esto va a ser más difícil de lo que pensaba". Y el hacha cayó, haciendo rodar sobre la arena la cabeza del pobre Perico, que pasó de ver un hermoso futuro junto a la princesa Gertrudis, a sentir el frío acero que le quitaba la vida.
Esta es la huella que dejó en mi alma algo que no hace mucho tiempo pedí a mi amiga Marta que me escribiera, para dedicársela, aún sabiendo que sólo sería mentalmente, a una persona muy especial para mí y que ahora se encuentra lejos de aquí: ÉL. tan intensamente como te estoy queriendo a ti, mi vida, siento en mi ser algo tan especial... mis sueños son tuyos, ocupas un gran espacio en mi cabeza y en mi alma. y a pesar de tu indiferencia, siempre lo haré. sé que no puedo pedir nada, no me has dado no me darás mi primer beso, no te has "robado" la virginidad a mis labios, pero en mi cabeza, algo me dice y siento muy adentro, en mi alma y en mi corazón, que como un día dijo Bécquer: "el alma que hablar puede con los ojos, también puede besar con la mirada". he tenido contigo, creo que sientes algo por tu mirada y por tus gestos, y por otro lado, me mata tu indiferencia en un momento en el que tú sabes que te amo con toda mi alma. para que si no lo haces, yo pueda borrarte de mí, lo más pronto posible, pero, para que engañarme, quiero que sepas, que por mucho que intente olvidarte, nunca lo conseguiré del todo, y en mi corazón siempre quedará un espacio, en el que tu nombre........., quedará por siempre grabado. | ||