Nº3. Marzo 1998
|
|
|
Quién dijo que los alumnos del
siglo XXI habían huído de la literatura. Si como
muestra vale un botón, en esta página les ofrecemos
tres: dos relatos y un poema que demuestran bien a las claras
que la pasión por las "letras" no tiene fronteras
de edad o época.
Trabajos:
Relatos
Nahesmalú Por
Allets de Bielva
Del amor de un animal. Por Francisco R. Fernández
Un día diferente. Aída Valle González.
Poesía
Todo nuevo para mi. Por María Vidal Saínz.
Cuatro poemas. Por
Álvaro Colman López
Ahora tengo coraje. Por Alma García
Panadero
¿Quizá...?. Por Tamara
Fuentes
Nahesmalú
Allets de Bielva. 2º
de BUP del IES José Hierro de San Vicente de la Barquera
Prólogo
Octubre de 1997-España
"He decidido poner fin a mi
vida porque sin mi marido y mi hija ya no tengo nada, además,
parte de la culpa por la muerte de ambos es mía. Si no
hubiera sido por mi capricho de tener una hija, no habrían
muerto Nahesmalú ni mi marido. No quiero que cuando me
entierren me organicen ceremonial: no lo merezco. Sólo
merezco enterrarme y olvidarme".
Emma Cortés.
Nahesmalú 1
Gonzalo Castro, el más prestigioso
investigador contra el cáncer, fue en busca de la mosca
africana, que creía que podía poseer el remedio
contra dicha enfermedad. Se dirigía a África y
se lleva a su mujer para intentar apoyarla en su depresión.
Emma, su esposa, no conseguía tener hijos, era estéril
y eso le creó una depresión tras intentar concebir
durante tres años acudiendo a médicos, curanderos,
brujos... No pudo ni siquiera adoptar uno, porque la vida de
dos investigadores no era la más adecuada para un niño.
En el transcurso del viaje Emma no cesaba de llorar, incluso
Gonzalo y ella discutieron y acordaron olvidar el tema de los
hijos en lo que durase el viaje; pero Emma no estaba por la labor.
Se habían pasado los últimos meses discutiendo
por la misma cuestión, esperaban que el viaje los relajase.
Nahesmalú 2
Ya en el aeropuerto africano fueron
recibidos por investigadores de todo el continente que los acompañaron
al hotel.
Emma se quedó deshaciendo las maletas y Gonzalo fue a
visitar los laboratorios. Cuando terminó, salió
del hotel y se fue a pasear por las calles de aquella ciudad:
le llamaban la atención los niños y no dejaba de
pensar en un hijo.
Sin darse cuenta se metió en un barrio que no tenía
una apariencia muy recomendable: en las puertas de algunos locales
había niñas muy jóvenes prostituyéndose,
drogadictos, mendigos.... Su ropa fina y su apariencia elegante
llamaban la atención de aquella gente.
Cuando se dio la vuelta dispuesta a regresar al hotel, un chico
le arrancó el bolso y salió corriendo. Era un chico
joven, de unos once o doce años, muy delgado pero con
mucha agilidad. Emma le siguió por unas calles estrechas
y sucias, gritando para que alguien detuviera al chico, pero
éste desapareció y ella se encontró perdida:
preguntó a mendigos que veía, pero nadie le respondía.
Encontró un lugar donde meterse para pasar la noche y
se fijó en su entorno: sólo había niños
medio desnudos, sus caras reflejaban el hambre y la miseria.
¡Con lo bien que ella podría cuidar de ellos! Era
injusto no poder tener hijos.
Nahesmalú 3
Cuando despertó estaba en un
hospital. Gonzalo la calmó y le explicó que la
habían encontrado tirada en una calle muerta de frío
y que se la habían llevado al hospital, pero que estaba
bien y se podía ir.
Emma y Gonzalo regresaron al hotel y cogieron el avión
que les llevaría al lugar donde vivía la mosca.
El hábitat natural de la mosca era una selva en la que
era difícil avanzar hasta para los indígenas que
les acompañaban.
