Nº38. Abril. 2003.
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Esta es una sección abierta a cualquier
información que suponga un nuevo avance o una ampliación de
conocimientos.
¿Sabías que...?
Un cuento cántabro
La 'superbacteria' antinuclear
Rubios en peligro de extinción
El móvil y sus peligros
La Gran Fiesta de Valencia:
Las Fallas
¿A dónde van
a parar los RSU?
Un cuento cántabro
Por Lucía Cueli del Campo. Alumna de 1º
de Bachillerato del IES Santa Clara de Santander.
Cantar al hablar, uco y uca, leísmo y laísmo, condicionales,
palabras cántabras... Conoce algunas diferencias entre el español
y el cántabro a través de este interesante trabajo en el que
la alumna utiliza un cuento como exposición para su investigación.
Ésta es la historia de un niño normal y corriente que vivía
en Santander, una pequeña ciudad en Cantabria.
Un día, en la escuela, la profesora les propuso a él y a sus
compañeros realizar un breve trabajo acerca del cántabro,
es decir, de las peculiaridades del español en Cantabria.
Miguel (que así se llamaba el niño) recibió la noticia
con asombro. Un trabajo sobre el cántabro... al principio no le pareció
muy complicado.
- ¡Chupado! - murmuró a su compañero de pupitre. Total,
él mismo hablaba cántabro.
Pero poco rato después se dio cuenta de que no iba a ser tan sencillo
como parecía, ya que nunca antes había prestado demasiada
atención al cántabro, y no tenía ni la más remota
idea de en qué podía diferenciarse del castellano.
Miguel sabía que dentro del español existen distintos dialectos
como el andaluz o el canario. Pero ¿el cántabro?
Él no encontraba ninguna diferencia, nada característico de
éste.
Fue entonces cuando se le vino a la mente aquella ocasión en la
que su amiga Teresa, una chica madrileña, le había comentado
que le llamaba la atención que, tanto Miguel como el resto de los
cántabros, cantaban al hablar. Pero ¿a qué se
refería Teresa? Desde luego él no cantaba. Ni siquiera se
le daba bien cantar.
Miguel empezó a darle vueltas al tema y a interesarse por él.
¿Sería verdad que para los de fuera los cántabros
hablamos "diferente"?
Muchos otros compañeros de Miguel también tenían
sus propias dudas, y preguntaron a la profesora.
- ¿Te refieres a lo de "uco y uca"? - preguntó
María.
- Sí - contestó la profesora - esa es una de las características
más notables del cántabro, pero sé que podéis
encontrar muchas más, aunque para ello tendréis que consultar
a vuestros familiares, vecinos... tendréis que informaros y hacer
un verdadero trabajo de investigación.
Miguel esbozó una sonrisa al escuchar esto. A él siempre
le habían atraído las aventuras de detectives, buscando pistas
y resolviendo acertijos.
Decidió ponerse manos a la obra ese mismo día.
Nada más llegar a casa rebuscó entre sus papeles hasta
dar con el teléfono de Teresa. Al encontrarlo, corrió al aparato
y marcó el número.
- ¿Diga? - contestó una voz femenina.
- ¿Teresa? Soy Miguel ¿te acuerdas de mí?
- ¡Ah! Miguel. ¿Qué tal estás?
- Bien, ¿y tú?
- Muy bien. ¿Cómo te da por llamarme?
- Verás, es que estoy haciendo un trabajo para lengua. Es sobre el
cántabro.
- ¿Sobre el cántabro? ¿y por qué me llamas a
mí? Si yo no sé nada sobre el cántabro, he vivido siempre
en Madrid.
- Pues por eso precisamente te llamo a tí. Lo que quiero saber es
si tú notas que hablo raro.
- ¿Raro? ¿a qué te refieres? Bueno, a veces es cierto
que hablas muy rápido y no se te entiende pero...
- No, no - interrumpió Miguel - no me refiero a eso. Es que recuerdo
que una vez me comentaste que hablaba como cantando.
- ¡Ah, eso! Haber empezado por ahí. Sí, es verdad, los
cántabros cantáis al hablar.
- ¿Y qué es lo que quieres decir con eso?
- Pues eso, que habláis cantando.
- ¡Pero si yo hablo normal!
- ¡Ves! Acabas de hablar cantando, tu entonación es
diferente a la mía porque la tuya es siempre ascendente, incluso
cuando no debiera serlo.
- ¿Qué?
- Lo que digo es que en el final de las frases, los cántabros
eleváis el tono de voz.
- Pues yo ni me entero - comentó Miguel.
- Es normal, ya que tú estas acostumbrado a oírlo así.
- Gracias por tu ayuda, Teresa.
- ¡De nada! A ver cuándo volvéis por aquí, que
hace mucho tiempo que no os veo a ti y a tu hermano.
Miguel refexionó sobre lo que había hablado con Teresa.
No había entendido muy bien a qué se refería, asi que
consultó con su madre:
- Mamá, ¿qué quiere decir que cantemos al hablar?
- Eso es lo que dice la gente de fuera que hacemos los de Cantabria.
