Nº36. Enero-Febrero. 2003.
 


 

Trabajos:

Relatos
El ovni de Kalu Por Paula García
El virus del rompecabezas Por Marta de la Fuente

Poemas
La certeza del amor Por Pilar Bolado

 

 

 

 

 

 

El ovni de Kalu
Por Paula García Fernández, alumna de 1ºD de ESO del IES Valle del Saja.

Jorge, Raúl y Pablo estaban acampados una noche cuando una luz de color naranja intenso brilló en el cielo, acercándose a la tierra a gran velocidad. "Sólo puede ser un ovni", dijeron muy entusiasmados.

En efecto, era un objeto volante no identificado y, para mayor alegría de los tres hermanos, aterrizó en un claro cercano. Corrieron hacia él y un extraño ser con forma humana salió del ovni .

- Mirad, es parecido a ET. ¿Será tan simpático como él? -dijo Jorge-.
- Parece que sí... -respondieron los otros dos- ¿Vamos a hablar con él?

A pesar de todo, no pudieron hablar con él, es decir, hablaron de una manera diferente: por telepatía. El simpático ser conseguía leer los pensamientos y hacer que Jorge, Raúl y Pablo leyeran los suyos.
Pudieron saber así que venía de un lugar muy lejano llamado KA 7, séptimo planeta de la estrella KA, que su nombre era Kalu, y que había venido a la Tierra para saber cómo eran los terrícolas.

Los patitos le contaron entonces cosas maravillosas que Kalu interpretó a su manera. Por ejemplo, cuando Raul habló de sus películas policíacas favoritas, el simpático humanoide quedó aterrorizado con toda la acción y violencia de las historias; y cuando Raúl puso la radio portátil para que oyese su música preferida, el ser se asustó mucho con el ruido del rock.
En fin, todo lo que los tres hermanos le contaron dejaba a Kalu muy horrorizado, por lo que decidió regresar a su planeta inmediatamente.

- Tengo que irme ya - oyeron que decía Kalu con su graciosa vocecita-. Sois muy simpáticos, pero vuestro planeta es muy raro y me asusta.

Después, igual que cuando llegó, aquella luz de color naranja desapareció de repente y los tres hermanos se quedaron allí en el descampado, alejados de su tienda, mirando al cielo.
Y todavía hoy no recuerdan lo que pasó.
Y es que Kalu, receloso, borró de sus memorias el recuerdo de aquella maravillosa aventura.

 

 

 


El virus del rompecabezas
Por Marta de la Fuente Blanco, alumna de 2ºA de ESO del IES Valle del Saja de Cabezón de la Sal..

Hola. Mi nombre es Daniel y voy a cuarto del colegio San Andrés de la Cantera que es el pueblo donde vivo; aunque ahora no acudo a las clases, porque el pasado viernes, en una excursión, cogí frío y me entró una terrible gripe, y el médico me mandó hacer reposo durante dos semanas como mínimo. Entonces, como no era de extrañar en mi clase (cuarto C), sucedieron cosas increíbles ....

Todo comenzó cuando Felipe, que es uno de mis mejores amigos y que también va a mi clase, llevó a la escuela un rompecabezas de mil piezas con la imagen impresa de La Mona Lisa. Por una casualidad, Antonio, que es de la clase de cuarto D, llevó su rompecabezas de Las Meninas.

- ¡Qué rompecabezas más feo tenéis!- comentó Blas, observando con admiración el rompecabezas de Antonio.

Entonces, como nosotros somos niños a los que no nos gusta que nadie se meta con nosotros ni con nuestras cosas, nos empezamos a pelear y, justo a tiempo de que alguno terminara con alguna herida, aparecieron por la esquina nuestras maestras que, aparte de dar fin a nuestra pelea, nos adjudicaron un terrible castigo: el equipo que primero terminara su rompecabezas, únicamente montando piezas en el recreo, invitaba al contrario a merendar, así que todos los de mi clase comenzamos a montar piezas en el recreo del día siguiente. Entonces, como los del D tampoco querían tener que pagar la merienda, empezaron también a montar su rompecabezas.