Llegaron a un lugar donde parecía haber menos maleza y,
de repente, un indígena empezó a gritar y señalaba
un árbol: parecía asustarles un símbolo
que había grabado, algo así como una lanza atravesando
una serpiente. Uno de los indígenas parecía hablar
de una tribu embrujada. Corrían todos como alma que lleva
el diablo, pero Emma y Gonzalo no fueron capaces de alcanzarlos
y se quedaron abandonados en mitad de la selva. Gonzalo se empeñó
en seguir buscando la mosca y eso motivó una gran discusión
entre él y Emma. Ella, alterada, le dio la espalda y se
sentó sobre una gran roca. De pronto Gonzalo comenzó
a dar gritos de alegría. Parecía estar loco. Emma
se giró y vio un enjambre de moscas un tanto extrañas.
Gonzalo las metió en unos tubos especiales que llevaba
y siguió el camino de regreso con Emma. Oyeron gente y
pensaron haber conseguido salir de la selva. Pero cuando apartaron
la maleza vieron una niñas de alguna tribu cercana. Emma
comenzó a llorar y se echó la culpa de no poder
tener hijos. Gonzalo se sintió mal y le propuso llevarse
a una de esas niñas, por qué no, pues en aquellas
tribus cada pareja tendría montones de hijos que seguramente
no eran capaces de mantener. Emma, con sangre fría, señaló
a una niña que parecía destacar de las demás
por su derroche de agilidad y alegría.
Cuando la niña se acercó a la maleza aprovecharon
para llevársela; tenían que darse prisa: la tribu
podía darse cuenta de que faltaba la niña y quitársela.
Consiguieron sacar a la niña del país y llevársela
a España, donde comenzarían una nueva vida.
Nahesmalú 4
10 meses después
Nahesmalú, que así es como se llamaba la niña,
no parecía ser la misma: no comía, no dormía,
lo único que consiguieron que dijera fue su nombre y que
quería volver a su casa, aunque no dominaba muy bien el
idioma.
Los médicos que le vieron dijeron que no tardaría
en morir si no cesaba su depresión. Parecía echar
mucho de menos su casa, pero Emma se negaba a devolverla al lugar
donde la raptaron.
Medio año después
Hacía algún tiempo que
Nahesmalú había muerto y Gonzalo se vio muy afectado,
más que Emma. No hacía nada bien, se distraía
mucho en el trabajo, lo había descuidado mucho, no se
protegía de los posibles contagios y acabó enfermando
de cáncer. Cuando se enteró de su enfermedad decidió
suicidarse para no sufrir. Una mañana como otra cualquiera
dio un beso a Emma, pero esta vez algo le pasaba. La miró
con los ojos llorosos y se despidió.
Pocas horas después llamaron a Emma para notificarle el
suicidio de su marido.
Una semana después apareció ella muerta y con una
carta donde explicaba su suicidio y afirmaba su última
voluntad: morir olvidada.
Del amor de un animal.
Francisco R. Fernandez. : 2º Ciclo
superior de Administracion de Sistemas del IES A.González
Linares de Santander.
La noche había caído sobre los descuidados senderos
de Monte envolviendo a Pedro. Nunca le había gustado recorrer
tan tarde aquellos caminos de gravilla faltos de la más
mínima iluminación, y para colmo tenía la
dinamo de su bici rota. Aun con todo, tarareaba el Be All , End
All de Anthrax tratando de hacer más ameno el camino.
Repentinamente resonó un aullido. No podía apreciar
bien el punto de origen ni la distancia ya que con la suave brisa
costera dicen que puede escucharse el tamborileo del motor de
un pesquero entrando en el distante puerto como si estuviera
a tu lado. Pero sin duda provenía de un perro que gemía
lastimero a la luna llena. En Monte, rodeado de granjas antiguas
y decrépitas, no era nada extraño oir algo semejante.
Y sin embargo un escalofrío recorrió la espalda
de Pedro.