- Sí, pero esque yo no noto nada especial - dijo desilusionado Miguel.
- No somos los únicos que hablamos cantando. ¿No te has fijado
en los asturianos? a ellos sí que se lo notas ¿verdad?
- ¡Es cierto! - exclamó Miguel.
- Pues nosotros hacemos algo parecido. Lo que sucede es que hay gente que
"canta" más que otra. Por ejemplo, en las zonas pesqueras
es muy común.
- ¿En serio?
- Sí, como en Laredo, Santoña, o incluso aquí,
en el Barrio Pesquero o en Puertochico.
Miguel estaba muy sorprendido, ¿era verdad lo que decía su
madre?
- No puede ser - protestó Miguel - yo mismo he estado en esos sitios
y no se les nota nada especial.
- Eso es porque no te has fijado - aclaró su madre - Mira, vamos
a hacer una cosa. Hoy tengo que ir al mercado. Me pilla mucho más
lejos pero iré al de Puertochico. Tú vendrás
conmigo y te darás cuenta de lo que digo.
Miguel, sin dudarlo, acompañó a su madre. Sentía
mucha curiosidad por ver si los cántabros cantaban al hablar.
Su madre no se había equivocado. Miguel comprobó que era cierto.
En el mercado, la gente hacía una entonación muy especial
y Miguel se percató de ello. Claro que ésta era una entonación
un poco exagerada, pero así Miguel pudo hacerse una idea de qué
era eso de que los cántabros cantan.
A partir de entonces Miguel prestaba siempre mucha atención a
esa entonación final ascendente de la que le había hablado
Teresa. Además la encontraba a menudo, y no sólo en el mercado,
o en el Barrio Pesquero, también al escuchar conversaciones de sus
amigos o incluso de sus padres.
Este asunto ya estaba resuelto. Pero eso no era todo el trabajo ni mucho
menos. Había aún mucho que hacer.
Entonces le vino a la memoria lo que María había comentado
aquel día en clase: "lo de uco y uca".
¿Qué era eso? ¿qué decía María?
¿es qué acaso hablaba algún lenguaje secreto?
Miguel se propuso que ese sería su próximo objetivo.
A la mañana siguiente, en el recreo, Miguel se acercó al
grupo de niñas que jugaban a la comba y pidió a María
que se acercara
- ¿Qué quieres?
- Es sobre el trabajo de lengua. ¿Lo has empezado ya?
- No, aún no. Empezaré el fin de semana, porque me voy al
pueblo y allí se habla un cántabro mucho más marcado
que aquí.
- ¿Por qué? - se interesó Miguel.
- Porque allí, en el pueblo, casi nadie tiene televisión de
manera que no hay influencias del castellano puro de Castilla.
Miguel pensó que le estaban hablando en chino.
- No entiendo qué quieres decir.
- Es muy fácil. En la ciudad la gente ve mucho la televisión,
entonces se acostumbran al castellano sin ninguna peculiaridad cántabra,
perdiéndose las particularidades propias del cántabro
- Sin embargo en mi pueblo esto no es así - prosiguió María
- por eso haré el trabajo cuando vaya al pueblo, porque allí
me daré cuenta de muchas cosas interesantes para el trabajo.
- ¡Ah!
Miguel ya comprendía a María, pero le quedaba pendiente
saber qué era "lo de uco y uca", así que
se lo preguntó sin miedo.
- ¿No sabes lo que es? - se extrañó María -
¡qué tontuco eres!
- Tampoco te pases.
- ¿No lo pillas? tontuco. Como paseuco, cafetuco, chiquituco...
o como plazuca, camisetuca...
- ¡Ah! Y como Felixuco el de "El InforMal", ese programa
de la tele.
- ¡Sí! Precisamente a Felixuco le llaman así
porque es de Santander y usa mucho el uco y uca como diminutivo. Todos los
de Cantabria lo hacemos constantemente, pero sólo se hace aquí.
- ¡Qué curioso! - se emocionó Miguel
Miguel ya sabía algo más sobre el cántabro, el frecuente
sufijo -uco/a. Ya se sentía como un auténtico detective de
novela de ciencia-ficción.
Y se preguntó qué más cosas habría por descubrir
acerca del cántabro. Estaba ansioso por saberlo.
Miguel llegó a casa y después de comer se puso a ver los
dibujos animados. Después de tanto trabajo con lo del cántabro
pensó que no le vendría mal un pequeño descanso.
Y justo cuando empezaba su serie animada favorita llegó su hermano
mayor, Roberto, arrebatándole el mando a distancia de las manos,
cambiando de canal, y poniendo los deportes.
- ¿Qué haces? - chilló Miguel.
- Aquí mando yo, que para eso soy el mayor, y se ve lo que yo diga.
- Pero si el mando lo tenía yo.
- ¡Dámele ahora mismo! - se enfadó Miguel.
- ¡Otra vez! Cómo se nota que eres cántabro.
A Miguel se le cambió la cara.
- ¿Qué? ¿Por qué dices eso?
