Nº30. Marzo. 2002.
 



... ciudad, mi pueblo, mi barrio... el entorno geográfico, social y humano de cada centro visto por sus alumnos. Reportajes para conocer el medio en el que cada escuela o instituto desarrolla su labor educativa.

Reportajes:

El incendio de Santander
La leyenda del Hombre Pez

 

 

 

 

 

 

 

 


El incendio de Santander
Por Ana Rosa e Iván. Alumnos de 3º de Diversificación del IES Villajunco de Santander.

En estos días de febrero se han cumplido 61 años de una catástrofe que marcó la vida de nuestra ciudad a lo largo del siglo XX. Con la Guerra Civil recién terminada, el incendio supuso una gran desgracia, pero también fue una oportunidad de reconstrucción y de proyecto de futuro para la ciudad de Santander.

Una parte importante de la configuración del Santander actual está marcada por el incendio que se produjo en la madrugada del 15 al 16 de febrero de 1941. El elemento desencadenante de la catástrofe fue el fuerte viento de dirección sureste que, desde la tarde del día 15 azotó la ciudad alcanzando la máxima velocidad de 140 kilómetros por hora.


Imagen de la calle Cádiz

El incendio se inició en un edificio de la calle Cádiz (concretamente en el número 5), las llamas alcanzaron pronto la catedral que, por estar situado en una zona más alta, se convirtió en un potente foco y difusor del fuego hacia las calles próximas.

El incendio se fue extendiendo hacia las calles de la Rivera, San Francisco, Atarazanas, El Puente…
En general, el fuego afectó las calles estrechas, con edificios básicamente construidos de madera que funcionaron como tiro avivador del fuego. Los límites del fuego coinciden casi totalmente con el espacio amurallado de la villa del siglo XVI.

La zona afectada se caracteriza, además, por constituir en el centro de la ciudad el eje donde estaban emplazados la mayor parte de los establecimientos comerciales de Santander. Se ha calculado que el incendio destruyó el 90% de los locales destinados a esta actividad. Asimismo, algunos edificios públicos desaparecieron o se vieron afectados en mayor o menor grado; es el caso de la catedral, la antigua casa consistorial, la iglesia de la Anunciación y el palacio de la marquesa de Villatorre.

Con este siniestro se destruyeron 37 de las calles más antiguas de Santander.
La valoración material de las pérdidas se cifra oficialmente en 85.312.506 pesetas. El número de damnificados ascendió a unas 10.000 personas.

 

Consecuencias

Como consecuencia del incendio, quedaron libres 115.421 metros cuadrados de suelo urbano magníficamente situado en el centro físico de la ciudad de Santander, que fueron expropiados para concentrar los solares.

El incendio tuvo notable incidencia en el planteamiento urbano y un impacto indiscutible en la reorganización social de la ciudad de Santander, estimulando nuevos procesos urbanos tanto en el centro como en las áreas periféricas a las que se dirigió gran parte de la población desalojada por el siniestro. Ello es fundamental para comprender la dinámica del espacio urbano santanderino en la etapa previa a la gran expansión de los años 60.

En última instancia, el incendio supone una ocasión para afrontar el desarrollo urbano; las soluciones ofrecidas muestran cómo se reorganiza morfológica y funcionalmente un área neurálgica del entramado de la ciudad, que pasó a constituir un centro urbano moderno de características muy diferentes a la etapa previa (centro urbano).

La reconstrucción iniciada rápidamente se acometió sobre la base de una serie de principios fundamentales:

  • En primer lugar se intenta solucionar el problema viario construyendo un nuevo trazado que supera las disfuncionalidades derivadas de las calles estrechas e irregularmente distribuidas del casco histórico. Para ello se acepta un proyecto que sigue las directrices del modelo del ensanche, con una trama octogonal compuesta por calles amplias en las zonas de mayor confluencia de tráfico. En este sentido, es ilustrativo el caso de la antigua calle de Atarazanas para construir la actual avenida de Calvo Sotelo.
  • El segundo criterio básico viene dado por la orientación comercial y de residencia acomodada que prioritariamente se adjudica a esta área, en especial a las calles de San Francisco, Calvo Sotelo y Juan de Herrera. Asimismo se sostuvo la necesidad de construir una Plaza Porticada, sede de los nuevos edificios oficiales, como el Gobierno Civil, la delegación de Hacienda, el Gobierno Militar y la Cámara de Comercio, Industria y Navegación.
  • Otro objetivo propuesto fue la revalorización de los edificios religiosos, sacando partido a sus limitadas posibilidades estéticas: reconstrucción de la Catedral, la Iglesia de la Anunciación y construcción de la plaza de la Asunción frente a la primera.
  • Por último, una realización importante de los años 40 fue el desmonte realizado entre la Catedral y la actual calle Ruamayor.

En Santander se incrementó notablemente la actividad constructora en los años posteriores al incendio, pero quedó aún por debajo de las necesidades reales y siguiendo un criterio selectivo. Así, la parte directamente afectada por el fuego se remodeló a través de la iniciativa privada que construyó pisos destinados a uso oficial, comercial y de residencia burguesa.

En la zona afectada por el incendio se construyeron aproximadamente la mitad de viviendas populares que las que se destinaron a residencia de la burguesía, fenómeno claramente ilustrativo de la nueva dimensión social y funcional que se logró imponer en esa área central y, por tanto, de gran valor en el conjunto urbano.

Para 1954 estaba prácticamente finalizada esta amplia labor de reconstrucción del centro que tuvo dos consecuencias claves para la actual ciudad de Santander. Por un lado se produjo una profunda transformación tanto morfológica como funcional del espacio urbano, anticipándose a otras ciudades españolas, y, por otra parte, se desencadenó una movilización no espontánea de población de grandes proporciones que, en última instancia, dejó huellas en la estructuración socio-urbana actual.