Nunca había sido muy impresionable, ni siquiera cuando
su abuelo le contaba de crío las historias de fantasmas
y brujería sobre sitios evitados como el Cementerio de
los Franceses, pero en aquella noche en concreto bien habría
dado el cielo y su alma por estar entre los brazos de María,
su novia; aun el más impertérrito de los mortales
no podría dejar de sentir un hormigueo con semejante entorno:
el ojo escrutador y sin piedad de la luna llena esquivaba ingrávida
delgadas nubes de gasa mientras alzaba con su luz de velatorio
la ominosa presencia de los óseos muros del cementerio
de Ciriego de entre un bosquecillo de árboles ancianos;
y sobre todo ello el brutal sonido del mar lanzando sus ejercitos
de olas contra los afilados dientes de sierra de la costa. Pero
no era eso la causa del escalofrío. El aullido tenía
un matiz singular: casi podía palparse el dolor, el agónico
sufrimiento de la garganta que lo entonaba. Pedro no había
tenido nunca perros y no conocía sus sonidos, pero aquel
aullido sólo podía asociarse con el de un perro
velando la tumba de su amo, fiel más allá de la
muerte. Y el cementerio estaba ahí al lado. En su mente
se dibujó la escena: el pobre animal soportando día
y noche los maltratos de la intemperie junto a una tumba olvidada
por el amor del hombre; famélico, enfermo, vela el túmulo
en una espera vana, ansioso del regreso de aquel que le brindó
su amor, aquel al que otorgó sus más cariñosas
lengüetadas. El amor y el sentido de la fidelidad animales
son capaces de trascender la última frontera.
- Pobre bicho - dijo para sí mismo Pedro, sentiendo cierto
respeto por el can y admirando su capacidad para amar.
El aullido silenció el canto de los grillos una vez
más, y un nuevo escalofrío se apoderó de
Pedro. Ahora el origen del sonido era claro: el cementerio. El
aullido en esencia era igual al otro, pero en este nuevo gemido
había algo diferente, un significado oculto que Pedro
no podía reconocer pero que pugnaba por salir de las profundidades
de su mente. Guiado por ese presentimiento no pronunciado aceleró
el ritmo de pedaleo para apartarse de aquel paraje.
- Me gustaría estar en casa ya mismo. Ésto me da
mala espina - se dijo en un susurro. Los muros del cementerio
de sucio marfil, alto y culminado en herrumbrosos pinchos, se
alejaban a su espalda y con su distanciamiento la calma regresaba
al corazón de Pedro.
El aullido volvió a resonar en el aire, pero su foco
había variado: se estaba acercando a él, como si
le persiguiese.
- ¡Qué coño ocurre aquí! Maldito chucho,
espero que no me haya visto - murmuró Pedro entre dientes;
estos empezaban a castañetearle incontrolados. - Tiraré
por el sendero de La Albericia y me apartaré de ese puto
perro - viró, atravesó unos hierbajos y tras un
rato de inseguridad encontró el nuevo sendero. Éste
ascendía por un suave repecho tras el cual podría
contemplar las luces de la adormecida Santa Ana: ¡ya quedaba
poco para llegar a casa! Casi se caía de la bicicleta,
tales eran los temblores que le recorrían, pero poco a
poco la máquina ascendía la pendiente.
El aire se quebró por cuarta vez. Ahora estaba justo
enfrente de Pedro y cerca, en la cima de la colina. Pedro, que
hasta entonces había pedaleado con la cabeza gacha por
el esfuerzo, no se atrevía a mirar hacia delante. Pero
ya nada evitaría la confrontación con el animal
y confiaba en que un grito o algo así, aunque sólo
fuese una patada mal dada, lo aullentaría. Si conseguía
coronar la colina, el resto sería cuesta abajo. ¡Podía
conseguirlo!