- Porque has dicho "dámele" en vez de "dámelo".
Eso es un leísmo. Los leísmos y laísmos son
típicos de aquí. A los de fuera no les pasa.
- ¿Qué es leísmo? - preguntó extrañado
Miguel.
- ¿No te lo han explicado en el colegio? Bueno, es que todavía
eres un poco pequeño, pero los leísmos y laísmos los
darás dentro de poco. Ya lo verás.
- Bueno, ¿y qué son?
- Un leísmo se produce cuando usamos los pronombres de tercera
persona le y les como complemento directo en vez de lo, la, los, las.
- No te entiendo muy bien.
- Te voy a poner un ejemplo para que lo comprendas; si digo "los libros
y los cuadernos les metí en tu mochila"...
- Tendría que decirse "los", ¿verdad?
- ¡Eso es!
Miguel se llenó de alegría. Seguro que esta peculiaridad también
servía para el trabajo. ¡Y pensar que todo había empezado
como una discusión!
- Roberto, ¿y qué es laísmo?
- Es más o menos lo contrario; cuando usamos la y las como complemento
indirecto en lugar de le y les. Por ejemplo, si digo: "Dila que
si quiere ir al cine" tendría que decir "Dile que si quiere
ir al cine".
- Entonces los laísmos y leísmos son errores ¿no?
- Sí. Bueno, en realidad hay algún leísmo que está
permitido, cuando se habla de "él", por ejemplo, se puede
decir "Lo quiero tanto" o "Le quiero tanto".
- Entendido. Gracias por explicármelo- se agradeció Miguel.
Para que no se le olvidara todo lo que le había contado su hermano
corrió a apuntarlo en un papel. Y decidió comenzar el trabajo.
Apuntó también lo de la entonación ascendente y lo
del sufijo -uco/a.
Le quedaba demasiado breve, pero eso no era problema: si en dos días
había conseguido descubrir todo aquello sobre el cántabro
seguro que se enteraría de más cosas.
Y así fue, aunque llegó por casualidad.
Al día siguiente, al salir de clase, pasó por el kiosco
y compró chucherías para merendar.
Sabía que su madre no le dejaba gastarse el dinero en golosinas y
menos atiborrarse de ellas, pero ya se sabe, por un día...
Así que aquella tarde se puso morado de gominolas, gusanitos, caramelos,
regalices, etc... y claro, cuando llegó a casa no se podía
ni mover del dolor de barriga que tenía.
- Me duele la barriga... - se quejó Miguel.
- Su abuela, preocupada, le preguntó:
- ¿Qué has comido?
- Golosinas - contestó Miguel siendo sincero.
La abuela de Miguel asintió diciendo:
- Si no comerías tantas golosinas no te dolería
la barriga.
Miguel se quedó pensativo.
- Abuela, se dice "si no comieras" o también "si
no comieses", pero en ningún caso se diría "si
no comerías".
- Bueno ¡que no comas golosinas y punto! - concluyó su abuela
algo mosqueada.
La madre de Miguel, que había escuchado toda la conversación,
dijo a su hijo:
- Miguel, ¿tú no estabas haciendo un trabajo sobre las peculiaridades
del cántabro?
- Sí, ya te lo dije.
- Pues ese error sintáctico que acaba de cometer tu abuela es muy
común en Cantabria. Sobre todo entre las personas mayores.
- ¿De verdad? - preguntó Miguel.
- Sí. Lo hace mucha gente de aquí. Es un mal uso del condicional.
Cuando quieres hacer una oración del tipo: "si vinieras, si
comieras..." no puedes usar el condicional "si vendrías,
si comerías..."
- Vaya, parece ser que hay muchas más peculiaridades del español
en Cantabria de las que yo pensaba.
Al día siguiente, en la escuela, la profesora recordó a
los alumnos que se acercaba la fecha de entrega del trabajo.
- ¿Qué tal vais? ¿Os ha surgido alguna duda? - preguntó.
Al finalizar la clase Miguel se dirigió a su profesora y le enseñó
lo que llevaba hecho del trabajo.
- ¿Está bien? - preguntó Miguel.
- Sí, Miguel, está muy muy bien. Pero te falta algo muy importante,
los aspectos léxico-semánticos, es decir, las diferencias
del castellano en Cantabria en función de las palabras y su significado.
- No te entiendo muy bien.
-Me refiero a las palabras cántabras, palabras que sólo
se usan en Cantabria, o significados de palabras que sólo tengamos
aquí.
-¿Y existe tal cosa? - preguntó Miguel.
-¡Claro! Existen muchísimas palabras que sólo se usan
en Cantabria. Además no te será difícil encontrarlas.
Para empezar, pregunta a tus padres, seguro que conocen alguna.
Y eso hizo Miguel. Aquel día durante la comida toda la familia
estuvo discutiendo. Cada palabra que aparecía, Miguel la anotaba.
Su abuela era quien más palabras cántabras conocía.
Finalmente consiguió una larga lista de ellas como: sincio, quima,
raquero, pindio, chon, rabas etc...
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