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Concurso Reportaje Multimedia Categoría centros Por Abél Barquín, César González, Alberto Leal y Manuel González. Alumnos del IES Santa Cruz de Castañeda Castañeda tiene uno de los edificios más importantes del Románico cántabro, junto con las colegiatas de Santillana, Elines y Cervatos. Se trata de la Colegiata de Santa Cruz, localizada en Socobio, y levantada en el siglo XII, aunque ya existía un monasterio anterior en ese mismo lugar. Originalmente constaba de nave única y tres ábsides. En el siglo XIII se le añadió una nave transversal en el lado norte, posteriormente, en el siglo XVIII, desapareció el ábside del lado de la epístola y en su lugar se construyó la capilla de don Juan de Frómista. Poco, muy poco, se conoce de la historia de la Colegiata de Santa Cruz ya que no se han conservado los documentos de su archivo. Sabemos, no obstante, que la comarca perteneció a la familia de los Lara, pasando después de propiedad real a la de Don Tello, para posteriormente convertirse en Condado en 1420 con los Manrique. Por documentos de otros monasterios conocemos que a finales del siglo XII existía un abad citado como "... Iohannis de Sancta Crux de Chastanieta". Del antiguo monasterio que conoció el abad Juan tan solo se conserva la fábrica de la iglesia, aunque muy transformada exteriormente por los añadidos posteriores. La iglesia fue concebida con una sola nave, crucero, tres ábsides, uno de ellos desaparecido, una magnífica linterna y una esbelta torre cuadrada adosada al muro sur, entre el crucero y la nave. ![]() La colegiata antes.
La portada abierta en su lado oeste es grande, sencilla y profunda, con ocho arquivoltas que apoyan sobre un cimacio decorado con palmetas que descansan sobre capiteles, muy deteriorados, tallados con felinos y serpientes entre otros motivos. Muy cerca de ésta, pero ya en la zona norte, bajo un soportal del siglo XVII, existe una puerta doble con arcos apuntados que da acceso a una ampliación de finales del XII o comienzos del XIII, con capiteles decorados con hojas vueltas, arpías y centauros muy similares a los que nos podemos encontrar más al sur, en los monasterios palentinos de San Andrés de Arroyo o Aguilar de Campoo. ![]() Puerta principal. La torre que se eleva en la zona sur se organiza en dos cuerpos del que destaca el superior ligeramente más estrecho con ventanas dobles divididas por columnas con capiteles historiados. Remata la torre una cornisa lisa sostenida por canecillos decorados. ![]() Lateral de la torre. En el interior destacan sus magníficas proporciones, inusuales
en nuestro románico. La cabecera del templo la remata un bello ábside
con presbiterio en el que se organizan en su cuerpo inferior ocho arcos
de medio punto que apoyan sobre capiteles decorados de gran interés.
Suspendido, preside el espacio un admirable Cristo crucificado gótico
del siglo XIV. ![]() Cristo del siglo XIV. El ábside principal se adorna con una bella arquería de ocho arcos de medio punto con guardapolvos decorados. Apoyan sobre capiteles iconográficos con temas de singular interés como el enfrentamiento de infantes a pie, luchadores, pelícanos, etc... La entrada se hace al oeste por una gran puerta de numerosas arquivoltas lisas. La bóveda de la nave parece que fue modificada a partir del siglo XVI. Los capiteles de los arcos torales, iconográficos y con animales, sostienen la cúpula sobre trompas. La torre, una de las más solemnes del románico montañés, es prismática y con ventanales a distinta altura. Los del cuerpo superior son ajimezados y con capiteles animalísticos. Se sabe muy poco del desenvolvimiento histórico de este monasterio - luego colegiata - pues sus archivos se perdieron en distintos incendios en los siglos XVI a XVIII. Al exterior, los muros verdaderamente románicos de Santa Cruz de Castañeda se subrayan por las secuencias clásicas de sus canecillos decorados. ![]() Sepulcro. El monasterio de Santa Cruz debió de remontarse al menos al siglo X y tener dominio amplio por todo el valle de Pisueña, que ya en el siglo XII era realengo, pasando más tarde al señorío de don Tello, hijo de Alfonso XI, y, por sucesión, a la familia de los Manrique. Por último, podemos reseñar los sepulcros conservados, de soberbia decoración de lacería, siendo el más monumental el sepulcro yacente del siglo XIV del abad Munio González. Su pétrea estatua reposa sobre el sarcófago decorado con sus emblemas heráldicos y sostenido por leones.
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