Haciendo acopio de valor miró al frente solamente para
quedar paralizado de terror. Bloqueando el camino había
dos figuras: una grande y de más de un metro de altura
con cuatro patas tal que columnas, un colosal perro, quizá
un gran danés, que retraía los belfos para enseñar
unos manchados y descomunales colmillos; la otra fue la que casi
le hizo vomitar, ya que erguido sobre dos delgadas y torcidas
piernas se sostenía un cuerpo desgarbado y mal cubierto
por harapos que no podían ocultar el horror de la carne
muerta supurando líquidos pútridos y gusanos. Aquel
conglomerado de carne y huesos putrefactos abrió su boca
para emitir con voz rota algo que antes habían sido palabras,
ahora casi incomprensibles:
- Toby, tu amor me ha alzado de la tumba, y tú conseguirás
ahora alimento para mí y para mis hambrientos inquilinos.
¡Traemelo!
El perro aulló otra vez, y se abalanzó sobre
Pedro, el cual solamente tuvo un pensamiento mientras su cuerpo
era desgarrado por la bestia. Ya reconocía aquel matiz
en el aullido que antes no había sido capaz de identificar:
era la mezcla de alegría y terror animales cuando el perro
contempló alzarse de la tumba a su amo.
Un día diferente
Aída Valle González. 2º
E.S.O. del CP.Cisneros de Santander
Manuel tenía cinco años y dentro de una semana
iba a descubrir algo totalmente nuevo para él.
Su madre y su padre acababan de mudarse a Santander, porque su
ciudad natal era Nueva York.
El padre de Manuel era español y había tenido que
venir a España por asuntos de trabajo.
Manuel sabía hablar español e inglés porque
su padre le había enseñado a él y a su esposa.
Juan, que así se llamaba su padre, estaba entusiasmado
porque dentro de una semana iba a ser carnaval y quería
darle una sorpresa a Manuel. Le iba a comprar el disfraz más
original que pueda existir en el mundo, al menos lo intentaría.
Recorrió todo Santander pero nada, todo era inútil
todos los disfraces eran los de siempre de perro, de oveja, de
caballero, de príncipe... Nada, no eran nada originales.
Tenía que encontrar un disfraz.
Ya no tenía esperanzas era las doce de la noche y mañana
era carnaval.
Al día siguiente Juan estaba muy desanimado no tenía
un disfraz para Manuel.
Manuel corrió hacia su padre a darle las gracias por el
disfraz que le había comprado.
Juan se extrañó, él no le había comprado
ningún disfraz.
Cuando vió el disfraz no se lo podía creer era
un simple disfraz de perro.
Comprendió que su hijo se conformaba con cualquier disfraz.
Manuel pasó un día muy especial
Todo nuevo para mi.
María Vidal Saínz.. COU
A. Premio de poesía lírica del concurso de Santo
Tomás del IES El Astillero
Me encuentro sola
frente a un cielo de estrellas cuajado
que había soñado
compartir contigo.
Me encuentro triste
en medio de una noche que te invoca,
y de un corazón que te evoca
desde la última vez.
Me invade la dulzura de tus ojos,
grandes mares de miel.
Me envuelve la noche de tu pelo;
de azabache puro es.
Y si me pregunto por qué
ni mi alma lo sabe.
Sé que fue tu espíritu
y sólo sé soñarte.
Te sueño junto a mí,
protegida entre tus brazos,
donde no pueda sufrir
pena, dolor ni daño.
Sueño con probar
el sabor de un beso tuyo,
si tu boca es fuente de miel;
que, aunque sólo uno,
sea tan dulce
como jamás ninguno
llegará a ser.
Ahora lo sé.
Que tus sueños no son diferentes.
Ahora yo sé
que hablarme de ellos temes.
Pues no temas jamás
pues no hay razón.
Yo sé que tus palabras
no cerrarán mi corazón.
Mas si algún día alcanzara
la miel de que estás hecho,
tengo miedo a derramarla
entre mis dedos,
y a que no quieras jamás
volver a ellos;
a que yo no sea más
que un simple deseo;
a que tú no seas más
que un simple juego.
Temo que jamás comprendas
lo que yo siento.
Cuatro Poemas
Alvaro Colman López
. 3º BUP. IES. Santa Clara.S
antander
1
¿Alguien desea hacer de los ángulos
los bordes suaves de un
precipicio helado?