En los días siguientes las cosas casi no habían variado nada, los dos cursos estaban muy igualados respecto al número de piezas armadas a pesar de que nosotros éramos minoría, porque a partir de ahí fue cuando yo me puse malo y ya no podía ir a la escuela. Felipe, que se percató de la situación, no tardó en telefonearme:

- Daniel, las cosas están muy igualadas. Si no vienes pronto, es posible que perdamos, y eso sería una terrible humillación. ¿Crees que podrás venir mañana?

- No lo creo. Cuando volví al médico en cuenta de que había mejorado, me llevé la sorpresa de que mi gripe se había convertido en un virus no identificado, así que tendré que estar en reposo una semana más. Además, ¿es que no sabéis hacer nada bien sin mí?

Entonces, como era de esperar, Felipe, que es muy orgulloso, colgó al momento y no me volvió a llamar en toda la semana, ni para informarme sobre cómo iba el asunto rompecabezas, ni para interesarse por mi salud, que prácticamente no había cambiado nada. Así que Andrés (otro de mi clase), que también se percató de la situación, me llamo al día siguiente:

- Daniel, los del D nos sacan ventaja. He oído rumores, se dice que los de sexto les ayudan, así que, como eso es trampa, se lo fuimos a decir a la maestra, que nos dijo que si íbamos perdiendo que no tratáramos de buscar excusas idiotas, así que ahora no contamos ni con el apoyo de la maestra; debes venir cuanto antes.

Entonces yo le conté el cambio de mi gripe a virus, y él, que es más comprensivo que Felipe, me deseó una rápida mejora y colgó.
En los días siguientes, para no perder el hilo sobre el asunto rompecabezas, llamé a Andrés, que nunca me daba buenas noticias. Al parecer los del D nos habían hecho un complot y nos faltaban piezas.

Los días pasaban y seguía sin haber ni rastro de las piezas. ¡Ni que se las hubiera tragado la tierra!

Para no llamar todos los días a Andrés, decidí contactar con Gustavo, pero como no me sabía su número de memoria, tuve que ir a mi mochila a por la agenda, y... ¿cuál fue mi sorpresa? Allí estaban todas las piezas desaparecidas. De repente me acordé: una vez, cuando yo aún no estaba malo y me aburría en clase de matemáticas, para adelantar trabajo me puse a clasificar las piezas por colores y, al final de la clase, se me olvidó volver a dejarlas en su sitio y me las llevé por error a casa.

Al final, los de mi clase perdimos la apuesta y tuvimos que pagarles unos bollitos a los del D. Las cosas entre Felipe y yo se arreglaron porque yo, como soy un blando y no soporto que mis amigos se enfaden conmigo, le llamé para pedirle disculpas. Respecto a lo de las fichas, nadie sabe que fui yo el causante de su desaparición y espero que nunca se enteren, porque no me lo perdonarían nunca, pero... ¿Sabéis qué es lo peor de todo esto? Pues que yo todavía sigo con mi virus, o fiebre, o lo que quiera que sea, a pesar de que ya hace tres semanas que me puse enfermo.
Además, ya no me duele ni la barriga ni la cabeza, así que espero que para el martes, que es cuando volveré al médico, me digan que ya puedo volver a empezar las clases y así poder ver de nuevo a todos mis compañeros. De todos modos, ahora empezaré a procurar no ponerme malo nunca más.

 

 

La certeza del amor
Por Pilar Bolado Tirado, alumna de 2ºB de ESO del Colegio San José.


Con la brisa que aparece
mientras observo la aurora
me doy cuenta de que entiendes
lo que estoy sintiendo ahora.


Siento extrañas sacudidas
en el fondo de mi pecho,
tranquilo, no estoy dolida
sólo estoy llena de celos.

Supongo que se me olvida
que el amor es traicionero
que tu corazón altivo,
ahora mismo no está abierto.

Sólo quiero que ahora sepas
que no encuentro la palabra
con la que pueda decirte
lo que escondo aquí, en mi alma.

No pido tu compasión,
no pido el amor eterno,
sólo una buena amistad
más dura que el mismo acero.

Si tú ahora me necesitas
te esperaré en mi balcón
quitando a mis margaritas
los pétalos del amor.