Caer pero no caer,
nadar en los bloques congelados de la verdad.
Recoger una a una las palabras sencillas
Y comprender en un poema
Lo absurdo, lo trágico, sus medios y su final.
Caer pero no caer, sólo resbalar.
Yo nací en medio de esta isla
Que perdió los latidos del mundo.
Y en tus ojos de lluvia
Crecí hasta alcanzar mi altura y mi destino
2
Yo nací en medio
de esta isla
que perdió los latidos del mundo,
todo lo que he pensado ha sido mío,
días en que la lluvia me robaba el silencio,
tardes en las que mi calma eran mi bien y mi alimento,
noches en las que hacía de mi alma un vacío
y de mis manos opacas
la respuesta ante la forma y el fondo
que el tiempo siempre argumenta.
He sentido caer las hojas de los árboles
que viven y mueren
sobre mi espalda de agua,
y he visto en los colores la auténtica verdad. 97'oct.
3
Conservo la voz que nació
conmigo y el color del universo rojo.
Busqué en las líneas finales del cielo
unas manos que llenaran las mías,
con el único fin de mezclar mi alma y la tuya,
volver de nuevo a nacer
debajo de este árbol que deja sin espalda
sus hojas de metal,
correr, caminar y sembrar el mundo rojo
de nuestra sangre,
con el único fin de eternizar la vida.
Olvidaremos el fuego, el silencio, los sueños,
la noche, los perros que guardan su ladrido,
las flores tibias, los peces, las laderas,
los barcos que van y vienen,
el sentido, los climas y las lagrimas heridas,
olvidar para crear,
crear para unir. 97'nov.
4
Que importa lo que pinte
o sueñe
si cada vez que cierro los Ojos soy uno menos.
Todos los días se abre en mi pecho una pequeña
ventana por la que dejo escapar el aire de la nueva mañana
y me pregunto;
¿Quién anuncia el mes de las flores?, si sus pétalos
cayeran hoy sobre la tierra,
con su luz y con su carne
tejería un manto de texturas y colores infinitos
y a mi corazón otorgaría el arte de amar en silencio.
La infinidad del universo tiene el defecto
de conservar las sombras de lo que se va yendo,
cómo las estrellas que en los valles de la noche dejan
su aliento,
lejanas, mudas, perfectas.
Todo lo que quisiera hacer es encontrarte dentro
y fuera de mí,
dentro del aire, de la brisa, del viento,
dentro de lo que esté fuera,
dentro de un rato,
dentro del mundo que me he pintado,
dentro de lo que esté a un lado,
dentro de la palabra SIEMPRE. 98´ene
Ahora tengo el coraje
Alma García Panadero, 2º Bachillerato
del IES. M. Gutiérrez Aragón
Ahora tengo el coraje
de tu alma siempre salvaje
para recordarte a ti:
mi querido personaje.
Sabía a quién querías,
también lo que pretendías,
y luego la rosa traías.
Llegó el triste final,
tu comenzaste a flotar
y yo no me puedo acordar.
¿Quién sabe?¿quién cree?
Si apenas lo pude entender
y aún menos reconocer.
Hallarás el amor,
si no guardas rencor,
pero siempre recuerda:
que fue el mejor.
Porque él te quería,
la nota dentro decía
la rosa que él traía.
Y ahora pasa el tiempo,
el recuerdo, el adiós
y el momento.
Y yo miro al cielo,
despegando el vuelo;
viendo cómo en el suelo
la vida se hace sueño.
¿Quizás...?
Tamara Fuentes, 3º ESO del IES. M.
Gutiérrez Aragón de
Viérnoles
Ese atardecer,
maravilloso horizonte,
aguas en calma;
¿allí?¿allí, dónde?
Esa medianoche,
el murmullo de una mujer
¡o quizás de un hombre!
El viento golpeando,
el mar agitándose,
y en el fondo
(¡o quizás al fondo!)
un adios, un "te quiero"y... ningún nombre.
|